La conversación anual en “línea directa” del presidente
ruso Vladímir Putin con la nación aún no terminaba cuando las bromas ya habían
comenzado a surgir en las redes sociales. “Pregunta: ‘Todo el mundo ha tenido
que hacer recortes recientemente en sus presupuestos domésticos. ¿En qué ha
disminuido usted sus gastos? Putin: ‘En todos ustedes’”, escribió un usuario de
Twitter, parodiando la evidente falta de empatía del presidente con millones de
rusos comunes que sufren debido a la naufragante economía del país.
Otras personas publicaron fotografías alteradas de una
joven de la ciudad siberiana de Omsk, que llamó a la sesión presidencial de
preguntas y respuestas televisadas de abril para preguntarle a Putin por qué
los caminos de su ciudad natal estaban en tan malas condiciones. “Está pasando
por momentos difíciles ahora mismo”, se lee en un meme de Twitter, acompañado
por una imagen modificada con Photoshop de la mujer enterrada viva en asfalto
caliente.
Los rusos siempre se han reído de sus líderes, desde los luboks, las coloridas impresiones o
grabados satíricos que se vendían en los mercados desde finales del siglo XVII,
hasta los chistes con una alta carga política que se contaban al oído en las
cocinas de toda la Unión Soviética (ejemplo: “¿Sería posible introducir el
comunismo en Estados Unidos?”. “Sí, pero ¿de dónde obtendríamos nuestros
cereales?”). El humor político continuó con la misma intensidad en la Rusia
postsoviética durante el régimen del presidente Boris Yeltsin, y sólo entonces,
con el nuevo espíritu de apertura, logró aparecer en el horario estelar de la
televisión.
Pero cuando Putin asumió el poder en el año 2000, uno de
sus primeros blancos fue un canal de televisión independiente llamado NTV.
Famoso por su cobertura sin concesiones de la guerra en Chechenia, NTV también
emitía un popular programa de sátira política llamado Kukly(Marionetas). En el programa aparecían grotescas marionetas
de látex de figuras de alto perfil, entre ellas, el nuevo presidente ruso. En
el episodio más tristemente célebre de Kukly,
emitido en enero de 2000, Putin fue presentado como un maligno gnomo
infantil profiriendo el mismo tipo de expresiones que habían ayudado a crear su
imagen de tipo duro. Según se informa, Putin se puso furioso, y el retiro de su
marioneta fue una de las condiciones exigidas por asesores del Kremlin para
permitir la supervivencia del canal televisivo. NTV rehusó cumplir, y pocos
meses después, el canal pasó a estar bajo el control estatal. Las bromas sobre
Putin se desvanecieron rápidamente de las pantallas de televisión de toda
Rusia.
No fue sino hasta una década después, con la explosión de
la internet de alta velocidad en las principales ciudades de Rusia, que la
sátira política tuvo un regreso. El humor antigubernamental era un eje de las
comunidades en línea que surgieron en Rusia en el periodo previo a las
disputadas elecciones parlamentarias de 2011, que desencadenaron las mayores
protestas callejeras del largo gobierno de Putin. Una cuenta de Twitter de
oposición, @KermlinRussia, iniciada en 2010, ha obtenido 1.5 millones de
seguidores con sus burlas despiadadas de Putin y de otros funcionarios gubernamentales.
“Putin no ha robado ni un solo kopek. ¿Para qué necesitaría kopeks?”, es un
tuit típico de @KermlinRussia. “En respuesta a la acusación de que no hay
nuevos rostros en la política, Putin se ha sometido a una cirugía plástica”, es
otro de ellos.
LA NOCHE DEL CAZADOR: Presentar a Putin como el principal
personaje de Pánico y locura en Las Vegas
es un pinchazo nada sutil al silencio gubernamental acerca del saqueo de Rusia
por su círculo más cercano. FOTO: SERGEI KARPUKHIN/REUTERS
Pero mientras las severas medidas tomadas por el Kremlin
contra el disenso se han acelerado y las formas tradicionales de protesta se
han vuelto cada vez más peligrosas, la sátira política está llegando a las
calles. De Moscú a Siberia, el atribulado movimiento de oposición de Rusia
combate la opresión y la censura estatal con un humor punzante y frecuentemente
oscuro.
En meses recientes, la oposición ha comenzado a tapizar
las paradas de autobuses de Moscú con carteles antigubernamentales agudamente cómicos.
Dichos carteles son arrancados rápidamente, pero las imágenes de estos se
vuelven virales rápidamente en las redes sociales, difundiendo sus mensajes a
muchas personas más que los pocos cientos que podrían haberlos visto en la vida
real.
“¿Cuál Panamá?”, se lee en uno de tales carteles pegado a
principios de abril, después de que las filtraciones de los papeles de Panamá
implicaron a varios de los socios más cercanos de Putin en un supuesto plan de
lavado de dinero con un valor de 2000 millones de dólares. Con Putin fumando un
cigarro y con un sombrero blanco al estilo de Johnny Depp en la película
hollywoodense de culto Fear and Loathing
in Las Vegas(Pánico y locura en Las Vegas), el cartel fue un pinchazo nada
sutil al silencio de los medios estatales sobre el supuesto saqueo de la
riqueza nacional por parte del círculo más cercano de Putin. Dicho cartel
apareció unas cuantas semanas después de que otro cartel muy discutido saludaba
a los transeúntes con una imagen de la máscara mortuoria de Josef Stalin y la
provocadora frase: “Aquel murió. Este también lo hará”. Nadie ha reivindicado
la publicación de ninguno de los dos carteles.
“Estos carteles son una de las pocas formas que quedan
para expresar públicamente el descontento sin ser encarcelado de inmediato”,
señala Yevgeny Levkovich, un activista anti-Kremlin. Levkovich participó en la
creación de otro cartel que circuló por todo Moscú la víspera de la conferencia
de prensa anual de Putin en diciembre. Se trataba de un falso anuncio para un
concierto pop ficticio, estelarizado por el líder ruso, que presentaba una
lista de “éxitos”, que en realidad era una letanía de las promesas incumplidas
de Putin con respecto a la economía y los temas sociales.
“No hay un parlamento legítimo, no existe el derecho de
salir a las calles ni hay cortes independientes. En esas circunstancias, la
risa es el único medio que tenemos para señalar los problemas de nuestra
sociedad”, afirma Viktor Shenderovich, un conocido escritor satírico y
activista de oposición. “Sin embargo, por sí misma, la sátira no puede provocar
un cambio en el régimen, por lo que la risa que provoca es muy amarga”.
Roman Roslovtsev es otro enemigo del Kremlin que utiliza
elementos de la sátira política para señalar la injusticia. A mediados de abril,
Newsweekvio cómo se puso una máscara
de goma de Putin y caminó resueltamente por el corazón histórico de Moscú. En
sus manos llevaba un cartel donde expresaba su oposición a una nueva ley que
estipula hasta cinco años de cárcel para cualquier persona detenida más de una
vez bajo cargos relacionados con protestas.
Conforme Roslovtsev se acercaba a la Plaza Roja, un
sonriente transeúnte posó con él para una selfie,
mientras otros curiosos le preguntaban acerca de sus motivos para esta inusual
y atrevida muestra de disenso. Sin embargo, no todo fueron sonrisas. En pocos
minutos, dos malencarados oficiales de policía detuvieron a Roslovtsev, y tras
una breve revisión de documentos, fue conducido a una estación de policía
cercana. Esta ha sido la séptima vez en que ha sido arrestado mientras se
manifestaba usando una máscara de Putin en tan sólo seis meses.
“Trato de demostrar lo totalmente absurda que es esta
ley”, declaró Roslovtsev a Newsweektras
ser liberado de la custodia policiaca en espera de una comparecencia ante el
tribunal. “Será extremadamente vergonzoso para las autoridades si tienen que
encerrarme por ponerme una máscara de Putin en el centro de Moscú”. De hecho,
quizá previendo la publicidad adversa que provocaría el hecho de encarcelar a
“Putin”, hasta ahora las autoridades se han limitado a acusar a Roslovtsev de
una falta al orden público mucho menos severa.
El humor no siempre es abiertamente político. En
Novosibirsk, Siberia, Artyom Loskutov, artista y activista de oposición, ha
puesto en escena las denominadas marchas de monstración
por más de una década. En ellas participan hasta 5000 personas, y los
participantes de estas parodias de protestas usan extraños disfraces y llevan
letreros con eslóganes sin sentido como “La avena es perversa” y “¡No habrá
carnaval!”. Sin embargo, ocasionalmente los eslóganes han estado influidos por
los sucesos actuales. En 2014, un largo estandarte en la marcha decía: “¡El
infierno es nuestro!”, Una parodia del eslogan “¡Crimea es nuestra!”, que se
volvió muy popular entre los activistas a favor del Kremlin tras la anexión de
la península ucraniana por parte de Rusia. Algunos participantes simplemente
llevan espejos para reflejar lo que, afirman, es la frecuentemente extraña
realidad de la Rusia de Putin.
Sin embargo, las autoridades no aprecian las bromas. Esta
celebración del absurdo se encuentra cada vez más bajo presión. El año pasado,
Loskutov fue encarcelado brevemente tras organizar su marcha de monstraciónsin contar con un permiso
oficial. Este año, Vladímir Zhirinovsky, un político nacionalista que suele dar
voz a las opiniones del Kremlin, acusó a los participantes de ser parte de un
plan financiado por Occidente para derrocar al gobierno.
Para algunas figuras de la oposición, es cada vez más
difícil hallar el humor en la Rusia actual, especialmente después de la guerra
de Putin en Ucrania y el asesinato del líder de oposición Boris Nemtsov hace
poco más de un año. “Es bastante difícil hacer bromas cuando han comenzado a
matar gente”, señala Arseny Bobrovsky, uno de los cofundadores de la cuenta de
Twitter @KermlinRussia. “Hay cosas de las que es imposible reírse”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek
