En Operación Skyfall (2012), James Bond saca su confiable pistola, pero con un giro de alta tecnología: un sensor en el mango lee huellas de la palma para que sólo él pueda dispararla. El arma de fuego tecnológica salva la vida del agente secreto, y en el mundo real, una tecnología similar podría hacer lo mismo por miles de personas. Al menos eso dice Ron Conway, un multimillonario paternalista de Silicon Valley que intenta poner de cabeza la industria del armamento.
En febrero, durante el Simposio Internacional de Armas Inteligentes, en San Francisco, Conway se condujo con la altivez de quien supo invertir oportunamente en Google, Airbnb y Twitter. “Las compañías de armas han decidido cruzarse de brazos en vez de innovar —dijo—. Silicon Valley ha venido a rescatarlas”.
Conway no tiene pistolas, pero después de que Adam Lanza mató a 26 personas en el tiroteo de la primaria de Newton, Connecticut, en 2012, decidió crear una fundación que ha entregado un millón de dólares a varios inventores. El objetivo: perfeccionar armas de fuego con autenticación de usuario.
La violencia armada sigue abrumando a Estados Unidos, y Washington parece paralizado, en buena medida por la presión de cabildos como los militantes de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). En 2014, las armas de fuego mataron a más de 33 000 estadounidenses, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Ese mismo año, 32 675 estadounidenses perdieron la vida en accidentes automovilísticos, incidentes que van en decadencia. Bolsas de aire y cinturones de seguridad, así como los requisitos legales y la presión social para usarlos, han reducido a la mitad las fatalidades vehiculares, pese a que los estadounidenses conducen cada vez más kilómetros. Y Conway afirma que las armas inteligentes pueden hacer lo mismo, ya sea evitando que un niño dispare el arma de su papá o impidiendo que un criminal mate a un policía con su pistola.
La principal barrera a las armas inteligentes es la política, no la tecnología. En las últimas dos décadas, diversos fabricantes de armas han intentado impulsar la tecnología de las armas, mas los propietarios se han mostrado recelosos. La primera vez que pareció que la tecnología estaba a punto fue en 1996, cuando Colt desveló el prototipo de una pistola que requería que el usuario usara transpondedores de radio en las muñecas, algo parecido a un reloj de Dick Tracy. La NRA se opuso decididamente, dice Doug Overbury, el entonces vicepresidente de ingeniería de Colt. No obstante, el fabricante tomó la decisión de impulsarla. “En cuestión de un año, esto será tan confiable como sus radios”, dijo Overbury a los departamentos de policía interesados.
Las pistolas inteligentes de Colt jamás llegaron a producirse. Aunque, a la larga, la NRA aprobó el proyecto de Colt, los propietarios de armas volvieron la espalda a la compañía, temerosos del control de “puerta trasera”. Para 1998, otros grupos comenzaron a distribuir folletos que atacaban a los dirigentes de la compañía como “perjudiciales para las libertades del estilo de vida estadounidense”, y declaraban que las armas eran peligrosas. Colt tardó años en recuperarse de aquel boicot.
Hoy la NRA dice que no se opone a las armas inteligentes, sólo a las leyes que obligan a usarlas. Nueva Jersey aprobó una de ellas en 2002. Una vez que las armas inteligentes estén disponibles, los distribuidores autorizados sólo podrán vender armas con tecnología de autenticación de usuario. Incluso los activistas del control de armas reconocen que el mandato lesiona la adopción de la tecnología, de modo que el patrocinador de la legislación está intentando enmendarla.
La amenaza de un boicot de la NRA ensombrece el debate. En el año 2000, Smith & Wesson tomó la decisión voluntaria de adoptar límites para sus barriletes y dijo que intentaría limitar el tipo de clientes que atendían sus distribuidores. Pero como parte de un acuerdo con la Casa Blanca, la compañía también prometió desarrollar la tecnología de armas inteligentes. La NRA atacó a Smith & Wesson, y sus miembros boicotearon al fabricante de armas, que se vio forzado a despedir a 125 empleados. Amy Hunter, portavoz del grupo de presión de la NRA, dice que la organización no estuvo detrás del boicot, que fue algo que “ocurrió orgánicamente, a consecuencia de haber educado a nuestros miembros”. También dice que la oposición de la NRA al acuerdo nada tuvo que ver con el tema de las armas inteligentes.
Un grupo muy agresivo teme que las armas con autenticación de usuarios puedan conducir a un mayor control de armamento. En parte, por eso la única arma pequeña del mercado, Armatix iP1, jamás tuvo oportunidad. Un negocio de California fue presionado para retirarla de sus exhibidores. Un detallista de Rockville, Maryland, recibió la amenaza de que incendiarían el establecimiento. En una revisión, la NRA hizo trizas la confiabilidad del arma. La iP1 también generó temores de legislaciones y complots gubernamentales. “¿Qué sucederá si ponemos chips de computadoras en todas estas armas, y Obama presiona un botón, y todas se apagan?”, dijo un comerciante a USA Today.
Otro motivo por el cual las armas de fuego con autenticación de usuario no han despegado: es difícil cuantificar cuántas vidas podría salvar la tecnología. Los defensores de las armas inteligentes desean limitar el acceso a las armas de fuego por el tema del suicidio, que representa la mayoría de las muertes violentas en Estados Unidos. Pero el Congreso se niega a permitir que los CDC hagan investigaciones para “abogar o promover el control de armas”, lo que limita grandemente lo que puede estudiar la dependencia. Por ejemplo, en 2011 murieron 102 niños accidentalmente por disparo de arma de fuego, pero a la fecha es imposible saber cuántos otros niños murieron por un disparo accidental. Pese a la escasez de datos, los expertos aseguran que las armas inteligentes definitivamente evitarían que la gente usara las casi 200 000 armas de fuego robadas cada año. “Imagina que pudieras bloquear una pistola robada como puedes hacer con un celular robado”, dice Greg Suhr, jefe de policía de San Francisco.
Hay indicios de que podría haber un mercado emergente para las armas, al menos entre las fuerzas del orden. Según el FBI, entre 2004 y 2013 alrededor de 3.5 por ciento de los policías muertos en servicio fueron ultimados con sus propias armas después de que les fueron robadas. De manera que, si las armas inteligentes se vuelven tan confiables como las pistolas calibre .40, arma estándar de la policía de San Francisco, Suhr estaría dispuesto a ofrecer la opción a sus oficiales. “Estoy casi seguro de que algunos oficiales las aceptarían”, dice.
Kai Kloepfer, joven de 18 años y serenidad sobrenatural, oriundo de Boulder, Colorado, es “el Mark Zuckerberg de las armas”, dice Conway. Kloepfer cree que las armas inteligentes de fines de la década de 1990 funcionaban, pero no lo bastante bien para que la gente las comprara, no obstante la política. En el mejor estilo de Silicon Valley, Kloepfer espera que los adelantos tecnológicos obliguen a una industria anquilosada a adoptar cambios, y considera que tal vez se necesite de una startup para lograr esos adelantos. “Los principales fabricantes de armas nunca lo harán”, asegura.
Kloepfer está a punto de probar un arma inteligente que usa tecnología de huella digital semejante a la del iPhone, la cual espera que sea completamente confiable. Argumenta que, si hoy confiamos en el bloqueo de nuestros iPhones, podemos aprender a confiar en un bloqueo similar para nuestras armas. Es posible, pero adquirir esa confianza requiere de tiempo. E incluso James Bond se mostró escéptico hasta que su pistola le salvó la vida
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Con Michele Gorman en Nueva York
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek