Miguel Bosé inicia otra edad del tiempo en la que caminará rumbo a las grandes cosechas, esas que un buen día verá multiplicadas por mil.
Como es su costumbre, su arranque es lento. “Lento pero seguro”, como la trayectoria de arranque de un cetáceo, su alter ego, el animal que más admira. Que se desplaza con lentitud hasta agarrar una inercia de una velocidad imparable.
Nuestra charla con el cantante español tiene dos momentos. Uno se produce el 23 de marzo y el otro, casi dos meses después, el 20 de mayo. Platicamos por vez primera en un salón del Hotel Presidente de la Ciudad de México, donde recibió uno a uno a algunos representantes de la prensa. La segunda es por mucho más privada, tiene lugar en la suite del mismo hotel donde se hospeda con motivo de su gira en nuestro país.
Hace apenas unas horas concluyó su concierto con lleno total en el Auditorio Nacional. Durante más de dos horas puso de revés, estrujó y convenció al público con un repertorio de veintiséis canciones contenidas tanto en su nueva producción, AMO, como en los diversos discos que recorren su vasta carrera musical que ya cuenta cuarenta años.
Se le ve fresco y descansado entrado el mediodía —y eso que arrancó desde muy temprano—. Suele levantarse a las cinco, cinco y media de la mañana, por lo cual nunca se pierde un solo amanecer.
En el amanecer de su nuevo ciclo de vida, Bosé habla una lengua que contiene en sí misma una apuesta que funde diversa disciplinas artísticas. Como si fuese el espartano del arte.
En entrevista detalla a Newsweek en Español como concibió el fino mecanismo de relojería del show que ya tuvo dos presentaciones, en Puebla y la Ciudad de México, y que debido al éxito alcanzado ha abierto tres fechas más para el DF —11, 12 y 13 de junio—, adicionales a las que tendrá en otras ocho ciudades de la república mexicana.
Bosé lo mismo habla de arte, de política, que de su familia. Así, por vez primera, como él mismo reconoce, permite acceder a algunos de sus espacios más íntimos que hoy define de forma definitiva su entrada a la nueva década de su prolífica existencia. Nos abre el portón de par en par.
El fin de “la era de los papitos”
Reunió a su equipo de trabajo y les planteó dos situaciones: una, que había que cerrar “la era de los papitos” —un sistema de espectáculo con arreglos precisos que ya contaba nueve años de edad; la otra, que había que crear una historia, actitud o propuesta nueva para poder desarrollarla en los diez años siguientes.
Los integrantes de su equipo no entendieron de qué hablaba hasta que el artista comenzó a darles pistas. “No voy a hacer un concierto al uso —les dijo—, no quiero que la gente llegue y vea los instrumentos, la banda, etcétera”. Tampoco, precisó, se refería a montar un escenario en el que comenzaran a suceder cosas sorpresivas echando mano de las nuevas tecnologías —ello resultaría otra suerte de concierto común—. “Quiero hacer una obra, que sea como una apuesta, un performance, donde incluyamos la ingeniería, la arquitectura, la pintura, la fotografía, el cine, el musical, el teatro, en fin, absolutamente todo”, les explicó al fin.
Poco menos de un año después de esa junta, el AMO tour se hizo de un cuerpo consistente. De este emanó Miguel Bosé con una actitud distinta. Una actitud que el español se ha propuesto explorar a lo largo de su próxima década de vida.
El reto de cortar de tajo toda referencia previa, de tal peso, que venía ocupando mucho espacio y había sido muy exitosa no era minúsculo. Borrar todo eso para ellos resultó de algún modo sencillo, lo archivaron. Pero en la mente de la gente había que borrarlo de un flashazo.
Una jaula de aves canoras torna en cielo raso por donde se desplaza una águila en pleno vuelo. De un fresco digital surgen hombres vestidos de blanco pacífico. ¿Son actores, integrantes de una banda, coristas o bailarines? Una ballena sobrevuela una ciudad gótica que no es sino un pasadizo hacia un mundo de dragones chinos y geishas que luego devendrá un pasadizo de espejos donde la noche comienza a caer.
