En Castelvetrano, un pequeño pueblo enclavado en el oeste de Sicilia, en donde en 1962 nació el jefe supremo de la mafia siciliana y criminal más buscado de Italia —también perseguido por el FBI y la Interpol—, Matteo Messina Denaro, se viven tiempos particularmente afanosos y agitados. El capo sigue siendo un fantasma: está fugado desde hace ya veintidós de sus cincuenta y dos años, pero sus parientes están cayendo, uno tras otro, en las telarañas de la policía italiana. En diciembre de 2013, durante la operación “Eden”, se han llevado —entre varios otros— a Patrizia, su hermana, a Francesco Guttadauro, su sobrino, y al marido de una de sus primas, Lorenzo. Todos ellos hoy están en prisión por asociación criminal. Pero solo uno, el último, es un pentito, es decir, un arrepentido de la mafia que decidió colaborar con la policía dándole información. Y no ha sido su única osadía.
Giuseppe Cimarosa, el hijo de Lorenzo, tiene treinta y un años y es un amante de los caballos. Tanto que su currículum incluye el haberse convertido en un jinete estrella de los circos ecuestres que campean por Europa. Un ambiente místico, fascinante, surrealista y de trance, ligado a la tradición gitana y cuyos espectadores son llevados, espectáculo tras espectáculo, hacia un especie de estado de hipnosis estética a través de danzas y cabalgatas con animales tan, o incluso más, fascinantes que sus amos. Algo chupado, Giuseppe es un tipo así: no es alto ni bajo, tiene ojos negro carbón, barba espesa y un arito en la oreja derecha. Aspecto más de hippie que de activista contra la mafia. Y, sin embargo, en eso se ha convertido: en un pariente que ha violado la ley del silencio (la omertà) en detrimento de un miembro de su mafiosa familia, una de las reglas más sagradas de la Cosa Nostra. Por ello mismo, la familia, el clan, es la mejor defensa ante las amenazas.
Giuseppe no es, claro está, el primer siciliano en distanciarse de la mafia; lo extraordinario de su gesto está en que es el primero de los allegados sanguíneos de Messina Denaro no solo en renegar de su tío, sino que, además, se ha convertido en uno de sus principales detractores. En estas últimas semanas ha aparecido en diarios, radio y televisión de Italia, llamando a la rebelión cívica contra la mafia. Y, sin embargo, cuando se nace dentro de una de las familias más peligrosas del mundo (cuando tenía quince años su padre ya había sido arrestado y encarcelado durante seis), no es nada fácil decir punto y aparte.
“Si eres un pariente, hay mecanismos todavía más perversos que se ponen en marcha. Es casi imposible decirle que no a uno como él (Messina Denaro), pues si te pide una mano y no se la das, te corta el brazo. Imagínense en mi caso, que pertenezco a una familia que es considerada la aristocracia de la mafia”, afirma Giuseppe, quien sostiene que en un principio ese fue el caso de su padre. “Cuando lo encarcelaron la primera vez fue por un delito que él no había cometido. Pero mi padre prefirió permanecer en silencio e ir a la cárcel en lugar de acusar a otro, porque eso es incluso más grave en Castelvetrano”, explica. “Fueron tiempos muy difíciles para mí, pues yo no lo aceptaba mientras que había otros que consideraban ‘genial’ tener a un tío que era un célebre jefe mafioso”, añade. Por eso, tras cumplir los veintidós años, Giuseppe se mudó a Roma, allí hizo sus estudios y por mucho tiempo no quiso saber nada de su familia, ni de Sicilia.
Volvería solo muchos años después, ya convertido en un artista con varias experiencias en toda Europa. “De vuelta en Castelvetrano, por algún tiempo, las cosas fueron bien; hasta que un día hace tres años me encontré a la hermana de Messina Denaro bebiendo tranquilamente café en el salón de mi casa”, cuenta.
Si hay que fijar una frontera entre el antes y después de Giuseppe, ese día sería el 13 de diciembre de 2013, cuando arrestaron por segunda vez a su padre. “Descubrí que lo acusaban de haber enviado dinero (84 000 euros, en tres envíos diferentes) a Messina Denaro, a través de su hermana, probablemente para alimentar sus gastos como prófugo. Fue en ese momento que decidí que yo ya no tenía un padre, que me iba de Sicilia, que los abandonaba. Y, sin embargo, ocurrió lo impensable: ya en la cárcel, mi padre decidió empezar a colaborar con los fiscales que lo habían apresado y fue como un renacer para todos nosotros”, cuenta Giuseppe, quien, como el resto de su familia, rechazó el programa de protección de testigos para no tener que perder su apellido y no tener que marcharse para nunca volver a su lugar de nacimiento. “Eso sería para mí como morir. Son ellos, la mafia, quienes se tienen que ir”, afirma.
