DESDE EL INICIO de la Guerra Fría, no había habido ningún
político estadounidense tan fervientemente prorruso como el candidato
presidencial republicano Donald Trump. Apenas cuatro años después de que su
predecesor Mitt Romney declarara que Rusia era la mayor amenaza geopolítica
para Washington, Trump ha elogiado al presidente Vladimir Putin como un
verdadero líder, “diferente de lo que tenemos en este país”. Trump también ha
desestimado los informes según los cuales Putin ha asesinado a sus enemigos
políticos (“Nuestro país también comete muchos asesinatos”, declaró a MSNBC),
sugirió que “analizaría” la posibilidad de reconocer la anexión de la península
de Crimea por parte de Rusia y cuestionó si Estados Unidos debería defender a
los aliados de la OTAN que no correspondan. En julio, cuando varios piratas
informáticos rusos robaron una serie de correos electrónicos de los servidores
del Comité Nacional Demócrata (CND), como lo mostraron diferentes analistas de
seguridad, Trump instó a “Rusia, si estás escuchando”, a robar algunos más.
“Trump está rompiendo con la doctrina exterior republicana
y con casi todos los pensadores republicanos relacionados con la política
extranjera que conozco”, señala Michael McFaul, embajador de Estados Unidos en
Rusia de 2012 a 2014. “Se está apartando radicalmente de Ronald Reagan, algo
que ningún candidato presidencial del Partido Republicano había hecho”.
Es fácil darse cuenta de por qué Putin considera el
ascenso de Trump como un regalo divino y por qué movilizó a sus ciberespías y a
sus recursos de medios de comunicación en su ayuda, de acuerdo con analistas de
seguridad. “Trump está a favor de las políticas aislacionistas y de una
abdicación del liderazgo estadounidense en el mundo. Le importa poco la
promoción de la democracia y de los derechos humanos”, continúa diciendo
McFaul. “Un retiro de Estados Unidos de los asuntos mundiales encaja
perfectamente con los intereses internacionales de Putin”. Putin se ha
mantenido relativamente reservado en su apoyo público a Trump, llamándolo
“colorido y talentoso”, lo que en Rusia es un débil elogio, pero los medios
propagandísticos patrocinados por el Kremlin como Sputnik y RT (anteriormente
Russia Today) han elogiado profusamente a Trump, han tuiteado memes de
#CrookedHillary (#HillaryCorrupta) y han apoyado la aseveración de Trump de que
el presidente Barack Obama “fundó el Estado Islámico”, mientras que el ejército
de clase mundial de piratas informáticos patrocinados por el Estado atacaba a
Hillary Clinton y al Partido Demócrata.
Además, resulta cada vez más claro que tras la incursión
de los piratas informáticos en el CND, el Kremlin se regodea, e incluso ostenta
discretamente su nuevo papel como un interviniente en la política
estadounidense. Después de varios años de influencia estadounidense en los
asuntos de Rusia, especialmente en la caótica década de 1990, para el Kremlin
constituye una dulce venganza ser caracterizado nuevamente como un país que
mueve los hilos a escala mundial. Y más fundamentalmente, el apoyo del Kremlin
hacia Trump forma parte de una larga estrategia para sembrar el caos y la
discordia en Occidente. Ya sea al apoyar a los ultranacionalistas franceses, a
los separatistas catalanes o la campaña a favor del Brexit, o al impulsar las
oportunidades de Trump manchando a los demócratas, el Kremlin piensa que Rusia
se beneficia cada vez que el orden establecido de Occidente es puesto en
vergüenza.
El descarado ataque cibernético de Rusia contra los
servidores del CND fue “una ciberoperación psicológica”, de acuerdo con Brian
Whitmore, analista experto en Rusia de Radio Europa Libre/Radio Libertad. “Al
menos uno de los objetivos de Rusia es, aparentemente, obligar a Estados Unidos
a tratarla como una superpotencia en su mismo nivel”, escribió Whitmore en el
influyente blog Power Vertical. “De repente, por primera vez desde la Guerra Fría,
Rusia ocupa el escenario central en una elección estadounidense. De repente,
surgen encabezados en todo el mundo acerca de la amenaza de los piratas
informáticos rusos”.
El análisis forense del ataque contra el CND apunta hacia
dos cosas: en primer lugar, que dos grupos de piratas informáticos rusos bien
conocidos con enlaces con los servicios de inteligencia de ese país fueron
responsables de la incursión y, en segundo lugar, que cuando el material fue
hecho público a través de WikiLeaks, los rusos hicieron muy pocos esfuerzos
para disfrazar su participación en el hecho. En un detallado informe publicado
en julio por el colectivo de vigilancia de piratas informáticos denominado
CrowdStrike se afirma que uno de los grupos, llamado Fancy Bear (o APT 28),
obtuvo acceso a la base de datos del CND en abril. El otro, llamado Cozy Bear
(o APT 29), irrumpió desde junio de 2015. De acuerdo con Alexander Klimburg,
miembro de alto rango del Consejo del Atlántico y autor del libro de próxima
publicación The Dark Web (La obscura Internet), APT 28 está asociado con el
grupo de inteligencia militar GRU de Rusia y APT 29 con su Servicio Federal de
Seguridad, o FSB. “Nuestro equipo los considera como algunos de los mejores
adversarios de entre todos los numerosos grupos de estados-nación, criminales y
hacktivistas/terroristas con los que nos enfrentamos a diario”, escribió en su
blog Dmitri Alperovitch, director general de tecnología de CrowdStrike. “Sus
medios y métodos de inteligencia y espionaje son soberbios y su seguridad
operativa no tiene parangón”.
El año pasado, APT 28 realizó una incursión en el
Departamento de Estado, en la Casa Blanca y en el correo electrónico personal
de los miembros del Estado Mayor Conjunto. También participó en incursiones en
la televisión francesa y en el colapso de una fundidora alemana debido a la
infección de sus sistemas con malware, un ataque conocido en los círculos de la
guerra cibernética mediante el escalofriante término clínico de “efecto
cibernético reflejado en el entorno físico”. Dado lo anterior, el ataque al CND
fue solo uno de varios “intentos bastante directos de mostrar ante Occidente
las capacidades cibernéticas de Rusia”, señala Klimburg. “No suele importarles
ser descubiertos. Indicar que uno está más allá de algo es parte de la
operación”.
Cuando CrowdStrike señaló por primera vez a los rusos, un
usuario de Internet que se hacía llamar Guccifer 2.0 afirmó que él era el
culpable y no el gobierno ruso. Guccifer intentó señalar que no era de origen
ruso al utilizar una cuenta ordinaria de Hotmail de Francia, lo cual es el
equivalente cibernético de querer pasar desapercibido usando una nariz y un
bigote falsos, pero se descubrió que los metadatos de los documentos que
proporcionó contenían firmas rusas, entre ellas, la de “Felix Edmundovich,” los
dos primeros nombres de Felix Dzerzhinsky, fundador de la policía secreta rusa.
Ya anteriormente se había descubierto que organismos
extranjeros de inteligencia husmeaban en las campañas políticas de Estados
Unidos. Por ejemplo, en 2014, piratas informáticos chinos irrumpieron en los
servidores de Romney. Pero el ataque informático contra el CND ha elevado tal
interferencia en la política a un nivel escalofriante. “Solo deseo subrayar en
qué medida esto carece de precedentes: el hecho de utilizar el espionaje para
influir en la elección presidencial estadounidense ha cruzado un nuevo nivel de
intervención”, señala McFaul.
DIPLOMACIA DE PASARELA: Trump, en un evento de Miss
Estados Unidos, trabajó con Aras Agalarov, segundo a la izquierda, en el
concurso de Miss Universo de 2013 en Moscú y firmó un acuerdo para construir
una Torre Trump en esa ciudad. FOTO: MICHAEL STEWART/WIREIMAGE/GETTY
NO HABLES MAL DEL JEFE
Está claro lo que ganaría Putin con su proyecto de apoyar
a Trump. Sin embargo, la pregunta más desconcertante es cómo Trump se convirtió
en el hombre de Putin en Washington. Mike Morell, ex director de la CIA,
escribió en The New York Times que Putin “reclutó al señor Trump como un agente
involuntario de la Federación Rusa” mediante la adulación. Sin embargo, la
verdad tiene otros matices. La actitud de Trump a favor de Putin se remonta al
menos hasta 2007, cuando declaró a CNN que el hombre fuerte ruso estaba
realizando “un excelente trabajo” al reconstruir a Rusia. En esa época, Trump impulsaba
acuerdos de bienes raíces en Moscú y, de acuerdo con un hombre de negocios
estadounidense radicado en Moscú que negoció con él, la admiración de Trump por
Putin estaba arraigada en “el puro interés personal… Él buscaba amistades y
socios de negocios” entre la élite política de Rusia, que contaba con muchas
conexiones políticas. “Los oligarcas no hacen negocios con nadie que hable mal
del jefe”, explica el desarrollador de bienes raíces, que pidió mantenerse en
el anonimato debido a que actualmente cuenta con inversiones en Rusia.
La afinidad de Trump con el Kremlin se profundizó una vez
que aquél entró en la política en 2014. Trump se ha rodeado de asesores que
cuentan con profundas conexiones con el régimen de Putin. Carter Page, el
principal asesor de Trump en política extranjera, alguna vez dirigió la oficina
de Merrill Lynch en Moscú y asesoró a la enorme empresa energética rusa Gazprom
(de la que aún tiene acciones, dijo Page en marzo). Global Energy Capital, la
empresa de Page, sigue funcionando con inversiones rusas, y Sergey Yatsenko, ex
subdirector de finanzas de Gazprom, trabaja para GEC como asesor. Dado que
ambas empresas han sufrido gravemente debido a las sanciones impuestas por
Estados Unidos y la Unión Europea contra Rusia debido a su anexión de Crimea,
Page es un apasionado defensor de la suspensión de dichas sanciones, sobre lo
que Trump ha dicho que es algo que podría considerar.
El 7 de julio, Page se tomó un tiempo libre de la campaña
de Trump para pronunciar un discurso en la Nueva Escuela de Economía de Moscú,
en la que criticó el “enfoque frecuentemente hipócrita [de Estados Unidos] en
la democratización” y elogió la política de Rusia de “no intervención” y
“respeto” hacia sus vecinos. “Page siguió la línea partidista [del Kremlin]”,
afirma un profesional de alto rango expatriado en Moscú que asistió a la charla
de Page. “Es un creyente… Es común que los empresarios occidentales en Rusia
estén a favor de Putin. Sin embargo, es poco común escuchar esto de alguien que
se encuentra en la cima de la política republicana”.
El Teniente General Michael Flynn, asesor de Trump y
antiguo director de la Agencia de Inteligencia para la Defensa, es un invitado
frecuente en RT, el canal propagandístico en inglés del Kremlin, orientado a
difundir teorías conspiratorias. Se ha negado a revelar si está en la nómina de
RT, pero el año pasado, Flynn voló a Moscú para asistir a la gala del 10º
aniversario del canal, donde se sentó a dos asientos de distancia de Putin.
Michael Caputo, asesor de relaciones públicas que ayudó a dirigir la campaña de
Trump en la elección primaria de Nueva York, vivió en Rusia en la década de
1990, y el área de comunicación de Gazprom lo contrató para mejorar la imagen
de Putin en Estados Unidos. Richard Burt, ex embajador de Estados Unidos en
Alemania en la década de 1980 y conocido por su sólido escepticismo en relación
con el compromiso de Estados Unidos con sus aliados de la OTAN (Burt participó
en un panel de discusión en abril con el tema, “¿Estados Unidos necesita aliados?”,
contribuyó, según se informa, a redactar el borrador de al menos uno de los
discursos de Trump en el que el candidato criticó fuertemente “el problema del
polizón” de la OTAN, de acuerdo con Politico.
Burt es presidente del Consejo de Asesoramiento de The
National Interest, una publicación del Centro para el Interés Nacional (CNI,
por sus siglas en inglés), un grupo de asesores decididamente prorruso con sede
en Washington. Desde hace mucho tiempo, el CNI ha sido socio del Instituto para
la Democracia y la Cooperación, un grupo de analistas respaldado por el Kremlin
con sede en Nueva York, el cual está dedicado a promover los intereses de
Moscú. En mayo de 2014, ambas instituciones organizaron una conferencia de
prensa conjunta para defender la postura de Rusia en Ucrania. En abril, Trump
eligió al CNI como sede de su primer discurso importante sobre política
exterior, y entre el público se encontraba Sergey Kislyak, el embajador ruso
ante Estados Unidos.
Desde hace mucho tiempo, Paul Manafort , el antiguo
director de campaña de Trump, tiene lazos con Viktor Yanukovych, el ex
presidente de Ucrania apoyado por el Kremlin, y ha servido como asesor de
campaña para su Partido de las Regiones en las elecciones parlamentarias de
2006 y ha allanado el camino para el ascenso de Yanukovych como primer ministro
y luego como presidente, puesto del que fue expulsado en 2014 en medio de
concurridas protestas a favor de la Unión Europea. El parlamentario ucraniano
Serhiy Leshchenko escribió en The Guardian que había visto “lo que se conoce
como documentos de ‘contabilidad oculta’” que muestran “un total de 12.7
millones de dólares en pagos realizados a Manafort” por el Partido de las
Regiones, al menos 2.2 de los cuales, de acuerdo con AP, fueron canalizados a
dos importantes empresas de cabildeo de Washington en 2012. Manafort niega
haber cometido algún delito, aunque la discusión pública de sus enlaces de
negocios con Ucrania ciertamente tuvo que ver en el hecho de que fuera
destituido como director de campaña de Trump a mediados de agosto.
Durante el tiempo que encabezó la campaña de Trump,
Manafort desempeñó una función crucial en lograr que la postura oficial del
Partido Republicano se alejara de su posición tradicional antirrusa. De acuerdo
con The Washington Post, el personal de campaña de Trump evisceró una propuesta
de enmienda a la plataforma del Partido Republicano que instaba a Estados
Unidos a proporcionar “armas defensivas letales” a Ucrania para defenderse
contra la agresión rusa, desafiando un sólido consenso de dicho partido con
respecto a este tema.
ESTADOS UNIDOS PRIMERO: Los comentarios de Trump acerca de
Rusia y la OTAN han preocupado a algunas personas pertenecientes al orden
establecido republicano de la política exterior. FOTO: JOHN MOORE/GETTY IMAGES
Trump tiene enlaces de negocios con Rusia que se remontan
a 1987, cuando él y su entonces esposa Ivana visitaron Moscú para analizar una
empresa conjunta en un hotel de lujo con Intourist, la agencia turística
estatal de la URSS, de acuerdo con su libro de memorias The Art of the Deal (El
arte del acuerdo). El convenio no se concretó, pero Trump volvió en 1996 para
negociar un proyecto de condominios de lujo con el gigante tabaquero
estadounidense Liggett-Ducat. Trump “hablaba de un proyecto muy grande”
recuerda el desarrollador estadounidense de bienes raíces, que tuvo un
conocimiento directo de las negociaciones. “Pero lo que se necesitaba no eran
conexiones de bienes raíces en Nueva York, sino conexiones políticas en Moscú…
Trump no las tenía”. En 2005, Trump aprovechó otra oportunidad en Rusia, que
ahora estaba en auge, esperando construir una Torre Trump en el sitio donde
antes estuvo una fábrica de lápices. Se asoció con el Bayrock Group, un
desarrollador con sede en Nueva York que había desarrollado de manera conjunta
el Trump SoHo y el Hotel Internacional y Torre Trump en Fort Lauderdale,
Florida, para obtener financiación. El director ejecutivo de Bayrock era Tevfik
Arif, de origen kazajo y antiguo subdirector del departamento de hoteles del
Ministerio Soviético de Comercio, que ganó mucho dinero dirigiendo hoteles
turísticos de lujo en Turquía. El acuerdo fracasó, en parte debido a que Arif
eligió a Felix Sater (después Satter), de origen soviético, para dirigir la
operación de Bayrock en Moscú. Sater había pasado un tiempo en prisión por
apuñalar a un hombre en la cara en una pelea en Manhattan, ocurrida en 1991;
“Se metió en problemas debido a que participó en una pelea en un bar, que es
algo que hacen muchas personas”, dijo Trump en un testimonio ante la Corte, y
en 1998, fue condenado por fraude relacionado con asociaciones con White Rock
Partners, una empresa de correduría de bolsa de Nueva York relacionada con la
mafia. (Arif fue detenido en Turquía en octubre de 2010 bajo la sospecha de
organizar fiestas sexuales para adinerados hombres de negocios y modelos de
Europa del Este a bordo de un yate de 60 millones de dólares que alguna vez fue
usado por el fundador de la nación, Mustafa Kemal Atatürk, de acuerdo con los
cargos presentados por el fiscal Yusuf Hakki Dogan. A Arif le fueron retirados
todos los cargos al año siguiente).
