El 22 de febrero de 2015, el personal de
emergencias de Middletown, Connecticut supo que algo andaba mal cuando
visitaron siete veces los dormitorios estudiantiles de la Universidad Wesleyan.
Ocho jóvenes mostraban síntomas de abuso de drogas y, al finalizar el día,
cuatro más tuvieron que pedir asistencia médica. Algunos ingresaron en el
Hospital Middlesex, cerca del colegio, pero otros cuatro fueron transportados
en helicóptero unos 30 kilómetros al norte, al Hospital Hartford, especializado
en pacientes críticos.
“Unos estaban muy graves”, informa el jefe
de bomberos de Middletown, Robert Kronenberger, cuyo departamento transportó
estudiantes al hospital. Según un parte médico, fue necesario realizar
maniobras de resucitación y aplicar seis descargas con el desfibrilador para
revivir a un joven. “Jamás habíamos tenido una situación tan seria”, concluye
Kronenberger.
Los pacientes de Wesleyan (10 alumnos y dos
visitantes) confiesan haber ingerido molly, sobrenombre de la “forma pura” de
MDMA o 3,4-metilendioximetanfetamina, sustancia mejor conocida como Éxtasis.
Sin embargo, expertos médicos entrevistados por Newsweek señalan que los
alumnos tal vez no sabían qué estaban ingiriendo, citando una reciente
tendencia que ha tenido consecuencias peligrosas –y a veces mortales– entre los
jóvenes.
“Hemos atendido muchos pacientes que afirman
haber tomado molly y resulta que, en realidad, no ingirieron MDMA”, revela el
Dr. Mark Neavyn, director de toxicología del Hospital Hartford, donde fueron
tratados los estudiantes de Wesleyan. “[Molly] se ha convertido en vehículo
para narcotraficantes que mezclan y venden sus productos, aprovechando la falsa
sensación de seguridad que crea una sustancia que lleva el nombre de la
vecinita de junto”.
Las estadísticas demuestran que, al comprar
molly (sobre todo en años recientes), el consumidor no siempre obtiene lo que
cree. La Administración de Control de Drogas (DEA) afirma que, entre 2009 y
2014, de 143 sustancias incautadas presuntamente como molly, el análisis reveló
que solo 13 por ciento contenía algo de MDMA; y aun así, no era necesariamente
pura. “Nunca se sabe qué adulterantes contienen, qué sustancias han mezclado.
Están jugando a la ruleta rusa”, asegura Barbara Carreno, portavoz de DEA.
Equipos para verificación o análisis de
drogas también arrojan resultados inquietantes en términos de las sustancias
detectadas en lo que, supuestamente, debe ser MDMA pura. Ecstasydata.org,
programa independiente para pruebas de pastillas dirigido por el Centro Erowid,
invita a los consumidores que enviar tabletas por correo para analizarlas en
sus laboratorios y luego publicar los resultados. Según esa entidad, de las 54
muestras de Éxtasis analizadas este año, solo una cuarta parte tenía MDMA pura,
en tanto que otra cuarta parte no contenía rastro alguno de la sustancia.
DanceSafe, organización de salud pública
dirigida a la comunidad de música electrónica, realiza análisis directos en
clubes nocturnos y festivales de música. Missi Wooldridge, directora ejecutiva
de la organización, dice que en la mitad de los casos, las pruebas de molly
revelan alguna sustancia distinta a MDMA. “Molly es solo un término de
mercadotecnia”, afirma. “En realidad, molly es una sustancia misteriosa que la
gente suele consumir cuando quiere pasarla bien y la mayor parte de las veces
ni siquiera es MDMA o contiene apenas un poco de MDMA mezclado con otras
cosas”.
El porcentaje de usuarios universitarios que
reconocen haber utilizado MDMA al menos una vez en su vida ha permanecido
invariable desde 2011, pero la cifra federal de incautaciones de droga revela
una enorme disminución de casos MDMA, si bien la clase de drogas de diseñador
va al alza. DEA argumenta que ese cambio apunta a que la gente no sabe qué
obtiene cuando acude a un vendedor de molly.
Tomemos el ejemplo de Florida. En 2010, se
registraron 1,367 incautaciones de MDMA o catinones, “categoría de drogas
sintéticas conocidas, hace unos años, como sales de baño”, explica Jim Hall del
Centro para Investigación Aplicada sobre Uso de Sustancias y Discrepancias de
Salud. De ese total, 98.9 por ciento involucró MDMA; para el año pasado, la cifra
aumentó más del doble, pero solo 4.4 por ciento consistió en MDMA. Esos cambios
se observan también en la escala nacional: en 2012, laboratorios forenses de
todo el país recibieron 19,088 informes MDMA menos que en 2007 (una caída de 78
por ciento) en tanto que, en ese mismo periodo, la cifra de informes
relacionados con catinones aumentó de solo uno a más de 14,000. Por su parte,
en 2008, la DEA incautó 2,438.8 kilogramos de polvo de MDMA mientras que, en
2012, la cantidad fue de apenas 432.7 kilogramos; en contraste, desde 2010, la
agencia ha identificado más de 300 drogas de diseñador procedentes del
extranjero, las cuales suelen venderse como molly (cuyo contenido debe ser
MDMA).