“¿Qué ha pasado?” Ese desconcierto te invade durante y después de la experiencia que no puedes encajar en el molde de un tradicional recital. Misión cumplida. Miguel Bosé se acredita con su nuevo show como AMO absoluto del performance que se ha propuesto explorar por los dos próximos lustros.
“En el primer concierto que dimos en Los Ángeles y luego en Puebla nos dimos cuenta de que la propuesta había enganchado”, afirma con convicción. Avalada por un repertorio que incluye seis canciones de su nueva producción, AMO, y de “dos perlas” que el cantautor insertó “para los que son fans, fans, fans”, y que llevan por nombre: “Horizonte de las estrellas” y “Que no hay”. Una excéntrica combinación musical que algunos en el Auditorio Nacional catalogaron el pasado 19 de mayo como exquisita.
“Todo está hilado”
—Todo está en permanente movimiento, hay rompimientos de imprevisto, transiciones radicales…
—Y, además, está todo hilado. Entras en una canción, y una vez que has entrado en la canción, sin respiro, de repente, pasas a otro mood completamente diferente.
“Uno muy violento es, por ejemplo, el paso de ‘Partisano’ a ‘Como un lobo’: estás gozando todavía el bloque de ‘Nada particular-Partisano’, que habla de los exilios, de la guerra, está hecho todo además como si fuera un bloque de un viaje conjunto, de los efectos y causas de la misma cosa, con una banda sonora, con un momento de oscuridad…
—Y la escena se le viene encima al espectador.
—Sí, de la presión de la guerra que te va a llevar al precipicio, la idea es que te lleve al precipicio, que si puede te empuje y te tire hasta que te mate, esa era la idea…
—Y apenas comienzas a sacudirte la emoción cuando entra…
—“Como un lobo”, que no tiene nada que ver, y dices: ¡Qué onda! Entonces es muy radical, es una puesta muy novedosa, por la tecnología que utilizamos.
—Te refieres al mapping [aludo al projection mapping que echa mano de proyectores de video, pero en vez de proyectar en una pantalla plana lo hace sobre cualquier superficie que hace que objetos comunes se vean en 3D en pantallas interactivas; técnica que alguien ha definido como “la visualización de una imagen en una superficie arbitrariamente compleja”].
—Es mapping—confirma—, y luego todas las torres se van moviendo en el suelo, que ves que es un suelo que se encaja como un lego, no es un suelo técnico, tiene debajo como una parrilla con GPS, entonces tú puedes decirle a esa torre: vente para acá girando, así, por aquí y pasando por acá, y lo haces en un minuto treinta y tres. Todo eso es una relojería, nunca mejor definido: es una relojería porque… nos encerramos en una nave y estamos cinco semanas para armarlo.
—Cinco semanas para armar el escenario, ¿y cuánto tiempo para concebir todo el proyecto?
—Empezamos en junio del año pasado.
Un nuevo ciclo
Algunos artículos recientes han referido que Bosé ha renacido. Y sí, así se le siente en sus canciones, así se le ve en sus actuales interacciones. Se percibe a un hombre más sabio y, al mismo tiempo, más ligero, con la creatividad en plenitud y su indómito espíritu libertario teñido de generosidad. ¿Pero cómo se renace en la antesala de los sesenta años? ¿Lo considera él mismo un renacimiento?
“Ay, no sé qué decirte —responde— porque renacimiento, hombre, si se me considerara el ave Fénix… Por ciclos me autoconsumo, digamos, o me exprimo, luego eso lo desecho y vuelvo otra vez a empezar. Pero sería como una nueva era, como una nueva puesta, un nuevo proyecto dentro de la música y es un nuevo ciclo, eso es, un nuevo ciclo más que nada. Renacer no sería la palabra exacta, aunque siempre esté la palabra renacer porque, como buen hombre del renacimiento que soy, siempre existe esta palabra. Pero yo creo que es… Es que mi carácter es así: en cuanto he hecho una cosa no la vuelvo a hacer.”
—Y en este proyecto estás hablando de una década.
—Estoy hablando de una década, mis proyectos son a muy largo plazo. No creo en las cosas a corto plazo, los golpes de suerte son a corto plazo y tienen su efecto, pero no suelen tener continuidad.
“Las cosas a medio plazo son el plazo más duro en el que hay que seguir trabajando porque no hay un medio plazo: hay la sensación de que hay dos medios plazos y en esos plazos las cosas van pa’delante y van pa’trás. Y a largo plazo, mi alianza con el tiempo es absoluta, porque el tiempo todo lo pone en su lugar, todo lo converge, todo lo cura, todo lo sana, a todo le da un sentido.
—¿Y así procedes en todos los aspectos de tu vida?
—En todos los aspectos de mi vida, en todo, ¿eh? Me dicen: ‘Haz una cosa para mañana, tenemos tres meses’, y yo digo: ‘No’. Lo tengo que pensar, meditar, alejarme, dejarlo reposar, retomarlo, tengo tiempos muy, muy, muy largos. Y a final de los tiempos vienen las grandes cosechas y los grandes efectos, y ahí todo, de repente, se multiplica por mil.
Hace una pausa breve y resume: “Pero estamos hablando de treinta años. Creo que empecé a tener resultados serios a partir de los treinta años”.
—Es decir, casi una década después de que inicias tu carrera, a los diecinueve años…
—Empiezo a los diecinueve y, entonces, eh, me acuerdo de que cuando hablaba con los discográficos me decían: ‘Claro, porque el año que viene’, y yo ya estaba mirando quince años más allá dónde quería llegar. Me da mucha solidez, me da mucha tranquilidad, me da mucha seguridad. Obviamente, en medio de todo esto, los imprevistos están a la orden del día, pero hay que tener un paso… Soy muy… Mis pasiones, mis animales favoritos, son los cetáceos, y creo que eso se demuestra: son paquidermos de mar, ¿sabes? Y soy así, soy lento pero seguro, y luego, cuando agarro la inercia, ahí ya no me para nadie, con esa inercia cada vez agarro más velocidad, pero el arranque tiene que ser…
Con las manos concluye su frase. Dibuja lo que me parece una pequeña ola, que comienza a surgir de forma sutil, lenta.
En este tramo de la conversación arribamos al claro de un bosque, encantadoramente personal.
Le comento que su nuevo ciclo está dando mucho de qué hablar. Que se le define como menos huraño, más abierto a compartir situaciones. En el DF causaron revuelo las alusiones que durante una conferencia de prensa en el Hotel Presidente hizo sobre sus hijos.
“La paternidad me ha cambiado muchísimo, muchísimo… muchííísimo” —revira con emoción.
Así, amablemente, me abre la puerta hacia un íntimo lugar: su familia.
“Me ha cambiado la paternidad —reitera—, y eso es así, es así porque es un proyecto que he empezado y que he decidido tarde.”
Tarde para Bosé significa una edad específica: los cincuenta y cinco años. Fue hace cuatro años que concretó la decisión tomada desde un pasado muy anterior, desde un ir y venir entre el sí y el no. Al final se convirtió en padre y madre, como él mismo dice, de cuatro pequeños: Diego, Tadeo, Ivo y Telmo.
“Lo que pasa es que era muy consciente de que iba a ser un proceso, un proyecto también muy importante, también a muy largo plazo y que, o hacía bien la carrera o hacía bien una familia… soy chico —confiesa— y sé que sólo un proyecto grande a la vez puedo hacer, ¿sabes? No puedo hacer mil cosas al mismo tiempo. Sí puedo hacerlas con mis equipos, pero proyectos grandes, personales, así llevados adelante: uno. Y cuando sentí que ya estaba establecida la carrera, dije: ahora.”
