I
EUFROSINA CONFIÓ en que ganaría las elecciones municipales de Santa María Quiegolani, Oaxaca. Supuso que su campaña —que realizó sobre todo con jóvenes amigos suyos que la impulsaron a ser candidata y mujeres a quienes asesoró para recibir los beneficios de programas sociales del gobierno como Oportunidades— sería suficiente para convencer a los electores de su pueblo natal de que ella podría ser su primera alcaldesa.
Se equivocó.
“La loca”, como algunos la llamaban, se topó con que los usos y costumbres en Quiego estaban más arraigados que ella. Pero si bien ese 4 de junio de 2007 fue el día en que perdió sus primeras elecciones, que denunció como “fraudulentas”, también fue la fecha en que Cruz, indígena chontal, comenzó una ascendente carrera política en Oaxaca, estado que algún día quiere gobernar.
Eufrosina nunca pensó dedicarse a la política. En Quiegolani, una comunidad con escasos 1770 habitantes enclavada en la Sierra Sur de Oaxaca, la costumbre es que las niñas se casen con hombres mucho mayores y se dediquen a labores domésticas. El lugar de las mujeres en la comunidad no es el gobierno ni la política: es el matrimonio, la maternidad, la casa.
A los 12 años Eufrosina le anunció a su padre que quería entrar en la secundaria, pero Domingo Cruz dijo que no. Las mujeres de Quiego no estudiaban, hacían tortillas y parían hijos. Eso quería él para ella, tal como lo quiso para sus hermanas, sus cuñadas y para Guadalupe Mendoza, la madre de sus diez hijos. El rechazo a esa costumbre marcó profundamente a la niña Eufrosina y se convirtió en una fuerza interior que impulsaría sus aspiraciones políticas en los años por venir.
La negativa de su padre la hizo llorar como nunca lloraría en su vida. Hasta la fecha su madre recuerda asombrada el llanto de la niña. Pero aquellas no eran lágrimas de resignación, sino de rebeldía: al poco tiempo, Eufrosina le planteó a su padre irse de Quiegolani a cambio de seguir estudiando. Al ver a su hija tan desesperada, entre triste y resuelta, Domingo Cruz se asustó. “Está bien, vete, pero no me pidas ni un centavo”, le dijo.
Apenas terminó de escuchar esas palabras, Eufrosina emprendió el rumbo. Salió de su casa y camino durante diez horas para tomar el autobús que la llevaría a Tehuantepec, donde vivían familiares suyos a quienes pidió ayuda.
Eufrosina se vio obligada a vender chicles y fruta en las calles de Salina Cruz, Oaxaca, para mantenerse mientras estudiaba la secundaria y, después, titularse como contadora en la Universidad Autónoma Benito Juárez. Más tarde consiguió un trabajo como instructora comunitaria y regresó a vivir a Quiego. A veces jugaba basquetbol y, algunos fines de semana, se tomaba uno que otro mezcal con los hombres de su pueblo. Era una joven diferente, fuera de lo común y, por lo mismo, mal vista en el pueblo.
Dieciséis años después de aquella fuga iniciática el destino le cobraría la factura en las elecciones locales del 4 de junio de 2007.
A las 10 de la mañana comenzó la jornada electoral en Santa María Quiegolani. La Mesa de Debates, dedicada a atender los asuntos electorales, estaba integrada por un presidente y varios vocales nombrados por el alcalde saliente, Saúl Cruz Vásquez. La Mesa entregó las boletas electorales a los votantes con una semana de anticipación, aunque repartió algunas más el día de la elección, siempre y cuando los electores dijeran a quién le darían su voto. La Mesa anotaba con “palitos en cartulinas” los sufragios para cada uno de los contendientes: Eufrosina Cruz o Eloy Mendoza, el candidato oficial.
Que la joven estuviera en la boleta electoral fue un hecho inédito porque las mujeres de Quiego podían votar —siempre y cuando estuvieran acompañadas de sus maridos o algún hombre de su familia—, pero según el sistema de usos y costumbres, no tenían permitido ser votadas.
El día de la votación se quedó en su casa, pendiente de cómo se desarrollaba el que sería uno de los días más importantes de su vida.
Por la calle iban y venían mujeres y jóvenes que le habían prometido su voto. Algunos regresaron a decirle que no los dejaban sufragar: “China (así le dicen de cariño), que yo sola no puedo votar, que debo ir con mi marido”; “que si voto por ti ya no me van a dar mi Oportunidades”; o “no me quisieron dar la boleta”.
Eufrosina desesperó. La instructora comunitaria que les decía a sus alumnas “sean chingonas, no se dejen de los hombres que las quieran hacer menos”, fue boicoteada, recuerda con rabia, por los propios integrantes de la Mesa de Debates. Su reacción no fue inmediata. Tardó varias horas en decidirse, hasta pasado el mediodía, a enfrentar a los integrantes de dicha Mesa. Y cuando lo hizo vio, efectivamente, que las boletas con votos a su favor estaban anuladas.
—Ah, chinga ¿y por qué? —increpó la candidata.
La ignoraron.
Eufrosina reclamó a los integrantes de la Mesa que el presidente municipal saliente hubiera repartido con días de anticipación las boletas electorales, y que el voto no fuera secreto. También les recriminó que condicionaran a los votantes los apoyos del gobierno. Era la primera vez que esta mujer se acercaba tanto, físicamente, a las instalaciones del Ayuntamiento. Como parte de los usos y costumbres las mujeres no lo tenían permitido.
Los miembros de la Mesa reaccionaron y, junto con algunos miembros del cabildo municipal, la rodearon y comenzaron a insultarla. “Las groserías en zapoteco son muy fuertes; ni siquiera en español tienen traducción, pero duelen mucho”, cuenta Eufrosina. Entre las cosas que le gritaron fue: “Ahora resulta que vamos a oler la panocha de esta mujer que nos quiere mandar”.
Los hombres, que sumaban una docena, se pusieron violentos, la zarandearon. Eufrosina salió del lugar, entre asustada y furiosa, mientras oía a alguien gritarle, entre risas: “Ya ves, pinche vieja, no aguantas nada y así quieres estar aquí”.
Domingo Cruz estaba harto de la situación y recriminó a su hija, nuevamente, por no ceñirse a la costumbre: “¿Ya ves? Te lo dije, aquí las mujeres no tienen nada que hacer en las elecciones. Eso te pasa por burra”.
Víctor Leonel Juan Martínez, en esas fechas consejero del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (IEEPCO), entrevistó a Eufrosina a los pocos días y revisó el expediente de su caso (IEE/DEUYC-30/IV/2007). No encontró ninguna anomalía: “Eufrosina consiguió una veintena de votos contra los casi 100 sufragios que obtuvo su adversario”. Martínez opina que Eufrosina no podía acceder al puesto debido a que no cooperó con “tequios” (trabajo gratuito hecho en beneficio de los pobladores de la comunidad). Esa razón, considera, fue suficiente para desconocerla como ciudadana. Además, no había desempeñado cargo público alguno debido a que estuvo ausente de Quiegolani durante 14 años —los que invirtió en terminar sus estudios y titularse como profesionista.
En el informe especial sobre el caso de Eufrosina que la Comisión de Derechos Humanos de Oaxaca emitió el 30 de julio de 2008 se incluye la declaración de Elpidio Villavicencio Cruz, quien en esos años era representante de Bienes Comunales del H. Ayuntamiento de Santa María Quiegolani, Yautepec, Oaxaca, y quien confirmó, mediante la copia del acta de asamblea de comuneros y ciudadanos de Quiego, que se realizó un año más tarde, el 11 de mayo de 2008, que Eufrosina había sido expulsada de su comunidad.
“Me sentí denigrada”, recuerda en entrevista. “Sentí una herida profunda”. Aquella herida desembocaría en el surgimiento de una figura política. La joven Eufrosina volvió a salir de las entrañas de la Sierra Sur de Oaxaca. Pero esta vez sin huir de nadie.