Tras la debacle de Bayrock, Trump tuvo mejor suerte
vendiendo bienes raíces de lujo a rusos adinerados en Occidente. “Los rusos
constituyen una parte bastante desproporcionada de muchos de nuestros activos”,
declaró Donald Trump Jr. en una conferencia de bienes raíces realizada en 2008.
“Vemos un montón de dinero que viene de Rusia”. Entre esos acuerdos estuvo la
venta de una mansión en Palm Beach, Florida, al multimillonario ruso de los
fertilizantes Dmitry Rybolovlev por 95 millones de dólares en 2008, de acuerdo
con los registros de propiedad de Florida. Tras sufrir varias quiebras, a Trump
le costaba mucho trabajo obtener dinero en Occidente, así que reclutó a
inversionistas rusos y kazajos para su Trump SoHo y otros tres proyectos de
Bayrock. Salvatore Lauria, socio de Sater en White Rock Partners, ayudó a
recaudar 50 millones de dólares en inversiones para Trump SoHo entre las que se
incluyeron, de acuerdo con una demanda contra Bayrock, “inyecciones no
explicadas de efectivo proveniente de cuentas en Kazajstán y Rusia”.
El conjunto más reciente de socios rusos de Trump es el de
más altos vuelos: Aras Agalarov y Emin Agalarov, desarrolladores de bienes
raíces nacidos en Baku, Azerbaijan, que le pagaron a Trump por organizar el
concurso de Miss Universo de 2013 en Moscú. También firmaron un acuerdo para
construir una Torre Trump en la capital rusa, aunque el edificio aún no se
construye. Los Agalarov han recibido varios contratos para proyectos de
construcción financiados por el Estado, y Putin galardonó personalmente a Aras
Agalarov con la Orden de Honor de la Federación Rusa poco después del desfile
de Miss Universo. En 2014, Trump declaró en un almuerzo del National Press Club
en Washington que durante su viaje a Moscú, realizado el año anterior, había
hablado “indirecta y directamente” con Putin, “que es una persona de lo más
agradable”. De hecho, Putin nunca acudió a la gala, por lo que ambos hombres
nunca se reunieron.
Pero incluso los Agalarov están lejos de las Grandes Ligas
del poder y del dinero de Rusia. “Resulta muy extraño que las personas hablen
acerca de los intereses comerciales de Trump en Rusia, pues él nunca tuvo éxito
en ese país”, dice el desarrollador de bienes raíces estadounidense residente
en Moscú. “Trató de convertirse en un jugador, pero no conocía a las personas
correctas”.
A pesar de la falta de un éxito comercial importante en
Rusia, la carrera política de Trump lo ha convertido en una parte importante de
la estrategia más amplia de Putin para debilitar a Occidente y cortejar a los
conservadores de todo el mundo para formar una gran alianza antiliberal
encabezada por Rusia. En agosto, Moscú organizó una reunión de activistas
nacionalistas separatistas de toda Europa y Estados Unidos, como parte de un
esfuerzo constante para alentar a los grupos políticos anti Unión Europea y
anti OTAN, entre los que se encuentran Golden Dawn de Grecia, Ataka de Bulgaria
y Jobbik de Hungría. Como lo advirtió el vicepresidente estadounidense Joe
Biden en un discurso pronunciado en Washington el año pasado, “Putin considera
a esas fuerzas políticas como herramientas útiles para ser manipuladas, para
crear fracturas en la política del cuerpo europeo, las cuales él podrá
aprovechar”.
En opinión de Putin, la campaña es una forma de
contrarrestar lo que considera un entrometimiento de Washington y Bruselas en
su patio trasero, que va desde un supuesto impulso a las protestas anti Putin
ocurridas en Moscú en 2011 hasta el apoyo al levantamiento Maidan proeuropeo
ocurrido en Kiev en 2013 que condujo al derrocamiento del presidente Yanukovych
(y dejó sin trabajo temporalmente a Paul Manafort). Putin “cree honestamente
que Estados Unidos trata de derrocarlo”, señala Gleb Pavlovsky, tecnólogo
político ligado con el Kremlin, quien asesoró a Putin hasta 2011.
