A pesar de algunas afirmaciones apresuradas de que los rostros felices actualmente son de rigor, una expresión vacía es un rasgo permanente de la conducta de las modelos.
Los detractores de la moda suelen quejarse de la convención de las modelos que nos sonríen, y el amor de la industria por un gesto hosco incluso ha sido ridiculizado en películas como Zoolander. Las pasarelas han carecido de sonrisas durante mucho tiempo; bueno, puedes sonreír al final cuando el diseñador aparece para darte un ramo de flores, pero durante el desfile, la sonrisa es algo prohibido. También en las editoriales de la moda, las sonrisas son algo tan raro como el filete y las papas fritas en el plato de las modelos.
La otra cosa que siempre me ha preocupado sobre este asunto es lo tediosamente predecible que es. Ser predecible es grandioso si eres un autobús o una excelente taza de café, pero seguramente la esencia de la moda es empujar los límites estéticos, dar la bienvenida al cambio por el cambio mismo.
Entonces, ¿por qué ponen las mismas caras tristes en cada desfile, en cada temporada, en cada año. Es estúpido, ¿no?
Alta costura arrogante
O tal vez no. La expresión seria de la modelo en realidad dice muchas cosas. También tiene una herencia interesante. Proviene de la imagen del desdén aristocrático que vemos en siglos de retratos de la realeza que informaron las cartas de visita del siglo XIX, tarjetas de contacto de la sociedad con todo y lo que ahora llamaríamos “imagen de perfil”.
Desde hace mucho tiempo, la fotografía de moda (pensemos en Horst P. Horst a inicios y mediados del siglo XX) ha usado la apariencia arrogante para indicar el estatus que la ropa adecuada podía conferir al usuario en una sociedad con una mayor movilidad social. Esencialmente, esta apariencia dice: “Soy mejor que tú”, porque se niega a brindar la cara abierta y sonriente de bienvenida que convencionalmente usamos para atraer a alguien con quien deseamos interactuar.
También comunica el autocontrol, la seriedad y la indiferencia de las clases altas europeas, cualidades “civilizadas” que las “viejas y alegres clases obreras ” de aquellos días supuestamente no podían transmitir.
Ser emocionalmente controlado también indica estar por encima de las preocupaciones terrenales, el acceso a conocimientos más altos y, en el mundo moderno, la capacidad de ser “inquebrantable.” Esto es aún más impresionante en lo que el teórico Erving Goffman denominó “situaciones fatídicas”, aquellas en las que tu dignidad y tu compostura son más grandes que cualquier riesgo promedio.
Empresa difícil
Es por ello que nos impresionan los pilotos de aviones caza con rostro de acero y los ladrones indiferentes; pensemos en Alan Rickman como el inexpresivo supervillano europeo Hans Gruber en Duro de Matar. En realidad, Goffman no estaba tan interesado en el control de las emociones como en el control del cuerpo, a través del cual la capacidad de moverse suavemente y de lucir tranquilo se convirtieron en un rasgo muy admirado.
Quizás los modelos de modas en las pasarelas no se encuentren en una situación especialmente “fatal”, pero en realidad, la moda y estar a la moda son una empresa sumamente difícil.
Imaginemos que un día decido llegar al trabajo con una imagen totalmente nueva: digamos, un overol dorado. Es una idea inquietante, ¿no? Todos nos situamos en algún lugar con respecto a las tendencias debido a que éstas indican lo que es aceptable vestir. Mi nueva identidad sería considerada en relación con esta “nueva” imagen por aquellos que me ven y por la forma en que se relaciona con las tendencias del día.
Cuanto más se diferencie mi imagen de lo que actualmente está dentro de la “norma”, tanto mayor será la amenaza para que me perciban como 1) con gusto,2) mi propio personaje y3) como una persona cuerda. Tu imagen, literalmente, puede generar reverencia o ridículo.
Expresión de modelo
Una modelo en una pasarela no ha escogido la ropa personalmente; en cierto sentido, su serenidad representa a la del diseñador. Debe lucir tranquila, capaz de moverse suavemente y de ejercer un buen control sobre sus manos y sus músculos faciales ya que, a nombre del diseñador, están manifestando una habilidad de confianza.
No deben transmitir una personalidad, lo cual sería inapropiado porque podría distraer de la personalidad del diseñador de la ropa y, de hecho, de la personalidad del diseñador según se muestra a través de esa ropa. Son, después de todo, “modelos.” Tampoco debe parecer que buscan aprobación, porque eso implica una falta de convicción en lo que actualmente es “correcto.”
Debe haber un elemento de dignidad personal en juego para que una modelo atraviese la sala en algo que podría hacerle sentir ridículo, quizás un cono de tráfico como sombrero, cortesía de Jeremy Scott para Moschino, pero es el diseñador quien está siendo juzgado. Al vestir algo estrafalario, una modelo sonriente podía ser vista como avergonzada o divertida por el desliz del diseñador. Si la colección fracasa, la Casa de Quien Sea puede perder no sólo su imagen, sino toda una fortuna.
Por ello, las modelos no pueden permitirse sonreír. Sin importar lo que ocurra en sus cabezas, tienen que acomodar los labios en una expresión de mística confianza desdeñosa e inquebrantable, y sólo esperar que no tropiecen.
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Este artículo apareció por primera vez en The Conversation.