II
Eufrosina Cruz Mendoza no es diferente a los demás políticos: tiene, como todos, ambiciones. “La ambición, el hambre que he tenido se debe a la pobreza y la discriminación. Por eso hago lo que hago”, dice.
Su liderazgo irritó a los hombres acostumbrados a decidir en Quiegolani. “Estaría muy bien ser como Ramona, que se tapa el rostro y lee discursos parada junto al subcomandante Marcos, sin protagonismo individual y ceñida a un guion ideológico. Pero que una mujer indígena, como Eufrosina, no ande embozada y juegue en política, es ilegítimo para los cacicazgos locales”, dice José Antonio Aguilar Rivera, investigador de la División de Estudios Políticos (DEP) del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Eufrosina comenzó a ponderar sus posibilidades. Comprendió que los usos y costumbres que le impidieron ser alcaldesa de su pueblo la orillaban a buscar una plataforma más amplia para dar la batalla.
Los usos y costumbres, como sistema de gobierno, fueron una curiosa innovación en beneficio de los intereses del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Según Allyson Benton, también investigadora de la DEP del CIDE y especialista en el tema, se trata de una manera de gobernar que incluye requisitos específicos que dependen de las prohibiciones, costumbres y permisos a los que la comunidad está sometida. Fueron identificados durante las décadas de 1970 y 1980 para escoger candidatos en los municipios del país en los que las autoridades locales, afines al PRI y generalmente indígenas, querían perpetuarse en el poder. Lustros más tarde, en 1995, la Constitución mexicana reconoció esos procedimientos para darles carácter constitucional como mecanismos de participación política.
De acuerdo con una base de datos sobre el Sistema Normativo Interno (el nombre oficial de los usos y costumbres) que el gobierno de Oaxaca entregó al IEEPCO, 74 de los 417 municipios del estado regidos por este sistema impiden la participación política de las mujeres. Ello ocurre principalmente en municipios de la región Sierra Norte, Sierra Sur y la Mixteca.
En México hay 16 millones 102 646 indígenas, según el censo del Inegi de 2010. En el estado de Oaxaca hay un millón 165 186 personas mayores de cinco años que hablan alguna lengua indígena, lo que representa 34 por ciento de la población de la entidad. Oaxaca tiene 16 de los 62 grupos étnicos que existen en el país. Los indígenas son identificados como tales, entre otras razones, por la lengua que hablan. Tan sólo la lengua zapoteca, la que habla Eufrosina, tiene más de 50 variantes en el estado de Oaxaca.
Para julio de 2015 sólo en siete de los 417 municipios regidos por usos y costumbres había una mujer al frente de la presidencia municipal. La paridad en la distribución del poder no es un atributo de ese sistema de gobierno. Según el Instituto de la Mujer Oaxaqueña, 59 por ciento de los municipios tenía a alguna mujer ocupando un cargo en el cabildo. De los 4944 puestos para concejales sólo 678, el 13.72 por ciento, eran ocupados por mujeres.
De 570 municipios en el total de las regiones, sólo 340 incluyen a una mujer en algún cargo dentro del cabildo, 59 por ciento. Pero si consideramos la población total de las mujeres en esas regiones, o sea un millón 982 954, apenas el 0.03 por ciento de ellas consiguió un cargo en las presidencias municipales.
Cuando María del Carmen Alanís, la única magistrada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), se enteró del caso de Eufrosina, quedó muy impresionada por la energía con la que demandaba sus derechos y denunciaba el sistema de usos y costumbres. Eufrosina había recorrido diversas oficinas de gobierno en Oaxaca sin conseguir que la escucharan: el Congreso local, el Instituto Electoral del estado, los principales partidos políticos. No le hicieron caso, a excepción de un grupo de diputados locales que le propuso conformarse con una regiduría en el nuevo cabildo de Quiego, oferta que Eufrosina rechazó.