Giuseppe relata que desde el principio se dio cuenta de lo difícil que era desprenderse de esa pesada herencia de una sociedad secreta, predominantemente masculina y familiar como la mafia. Tras el arrepentimiento de su padre, de la noche a la mañana desaparecieron la mayoría de los clientes de su escuela de equitación en Castelvetrano y, en septiembre del año pasado, apareció muerto en su estancia —donde vive junto a su madre, su abuela y su hermano— el caballo con el cual solía poner en escena sus espectáculos. “Nunca lo podré probar, pero murió de una forma muy extraña; fue en cuatro horas por un cólico. Siempre tendré la sospecha de que lo mataron, porque ellos envían estas señales. La mafia es así, actúa en silencio, se hacen cómplices en silencio y, si puede, castiga en silencio. Es la ley de la omertà”, dice Giuseppe.
Pero lo peor, agrega, fue que durante mucho tiempo hubo quien se rió de él. Quien lo desdeñó. Quien le hizo falsas promesas. E incluso quien desconfió de él. “Cuando hace un año y medio decidí que quería públicamente manifestar mi rechazo, no sabía qué hacer. Por eso contacté a varias asociaciones, a los políticos locales, a todos aquellos que yo creía que pudiesen ayudarme. Pero nadie lo hizo, quizá por desconfianza y miedo por mis lazos sanguíneos”, afirma.
El milagro laico de la aceptación de Giuseppe vino al fin de un sacerdote, el obispo de Mazara del Vallo, Domenico Mogavero. Este, tras el enésimo rechazo público de Giuseppe, quien había sido totalmente ignorado durante una manifestación en contra de la mafia en su natal Castelvetrano, llamó a un periodista amigo y le pidió que publicara una declaración en favor del joven. “Lo habían aislado como un paria, a él que se estaba enfrentando al hombre más poderoso de la mafia siciliana, y eso no era justo. En las pequeñas comunidades (como la de Castelvetrano) todos lo saben todo y por lo tanto la honestidad de las palabras de Giuseppe no estaba en duda. El problema es que todavía rige esa ley por la cual es mejor no hablar”, explica Mogavero a Newsweek en Español.
El problema, en verdad, es que la Cosa Nostra siciliana quizá no es la mafia de El Padrinode Mario Puzzo, pero sí guarda ciertos puntos en común. “Si bien hoy está mucho más debilitada y ha perdido mucho terreno, como dicen todas las investigaciones policiales nacionales e internacionales, las cuales apuntan a que hoy la ‘Ndrangheta calabresa es la organización criminal más potente del país, la Cosa Nostra todavía guarda sus ambiciones”, explica el diputado Claudio Fava, vicepresidente de la Comisión Antimafia del Parlamento italiano.
Y añade: “Una de ellas es la de mantenerse no únicamente como la asociación de unos criminales (como la ‘Ndrangheta), sino también como una estructura que es paralela al Estado, tiene sus códigos y leyes, y está infiltrada en él. La mafia siciliana quiere sustituir el Estado, por eso considera fundamental el control del territorio”, añade Fava.
“No hay otra explicación que esa: (Messina Denaro) todavía tiene a su gente dentro de las instituciones, pues no se es fugitivo por tantos años en épocas en las que la policía tiene a disposición satélites, aviones espías y las mejores tecnologías”, arguye el periodista palermitano Salvo Palazzolo, especialista en el fenómeno de las mafias del diario La Repubblica. Y es que hay varios episodios en los que Messina Denaro fue ubicado, pero al final se esfumó misteriosamente: en el año 2000, otra vez en Bagheria, cerca de Palermo, y también en 2004 y 2009. Y del mismo modo se escapó, por ineptitud acaso delante de las propias narices de los policías en 2002, 2004 y 2011. Razón por la que dos de estos casos también están siendo investigados tras una denuncia de un oficial de la policía militar italiana, los Carabinieri.
