El convoy en el que arribó Jaime Rodríguez Calderón al Club Industrial cruzó sin detenerse en la caseta de vigilancia. El próximo gobernador de Nuevo León venía de entrevistarse con autoridades de la Universidad Autónoma de Nuevo León y llegaba exacto a la comida prevista con una parte de la poderosa clase empresarial regiomontana. Apenas se detuvo el vehículo, bajó para encaminarse sin demoras a la sala donde ya lo esperaban.
Rodríguez, que pasará a la historia como el primer candidato independiente en obtener un gobierno estatal, recién estaba de regreso. Desde su triunfo electoral, el 7 de junio, ha ido de una ciudad a otra, fuera y dentro del país, invitado para que comparta su experiencia en una región en la que los partidos políticos dejaron de verse como única opción para alcanzar el poder.
Las reuniones en casa, sin embargo, suelen llevarlo al análisis y a tejer alianzas para enfrentar una realidad en la que no tienen cabida las promesas.
“Vamos a recibir un gobierno al punto de la quiebra”, dijo tras la comida con los empresarios, sentado contra la pared de una pequeña sala de juntas desde donde se ve el campo de golf del club campestre de San Pedro Garza García, la zona más rica del país.
La deuda del gobierno asciende a 66 000 millones de pesos. Pero existen otros 25 000 millones sin registro, que pertenecen a cuentas por pagar, y un déficit presupuestal de 6200 millones que pudieran alcanzar los 8000 millones al cierre de año.
Un desorden financiero enorme”, resume el Bronco.
—¿Qué tanto influyó la corrupción en el tema de la deuda, dónde ubicaron el mal manejo administrativo?
—No te lo digo porque luego van a leer los que quieren hacer las cosas. Mejor no quiero avisarles. Hay áreas fundamentales en donde hemos detectado malas administraciones. No te diré, porque todavía no estoy seguro, el tema de la responsabilidad. Tenemos que acopiar todos los elementos y todas las condiciones para poder establecer un criterio, una ruta, pero tenemos que investigar porque es demasiada la desorganización, y de muchos de ellos pueden surgir responsabilidades. Pero no quiero ser irresponsable en este momento y contártelo. Estamos revisando.
—¿El propósito de la revisión será fincar responsabilidad de manera formal?
—Sí, claro. Totalmente.
—La corrupción estuvo en el centro de la contienda electoral e influyó en el resultado. ¿Cómo vas a contrarrestarla?
—Vamos a tener novedades, vamos a ser un gobierno novedoso, vamos a transparentar todo y con eso terminamos con la corrupción. Y el que se pervierta o se corrompa, pa’lbote, compadre, sin miramientos.
—Dame un ejemplo.
—Te puedes robar un peso o un millón y es el mismo delito: robo.
—Pero yo como ciudadano cómo me voy a enterar.
—Tú vas a ver: si tú denuncias, lo pruebas, bote. Porque la corrupción es de dos ¿eh?, del ciudadano y del gobierno. La corrupción no se da solamente en el gobierno. Tampoco estoy defendiendo al gobierno, pero para que el gobierno se corrompa tiene que haber quién le proponga corromperse.
—¿Es cultural, como dice Peña Nieto?
—No, es la excusa, yo no tengo esa excusa, yo no creo que eso sea una cultura, más bien es una dejadez de quien aplica la autoridad y eso ha generado la impunidad.
—Más allá de logros administrativos, ¿de qué manera serás autocrítico, cómo evaluarás si tu forma de gobernar es buena o mala?
—No puedo autoevaluarme porque sería ególatra. Más bien creo que en la calle lo voy a ver. Si la gente me sigue saludando y me sigue hablando con franqueza, quiere decir que la llevo bien. Yo soy muy sensible a eso. Si la gente en Facebook me sigue diciendo las cosas, ahí voy a ir midiendo si tengo que emigrar o empujar o detener o cambiar de opinión.
“Ahorita por ejemplo me traen en friega en algunos medios que dicen que cambio de opinión todos los días. Voy a cambiar de opinión las veces que sea necesario. Yo no soy de los políticos cabezones, huevudos y tercos que porque dije que así eran las cosas, así se quedan”.
***
Jaime Rodríguez quiso encabezar de manera personal dos temas durante la transición: educación y seguridad. El diagnóstico que tiene es peor del que pensaba, como todo lo demás.
“Tenemos 150 000 jóvenes en la calle”, dice. “Tenemos una infraestructura en universidad ya acotada. Tenemos las escuelas públicas acotadas. O sea, ya no hay espacio para muchos, estamos creciendo por la migración de la gente que viene del sureste. Nuestro nivel de crecimiento en el estado, que debiera ser de 1.5 o 2.0 al año, ha crecido al 3.6 o 4.0. No estábamos preparados para esto”.
La idea que tiene es abrir escuelas técnicas para enseñarles algún oficio a parte de los 150 000, pues el estado genera empleos que requieren de mano de obra calificada. Al mismo tiempo emprenderá un sistema de educación virtual para nivel secundaria y preparatoria, en conjunto con la universidad. Para ello se propone dotar de internet todas las comunidades rurales en un par de años, y en cuatro, los espacios públicos.
