¿Qué leían los mandatarios europeos durante su infancia? ¿Había en sus bibliotecas una edición gastada de la célebre colección Augustana? Posiblemente no.
La semana pasada, dos asuntos sembraron volatilidad en los mercados financieros: la reunión de política monetaria del Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) y los tropiezos de Grecia para pagar a sus acreedores.
El desenlace de ambos asuntos es una incógnita al cierre de esta edición. Su trayectoria, no obstante, era altamente predecible.
La presidenta de la Fed, Janet Yellen, dejó entrever en mayo que un repunte en las tasas de interés resultaba inminente. Pero el Fondo Monetario Internacional (FMI) se apresuró a pedirle un poco de mesura. En opinión del gemelo de Bretton Woods, la economía estadounidense (y también la mundial) iría mejor si el banco central de Estados Unidos aguarda hasta mediados de 2016 antes de actuar, esto le permitiría observar señales concretas de inflación y repuntes salariales.
No es claro que la Fed aguarde tanto, pero tampoco se precipitará porque su economía sería la primera en pagarlo.
Sobre el segundo asunto —la crisis griega— el panorama es mucho más inquietante.
UN MISMO ÁRBOL
Esopo narraba que un águila y una zorra, unidas por la amistad, decidieron vivir juntas pese a sus diferentes naturalezas. Eligieron un árbol como morada: la primera construyó un nido en su copa; la segunda se instaló en el zarzal enraizado al pie del tronco.
Una mañana, cuando el águila partió en busca de alimento para sus crías, cayó accidentalmente sobre el zarzal. Sin pensarlo, robó los zorruelos que dormitaban para prodigar a sus aguiluchos un apetitoso banquete.
La raposa maldijo su suerte, su condición de mamífero terrestre y la confianza que había prodigado al águila. Pero debió acallar sola sus lamentos.
Algunos días más tarde, el ave de presa retomó la ruta en busca de alimento, a su paso sobrevoló la fogata de unos campesinos que asaban una cabra. Descendió en picada para robarles un trozo, pero para su mala fortuna la vianda aún estaba cubierta de brasas que depositó involuntaria sobre su nido. Este ardió y los aguiluchos, incapaces de volar, se precipitaron a tierra en donde la zorra les aguardaba impaciente.
Veintisiete siglos después, la imaginación de Esopo aún refleja la realidad de los helenos y de sus vecinos europeos.
En la zona euro coexisten dos Europas, la pobre y la rica. Ambas poseen un nivel de desarrollo distintos. Un día decidieron que podían cohabitar en el mismo árbol, intentaron convencerse mutuamente de que superarían sus diferencias, pero no fue así.
Y no lo será…
EL “MILAGRO” GRIEGO
Grecia entró en las grandes ligas europeas adhiriéndose a la zona euro el 1 de enero de 2001. Bruselas acababa de validar que cumplía con los criterios de Maastricht en materia de inflación, déficit público y tasas de interés.
El águila y la vulpina eran amigas y deseaban vivir juntas.
Vinieron tiempos de bonanza para los griegos. Bruselas fue generosa. Durante los ocho años siguientes, el gasto público griego creció 60 por ciento, los funcionarios helenos ganaban más que los alemanes, los habitantes se jubilaban a los sesenta y un años con jugosas pensiones, todo el mundo tenía empleo y recibía abultados aguinaldos mientras la evasión de impuestos crecía y crecía.
Atenas perdía el control, pero mintió. Maquilló sus cifras para seguir gozando de fondos.
Endulzó los oídos de sus vecinos, arrebató sus zorruelos a Bruselas.
A finales de 2009, en plena crisis internacional, el entrante gobierno socialista de Georgos Papandreu descubrió —y reveló— que el déficit público del país no era equivalente a 3.7 por ciento del PIB que había reportado su predecesor, el conservador Kostas Alexandru Karamanlís, sino de 14 por ciento del PIB.
La palabra “rescate” se escuchó por primera vez en Atenas. Pero una Bruselas iracunda dejó claro que no habría fondos sin la aplicación de un riguroso programa de austeridad. El cánido quería venganza.