Alanís se interesó por su caso. “Si nosotros hubiéramos conocido el asunto formalmente, hubiéramos resuelto obligar a la comunidad a eliminar esa elección e ir a otra extraordinaria”. La magistrada cuenta que intentó convencer a Eufrosina de que insistiera en los canales judiciales, pero “ella prefirió ir más allá de su caso y dar la batalla (en el Congreso estatal) por la defensa de los derechos de las mujeres indígenas. Optó por la política”.
III
Tetecalita, Morelos, fue la sede escogida por el gobierno federal para celebrar, el 8 de marzo de 2008, el Día Internacional de la Mujer. El acto lo presidía el entonces presidente Felipe Calderón.
Para esas fechas Eufrosina había perdido su trabajo como instructora comunitaria, pues se vio acosada por las autoridades escolares que no veían con buenos ojos su enfrentamiento con el gobierno del priista Ulises Ruiz, al que ella criticaba por no promover el acceso de las mujeres al poder político. Eufrosina se dedicó entonces a dar conferencias para contar su historia de discriminación en Oaxaca. Una de esas conferencias ocurrió en Cuernavaca, cerca de Tetecalita. Eufrosina supo del evento encabezado por Calderón y se propuso acudir, aunque no tenía invitación. El acceso no sería fácil, pues con el Estado Mayor Presidencial (EMP) a cargo de la seguridad, la entrada se antojaba prácticamente imposible. Pero quería conocer al presidente Calderón porque, según ella, era su última esperanza después de ver cerradas todas las puertas institucionales en su estado.
Eufrosina llegó ataviada con un traje regional bordado en Quiegolani y decenas de alcatraces, la flor que sería su distintivo. Además traía en la mano su historia escrita en tres hojas de papel. Pasó algunos filtros de seguridad hasta llegar al más complicado, el del EMP. “Por falta de invitación”, los oficiales le negaron el acceso. Antes de darse por vencida vio a lo lejos a la entonces secretaria ejecutiva del Instituto Nacional de las Mujeres, Liliana Rojero, a quien días antes había conocido en el marco de una audiencia para exponerle su caso. Eufrosina pensó: “Ya chingué”. Rojero la reconoció y juntas entraron ante la mirada resentida de los miembros del EMP. La funcionaria la sentó en la segunda fila de los invitados, a unos metros de donde estaría el presidente Calderón.
El maestro de ceremonias anunció el ingreso del primer mandatario, quien comenzó a saludar a los invitados de la primera, y sí, también de la segunda fila. Eufrosina le dio la mano:
—Mucho gusto, señor presidente, yo soy…
—La famosísima Eufrosina Cruz —la interrumpió Calderón.
—No sé si soy famosa, pero lo que quiero es que nos ayude…
Eufrosina entregó a Calderón una carta junto con un ramo de alcatraces. Margarita Zavala, esposa de Calderón, observó la escena, luego saludó a Eufrosina y también recibió un ramo de alcatraces.
El evento dio comienzo. Cuando Calderón tomó la palabra felicitó a “Márgara”, como le dice a su esposa, a las mujeres de México, y pidió un aplauso especial “para una mujer que está librando una dura batalla, Eufrosina Cruz”.
La joven sintió que estallaba de la emoción, pero trató de mantenerse en calma. Estaba sentada junto a una niña con discapacidad oriunda de Jalisco, cuya madre tenía su asiento justo atrás de ellas. La madre, minutos antes de la ceremonia, le había dicho al oído: “Me acaba de hablar el Espíritu Santo. Ahorita vas a pasar a saludar y a hablar”.
“Juro por Dios que eso me dijo. Lo juro por mi bebé y mi papá, que son lo más sagrado para mí”, afirma Eufrosina. “Yo pensé: ‘Qué pedo con la señora’. Y casi me trago el chicle que estaba masticando nomás de la impresión”.
Calderón rompió el protocolo y dijo al micrófono: “Eufrosina, ven a saludarnos”. La joven no sabía qué hacer. Sus manos sudaban. Caminó hasta el atril y se paró junto al presidente.
