Fernando Rivera Calderón es periodista, locutor, columnista, escritor, músico, actor de cabaret, poeta, papá y lo que surja en el camino.
Pero, entre sus muchas facetas, hay que poner atención a Monocordio, su álter ego musical, que se transmuta al ritmo de sus emociones y de algún modo es su “Dr. Jekyll”, es decir, el proyecto que le permite alcanzar esos instantes en los que puede ser sutil y hablar de cosas que no están tan a ras del suelo: el amor, las relaciones, los lazos que construimos los seres humanos: pasiones, deseos.
Monocordio, una idea que se encuentra en constante mutación, ha llegado a una nueva fase: Fernando decidió que era momento de disminuir al mínimo la paleta de colores y convertirlo en un trío; invitó a los hermanos Alonso y Chema Arreola, dos personajes “locos, músicos virtuosos, escritores, poetas”. Y, además, nietos de Juan José Arreola.
El próximo viernes 17 de abril, Monocordio presentará, en el Lunario del Auditorio Nacional de la ciudad de México, un espectáculo titulado “Pájaros y cuchillos”, en el que por supuesto sonarán sus canciones clásicas y conocidas, pero también las piezas nuevas compuestas por el ahora trío, bajo la paradójica premisa de “sí se puede cantar al amor y a la vida estando sumamente encabronados, por eso ahora suena más áspero, por eso somos tres: una guitarra con mucha distorsión, un bajo y una batería”.
—¿Esta sería la última vez que saliste de tu zona de confort?
—Sí, sin duda, me gusta hacerlo, pero cuesta trabajo porque es muy fácil llegar a una zona de confort debido a que hago cosas que me gustan y cosas que se me facilitan, como hacer una canción. Pero que sea una buena canción no siempre es fácil. Es, además, un detonante para que cambien las cosas: cuando uno se cansa de ciertas cosas necesita buscar salidas y creo que Monocordio es como la plastilina de mi vida: un lugar donde soy el dueño absoluto de lo que sucede ahí. Soy un dictador, un tirano del Monocordio.
—¿Cuándo fue la ultima vez que necesitaste un cambio radical?
—Llevaba un rato que oía a Monocordio, y aunque era un grupo maravilloso, me parecía el grupo de otra persona, y eso es algo muy raro que le suceda a un músico. Entonces se transformó Monocordio, que soy yo, porque mis vivencias son diferentes a las que tenía cuando empezó el proyecto y eso necesariamente se tiene que reflejar en cómo suena.
—¿Cuál ha sido la última vez que te apasionó un proyecto?
—Curiosamente fue uno que no era un proyecto mío, sino en el que me invitaron a participar. Alonso Arreola realizó lo que el llamó una “locura literaria musical” en el teatro Degollado de Guadalajara: el espectáculo “Bestias y Prodigios/Arreola por Arreola”, en el que reunió a un grupo de personas increíbles: Nicolás Alvarado, Jaime López e Iraida Noriega leyendo los textos maravillosos de Juan José Arreola, y en el que también hubo un homenaje a José Emilio Pacheco.
—¿La última vez que te enamoraste?
—Me sucede bastante. En general me enamoro porque a mí me gusta correr ese riesgo. Siempre tienes el riesgo de que te rompan el corazón o de que tú se lo rompas a alguien, ¡o de que se lo rompan entre los dos!, pero siempre es mejor vivirlo, sentirlo y dejar que eso te toque.
—¿La última vez que México te sorprendió?
—Justamente creo que ese es el problema: están pasando muchas cosas todos los días, pero hemos perdido la capacidad de asombro.
—¿El último libro que te movió algo?
—El abrazo,de David Grossman, me emocionó muchísimo. Me gusta la literatura que además te enseña filosofía y una visión del mundo.
—¿La última vez que te reíste hasta que te dolieran las costillas?
—Mis hijos me hacen reír mucho. Se burlan de mí, y creo que lo han aprendido de mí. Son lo más irreverente. Y la última vez que nos reímos muchísimo fue porque compuse una canción que titulé “Chicas en bici”. Actualmente, en nuestra ciudad, han aparecido muchas personas que se mueven en bici. Y no es que me guste “chicas”, suena muy pop, pero así sentí que se tenía que llamar. Le dije a mis hijos el título y se rieron y dijeron: “Viejo verde”.