Ha sido un día atípico en Chihuahua: la temporada ha dejado
ver un cielo azul toda la tarde con un aire que refresca los rostros de las
personas y estira las banderas de cientos de manifestantes que están en la
rotonda a Francisco Villa esperando partir rumbo a la plaza de Armas mientras
intentan distinguir a algún conocido en el contingente para hacerse acompañar
durante el recorrido que espera.
Los policías que desvían el tráfico en la calle ríen entre
ellos con total indiferencia a una jornada que algunos periodistas que cubren
el evento se atreven a calificar de histórica para una ciudad que parece haber
olvidado la violencia exacerbada de cuerpos regados en sus calles y el terror
que implica vivir bajo el yugo del crimen organizado.
Pero estos vientos de tranquilidad pronto se vuelven grises
ventarrones: basta voltear la vista al horizonte y ver el “43” dibujado en uno
de los cerros que rodean la ciudad para saber que aún hay cuentas pendientes en
la sociedad con las autoridades, y al igual que la marcha con ruta trazada a lo
largo de la avenida Universidad hasta la Plaza de Armas, es un secreto a voces
que el contingente tiene como “destino final” el palacio de gobierno que ahora
habita César Duarte, quien ha logrado lo que no ocurría en Chihuahua desde hace
al menos 15 años: aglutinar una manifestación -en su contra- con una
convocatoria de más de 800 personas. Una marcha en la que el silencio es el
cómplice de todos, un verdadero ejercicio de contención de los impulsos y las
emociones para más de uno que claudicará lanzando alguna consigna como”Fuera
Duarte”, “Fuera Peña”.
El primero en romper el silencio es Jaime García Chávez, un
reconocido abogado y periodista que interpuso una demanda legal contra el
gobernador por enriquecimiento ilícito, quien desde la caja de una pick up y
una bocina detenida por un par de jóvenes, soltó las palabras que más tarde se
volvería el clamor silencioso de los cientos que caminarían juntos: no podemos
permitir que César Duarte siga adueñándose del estado y siga amasando una
fortuna inexplicable gracias a los negocios que realiza con el dinero del
erario público(…), la única solución es una ciudadanía organizada que se
allegue a los cauces legales para poner fin al “cesarato”, como le llaman en
Chihuahua al gobierno de Duarte, o bien, en palabras del escritor Ricardo
Raphael, un “mirreynato político”.
El silencio se había roto, los primeros pasos de la marcha
golpeaban el asfalto y pese al mutis generalizado, en el microcosmos
individual, los rostros reflejaban un ejercicio introspectivo que eventualmente
se rompía o compartía en murmullos. El silencio, ese tapón de la catarsis al
que las manifestaciones políticas masivas se niegan, fue respetado por la
caravana encabezada Javier Corral, Gerardo Fernández Noroña –quien tuvo un
acalorado intercambio de palabras con varios ciudadanos que el cuestionaban su
presencia en la marcha, dado el historial “conflictivo” del ex diputado del PT,
situación que se solucionó con la acostumbrada retórica del activista pero
sobre todo, gracias a la tolerancia de los inconformes-, García Chávez y el ex
consejero electoral Alfredo Figueroa.
Apenas unos cien metros adelante del monumento a Francisco
comenzaron las escalas, la primera, en el Heraldo de Chihuahua, uno de los
medios más criticados por la sociedad por obedecer la línea oficial del
gobierno. Más adelante tocaría el turno al Diario de Chihuahua. Breves, en
silencio, como quien ve a los ojos a alguien en que se busca un atisbo de
conciencia, las paradas fueron simbólicas para propios y extraños, en el
entendido de que el símbolo es el poder cacical de César Duarte, también
infiltrado en los medios de información, tal y como lo menciona Gloria
Valverde, una ama de casa de 59 años que decidió acudir porque “de algo servirá
salir a las calles”.
“Duarte quiere estar en todo, no le bastó encarnar al poder
ejecutivo en el estado, sino que metió las manos en el legislativo y el
judicial también”, y aprovechó para expresar el “coraje” que le había generado
el remodelado el balcón del Palacio de gobierno ordenada por Duarte . ”¿Por qué
lo hizo si es patrimonio de México?”, se pregunta en un tono de incomprensión. “Por
lo menos hacemos presencia y les mostramos que estamos inconformes, ya que si
bien está en el poder y en México Peña Nieto lo protege, de algo servirá salir
a las calles”.
Más adelante, Eugenio Gutiérrez, un señor de 45 años que camina
al lado de su esposa bajo el sol que torna entre amarilla y rosada la sierra
que envuelve a Chihuahua, cree que Unión Ciudadana “es un movimiento válido
porque la sociedad ya está cansada de toda la corrupción, robo y saqueo que
están haciendo con el dinero de las aportaciones de los impuestos”.
Su malestar es notorio cuando habla de la corrupción de los
políticos. Entonces rompe el silencio: “No vemos claro, cada vez que le rascan
a algún funcionario se descubre que están robando… y lo más increíble es que
México es un país rico en recursos y el saqueo continua, después de 400 años,
antes eran los españoles, ahora son los políticos los que nos están robando”.
El comparte el sentir general, que parece haber sido
implantado con aguja hipodérmica en el grueso de los mexicanos, que creen que
poco se puede hacer ante el actual gobierno, un derrotismo que no se explica en
una sociedad democrática:
“No se si sirva de algo concreto, pero cuando menos va a
crear precedente de que ya no vamos a permitir que nos roben tan tranquilamente
como lo están haciendo”.
Quizá Héctor Leopoldo,
un señor que camina sudoroso y agitado en una de las esquinas del
contingete, sea el más optimista de los entrevistados, ya que el ve en las
denuncias legales la oportunidad de revertir la situación en el estado:
“La inconformidad que tenemos con la impunidad y la
corrupción que priva en Chihuahua es enorme”, señala quien ha participado del
movimiento desde la primera sesión organizada, y asegura que el éxito de UC dependerá
de la voluntad política que se tenga ya que “las denuncias locales en la
procuraduría nunca prosperaron es el gobernador quienes maneja esos
organismos”.
Y lanza de pronto algo a favor de César Duarte: “ha hecho
cosas buenas, no todo ha sido malo, pero las malas han eclipsado a lo bueno, y
para lo que se le paga como gobernador y que se enriquezca con nuestro dinero a
través de negocios sucios y trate a la gente como si fuera dueño del Estado, eso
no se lo podemos permitir” .
El contingente al fin llega a la explanada de la Plaza de
Armas, hay un templete esperando justo frente al palacio de gobierno municipal,
el mismo que ocupa José Garfio que hace unas semanas se hizo nacionalmente
famoso por invitar a las mujeres de Chihuahua a ver telenovelas, ya que las
noticias no eran tan buenas.
El silencio había terminado. Consuelo Durán habló a nombre
de los municipios de Chihuahua en una de
las intervenciones más apasionadas del mitin, una voz clara y cuajada en la
opinión pública de Chihuahua, quien dejó claro que UC “está por encima de los
intereses políticos de los partidos y que se trata de una agrupación incluyente
sin distinción de creencias ni ideologías… lejos de los apátridas corruptos que
de mil maneras se aprovechan de los recursos naturales”.
Durán enfatizó entonces la intención del movimiento en el
caso particular de Chihuahua: “esperemos que podamos ver a César Duarte sujeto
a un juicio penal por los delitos cometidos”, pese a reconocer que el camino
será difícil ante la corrupción y solapamiento de las mismas instituciones.
Llegó el turno de Javier Corral, una de las cabezas del movimiento. “Chihuahua
vive una situación profundamente dramática y la sociedad sufre el fracaso de
políticas de educación y salud que solo son exitosas para el gobernador que
compra medicinas a sobreprecio para negocio personal… mientras en la sierra los
pobladores están acechados por ejércitos de sicarios y César Duarte se divierte
bailando con Juan Gabriel”
“La tragedia de Chihuahua es que cuando Duarte tiene un
fuere problema político y lo colocamos en la línea final, se hecha en los
brazos de Juan Gabriel”, señaló Corral ante la algarabía y risas de los
presentes.
Recordó que José Garfio fue quien hizo el llamado a ver
telenovelas para “mantener la ficción y mantener adormecida y distraía a la
población mientras los corruptos hacen de las suyas en contubernio con el
duopolio de la televisión”.
Da gusto haber dejado el miedo lejos de nuestra vida y
nuestra apatía lejos de la participación ciudadana, fueron las primeras palabras frente al micrófono de un entusiasmado Ricardo Raphael, autor de el
“Mirreynato”, quien además señaló la gran preocupación porque México esté perdiendo
espacios democráticos ganados con gran esfuerzo por generaciones.
“Estamos aquí porque tenemos un gran problema: las élites
gobernantes que han secuestrado la ruta democrática que tanto esfuerzo costó a
las generaciones anteriores y a la nuestra propia”.
“Tenemos un y mala capacidad de liderazgo sobre nuestros
recursos sociales, económicos y políticos, algo que se refleja en todo México,
y en Chihuahua, el problema tiene nombre: un señor que se compró un banco y
ahora tiene miles de hectáreas en el estado, mientras nosotros vemos
telenovelas”.
“La complicidad que les entregamos es uno de los principales
problemas que tenemos con nosotros mismos”, lanzó el escritor y periodista a
los cientos de personas aglutinadas en un semicírculo, quienes reaccionaron
como quien escucha una verdad incómoda en pública.
“¡Fuera la complicidad!”, gritó Raphael varias veces,
exaltado, ante el eco de los asisntes.
El silencio no solo se había roto, también se convirtió en
una voz contundente en contra de lo que los chihuahuenses consideran el “cesarato”,
o la figura del “mirreynato” en la política estatal: César Duarte.