Al menos quince asesinatos en cinco estados. Una rápida revisión de varios periódicos de circulación nacional me permitió llegar a esa cifra el pasado martes 18 de agosto. Pero estoy casi segura de que podría llegar a un dato similar cualquier jueves o lunes de febrero, mayo o junio o de cualquier otro mes. Y es que el diablo anda suelto.
En esa fecha específica, cinco cuerpos, tres hombres y dos mujeres, fueron hallados dentro de un vehículo en La Piedad, Michoacán; en Puebla, policías municipales de Tutela de Ocampo detuvieron a un sujeto porque en su camioneta encontraron un cadáver envuelto en una cobija; mientras, la Procuraduría de Baja California Sur informó de la localización de un cuerpo con huellas de violencia a un costado de la Termoeléctrica de La Paz. Y así el resto.
La Ciudad de México era considerada una isla en esta ola de violencia. Y subrayo “era”. En los primeros seis meses de 2015 se registraron 418 homicidios dolosos, la cifra más alta de los últimos dieciséis años. Muchos de estos hechos son reportados por los propios ciudadanos a través de la cuenta de Twitter @retioDF.
En ella se puede leer esta macabra relación: “Balacera en el centro calle Perú col. centro deja varios heridos y un muerto hay detenidos”. La fecha: el 6 de agosto. Siete días después fue posteado: “La policía acordona lugar donde fue asesinado a tiros comandante de la #pgjdf bodega 63 central de abasto!”
Imposible dejar de citar el múltiple homicidio de la colonia Narvarte en el que murieron el fotoperiodista Rubén Espinosa; la activista Nadia Vera; la maquillista Yesenia Quiroz; la colombiana Mile Virginia Martín, y la empleada doméstica Alejandra Negrete.
Más allá de lo terrible de estas muertes, de todas ellas llama la atención la saña con la que se cometieron. Violaciones sexuales de por medio, tiros de gracia, descuartizados, descabezados.
¿En qué momento nos convertimos en una sociedad de monstruos que no cree en nadie? ¿En qué momento dejamos de temer a Dios? ¿En qué momento la mujer se convirtió en víctima principalísima de este alud de crímenes?
LA GUERRA CONTRA LAS MUJERES
Entre 2007 y 2012, 1909 mujeres y niñas fueron asesinadas de forma violenta en México; casi la mitad producto de disparos de armas de fuego. Esto significa una tasa de 3.2 crímenes por cada 100 000 mujeres.
Por estas cifras, junto con otras nueve naciones del continente, estamos entre los veinticinco países con la mayor tasa de feminicidios en el planeta (ocupamos la posición 23), según datos del estudio Carga global de la violencia armada 2015: cada cuerpo cuenta, elaborado por la Secretaría de la Declaración de Ginebra y publicado por la Universidad de Cambridge.
El texto señala que la crisis de seguridad en Ciudad Juárez, donde la tasa de homicidios de mujeres llegó a niveles veinte veces superiores al promedio global, disparó este fenómeno. Cifras del Observatorio para la Violencia de Juárez detallan que de los 673 feminicidios registrados entre 2009 y 2012, casi la mitad ocurrieron en las calles o en un espacio público, mientras que 25 por ciento se registraron en domicilios privados y un 7 por ciento en zonas comerciales.
“Pero además de la tasa extremadamente alta de feminicidios en Juárez, llama la atención la violencia con la que se cometieron los crímenes, varias de las víctimas mostraban signos de tortura o mutilación, antes de ser arrojadas en sitios públicos”, subraya el estudio.
La guerra contra el crimen organizado y la violencia creciente en estados como Guerrero han provocado que México sea considerado uno de los países más peligrosos para las mujeres; es más, junto con Honduras y El Salvador, está entre los cinco con el mayor crecimiento en la tasa de homicidios de niñas y mujeres de todo el planeta.
“Estas naciones que son testigos de una alta actividad del narcotráfico, además padecen un crecimiento en su tasa de feminicidios que, incluso, han llevado a los activistas en derechos humanos a considerar la guerra contra las drogas como la nueva guerra contra las mujeres.”