JUSTOS POR PECADORES
Los griegos lo pasan mal desde entonces. De 2010 a la fecha, la economía se ha contraído más de 20 por ciento, el desempleo supera el 26 por ciento, los disturbios en las calles son frecuentes y el país ha vivido cinco huelgas generales.
Los helenos, hay que precisarlo, no son el águila a la que alude Esopo. Lo son más bien Karamanlís y su equipo, pero la población también gozó de sus excesos sin chistar.
Grecia recibió un primer rescate por 110 000 millones de euros en 2010; fondos a los que se sumaron nuevos apoyos posteriores de Alemania, Francia, Italia u Holanda, así como del Banco Central Europeo (BCE) y del FMI, que ascienden hoy a un gran total de 242 400 millones de euros.
A cambio, los salarios de los funcionarios públicos se han reducido; aumentó la edad de jubilación de sesenta y un a sesenta y tres años; repuntó el IVA… Y existen cifras mucho más dolorosas: hoy uno de cada diez niños griegos padece inseguridad alimentaria, es decir, despierta con el estómago vacío y pasa así la mayor parte de la jornada.
Y Atenas seguirá penando.
Este 30 de junio Grecia enfrenta vencimientos con el FMI por 1500 millones de euros. Y debe pagar otros 3500 millones de euros al BCE el 20 de julio. No tiene dinero.
Si incumple, su declaración de moratoria hará historia. Pero evitarlo entraña un costo muy alto.
Actualmente está en curso una negociación entre el gobierno del primer ministro socialista Alexis Tspiras y los principales timones de Europa, como el presidente de Francia, François Hollande; la canciller alemana, Ángela Merkel, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Ofrecen a Atenas un desembolso adicional de 7200 millones de euros, pero sólo si recorta aún más las pensiones y aumenta los impuestos.
Tspiras rehúsa. Su partido (Syriza) ganó las elecciones de enero pasado porque ofreció a los griegos plantarle cara a los acreedores. No aceptar más austeridad leonina. Para su gobierno, la posición de la troika(la Comisión Europea como ejecutivo comunitario, al FMI y al BCE) es “estúpida” porque ya no es posible someter a los griegos a más privaciones en la actualidad.
La renuencia de Grecia ha llevado a sus acreedores a barajar escenarios extremos. Uno de ellos, aplicar un control de capitales. Los helenos podrían ver interrumpido su derecho a retirar fondos bancarios. Una medida que, por su envergadura, exigiría el aval parlamentario griego.
El jueves pasado debió celebrarse un encuentro entre ministros europeos de economía en busca de una solución. Pero si las cosas siguen mal, no es descartable que se celebre una cumbre europea extraordinaria en breve.
La salida de Grecia de la zona euro, el temido grexit, ya no es sólo una salida teórica.
EL PESO Y LAS DOS EUROPAS
En México, los tropiezos del euro seguirán provocando volatilidad.
La semana pasada, la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y el peso se vieron tocados por los temores del default ateniense, inquietud que se sumó, como se dijo, a la incógnita monetaria de la Fed.
Un inversionista temeroso suele replegarse, apuesta por la compra de valores refugio como el dólar o el franco suizo. No por el peso.
Nuestra divisa se acerca peligrosamente a una paridad de 16 pesos por dólar. En el Chicago Mercantile Exchange (CME), el mercado de futuros para el peso ya sitúa los contratos de diciembre en 15.9 pesos por dólar, una pista más de lo que está por venir.
Sin hesitaciones, un acuerdo entre Atenas y sus acreedores es lo deseable para el mundo. Pero su alcance será exclusivamente de corto plazo.
Los cimientos económicos de Europa deben refundarse asumiendo, por fin, que existe un bloque pobre, integrado por países como Grecia y Portugal, y otro pujante, con países como Alemania o Austria a la cabeza.
Las diferencias europeas son irreconciliables porque las águilas y las vulpinas no pueden vivir juntas en armonía.
Lo sabía Esopo en el siglo VI antes de Cristo, pero qué van a entender los políticos de fábulas.