Eso sí, ha habido también agentes que han estado detrás de él con esmero. Por ejemplo, Giuseppe Linares, jefe de la Squadra Mobile de Trapani entre 1995 y 2010 (finalmente trasladado en 2013 a Nápoles, como jefe de la Direzione Investigativa Antimafia de ese lugar, para guerrear contra la Camorra napolitana), que detuvo a decenas de capos mafiosos de la zona y ha sido el pensador detrás de la estrategia de ir por los parientes de Messina Denaro hasta que se halle al mismísimo capo. “Fue una estrategia creada ex novopara Messina Denaro, pues nunca antes otros capos mafiosos sicilianos habían usado tanto a sus familiares directos para evitar la captura. En cosas como esta, la figura de Messina Denaro se distingue del perfil de los anteriores jefes de Corleone, tipos muchos más rústicos, provenientes de la Sicilia profunda y poco interesados en el lujo, la ropa de marca, los rolex de oro o los automóviles último modelo”, dice Fava, cuya comisión se encarga puntualmente de escuchar y recopilar toda la información que hay a escala nacional e internacional sobre las mafias italianas.
Así y todo, ¿cómo se explica que un tipo como Giuseppe pueda denunciarlo y seguir caminando vivo en la calle? “Porque la mafia siciliana hoy está empeñada en sobrevivir, eso es así. A diferencia de otras, como la ‘Ndrangheta—esa sí aún peligrosa—, se encuentra en sus horas bajas. Por eso, ahora mismo Cimarosa es el último de sus problemas”, continúa Fava. En efecto, en la misma Trapani, donde está Castelvetrano, hay el más alto número de empresas relacionadas con la mafia que han sido expropiadas por la policía. La acción de la justicia ha sido implacable. El problema es que, paradójicamente, explica Fava, este decaimiento de los sicilianos no es necesariamente una buena noticia: “Sabemos que en la actualidad hay un debate interno de la Cosa Nostra sobre si reaccionar o no a la intensificación de la actividad policial a través de la violencia, como ya ocurrió en la década de 1990, durante la llamada campaña de las Grandes Matanzas ordenadas por la mafia siciliana. Hasta ahora, Messina Denaro pertenece al grupo menos proclive a volver a esa época, pero a medida que se estrecha el cerco sobre él, su opinión podría cambiar”, asegura Fava.
En efecto, en estos años algunas iniciativas le han dado un giro a ciertas tendencias. Incluso en Castelvetrano. Además de Giuseppe, “hay menos aceptación social y menos miedo hacia la Cosa Nostra”, como explica el obispo Mogavero. La razón es también la crisis económica, que ha disminuido la riqueza en Italia. “La Cosa Nostra, que disminuyó sus actividades de extorsión en contra de un tejido empresarial ya gravemente afectado, está volviendo a sus actividades tradicionales: el tráfico de drogas y los juegos de azar”, se lee en el informe de 2014 de los Servicios de Inteligencia para la Seguridad Interna (AISI) de Italia. El propio Giuseppe considera que, si bien su vida corre menos peligro ahora, la cuestión será cuando su padre salga de la prisión de Palermo en la que todavía está recluido, expiando en régimen especial su condena de cinco años y cuatro meses. “Yo no soy un héroe, él lo es”, afirma Giuseppe.
La cuestión es que, aunque Messina Denaro está lastimado, aún no ha muerto.
En la provincia de Trapani son multitud las empresas que siguen relacionadas de una manera u otra con el gran capo y operan en todos los sectores: construcción, turismo, energía eólica, supermercados, cemento; esto a partir de contratos con los ayuntamientos, el gobierno provincial y el regional. Y, además, Messina Denaro es y seguirá siendo hasta su captura, el principal heredero en libertad de los capos Salvatore Totò Riina y Bernardo Provenzano, quienes antaño ocupaban la cúspide de la mafia y ahora están en prisión. Sería injusto, por ello, no reconocer la contribución de la temeridad de Giuseppe. Y está la de otros, como las hijas de Riina, Lucia y Maria Concetta, quienes tampoco desdeñan su apellido. Aunque, eso sí, por diferentes motivos: “Me siento honrada de llamarme así y estoy contenta porque es el apellido de mi padre”, dijo Lucia, en una entrevista emitida en 2013 por el canal RTS de la televisión suiza.