ALERTAS DE GÉNERO
El pasado 28 de julio, por primera vez en el país la Secretaría de Gobernación admitió emitir una alerta de género para municipios de un estado.
La alerta fue para Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tlalnepantla, Toluca, Chimalhuacán, Naucalpan, Tultitlán, Ixtapaluca, Valle de Chalco, Cuautitlán Izcalli y Chalco, municipios del Estado de México.
Según lo establecido en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la alerta de violencia de género tiene como objetivo garantizar la seguridad de las mujeres, el cese de la violencia en su contra y eliminar las desigualdades producidas por una legislación que agravia sus derechos humanos.
Entre las acciones que contempla la alerta, de acuerdo con esa ley, se encuentran:
1. Establecer un grupo interinstitucional y multidisciplinario con perspectiva de género que dé seguimiento a los casos.
2. Implementar acciones preventivas, de seguridad y justicia, para enfrentar y abatir la violencia feminicida.
3. Elaborar reportes especiales sobre la zona y el comportamiento de los indicadores de la violencia contra las mujeres.
4. Asignar los recursos presupuestales necesarios para hacer frente a la contingencia de alerta de violencia contra las mujeres.
Según datos del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), de 2011 a 2013 se registraron 840 asesinatos de mujeres en esa entidad, de los cuales sólo 145 fueron investigados como feminicidios.
“Si esta declaración se hubiera dado en su momento, se hubieran evitado cientos de asesinatos y miles de desapariciones de mujeres”, indicó esa organización que ha pugnado por extenderla a los 125 municipios de la entidad.
Días después, el 10 de agosto, Morelos se convirtió en la segunda entidad del país para la que se emite una alerta de este tipo para ocho municipios: Cuautla, Cuernavaca, Emiliano Zapata, Jiutepec, Puente de Ixtla, Temixco, Xochitepec y Yautepec.
La Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos informó que desde el año 2000 hasta febrero de 2015, se registraron 633 feminicidios en territorio morelense.
Sin embargo, hay otros cinco estados para los que se han solicitado alertas: Baja California, Michoacán, Colima, Guanajuato y Sonora.
Habrá que ver si estas medidas sirven de algo, ya que por trabas impuestas por los mismos estados, resulta sumamente complicado perseguir y condenar este delito.
En diecisiete entidades federativas es difícil, es más, resulta casi imposible, acreditar que el asesinato de una mujer cometido con violencia de género es un femicidio, según el Estudio de la implementación del tipo penal de feminicidio en México. Causas y consecuencias 2012-2013.
“La autoridad sigue pensando que sólo por celos un hombre puede privar de la vida a una mujer, que lo hizo porque no controló sus emociones y porque, además, fue engañado y entonces se dio un crimen pasional”, dijo María de la Luz Estrada, directora del OCNF.
La tipificación penal del feminicidio, es decir, que el asesinato de una mujer por misoginia o sexismo sea considerado un delito, inició en los estados en 2011 y, a la fecha, 31 entidades, a excepción de Chihuahua que califica el homicidio de una mujer como un delito grave, han modificado sus códigos penales para perseguirlo.
Sin embargo, las características que debe tener el crimen para calificarlo como feminicidio son inverosímiles. Por ejemplo, se debe comprobar el dolo, es decir, que su intención era matar a la mujer. Si el homicida declara que no tenía la intención de asesinarla, el caso ya no es declarado como tal.
Más allá de los números, en todos estos estados hay un denominador común, la brutalidad: cuerpos mutilados, decapitados, disueltos en ácido, con múltiples navajazos, con decenas de balazos, desollados, calcinados y expuestos en lugares públicos, como si fueran “trofeos”.
Y todo ello nos lleva a la reflexión del inicio y a un reto: ¿en qué momento dejaremos de ser una sociedad de monstruos? ¿Cuándo volveremos a temer a Dios? ¿Cuándo evitaremos que el diablo siga suelto?