El conflicto por la reforma educativa lo percibe fácil. Dice que lo que ha fallado es la comunicación, y que en los primeros treinta días sentará a los maestros para dialogar con ellos, porque sólo en conjunto podrán avanzar en materia educativa.
“No creo que la confrontación o la aplicación absoluta de la norma nos lleve a algún lugar mejor. Lo que creo es convencerlos de que se sometan, evidentemente, pero porque el gobierno apoya. Que les demos tiempo para prepararse, que les demos la información que se tiene que tener, para que ellos aspiren a mejores cosas. La reforma es para bien de ellos, pero no se ha sabido comunicar”, dice.
La presión migratoria no sólo presiona el ámbito educativo, sino la seguridad. Si bien los índices delictivos no son equiparables a los del pasado reciente, Rodríguez cree que se está lejos de alcanzar un estado ideal.
“Yo ando en la calle todos los días y me doy cuenta de que hay problemas. No tenemos la policía suficiente. Hay convenios que se tienen que continuar con la federación y en eso estoy. Tengo que ver que el cambio de gobierno no trastoque ese tema de la seguridad”.
En principio, busca doblar la cantidad de policías, que hoy es de 7500 elementos, y unificarlos bajo un solo mando.
—La procuración de justicia es un área oscura y poco creíble, también.
—Ahí traemos una parte que a mí me preocupa, y es que hay una percepción de corrupción muy fuerte en el tema de los agentes del Ministerio Público, de la Policía Ministerial. Tenemos que arreglarlo.
—Se van a heredar temas como el de las desapariciones, ¿analizaron ya el fenómeno?
—Es muy poco tiempo para saberlo. En la transición no nos permitieron siquiera entrar hasta adentro. Tenemos que agarrar el control y poder saberlo, tener el diagnóstico completo.
***
El Broncotejió su fortaleza en las redes sociales. Hasta comienzos de septiembre lo seguían por Facebook un millón de personas, 200 000 de las cuales se sumaron después del 7 de junio. Dedica dos horas al día para responder mensajes, y dice que como gobernador se tomará tres.
Su popularidad desbordó Nuevo León los días previos a la elección, cuando el fenómeno de masas que logró vaticinaba la aplastante victoria que finalmente obtuvo. Desde ese momento comenzaron a candidatearlo para las presidenciales del 2018, con tal insistencia que hasta genera sospechas de mano sucia.
“Yo no voy a meterme en la política, yo voy a gobernar”, dice. “No voy a trabajar para ningún partido, ni para ningún grupo ni para nadie; no voy a promover a ningún candidato ni voy a buscar que en el gobierno haya candidatos. Entonces el blindaje es precisamente que todo el mundo se ponga a jalar, que el gobierno resuelva los problemas del estado”.
—¿Piensas que te están utilizando como cuña para restarle seguidores a López Obrador?
—El que lo haga se va a apendejar, porque la decisión es mía y no del que quiera. Yo tomaré la decisión, yo. No se la consultaré a nadie en su momento. Ahorita no estoy pensando en ella.
Mientras llega la fecha de las definiciones, Rodríguez se propone destruir los símbolos del poder institucional, comenzando por la silla del gobernador. “El edificio que está frente a Palacio de Gobierno lo vamos a hacer museo, el museo de lo que debe hacerse”, anuncia.
—¿Es broma?
—Es en serio, claro. La silla del gobernador tendrá un letrero que diga: “No se siente porque se enferma”. Voy a terminar con eso. No va a haber fotografía del gobernador. Yo voy a tener una fotografía mía, en mi oficina, que a mí me gusta: donde yo estoy montado arriba de mi caballo. Y esa fotografía me gusta porque es el inicio de la campaña, el inicio de esta historia. Me la tomó un amigo cuando fui a ver a mi mamá y yo dije una frase: “Vámonos porque nos esperan”.
“Y eso de ‘vámonos porque nos esperan’ es para mí algo grandioso. Es un poquito para que no se me olvide lo que yo dije que iba a hacer.
“Si yo hago un buen trabajo y un buen gobierno, la gente va a poner mi fotografía. Si no hago un buen gobierno, si no cumplo lo que dije, me van a colgar en la Macroplaza, cabrón. Y me voy a ir a mi casa avergonzado. Entonces por eso le voy a echar todas las ganas, todas las ganas. No es un discurso político. Lo estoy haciendo”.
Nuevo León: El estado con la silla rota
La furia de un par de huracanes y una era de crimen y violencia sacudieron la entidad en tres años, dejando destruido parte del entorno urbano y los cimientos de una sociedad hasta entonces distinguida por su pujanza. El trauma cicatrizó con la indignación provocada por la corrupción y mal manejo administrativo, que deja a los ciudadanos una deuda pública superior a los 80 000 millones de pesos. Ubicado el daño, el nuevo gobierno promete recuperar la identidad perdida… (leer reportaje completo).