A nadie le gusta pensar que su iPhone fue fabricado con minerales extraídos en un país donde los caudillos y violadores en masa sacan provecho de las minas. Así que, hace un año, Apple hizo una afirmación audaz: había auditado los hornos de fundición de su cadena de suministros y en ninguno de ellos se usa tantalio proveniente de las regiones destrozadas por la guerra de la República Democrática del Congo (RDC).
Aunque Apple reconoció que no podía hacer la misma afirmación con respecto al oro, el estaño y el tungsteno, que son otras tres importantes materias primas indispensables para los equipos electrónicos modernos pero son extraídas en zonas de guerra, el anuncio sobre el tantalio fue un paso importante para los defensores de los derechos humanos que, desde hace mucho tiempo, habían pedido una mayor transparencia a las empresas internacionales.
Pocas evidencias
escritas del mineral…
Los expertos señalan las amplias operaciones de contrabando de minerales a través de las porosas fronteras de las áreas sacudidas por el conflicto, con pocas evidencias escritas del mineral extraído por lugareños en pequeñas minas artesanales ubicadas en países donde los caudillos controlan las exportaciones. Además, los procedimientos de auditoría realizados en los hornos de fundición de China y Rusia son opacos y vulnerables a la corrupción. “Nos preocupa que los procedimientos de auditoría no sean tan transparentes como deberían ser”, señala Sasha Lezhnev, quien supervisa los temas de los minerales extraídos en las zonas de conflicto en la RDC para el Proyecto Enough, que forma parte del Centro para el Progreso Estadounidense, un grupo de analistas.
La revelación de Apple –que acaba de informar que obtuvo las mayores ganancias trimestrales de cualquier compañía en la historia corporativa– fue inusual en lo que respecta a que fue más allá de una nueva regla aprobada por la Comisión Nacional de Valores (SEC, por sus siglas en inglés) en 2012, de acuerdo con la Ley de Regulación Financiera Dodd-Frank de 2010. Esa nueva regulación exige que las empresas que cotizan en la bolsa de Estados Unidos auditen sus cadenas de suministro y revelen cualquier uso de minerales extraídos en regiones en conflicto, pero no los nombres de los hornos de fundición, como Apple hizo.
Los datos de Apple fueron revelados a través de la iniciativa Conflict-Free Sourcing (CFSI, por sus siglas en inglés), un grupo voluntario autorregulado, creado en 2009 para investigar los hornos de fundición y detectar las fuentes de minerales posiblemente extraídos en zonas de conflicto. Apoyado por Apple, Intel, Microsoft, Hewlett Packard, General Electric y otros importantes consumidores de esos minerales, el programa de auditoría ha sido sometido a varios ajustes en sus procedimientos mientras exonera los hornos de fundición en los últimos años.
Casi todas las computadoras, teléfonos celulares y otros aparatos de alta tecnología usan tantalio, un mineral aperlado de color azul-gris que se extrae en Brasil y Australia; pero también en Ruanda y la RDC, que ha atravesado por lo que el Comité Internacional de Rescate califica como el conflicto más sangriento desde la Segunda Guerra Mundial. Más de cinco millones de personas han muerto allí desde 1998; la violación ha sido usada como un arma de guerra y el trabajo de esclavos y el reclutamiento de niños soldados son comunes.
Nombrado a partir de una figura mitológica griega condenada a pasar la eternidad en aguas poco profundas, con frutos colgando para siempre fuera de su alcance, el tantalio se compra y vende en un mercado que es uno de los más secretos del mundo. La tantalita, que es el mineral que produce el tantalio, no se comercia en las bolsas de materias primas, sino que se compra y se vende a través de redes oscuras de comerciantes, por lo que sus orígenes pueden ser fácilmente disfrazados. Refinado hasta convertirse en coltán en hornos de fundición de países como China, Kazajistán y Estados Unidos, el mineral es adquirido por fabricantes que elaboran condensadores, que son dispositivos de alta tecnología que almacenan cargas eléctricas y son indispensables para todo tipo de aparatos, desde iPads hasta aviones.