—Habla —le dijo Calderón.
—¿Qué digo? —le respondió Eufrosina.
—Lee la carta que trajiste —contestó el presidente.
—Pero se la di a usted, no tengo copia.
Calderón le había encargado la carta a uno de sus guardias personales, quien de inmediato la sacó para entregársela de nuevo a Eufrosina. La leyó. Al terminar, el público le aplaudió de pie.
“Aún no entiendo lo que pasó ese día. ¿Será que estaba ahí el Espíritu Santo? El caso es que ese día el mensaje que mandé a Oaxaca fue ‘no estoy sola’”.
Dos meses después —en mayo de 2008—, el Congreso local aprobó la reforma al artículo 25 de la Constitución oaxaqueña, que ahora dice: “Las mujeres disfrutarán y ejercerán su derecho a votar y ser votadas en condiciones de igualdad con los varones; así como a acceder y desempeñar los cargos públicos y de elección popular para los que hayan sido electas o designadas”.
Dicha reforma fue resultado de una iniciativa presentada por la bancada del Partido Acción Nacional (PAN), el partido de Calderón y Zavala. Aquel día en Tetecalita se había forjado una complicidad política entre Eufrosina, Felipe y Margarita.
A instancias del presidente y su esposa, diputados federales panistas acudieron semanas después a conocer Santa María Quiegolani. Asimismo, observadores de la Secretaría de Desarrollo Social visitaron el pueblo para regularizar la entrega de apoyos del programa Oportunidades. Calderón comenzó a invitar a Eufrosina a dar el Grito de Independencia en Palacio Nacional a partir de septiembre de ese año.
Zavala le presentó a Eufrosina al entonces jefe nacional del PAN, Germán Martínez, quien en agosto de 2009 fue sustituido por César Nava, el cual afianzó la alianza con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) para las elecciones de julio de 2010 en Oaxaca.
La primera dama le recomendó a Eufrosina inscribirse en la lista de aspirantes plurinominales a diputados locales. “De esta manera se garantizaba que yo obtuviera un lugar para incidir en Oaxaca y lograr que nunca más pase lo que me sucedió en Quiegolani”, comenta Eufrosina.
A principios de 2010 Eufrosina estaba en el lugar 23 de una lista de 24 candidatos plurinominales panistas, por lo que tenía muy pocas posibilidades de acceder a una curul de representación proporcional. Zavala pidió al Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN que Eufrosina tuviera un mejor lugar. El CEN modificó la lista y le asignaron la tercera posición. En aquella elección los primeros tres aspirantes obtuvieron una diputación local. Eufrosina se convirtió en legisladora y, más tarde, en presidenta de la Mesa Directiva del Congreso de Oaxaca, la primera mujer y la primera indígena en ocupar ese cargo.
De esta manera, “no fue una instancia del Estado, sino una política (su candidatura en el PAN) la que lleva a Eufrosina a realizar cambios en la Constitución de su estado por el bien de los derechos de las mujeres”, señala la magistrada Alanís.
Según Aguilar Rivera, investigador de la DEP del CIDE, “existe un gran prejuicio: para muchos, los indígenas son como figuras de museo, pero con Eufrosina se les rebeló el ídolo, se salió de la vitrina para hacer política. Su aspiración es un claro mensaje de alguien que sufrió discriminación, que no se resignó y que se lanzó a la palestra local, estatal y nacional. Está cargada de simbolismo. Es una revuelta de la modernidad política contra el autoritarismo tradicional disfrazado de progresismo bajo el manto de los ‘usos y costumbres’”.
En 2011 Eufrosina celebró en Quiegolani el Día Internacional de la Mujer con una invitada especial: la primera dama de México. El 8 de marzo de 2011 el helicóptero que transportaba a Margarita Zavala aterrizó en una montañita junto a la casa del sacerdote, en lo más alto del pueblo. Iba acompañada por, entre otros, la entonces canciller Patricia Espinosa. Zavala había sugerido a sus invitadas llevar zapatos cómodos para evitar accidentes. Pero la canciller llevó zapatos de tacón. No obstante, nadie trastabilló. Eufrosina caminó por las calles del pueblo del brazo de sus invitadas especiales.
