Las tardes de viernes, algunas mujeres enfilan hacia el consultorio del Dr. Norman Rowe, en el Upper East Side de Manhattan, un salón blanco, luminoso y espacioso albergado en un elegante edificio con portero cerca de Central Park. Poco después, cuando salen hacia sus respectivos compromisos nocturnos, llevan por delante algunos centímetros cúbicos adicionales.
En menos de una hora, esas mujeres hicieron que sus senos aumentaran varias tallas, pero al llegar la medianoche, los efectos desaparecerán y hacia la hora del brunch sabatino, aquellos “torpedos” recuperarán su tamaño natural.
Rowe desarrolló su técnica de veinticuatro horas como un ensayo para el aumento mamario permanente. “Es una herramienta más en el arsenal del cirujano plástico”, explica. “La queja más común es: ‘Debí hacérmelos más grandes’, pero ahora las pacientes ya no lamentan sus decisiones”.
Para una noche de pechugas grandes, Rowe simplemente inyecta solución salina —agua con sal— en los senos; conforme el líquido se disemina, la talla de copas aumenta, y una vez que se alcanza el tamaño del implante deseado, el doctor interrumpe el procedimiento. No es placentero, pero las pacientes tampoco dan alaridos. “Nunca he debido detenerme por causa del dolor”, asegura el orgulloso Rowe; tal vez olvidando, deliberadamente, lo mucho que algunas están dispuestas a tolerar en aras de ese “rebote” adicional.
Los cirujanos plásticos suelen ofrecer dos métodos para que las mujeres aprecien cómo van a lucir con senos más grandes: implantes (o “chuletas”) que se colocan en sostenes deportivos y una camiseta ceñida o bien, tecnología de imágenes, con la que agrandan una fotografía existente de los senos al tamaño deseado. Ambas opciones brindan sólo una representación visual, mas no la sensación de “cargar” con pechos más grandes. “Las mujeres desean una representación precisa del aspecto y la sensación, tan real como sea posible”, asegura Rowe.
La Dra. Jennifer Capla, cirujana plástica con práctica privada en Nueva York, concuerda. “De las mujeres que acuden en busca de un aumento de mamas, casi la tercera parte tiene dudas. Vienen y dicen: ‘Creo que lo quiero, pero estoy nerviosa’”.
Igual que la chuleta, la inyección exige que las pacientes elijan el punto donde desean rellenar sus senos. “Muchas no saben si quieren mayor volumen lateral o mejorar el escote”, explica Rowe. “Así que hay que ensayar.”
En la práctica de Capla, cerca de 80 por ciento de las mujeres que reciben las inyecciones proceden después con el aumento de senos, si bien algunas regresan por una segunda inyección antes de decidir. Sin embargo, tratándose de pechugas temporales, la tercera no es la vencida. El cirujano debe estar alerta y descartar a las pacientes que recurren a los aumentos temporales por diversión más que como una investigación previa a un procedimiento médico que las afectará el resto de sus vidas.
“Selecciono a las pacientes que vienen con fines recreativos, porque esa no es mi intención”, informa Capla. A fin de desalentar a quienes buscan emociones pasajeras, sus precios son bastante elevados: cobra 2500 dólares por tratamiento, cantidad que descuenta del costo total de la cirugía si la paciente opta por el aumento definitivo.
Rowe sigue el mismo modelo. “Por 200 o 300 dólares atraes gente que se lo hace por una noche o para una fiesta”. Kristen, quien declinó proporcionar su apellido, gastó 2500 dólares por el procedimiento con Rowe para obtener el tamaño de los implantes que desea; no obstante, reconoce que la corrección rápida puede resultar atractiva en el mercado recreativo. “Me parece buena idea, si tienes que hacer una película o eres modelo. Incluso si quieres que la ropa te quede mejor”, dice. “Pero no dura mucho. Igual que el Botox y los rellenos, no es permanente”.
Algunos cirujanos ofrecen senos instantáneos de bajo costo, como el Dr. Terry Dubrow, especialista en corrección de cirugías cosméticas fallidas en el programa “Botched”. Pese a ello, Dubrow no brinda bajos precios para atraer clientes recreativas, porque “el costo de los materiales es de unos 20 dólares, así que me resulta difícil cobrar 2000 dólares cuando nada más voy a meter unas cuantas agujas en el seno”. Y aunque solo lo hace a insistencia de la paciente, Dubrow desalienta a sus clientes de recurrir al procedimiento. “Me parece que no tiene sentido en 80 por ciento de los casos, y en el 20 por ciento restante para qué correr riesgos”.
También está el tema del estiramiento, muy debatido entre los cirujanos plásticos. El Dr. Michael Edwards, presidente de la Sociedad Estadounidense de Cirugía Plástica Estética, previene: “Según la cantidad del llenado será el estiramiento del tejido”.
Los cirujanos concuerdan en que la popularidad de las inyecciones salinas tiene el potencial de crear un mercado negro para los senos de veinticuatro horas. Y si la demanda crece, podría ocurrir lo mismo que con los rellenos: peligrosos procedimientos en cuartos de hotel a cargo de esteticistas sin entrenamiento interesados sólo en el dinero. “Por desgracia, en Estados Unidos… tenemos individuos sin supervisión ni licencia que hacen estas cosas. Los pacientes son los más perjudicados y deben entender que si quieren someterse a estos procedimientos, necesitan investigar y buscarse un cirujano plástico”, previene la Dra. Anne Taylor, cirujana plástica de Columbus, Ohio. Las complicaciones de las inyecciones salinas improvisadas incluyen infección, daño irreparable al tejido mamario y posible punción pulmonar si la persona que aplica la inyección utiliza una aguja equivocada.
A la vez que el procedimiento se vuelva más común, los cirujanos podrían ofrecer el servicio de manera “extracurricular”. Y Taylor opina que la ética no será impedimento: “Siempre hacemos cosas para mejorar nuestro aspecto, así que afirmar que [esto] es malo porque dura veinticuatro horas, es cuestionable. Pero no deja de ser algo muy temporal, con una recompensa mínima”.
Edwards lo dice más directamente: “Si realmente quieres senos más grandes y te han invitado a una cena esta noche, por Dios, rellena el sostén”.