En enero del año pasado, Gertrude Sieh, una atractiva mujer de 60 años, con canosas trenzas, fue de las primeras en su comunidad en inscribirse en un ensayo para probar dos vacunas contra el ébola. “Hubo muchos rumores de que íbamos a enfermar y a convertirnos en monstruos”, me dijo Sieh, unos meses después, sentada fuera de su casa de lámina en Popo Beach, donde 40 personas murieron en julio de 2014 cuando el ébola hervía en la capital de Monrovia y los suburbios aledaños. En esos días, los monstruos eran muy reales: los cadáveres se apilaban en las calles, mientras la negación y los rumores de conspiraciones se diseminaban sin freno, y la comunidad internacional se resistía a abrir los ojos ante las dimensiones de la crisis.
Desde que Sieh se inscribió en el estudio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado a Liberia “libre de ébola” en tres ocasiones. El 14 de enero de este año, declaró que toda África occidental estaba libre del virus. “Detectar y romper cada cadena de transmisión ha sido un logro monumental”, dijo la Dra. Margaret Chan, directora general de la OMS. Y menos de 24 horas después, el gobierno sierraleonés anunció que el cadáver de Mariatu Jalloh, de 22 años, dio positivo al ébola.
Más tarde, un informe de la OMS determinó que los trabajadores sanitarios no habían usado el equipo protector cuando trataron a Jalloh, y que devolvieron el cuerpo de la joven a su familia sin haber hecho pruebas de detección viral. A su vez, la familia bañó el cuerpo de Jalloh para sepultarlo según la tradición islámica, precipitando el temor de otro brote. Por fortuna, sólo una tía de Jalloh resultó infectada, y fue dada de alta en febrero. En ese momento, dio inicio la nueva cuenta regresiva de 42 días: el doble de lo que los investigadores consideran el periodo de incubación máximo del virus.
El 17 de marzo, la OMS anunció “el fin de la reciente reactivación del virus del Ébola” en Sierra Leona, pero instó al país, junto con Guinea y Liberia, a “mantener un alto nivel de alerta” (y ese mismo día se confirmaron dos nuevos casos en Guinea; para el 25 de marzo, cinco personas murieron en la “reactivación”, y Liberia cerró su frontera con Guinea). Aunque Sierra Leona no fue declarada libre de ébola en esta ocasión, la OMS no ha explicado sus decisiones previas para afirmar que esos países estaban libres del virus pese a que algunos expertos opinan que la enfermedad ha estado circulando durante décadas y podría volverse epidémica. Sin una vacuna o cura comprobada, y con poca información sobre el tiempo de permanencia del virus en el cuerpo, algunos argumentan que semejantes declaraciones son absurdas. Un país no puede declararse libre de una enfermedad endémica a menos de que haya sido erradicada durante años mediante un programa de vacunación integral. Nigeria, donde se ha implementado la inoculación masiva contra la polio desde hace 30 años, no ha tenido un caso en más de 12 meses; y, no obstante, la OMS todavía no ha clasificado a Nigeria como “libre de polio”. En vez de ello, sólo la ha quitado de la lista de naciones donde la polio es endémica.
Mosoka Fallah, epidemiólogo liberiano educado en Harvard, dice que la declaración “libre de ébola” es imprecisa e inútil, pues los investigadores aún están descubriendo muchas cosas sobre el virus. “Sabía que era cuestión de tiempo”, dice Fallah, acerca de los casos nuevos. Fallah es el investigador principal de un estudio a cinco años sobre los efectos del virus en los supervivientes. Junto con sus colegas, ha rastreado el virus y la transmisión humana en Monrovia y otras partes de Liberia, y dirigió las investigaciones sobre dos reactivaciones ocurridas desde que Liberia fuera declarada libre de ébola por primera vez. Ambos incidentes fueron rastreados a supervivientes del ébola.
El brote de ébola en África occidental, el más grande en la historia, cambió el conocimiento científico sobre la naturaleza de la enfermedad, sobre todo respecto a la presencia del virus en el cuerpo tras la recuperación del paciente. Desde la década de 1970, cuando se descubrió el ébola en el norte de la República Democrática del Congo (RDC, entonces llamada Zaire), las regiones geográficas han sido declaradas libres de ébola después de pasar dos ciclos de 21 días sin registrar un caso. Esa clasificación se ha utilizado en los brotes de Uganda, RDC, Sudán del Sur y regiones de África central.
Hasta hace poco, mucho de lo que se sabía sobre la persistencia del ébola y sus efectos en el cuerpo era anecdótico, dice Peter Piot, microbiólogo belga que descubrió el virus en 1976, cuando fue llamado para investigar una enfermedad misteriosa en la lejana aldea de Yambuku. Pero el tamaño y la escala del brote de 2014 —así como los adelantos tecnológicos— permitieron que los científicos emprendieran una investigación del virus y los supervivientes como no había sido posible hasta entonces, explica Piot. También ha sido útil que, por primera vez, Occidente esté profundamente implicado; todo gracias a que el movimiento de individuos infectados a través de fronteras internacionales ocasionó que la OMS declarara el brote una “emergencia de salud pública internacional”. De suerte que la OMS y organismos de salud del gobierno de Estados Unidos, como los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), han invertido más que nunca en la investigación del ébola.
Hoy nos enteramos de que los informes de contagio por semen o leche materna fueron meras habladurías, pero existe un creciente cuerpo de pruebas científicas que sugiere que el virus permanece en el semen hasta 18 meses. En diciembre pasado, investigadores hallaron pruebas del primer caso comprobado de transmisión sexual del virus del Ébola al revisar el expediente de una mujer que murió de la enfermedad a fines de marzo de 2015, después de haber tenido contacto sexual con un hombre que fue tratado contra el ébola y dado de alta seis meses antes. La sangre del hombre estaba libre del virus, pero no el semen, explica Fallah. Esto cuestiona la definición tradicional de un país libre de ébola después de dos ciclos de incubación sin presentar un caso. Si los supervivientes humanos no están completamente libres del virus —y a la fecha, se calcula que hay unos 15 000 del último brote en África occidental—, ¿cómo puede estarlo un país o una región?
Aunque la OMS no ha cambiado su parámetro temporal para declarar a una nación libre de ébola, las políticas y los asesores de la organización han evolucionado para reflejar los nuevos conocimientos sobre el virus. Al inicio del brote, la OMS dio la instrucción de que los hombres supervivientes debían asegurarse de practicar sexo seguro durante tres meses, pero cuando las investigaciones apuntaron a que el ébola podía persistir en el semen hasta nueve meses, la agencia cambió la indicación a un año, y agregó que los supervivientes debían resultar negativos en dos pruebas antes de practicar sexo sin protección. En febrero, la OMS publicó un manual para trabajadores de la salud que explica cómo tratar clínicamente a los supervivientes, enfatiza en la necesidad de mantener estrictos protocolos para la prevención y control de infecciones y detalla cómo manipular y practicar exámenes a líquidos vaginales, semen y leche materna que pudieran contener rastros del virus y el potencial de infectar al personal médico. En los próximos meses, los trabajadores de salud recibirán capacitación en los nuevos protocolos.
Sin embargo, parece que sin la perentoriedad de un brote —y quizá con la sugerencia de que África occidental ya se encuentra libre de ébola—, algo de la urgencia ha cedido. Los NIH y el gobierno liberiano trabajaron juntos para organizar ensayos clínicos en los que probarían la eficacia de vacunas experimentales en una población aproximada de 27 000 voluntarios. Pero cuando dichos ensayos estaban a punto de comenzar, el brote de ébola comenzó a apagarse, y el estudio fue reducido de categoría; en vez de buscar pruebas de que la vacuna protegía a los pacientes contra el virus, el estudio ahora estudiaría la respuesta inmunológica de las vacunas y determinaría si los fármacos eran seguros para consumo humano.
A falta de una cura o vacuna, habrán de continuar los estudios sobre el origen, el desarrollo y los efectos del virus a largo plazo. El Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de los NIH, dice que, aunque el brote ha terminado, la investigación debe continuar. “El ébola está en el mundo. No se ha ido; hay reservorios animales. Es probable que haya casos de ébola aquí y en otros países, como Uganda y Sudán del Sur”, advierte. Muy pronto iniciarán investigaciones para identificar a los animales vectores del virus, y lo que precipita la transmisión animal-humano.
Bangalee Yogee, de 23 años, es un superviviente del ébola, y participa en el estudio de Fallah sobre el impacto del virus a largo plazo. En enero, recorrió su comunidad de West Point, punto álgido de la infección del ébola durante el brote de Monrovia. Estaba buscando otros supervivientes y sus contactos cercanos para que participaran en el estudio: parejas sexuales y personas que los atendieron cuando estuvieron enfermos.
Yogee dijo a los residentes que los investigadores necesitaban personas que hubieran acudido a la unidad de tratamiento de ébola, para que pudieran estudiar los problemas médicos que tenían a resultas de la infección. Los supervivientes del ébola presentan problemas de oído, ojos y huesos, dijo. Los hombres experimentan impotencia, y las mujeres sufren abortos espontáneos o han perdido la regla, añadió. El propio Yogee sufre de dolores de espalda y cabeza.
Piot insiste en que es necesaria una definición de país libre de ébola, pues puede ayudar a que una nación y su pueblo recuperen un sentimiento de normalidad. Al mismo tiempo, reconoce que la presencia de miles de supervivientes varones, aunada a reservorios de murciélagos que podrían albergar el virus, dificulta visualizar el final de la epidemia. “Sucederá de nuevo, es inevitable, pero con suerte no tendrá la misma escala”, dice Piot. “La lección crítica es actuar tempranamente”.
En Popo Beach, Sieh dijo que había oído anuncios del fin del ébola, una y otra vez. Para ella, lo peor de la epidemia ya había pasado, y las reactivaciones en otras comunidades no eran motivo de alarma. Pero el recuerdo de la muerte repentina de sus vecinos no se borra, dice. “Oramos porque esto no vuelva a ocurrir”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek