Impensable en años pasados,
ahora en México criar cocodrilos de pantano se ha convertido en una de las más
prósperas agroindustrias del país, con todo en regla y hasta el visto bueno de
la Conabio (Comisión Nacional para el Conocimiento y el Uso de la
Biodiversidad).
Los cocodrilos Moreletti,
que en los años 70 del siglo pasado casi desaparecen, son ahora animales de
granja para utilizar su carne y el aceite en restaurantes de comidas exóticas,
y la piel en empresas dedicadas a artículos de lujo.
Si se ven con signos de
pesos, las cuentas son alegres: un cocodrilo adulto pesa 250 kilos y mide unos
tres metros; el kilo de carne vale 37 dólares promedio (casi 700 pesos); 15
dólares por centímetro cuadrado de piel (poco más de 280 pesos), y ya como
producto terminado: un par de botas confeccionadas con piel de Moreletti
alcanzan los 324 dólares (más de 6,000 pesos).
En Sinaloa, Nayarit,
Jalisco, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, en el Pacífico, y Tamaulipas,
Veracruz, Campeche, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo en el Golfo de México, hay
criaderos de cocodrilos. Desde 2013 algunas de las empresas del ramo empezaron
a exportar. El año pasado, por ejemplo mandaron 1,500 pieles al mercado de
Europa y Estados Unidos.
Las autoridades en la materia establecieron un
programa para impulsar la actividad que fomenta la participación de las
comunidades para que se comprometan a conservar la especie y su hábitat, al
tiempo que generan beneficios económicos, señala Gabriela López Segurajaúregui,
coordinadora de la autoridad científica de Conabio.
A decir de Gabriela López, organizar y supervisar los
criaderos es la mejor vía para evitar la caza furtiva, que trae consigo la
consecuente destrucción de su hábitat, que casi los llevaron a la extinción.
La respuesta del gobierno mexicano fue veda total para
la especie desde entonces, además de crear zonas de conservación y criaderos en
algunos pantanos. La medida funcionó y la población de cocodrilos se recuperó
hasta llegar a 80 mil ejemplares.
Para 2010 se abrió el uso comercial, con condiciones: sólo
es permitida la venta de pieles y otros derivados que provengan de especímenes
criados en cautiverio. Lo malo es que del total de criaderos sólo ocho cuentan
con el permiso oficial como Unidad de Manejo para la Conservación de la Vida
Silvestre, UMA.