A petición de Eufrosina, los asistentes, incluido los miembros del EMP, portaron alcatraces en el pecho. La revolución de Eufrosina en Quiego era blanca, como esos alcatraces que inspiraron el documental sobre ella que realizaron Luciana Kaplan y Diego Delgado, así como el libro Alas de maguey (Casa de las palabras, 2012), escrito por Marta Gómez-Rodulfo.
La visita fue histórica, no sólo por la presencia de una primera dama y una canciller, sino porque era la primera vez que en Quiego un grupo de mujeres era recibido oficialmente por el Cabildo del Ayuntamiento; el mismo que no permitió a Eufrosina participar en las elecciones de 2007.
“¡Nosotras no sabíamos que ninguna mujer había podido entrar al cabildo hasta que estuvimos ahí!”, recuerda Margarita Zavala en entrevista. “Y en ese momento entraron otras mujeres de Quiegolani para tener una reunión. Al final salimos y Eufrosina nos miró, sonrió y dijo: ‘Es la primera vez que entra una mujer’. Me di cuenta de que todo fue una estrategia de símbolos muy interesante”, en la que Eufrosina utilizó a Zavala y que le permitió, según cuenta Cruz, “que los de mi pueblo no se atrevieran a hacerme a un lado. O qué, ¿me iban a correr a mí y a la primera dama? Pues no”.
Y sí, en esa “estrategia de símbolos”, Eufrosina había reivindicado su lucha ante los habitantes de su comunidad.
El desempeño legislativo de la novel diputada Cruz Mendoza no estuvo exento de críticas. Silvia Pérez, entonces integrante de la Asamblea de Mujeres Indígenas de Oaxaca (AMIO), cuenta que a finales de 2010 los miembros de su organización buscaron a Eufrosina cuando esta era presidenta del Congreso. La razón: el Tribunal Estatal Electoral había revocado dos veces la elección para presidente municipal de San Juan Lalana, ganada por la indígena zapoteca chinanteca Blanca Evic Julián Estrada, en el marco del sistema de usos y costumbres que rige su municipio.
Pérez recuerda que Eufrosina les dijo: “Yo no puedo hacer nada”. Luego matizó con un “veré qué puedo hacer”. “Al final no nos ayudó y Evic Julián nunca ejerció el cargo. Me pareció que Eufrosina se mostraba como una figura que respondió a los intereses de un partido (el PAN) y no a los de las mujeres indígenas que acudimos a ella”, señala.
IV
En 2012 Eufrosina rindió protesta como diputada federal plurinominal del PAN por el distrito electoral de Miahuatlán. Su candidatura nuevamente fue impulsada por Margarita Zavala en el interior del CEN del PAN, pero también por Gustavo Madero, entonces presidente Nacional del PAN, quienes la colocaron en el lugar uno de la lista de representación proporcional de la tercera circunscripción.
Eufrosina también asumió la presidencia de la Comisión de Asuntos Indígenas del Congreso de la Unión. Su único propósito, comentaba entonces, era impulsar una reforma al artículo segundo de la Carta Magna para que ningún uso y costumbre vulnerara los derechos de las mujeres indígenas, ni en su estado ni en el resto del país. Eran las grandes ligas para ella. La iniciativa fue bautizada en los medios de comunicación como Ley Eufrosina y estuvo en el congelador legislativo durante casi dos años.
En ese entonces la relación de Eufrosina con su jefe de bancada, Luis Alberto Villarreal, era muy ríspida. Este ordenaba a sus colegas votar como el CEN del PAN indicaba con el objetivo de aprobar las reformas estructurales propuestas en 2012 por el presidente Enrique Peña Nieto. Pero Eufrosina votó como quiso. Villarreal la llamó “burra” cuando ella se opuso a los términos de la reforma energética y luego a los de la de telecomunicaciones. Después, en contra de la línea trazada por Villarreal, votó a favor de la propuesta para controlar la deuda de los estados.
“Hubo quien me llamó con unas palabrotas que no quiero repetir… casi diciéndome: ‘Qué ignorante eres’”, recuerda Eufrosina. “Y eso —agrega— tuvo consecuencias negativas a la hora en que pedí dinero para mi distrito”.
Diez millones de pesos anuales fueron etiquetados para las obras de su distrito electoral como parte del Ramo 23, un rubro de distribución discrecional entre los diputados federales que se votó con el Paquete Económico 2013. Ella recuerda que le dijeron: “A ti nomás te toca esto por andar haciendo lo que se te pega la gana”.
En una ocasión Eufrosina pidió el uso del micrófono en plena sesión del Congreso para exigir más recursos y destinarlos a las comunidades que representa. Villarreal se molestó y se le oyó decir “otra vez la burra al trigo”. La aludida se enojó y le reclamó: “El burro seguirá cuantas veces sea necesario, hasta que nos repartan (los recursos) con igualdad” (con el fin de obtener una reacción del exdiputado Villarreal sobre este asunto, en varias ocasiones el autor de este texto le solicitó una entrevista, la cual le fue negada).
La joven indígena zapoteca Dalí Ángel, galardonada con el Premio Nacional de la Juventud 2012 —el mismo que Eufrosina recibió en 2007— y coordinadora de la Comisión de Juventud y Niñez Indígena de la organización de Mujeres Indígenas por Ciarena, se lamenta de lo mismo que Eufrosina reclamaba entonces. Cuenta que en febrero de 2013, cuando en la Cámara de Diputados se organizó un diálogo de indígenas jóvenes que lideraban organizaciones civiles con la Comisión de Asuntos Indígenas, presidida por Eufrosina, ocurrió lo siguiente: “La diputada llegó sin interesarse por nosotros, los invitados. Pronunció un discurso y se retiró de inmediato sin escuchar las propuestas que las jóvenes llevábamos”.
Eufrosina argumenta que este grupo le había pedido el espacio para discutir y que los integrantes de la comisión se habían comprometido a no opinar, sino a sólo brindar el foro. De cualquier manera, las organizaciones quedaron con un mal sabor de boca.
Para el verano de 2014 la iniciativa de la Ley Eufrosina seguía en la congeladora. El ambiente legislativo no favorecía su aprobación. Silvano Aureoles, presidente de la Cámara de Diputados, y Manlio Fabio Beltrones, líder de la bancada del PRI, no habían hecho nada para impulsarla, discutirla y, a la larga, aprobarla.
En septiembre de ese año la ONU organizó en Nueva York el Foro Permanente de Cuestiones Indígenas. Invitó a jefes de Estado de todo el mundo, entre ellos el presidente Peña Nieto. Eufrosina, presidenta de la Comisión de Asuntos Indígenas de la Cámara de Diputados, formó parte de la delegación que acudió con el mandatario.
La ONU presentó un documento con 40 puntos que firmarían los representantes de las naciones y que, entre otros asuntos, incluía un llamado para que los países adoptaran medidas legislativas y administrativas que generaran democracia y participación política de las mujeres indígenas en sus comunidades.
“En ese momento pensé: ‘De aquí soy’”, recuerda Eufrosina.
Peña Nieto tomó asiento en la sesión del foro e invitó a la diputada oaxaqueña que se ubicara a su lado. “Ven, siéntate acá conmigo”, le dijo. Eufrosina no desperdició ni un minuto: “Presidente, usted va a firmar un documento que, entre varios puntos, contiene un llamado a fortalecer la democracia en México adoptando medidas que garanticen los plenos derechos políticos de los hombres y mujeres indígenas”.
El presidente la escuchó con atención.