El problema va más allá del engaño, pues
aunque la composición química de MDMA y otras sustancias a menudo es parecida,
las segundas suelen ser mucho más potentes, de modo que ingerir una de ellas en
dosis equivalente a MDMA puede poner en peligro la vida. Y es un riesgo que los
vendedores pasan por alto al combinar drogas y dosis. Por ejemplo,
Bromo-DragonFLY es una droga sintética mucho más fuerte que Éxtasis, así que
una cantidad equivalente a una dosis de MDMA sería más de 1,000 veces más
potente que una dosis normal de Bromo-DragonFLY.
“Los traficantes están jugando con la vida”,
acusa Neavyn. “El más mínimo incremento de un análogo más potente puede
significar la diferencia entre un viaje estupendo y un paro cardiaco”.
Según el Instituto Nacional sobre el Abuso
de Drogas, grandes dosis de drogas sintéticas pueden provocar paranoia, aumento
de la frecuencia cardiaca e incluso, la muerte. “En casos extremos hemos visto
un problema que no se había presentado desde la epidemia de cocaína crack”,
informa Hall, refiriéndose a un estado conocido como delirio excitado, consistente
en conducta psicótica o violenta, fallo renal e incremento extremo de la
temperatura corporal. “Son drogas experimentales y la gente que las consume
creyendo que son MDMA está ingiriendo veneno, literalmente”.
En otras palabras, la sustancia que Jay-Z y
Miley Cyrus celebran en sus canciones podría ser alguna de las siniestras
“sales de baño”, grupo de drogas de “diseñador” que hicieron noticia en mayo de
2012, cuando un hombre de Miami arrancó a mordidas el rostro y el ojo de un
vagabundo junto a una calzada. Al principio, la policía dijo que el individuo
probablemente estaba “drogado con sales de baño”, aunque nada apareció en los
estudios de toxicología. Otras personas que presuntamente usaron esas drogas
terminaron: rayando el cofre de una patrulla policial con los dientes; quemando
las manos y muñecas de un niño con un encendedor (dizque para librarlo de una
posesión demoniaca); devorando a su perro; apuñalando una cabra; y saliendo a
la calle en una orgía homicida que terminó cuando se pegaron un tiro.
Aunque el consumo de MDMA conlleva riesgos
(deshidratación, aumento de temperatura corporal y frecuencia cardiaca), la
ingestión en un ambiente controlado y en dosis adecuadas, según Wooldridge,
“tiene muchos efectos benéficos para el usuario”, como reducir el temor e
incrementar la empatía. De hecho, cada vez hay más investigaciones sobre el
potencial de MDMA en el tratamiento del trastorno de estrés postraumático
(TEPT). En 2012, un artículo publicado en Journal of Psychopharmacology
demostró que, en individuos con TEPT que no habían obtenido mejoría con otras
terapias, el “alivio sintomático de la psicoterapia complementada con MDMA”
persistía mucho tiempo después del tratamiento.
En el caso Wesleyan, la policía arrestó a
cinco alumnos por su presunta participación en la obtención de las sustancias y
confiscó drogas en sus habitaciones; los acusados aguardan los resultados de
laboratorio para determinar si las drogas realmente contenían MDMA. Si bien se
espera que todos los pacientes sobrevivan al incidente, cabe resaltar que,
desde 2013, han fallecido al menos cinco universitarios que creían haber
consumido MDMA, incluidos dos jóvenes en el festival de música “Electric Zoo”
de la Ciudad de Nueva York, una mujer en un club nocturno de Washington, D.C. y
otra en un centro de música de Boston. En 2014, otra joven falleció en el
Festival de Música Austin City Limits, en Texas. Sin embargo, muchos más han
sido hospitalizados: en 2011 (año de la información más reciente), 10,176
menores de 21 años acudieron a servicios de urgencias por trastornos
relacionados con MDMA, incremento de 128 por ciento respecto de 2005, según
datos de la Administración de Abuso de Sustancias y Servicios de Salud Mental.
A resultas del incidente Wesleyan,
proponentes de políticas seguras para el uso de drogas afirman que muchos
universitarios desean experimentar sin riesgo. Wooldridge señala que cuando
DanceSafe realiza análisis directos y las personas averiguan que una sustancia
no es lo que pensaban, “casi siempre los vemos desechar la pastilla u optar por
no utilizarla. Eso demuestra que nuestros jóvenes están interesados en su
salud. Están interesados en lo que consumen”.