¡QUÉ VIVA MÉXICO! es el nombre que hubiera
recibido el largometraje del ruso Sergei Eisenstein
de haberse completado y presentado
bajo sus propios parámetros. Pero nunca logró
concluir la edición de las casi 50 horas de largometraje
realizado en Guanajuato. El rodaje
fue interrumpido por razones políticas y financieras
y Eisenstein regresó a casa sin nada. La depresión fue tal para el director que no
volvió a trabajar en ocho años, ya que el apego
que desarrolló por México coincidió en el ámbito
profesional y sentimental. Los días que el
ruso estuvo en Guanajuato son el motivo de la
última película del británico Peter Greenaway,
quien a sus 73 años entrega una de sus obras
más sólidas en la última década.
es un exceso visual, con imágenes de personajes
históricos que aparecen en pantalla
cada que su nombre es mencionado: Chaplin,
Hamlet, Lenin, Zapata, Juárez… todos estallan
en primer plano. De igual forma van y vienen
fragmentos de la obra maestra de Eisenstein,
El acorazado Potemkin.
todos, esta superposición y edición de planos,
imágenes y escenas es una de las técnicas
particulares del largometraje que Greenaway
deliberadamente perfeccionó en honor a su
homólogo ruso. “Estoy convencido de que
Eisenstein poseía una inteligencia particular
para editar. Y no le fue permitido editar su
películas, así que intentamos hacer, a manera
de homenaje, una cinta artificial y altamente
editada”, asegura el director.
finlandés Elmer Bäck, Eisenstein en Guanajuato
se centra en la pasional relación del
cineasta con el espíritu mexicano. Fascinado
por la energía desbordante y la cercanía con
la muerte de los mexicanos, el Eisenstein
de Bäck encuentra en Palomino Cañedo
(Luis Alberti) una liberación creativa y sexual
también. El que para Sergei Eisenstein
hayan coincidido el arte y la pérdida de la
virginidad en México no fue casualidad; o
al menos así lo plantea Greenaway: México,
un terreno emocional y fértil, despertó en el
ruso una adoración sin igual.
aunque fue consumada emocional y carnalmente,
sólo duró diez días”, dice Peter
Greenaway. Y agrega: “Por ello parodiamos esa
famosa pieza periodística de John Reed sobre
la Revolución Rusa, Diez días que estremecieron
al mundo, y la hicimos muy personal,
cambiamos el título secundario a Diez días
que estremecieron a Eisenstein”.
los niveles que enmarcan la película. Dos
naciones complejas y distintas en muchos
sentidos colisionan en las calles guanajuatenses
de 1931. Representadas por Cañedo
y Eisenstein, cada cultura ofrece su visión
del mundo y en el encuentro salen a la luz
disparidades, y una que otra similitud, que
aún hoy en día son palpables.
cercano a Rusia. Fueron muchas cosas nuevas
para mí, sobre todo el calor humano, son más
cercanos a la vida; de donde yo vengo hace
demasiado frío y la gente es muy tímida y reservada.
Aquí es totalmente distinto. De algún
modo me pude relacionar con el personaje
por estos contrastes culturales”, afirma Elmer
Bäck sobre su papel como Eisenstein.
LA BRILLANTE
actuación del
finlandés Elmer
Bäck, Eisenstein
en Guanajuato se
centra en la pasional
relación del cineasta
ruso con el espíritu
mexicano. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS
título se pone de manifiesto este choque entre
culturas, aunque admite que su perspectiva
no puede evitar ser eurocentrista: “Es bastante
difícil y quizás arrogante que un europeo
como yo se aventure a entrar en este territorio.
Ustedes tendrán que decidir si, en efecto, le
hicimos justicia a México o si perpetramos el
terrible mito de que los mexicanos son desorganizados,
flojos y con una mala reputación
por los cárteles de droga. Pero sabemos que
eso es completamente incierto”.
entre todas las diferencias resalta para él
una semejanza entre la historia de ambas
naciones: “Podemos sugerir que la sociedad
mexicana es violenta, pero también
Rusia era y sigue siendo en muchos sentidos
una sociedad violenta, una violencia
creada por el Estado. Ahí hay muchos
paralelos con México”.
rusa era especialmente marcada
hacia su homosexualidad. Con Stalin
comenzaron agresivas leyes antihomosexuales
(no del todo erradicadas del
imaginario social) que condenaban este hecho con la muerte o la expatriación, sin derechos, a Siberia.
Sin duda esto influyó para que el cineasta ruso hallara en México
un hogar emocional.
con Sergei Eisenstein: México es una región poderosa e idónea
para la creación artística. “En estos 14 años de regresar a México,
siempre he encontrado que son gente muy cálida, colorida, con
ambas historias, pre y poscolombina, presentes. En ese contexto,
sospecho que Eisenstein sintió lo mismo que decimos Elmer y yo:
una absoluta fascinación por su sociedad. Por ello quiso hacer una
película aquí”, afirma el veterano cineasta.
con actores; lo que deseaba era retratar a los mexicanos en su vida
cotidiana, aun con vestigios revolucionarios, en las calles coloniales
y los campos semidespoblados. Durante su estancia en el país
inevitablemente convivió con Frida Kahlo y Diego Rivera —famosos
ya en Europa— y bajo su influencia comenzó a llamar a su cinta
“frescos en movimiento”.
entre tantos, que Eisenstein y Greenaway comparten, y se presta para
que el británico aborde dos de sus temas recurrentes: el sexo y la
muerte. “La vida, y por lo mismo la muerte, están más a flor de piel
aquí. En Europa estamos desconectados, creo que uno no se puede
sentir realmente vivo sin admitir la muerte”, coincide Bäck.
Guanajuato, es que en ella Peter Greenaway recuerda y homenajea
a uno de los genios mas grandes del cine, aunque en su mente el
británico no tiene la menor duda de que los directores de cine no
pasarán a la historia. En uno de los diálogos más interesantes de
la película, el Eisenstein al que Bäck encarna vocifera las palabras:
“Los cineastas no serán recordados”.
absolutamente no. Estoy convencido. Tengo seis nietos y creo que
cuando tengan sus propios nietos uno de ellos dirá: ‘Papá, ¿qué
era el cine?’. La gente habrá olvidado al cine por completo para ese
entonces. No habrán olvidado la pintura, por supuesto, porque esta
persistirá para siempre; pero el cine está condenado”.