“Soy padre y madre”
Bosé está a menos de un metro de mí. Conversamos sentados en un amplio sillón color crema dispuesto en la suite Clemente Orozco del Hotel Presidente donde se hospeda. Lleva el cabello suelto, liberado de la tradicional coleta que suele portar. Sus ojos marrones lucen apasibles. No tienen en este momento esa mirada de águila que lo mismo cautiva que perturba. Su mirada es acaso la de un cetáceo que observa el vasto mar y se enclava en un punto indefinido del horizonte. Hacia allá se enfila con una inercia cargada de emoción. En ese horizonte donde parpadean las estrellas más luminosas que ahora alumbran su existencia.
“Eso [la paternidad] me cambió mucho y he cambiado muchísimo. La gente lo nota. Pero es que, además, es así, y yo no lo niego. Me ha dado mucha más paz, me ha dado mucho más serenidad, me ha dado mucha más solidez, me ha dado más paciencia con ellos, tolerancia, sin duda alguna, y como que ya tengo otra historia en la que pensar y no tonterías en las que perderme.” Tras esta última frase ríe abiertamente.
—¿Hacia dónde quieres conducir a estos cuatro niños… qué elementos o qué herramientas proyectas darles, tú que estás habituado a mirar muy lejos, en este mundo que se transforma con tal celeridad?
—Mira, yo ahora les doy mucho amor y autoridad. Disciplina, autoridad. Ellos ahí, en esa autoridad, encuentran —a pesar de que a veces no estén de acuerdo o se rebelen— una mano firme, un refugio en el que en el momento de dificultad pueden acudir. Eso es así. Una firmeza. Ellos necesitan un centro de gravedad. Y luego mucho amor. Mucho amor y mucho tiempo. Personalizando con cada uno y escuchándoles a todos.
Cuenta que dos de sus pequeños empiezan ya a hacer sus deberes. Y que él está con ellos cuando les cocina y cuando tienen fiebre. “Abren los ojos y estoy ahí, ¿sabes? Yo soy papá y soy mamá, yo soy papá soltero, y soy padre y madre.”
Y prosigue con una energía que revela convicciones forjadas con el hierro del tiempo: “Y les voy a dar herramientas, les voy a dar una educación en casa con valores, con ética. Les voy a dar educación de colegio, muy buena, que sea la continuidad de la casa y les voy a dar unos estudios que les den lo que ellos quieran ser. Y, aparte de eso, les voy a enseñar oficios. Nunca se sabe. Carpintería, electricidad; a mí me enseñaron eso —explica—. Yo soy plomero, jardinero, cocinero. Eso.”
Toma un breve respiro, y continúa:
“Y voy a viajar con ellos para que se comparen. Es una de las asignaturas que faltan en los colegios: viajar”, dice contundente. “Y después de estar cerca de ellos, yo les dejo que exploren sus cosas, estoy como la red del trapecista, por si caen, que no se maten por ahora, dejarles que exploren las cosas de manera vigilante.”
—¿Cómo ves la exposición a las tecnologías de información a una temprana edad, hay que exponerlos o aislarlos?
—No hay que tener miedo porque… no hay que tener miedo. Ellos nacen ya adaptados, como nosotros nacimos adaptados a la cabina telefónica y no sé cuántos… Mis hijos desde que tenían tres años ya sabían poner el DVD, encenderlo, encender la televisión, buscar el canal y no sé cuántos etcétera. Me ven, me dicen: ‘Papá, ¿me enseñas?’, y en dos veces lo han aprendido y ya son autónomos, tienen una facilidad con la tableta.
Sigue revelando con orgullo: “Diego hace puzzles [rompecabezas] de esos de sentido espacial, que son más pequeños y que les puedes dar la vuelta, y que son muy difíciles de hacer. Te hace seis en un minuto y medio. Es decir, ellos están integrados, ellos nacen así y no hay que tener miedo, no hay que tener miedo” —insiste.
—Y sobre lo que me comentabas la otra vez de que, vía redes sociales, se magnifica la información, las temáticas violentas… ¿ves necesarios filtros para poder conducir ese bombardeo?
—Sí. Hay que generar filtros sobre todo de forma natural. Ellos, por ejemplo, televisión no ven. Ven programas infantiles solamente y lo ven por la noche un ratito, antes de irse a acostar, si se han portado bien y lo ven los fines de semana, tienen una hora el sábado y una hora el domingo de televisión o una película. Y ya, eso es todo. Y ya veremos en el tiempo lo que va pasando. Pero son niños que les gusta meterse en la cama y con su lamparita leerse un libro. La lectura les gusta mucho.
La lectura “fue mi salvación”
Bosé nació en Panamá en 1956, pero creció y se crío en Madrid, España. En plena era de Franco. Donde la nada reinaba. Hijo de la actriz Lucía Bosé y del torero Luis Miguel Dominguín, recuerda que su país era una autocracia, una de las naciones más atrasadas en Europa. Había un solo canal de televisión que empezaba a las cuatro de la tarde y que acababa a las nueve de la noche.
Luego comenzó a viajar, a descubrir la vida. Lo hizo también a través de los libros. Su hogar era uno de los pocos que tenía con una biblioteca. Gracias a contar con un espléndida lectora, su madre, recorrió títulos en francés, inglés, italiano y español. Eso, recuerda, “fue mi salvación”.
Hoy por hoy no se atreve a aventurar respecto a qué harán frente sus cuatro hijos. Concede que el tiempo vendrá “y se acercarán ellos, cada uno, con su problemática. Estoy seguro de que lo van a hacer” —afirma convencido. Y cuando llegué todo eso, agrega, “veremos cómo les explico, qué entienden, qué necesitan. Ahora, son muy pequeños”.
“Siempre ha sido lo mismo”
—Una vez dijiste que “la primera cosa con la que el hombre tiene que batallar desde su nacimiento es el miedo”. Esa gran dictadura, el miedo, acá en nuestro país, como en otras partes del mundo, nos viene paralizando…
—Es una marcha muy larga… porque se decide encontrar una solución cuando había ya creadas muchas herencias muy pesadas. Había ya un pozo muy petrificado, ¿sabes?… Empieza y uno ya no puede parar, tiene que ir pa’delante hasta llegar a encontrar la solución. Y eso es lo que tiene que hacer México, porque creo que hay ciertas cosas que no es que no se merezca México, no se merece la humanidad, la gente en general en cualquier parte y son los conflictos en general, conflictos de cualquier tipo.
Le pido a Bosé que me hable del país que conoció cuando pisó tierra mexicana. Recuerda que llegó cuando la Ciudad de México era otra cosa. Polanco, por ejemplo, la zona donde ahorita se ha movido para dar sus conciertos, no era nada. “No había casi nada, era una zona baja y se veía el Popocatépetl, se veía perfectamente, se veía todas las mañanas, ya había mucha polución y se viajaba en autobús por el país porque no se había desarrollado el plan de aeropuertos que sucedió a finales de los años ochenta, y era un país, sigue siendo un país, absolutamente maravilloso, lógicamente como España, como cualquier otro, pues es un país que yo recuerdo con otro tipo de tiempos. Había cosas que existen ya hoy, de estas que están, que eran subyacentes.
—Pero quizá no tan descarnadas como la violencia…
—No, no eran tan mediatizadas, no llegaban.
El célebre Joan Manuel Serrat, su amigo, le contaba que él viajaba mucho por nuestro país, lo conocía bien, había vivido aquí y visto de todo.
“Lo que hay ahora existía también, lo que pasa es que la fuerza mediática es mucho más latiguera, es instantánea ahora y se amplifica”, precisa Bosé.
—¿Has notado el cambio, por ejemplo, en el resguardo de tu persona, ha cambiado mucho de esos días a ahora?
—Siempre ha sido lo mismo, siempre.
—En tu canción “Sí se puede” hablas de mantenerse activo frente a la adversidad, no quedarte pasmado sin hacer nada…
—La canción no tienen una lectura tan positiva. El “Sí se puede” es un sí se pueden hacer barbaridades, claro que se puede, las están haciendo, no me digan ustedes que no se puede. Sí se puede: le están quitando la silla al enfermo, al cojo, al hispano, al ciego y mienten a diario en todo y cada promesa. Acusan al pobre de exhibir su pobreza, lo han privatizado todo… Cuando ves el resultado estás orgulloso en tu país de crear infraestructuras [pero si es] para ayudar a quien menos tienen, a los más desfavorecidos, al fin y al cabo de eso se trata… La gestión de los erarios tiene que ser repartida equitativamente.
“Ser educado es ser revolucionario”
Conversamos unos días antes de que se celebren comicios intermedios en México. Se sabe que algunos irán a urnas, algunos se abstendrán de votar. Otros anularán su voto o lo ejercerán en blanco. Esto opina el español al respecto:
“Yo entiendo el desencanto, la desilusión, el hastío que puede haber hacia la clase política. Lo entiendo porque lo sufro yo también. Entiendo que no tengamos ganas de hacer nada, porque nos han engañado repetidamente durante muchas décadas, lo entiendo. Pero no vamos a solucionar nada ni a mejorar nada si no ejercemos el voto. El voto es la gran arma que tiene el ciudadano puntualmente para poder cambiar las cosas. Lo primero que yo pediría es que vayan ustedes a votar, y que ese voto sea pensado en la renovación de un sistema que no funciona. Creo que es momento de dar aire nuevo y de darle la opción a otros de que también se equivoquen o de que acierten o de lo que sea”.
El intérprete de “Sí se puede”, una canción de su nuevo álbum que alude a la clase política diciendo que miente a diario, en cada promesa, considera que existe un sistema establecido “de corrupción que está basado en nuestros impuestos, el dinero público debe de ser sagrado, y eso también se debe legislar: quien robe que devuelva el dinero con los intereses, va a la cárcel y no vuelve a ejercer nunca más en su vida”.
Por ello es un convencido de que el voto es la base para la renovación absoluta. Y ve el activismo como algo indispensable en este momento. “La desidia puede que nos lleve a más de lo mismo o a peor de lo mismo, y al final los únicos responsables seremos nosotros; y tú, si no has votado, no tendrás el derecho de levantar tu voz para quejarte de la situación que ha llegado provocada quizá, seguro, por no haber votado”.
Respecto a qué hacer con la apatía, Bosé lleva el reflector a su propia persona: “Yo soy un tipo que por naturaleza no se calla y, además, publica y comparte porque creo que además esa actitud en cuanto a personaje público es una referencia interesante para mucha gente que no sabe lo que hace, que saca de las dudas o crea una luz. Pero creo que de todo lo que está pasando, nosotros tenemos una parte, el ciudadano tiene una grandísima parte”.
“¿Qué hacer?”, se inquiere a sí mismo para de inmediato responder: “Pues yo creo que hay que cambiar de sistema, hay que impulsar fuerzas nuevas. En España lo que acaba de pasar es muy saludable. Que se atente contra el bipartidismo y que de repente surjan fuerzas nuevas, con las cuales uno puede estar de acuerdo más o menos o no, no es más que síntoma de madurez democrática”.
Se le nota vibrante también al hablar de temas políticos. Y de lo que ocurre en España con el movimiento político Podemos, que para él supone una opción de renovación, producto de la necesidad de que exista una nueva izquierda.
Conversamos a unos cuantos días de que su nación celebre elecciones autonómicas y se dice feliz de que se produzca “una debacle… porque va a llegar Podemos, va a llegar Ciutadans…” movimientos y plataformas cívicas.
—¿Cómo se puede ser revolucionario en pleno siglo XXI?
—Hay muchas maneras de ser revolucionario, ser educado es ser revolucionario, yo sigo siendo profundamente revolucionario porque sigo siendo muy educado.
—Siendo decente y honesto…
—Siendo decente y honesto… La revolución es una palabra que da mucho miedo en política; porque huele a golpe de Estado, a dictadura o a izquierda radical y no… la revolución se debería llevar a cabo con una actitud diaria. Vale: llamémosla cambio radical o nueva propuesta, y así daría menos miedo. Sigue dando miedo [ríe con gran brío], sigue dando miedo porque el que está en el poder agarra el poder como un clavo ardiendo.