EL PERSONAJE
Lo primero que uno percibe en Wagner Moura es su marcado acento portugués cuando habla español, pero hacia el final del primer episodio de Narcos, esta particularidad pasa a segundo plano ante la sorprendente interpretación que hace de uno de los hombres más temidos de la historia de Colombia. Y aunque bien es cierto que en primera instancia Moura no parecería la primera opción para encarnar a Pablo Escobar, a final de cuentas la precisión de tales detalles no resulta tan importante como la extraña humanidad con la que el brasileño dota al personaje.
Wagner Moura impregna a un hombre, conocido y mediatizado por sus actos atroces, de otros matices poco conocidos de Escobar: su devoción familiar, sus aspiraciones políticas, su astucia en tanto hombre de negocios.
El histrión brasileño llegó a Colombia poco más de seis meses antes de que iniciara el rodaje de Narcos y, para empezar, tuvo que aprender el castellano. En entrevista con Newsweek en Español, Moura relata que en el proceso de asimilar al capo de la droga, raramente se pudo identificar a nivel personal.
“Como actor siempre te toca encontrar perfecciones e imperfecciones en cada papel que interpretas —dice—. A Escobar le tocaba estar lejos de sus hijos muchas veces y encontré esa semejanza con mi vida en aquel momento. Pasé todo el año 2014 en Colombia, lejos de mi casa, mi esposa y mis hijos.”
Se conoce que Escobar venía de un barrio pobre en Antioquia, y sin contar la moralidad de sus negocios, también se sabe que tenía un apego singular a su familia. Con todo lo que implicaba, su círculo entero de familiares y amigos estaba inmiscuido en su violenta empresa.
En ese sentido, Moura logra plasmar ambas caras de Pablo Escobar.
“Él era, primero, un hombre de familia —asegura el actor—. Así que, por un lado, se trataba de interpretar a uno de los más grandes asesinos del siglo XX y, a la vez, a este hombre que grababa historias para enviárselas a sus niños. Era una contradicción que, pienso, era importante para el personaje”, continúa Moura, refiriéndose a los momentos en los que Escobar se grababa leyendo cuentos para enviárselos a sus hijos.
LA SERIE
Encapsular una de las épocas más turbulentas de la historia moderna en una sola serie no es algo sencillo, especialmente cuando se habla de un tema que ha sido tocado una y otra vez, en ocasiones hasta el punto de la sátira. El narco se ha vuelto tan parte de la cultura popular que la línea entre entretenimiento y realidad es cada vez más confusa. Pese a esto, Narcos aporta al ethos una manera acaso un poco más inteligente que algunas obras anteriores (El infierno, El cártel de los sapos, La reina del sur, etcétera). La serie se centra menos en la estereotípica figura del capo y más en la avalancha que el negocio de la droga en Colombia significó para el resto del mundo, especialmente Estados Unidos.
La narrativa da saltos entre las perspectivas del agente de la DEA, Steven Murphy (Boyd Holbrook), y Escobar Gaviria. Pero la realidad es que quien domina la pantalla, indudablemente, es el Escobar de Moura: desde los primeros momentos sabemos quién va a tener el control absoluto.
A diferencia de otras producciones, Narcos no trata sobre el ascenso de Escobar a las grandes ligas del tráfico de droga; más bien retrata la tensión entre el Cártel de Medellín y la DEA operando en territorio colombiano. Y todo lo hace en los diez episodios que dura la primera temporada. Por supuesto, diez episodios apadrinados por Netflix.
Wagner Moura asegura que la realización de la serie pudo lograrse gracias al meticuloso equipo que abanderó José Padhilla (quien previamente había trabajado con Moura en Elite Squad).
“Nosotros tenemos diez horas para narrar la historia. Y al basarse en hechos reales, había que escoger momentos muy específicos para abarcar en esos diez capítulos” —asegura—. José es un director muy político, así que también hay imágenes reales, elementos documentales.”
Fiel a su estilo, Netflix entrega una gran producción multinacional. Y como parte de la estrategia, multinacional también será su público.
“Esta serie es una mezcla genial de productores y escritores norteamericanos, pero al mismo tiempo es una producción muy latina, con actores, director y equipo latinos. Es una experiencia muy interesante trabajar con Netflix y especialmente en esta mezcla tan rica. Es la primera vez que participo en algo así”, revela Moura.
LA REALIDAD
Lejos de todas las alabanzas a nivel entretenimiento, Narcos retrata una actualidad demasiado familiar para el público mexicano. Hay una escena clímax en el que un personaje del gobierno colombiano dice: “El pecado de hacerse el ciego es tan grave como el de la corrupción descarada. Somos un país de ciegos y, en nuestra ceguera, hemos vendido el país al mejor postor… que con toda tranquilidad compra o mata a cualquier persona o institución gubernamental que está en contra de sus intereses”.
No hay exageración: alarmantemente familiar.
En efecto, una de las virtudes de Narcos es que atina a dimensionar lo monstruoso que llegó a ser el narcotráfico en Colombia. El control que poseía Pablo Escobar era absoluto: sobre la gente, sobre la policía, sobre el gobierno. La sociedad colombiana entró en un frenesí de violencia y deterioro lamentable.
No sorprende que, desde la filmación, Wagner Moura esté tan convencido de que las políticas para combatir el narcotráfico tengan el enfoque equivocado.
“Yo siempre he creído que la droga es un problema de salud y, por sus consecuencias, se ha reemplazado por un tema de seguridad. Se deja mucha plata en estrategias que no funcionan”, afirma categórico.
El actor brasileño tiene una especial inclinación por debatir el tema, por lo que parece sano que, después de meterse en la mente y cuerpo de Pablo Escobar, tenga la necesidad de dejar en claro que las terribles consecuencias del tráfico de droga siguen azotando a millones de latinoamericanos.
“Está muriendo mucha gente en México, Venezuela, Colombia, Brasil… porque las políticas contra las drogas no son eficaces. Estados Unidos es el país que más consume droga en el mundo, pero la guerra ocurre aquí: en los países productores y exportadores”, señala enfático con un dejo de frustración que quizá compartimos en toda la región.
“No hay cómo continuar así”, prosigue Moura.
Su previsión es que, de no legalizarse, las drogas seguirán deteriorando a países enteros.
“Hay que terminar con la criminalización del consumidor de droga. La legalización de las drogas es algo que va a pasar. No sé si en diez o veinte años, pero tiene que pasar, porque está probado que es una guerra que cobra muchísimas vidas.”
Al final, lo más inquietante de Narcos es que, tratándose de una serie de televisión, continúe siendo la realidad para tantos. Es una guerra que no cesa. Y no parece que el futuro vaya a traer mejores noticias.
Como bien escribió Laura Restrepo en Delirio: “La sangre no me preocupa porque es invisible, no tiene olor ni arma escándalo con el torrente de muchísimos glóbulos, blancos y rojos. Se diría que Dios la creó tranquila y secreta, pero eso no es cierto; la sangre, como la leche hervida, siempre está esperando una oportunidad para derramarse, y cuando empieza ya no quiere detenerse”.