Todas las personas al nacer
son sinestetas: tienen zonas asociativas entre los distintos sentidos. Lo malo,
terrible, es que al crecer desaparecen por la llamada ‘experiencia’. Sólo un
pequeño porcentaje –de afortunados– las conservan.
La sinestesia no se padece ni
se sufre, sólo se tiene o no se tiene;
no es una enfermedad, es la interferencia de varios tipos de sensaciones de
diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo, por ejemplo,
oler, ver (en colores) o sentir (físicamente) las palabras, percibir la
temperatura de un olor o incluso el olor de un sonido. Cada sinesteta forma
relaciones únicas.
Gustav Fechner, destacado filósofo, fisiólogo y
físico, fue el primero en diagnosticar la sinestesia en 1812. Desde entonces se calcula que el
número de personas que experimentan este efecto ronda entre 1 de cada 2,000.
Los músicos Billy
Joel y Pharrell Williams, el inventor Nicola Tesla, y el escritor ruso Vladimir
Nabokov son o fueron
algunas personalidades sinestetas.
Pharrell Williams dice que él
estaría perdido sin la sinestesia, que si le fuera arrebatada no está seguro de
que pudiera hacer música porque no tendría una medida para entender. Billy Joel ve los diferentes tipos de melodías
lentas y suaves en tonalidades azules y verdes; cuando el color es vivo –rojos,
naranjas o dorados–, el patrón rítmico es fuerte. Para Nabokov, la letra V era
de un pálido rosa translúcido, y la N, amarillo grisáceo, como la avena.
La sinestesia es más común en las personas que se
ubican dentro del espectro autista, pero como grupo, los sinestésicos no
muestran una mayor prevalencia de autismo que la población en general. Existen
evidencias prometedoras de que algunos aspectos de la sinestesia pueden
aprenderse. Sería bueno…