“Pues resulta —continuó Eufrosina— que yo tengo una iniciativa congelada desde hace dos años en el Congreso y que no va ni pa’atrás ni pa’delante. Le pido, pues, que me ayude, presidente”.
Peña Nieto le contestó: “No te preocupes, yo hablo con Manlio”.
“En ese momento me dije: ‘Yo creo que ya chingué’”, confiesa Eufrosina, sonriente.
Y sí. Unos días después —el 2 de octubre de 2014— la Cámara de Diputados aprobó la reforma al artículo segundo de la Constitución. El Senado la refrendó el 27 de noviembre siguiente. Después de ser avalada por más de la mitad de los congresos estatales, fue publicada en el Diario Oficial de la Federaciónel 22 de mayo de 2015.
“Soy una mujer de fe y siempre he dicho que Dios ha sido muy generoso conmigo”, comenta Eufrosina.
—Por lo que se ve, te ha costado caro no obedecer —le comento.
—Es que si obedeces ya te chingaste.
—¿Y, entonces, a quién o qué obedeces?
—A mis ideales, a lo que creo que debo hacer. Mis ideales dicen no a la reforma energética sin consultar al pueblo; sí a la reforma educativa. Me inspiro en Benito Juárez. Pero, sobre todo, mis ideales son mi origen, de donde vengo, de la pobreza, la marginación y la ignorancia. Mis ideales se fundaron ahí. Quiegolani es mi presente, no es mi pasado. Es, de hecho, mi futuro.
—Y quieres ser gobernadora…
—Hasta se van a burlar. Algunos van a decir que estoy loca, que es un sueño guajiro. Pero mi vida se ha tratado de eso: de locuras y de sueños guajiros.
V
Algo ha cambiado en Quiegolani: las mujeres ya forman parte del cabildo municipal. Eufrosina convive normalmente con aquellos que la despreciaron. Organiza torneos deportivos, entrega bicicletas para que los estudiantes se trasladen a sus escuelas y planea con los hombres del pueblo mejoras para la comunidad. Se mantiene la costumbre de que en los eventos sociales los hombres estén separados de las mujeres. Un género no convive con el otro en la plaza pública.
A partir del 31 de agosto, fecha en que terminó la LXII legislatura federal a la que perteneció Eufrosina, se dedicó a buscar la candidatura del PAN al gobierno de su estado. Incluso exploró la posibilidad de optar por la vía independiente, pero prefirió esperar. No será candidata al gobierno de su estado en las próximas elecciones. Un acuerdo entre el PAN y el PRD, quienes hoy gobiernan la entidad, cerró el camino para Eufrosina en la contienda. Las dirigencias de los dos partidos acordaron ir en alianza en ese estado, así como en Veracruz, Zacatecas y Durango, pero sólo uno de ellos llevaría mano en cada entidad para impulsar a su candidato: Durango tendrá candidato propuesto por el PAN, lo mismo que Veracruz; Oaxaca y Zacatecas serán para los candidatos que eligió el PRD. José Antonio Estefan Garfias será quien lidere la alianza en Oaxaca. Eufrosina decidió sumarse a su campaña, “yo no dejaré de lado mi proyecto para un gobierno en Oaxaca, pero por el momento decidí apoyar a Pepe Toño para evitar que José Murat (el candidato del PRI) llegué al gobierno. Murat hijo no conoce Oaxaca como nosotros, es más, ni vive aquí”. José Murat Hinojosa es hijo del exgobernador, José Murat Casab, quien gobernó la entidad de 1998 a 2004 bajo las siglas del PRI.
Eufrosina estará inscrita en la lista de aspirantes plurinominales por el PAN al Congreso de Oaxaca. También está la posibilidad de formar parte del gabinete si gana Estefan Garfias. “Quiero estar en el servicio público”, dice. “Quiero que haya transparencia y rendición de cuentas en mi estado, y por eso me estoy sumando a este proyecto”.
Homero Campa fueron responsables de la coordinación y edición de este
reportaje. Benjamín Acosta asistió en la investigación.