“Desde el punto de vista de las élites rusas, la agresión
occidental debe ser enfrentada con una respuesta”, afirma Eugene Rumer,
director del Programa para Rusia y Eurasia del Fondo Carnegie para la Paz
Internacional y ex oficial de inteligencia para Rusia y Eurasia del Consejo
Nacional de Inteligencia de Estados Unidos. “La incursión en las computadoras
del CND… es simplemente una venganza por los informes en los medios
occidentales acerca de la corrupción de la élite en Rusia. Ayuda a impulsar la
narrativa rusa de que el dinero y la política van de la mano en todas partes y
que Rusia no es distinta de Estados Unidos o de otros países occidentales cuyos
gobiernos critican a Rusia”.
ANIMADORES: Paul Manafort, izquierda, ex director de
campaña de Trump, ha estado bajo vigilancia debido a sus enlaces con el exlíder
ucraniano Viktor Yanukovych. El Teniente General Michael Flynn es un invitado
frecuente en el canal televisivo RT, que está a favor de Putin. FOTO: DAVID
PAUL MORRIS/BLOOMBERG/GETTY
EL TONTO MULTIMILLONARIO
Desde el punto de vista del temperamento, Putin y Trump no
tienen mucho en común. Putin es un hombre duro, tímido y muy controlado que
hizo su carrera en la KGB, que ha pasado su vida en instituciones disciplinadas
y que obtuvo su oportunidad no a través de la política pública, sino por ser el
cortesano perfecto de Boris Yeltsin. El otro es un alocado negociador con un
gusto por los símbolos de la riqueza, las mujeres hermosas, la publicidad de
cualquier tipo y una profunda necesidad de la aclamación de las multitudes. Sin
embargo, ambos son brillantes estrategas oportunistas con actitudes cínicas con
respecto a la verdad, dispuestos a seleccionar los hechos para construir
narrativas que se adapten a sus propósitos. Aunque es mucho más pobre que la
mayoría de ellos, Trump se asemeja más a los oligarcas rusos o ucranianos en el
sentido de que ha secuestrado un movimiento político para impulsar su ambición
personal y fomentar sus intereses de negocios.
El soporte a Trump por parte del Kremlin en la forma de
apoyo en los canales propagandísticos como RT y Sputnik es insignificante desde
el punto de vista electoral. Incluso las revelaciones encubiertas de la
incursión en el sistema del CND no hizo mucha mella en los índices de
popularidad de Clinton (aunque Julian Assange, el fundador de WikiLeaks y
colaborador de RT, promete hacer nuevas y devastadoras revelaciones en
octubre). Lo que resulta verdaderamente perturbador son los métodos de guerra
cibernética utilizados por el Kremlin para agitar la elección y el programa
político más amplio y más siniestro que el Kremlin persigue.
“El blanco del ataque cibernético no era simplemente
Clinton”, escribió Eerik-Niiles Kross, antiguo director de inteligencia de
Estonia, en un ensayo reciente publicado en Politico. “Y Moscú tampoco está muy
interesado en apoyar a Trump (sin importar que sea un idiota útil bien
dispuesto). Lo que los rusos tienen en la mira es nada menos que el tejido democrático
de la sociedad estadounidense y la integridad del sistema de valores liberales
occidentales… La estrategia política de la Guerra Fría ha vuelto en forma
actualizada, con herramientas más crueles y más modernas, entre ellas, un vasto
imperio de medios de comunicación estatales en idiomas occidentales, piratas
informáticos, espías, agentes, idiotas útiles, grupos de compatriotas y hordas
de trolls de Internet”.
En otras palabras, Trump no es más que un tonto útil en el
gran diseño del Kremlin para fomentar la desunión de la OTAN, el aislacionismo
de Estados Unidos y la separación de Europa. En la práctica, es poco probable
que todos los esfuerzos de los piratas informáticos, analistas y canales de
propaganda patrocinados por Rusia tengan un gran efecto real y probablemente
hayan disminuido las oportunidades de Trump de llegar a la Casa Blanca. Pero el
esfuerzo es real. En palabras de Kross, “En efecto, Rusia está utilizando
nuestras democracias y nuestros sistemas de gobierno de la ley contra nosotros…
Estados Unidos, bienvenido a la guerra”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in
cooperation with Newsweek