En febrero de 2014 Apple mencionó por primera vez todos los hornos de fundición de su cadena de suministro que manejaban los cuatro minerales extraídos en zonas de conflicto (tantalio, oro, estaño y tungsteno). Estaban en países como China, Brasil, Estados Unidos, Japón, Alemania, India, Austria, Estonia, Rusia y Kazajistán. Dijo que las auditorías de CFSI mostraban que los hornos de fundición no usaron ningún tantalio extraído en regiones asoladas por la guerra en la RDC. Este mes se espera que Apple revele nuevos detalles sobre las auditorías que CFSI realizó a sus hornos de fundición.
En noviembre pasado Apple dijo que de los 219 hornos de fundición que usa en todo el mundo para procesar oro, estaño, tungsteno y tantalio, 106 cumplían plenamente con todas las regulaciones, 55 estaban en proceso de ser auditados y 58 entraban en la categoría superficial de “no-lo-sabemos”. Las cifras muestran un avance (más hornos de fundición refinan metales limpios o son sometidos a auditorías para garantizar que lo hagan) en comparación con las cifras obtenidas apenas seis meses antes, cuando Apple declaró que de los 186 hornos de fundición que usaba para los cuatro metales solo 59 cumplían con todas las normas, 23 estaban siendo sometidos a auditorías y 104 no habían participado en estas últimas.
“La CFSI ha logrado que algunos procesadores de metal estén bajo la mira del escrutinio público”, señala Sophia Pickles, quien supervisa temas relacionados con los minerales extraídos en zonas de conflicto para Global Witness, un grupo de defensa del desarrollo global. Sin embargo, añade, “el plan se arriesga a ser visto como una estrategia para darle un aspecto ecologista, como un ejercicio de ‘marcar las casillas’”. Pickles se refiere a los distintos pasos de los largos procedimientos de auditoría de la CFSI que permiten que los auditores analicen los hornos de fundición para verificar distintas áreas de cumplimiento, como los controles sorpresa en el papeleo y hacer entrevistas a los empleados de los hornos de fundición. Tales procedimientos se quedan cortos con respecto a los estándares mundiales establecidos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico porque no exigen que los hornos de fundición informen públicamente sobre los riesgos revelados o sobre cualesquier pasos correctivos.
Se espera que alrededor de 6000 compañías, en industrias que van desde las telecomunicaciones hasta la atención sanitaria, gasten una cantidad inicial de US$3000 millones a US$4000 millones para cumplir con el nuevo reglamento de la SEC, y hasta US$609 millones cada año después de eso, de acuerdo con cálculos de la SEC. Por ello, cuando apenas 1300 compañías presentaron revelaciones iniciales el verano pasado, se produjo cierta preocupación y decepción. Dado que solo 23 por ciento de las empresas que presentaron informes declararon que ninguno de sus productos provenía de las zonas en conflicto de la RDC, de acuerdo con Audit Analytics, las expectativas son más altas para las revelaciones de este año.
Michael Littenberg, un abogado de Schulte Roth & Zabel que se especializa en los aspectos legales que rodean a los minerales extraídos en zonas de conflicto, señala que “ahora mismo, el riesgo para la reputación es más alto” debido a que las revelaciones hechas el año pasado por muchas empresas de tecnología aumentaron las expectativas de que en el futuro serían más y mejores. “Las grandes marcas de productos de consumo” como Apple “son la fruta al alcance de la mano para las organizaciones sin fines de lucro y los defensores de los inversionistas y están cada vez más centradas en este tema”.
El escrutinio de los minerales extraídos en zonas de conflicto ha aumentado durante la década anterior, pero sigue siendo difícil rastrear su comercio. En diciembre de 2014, Ruanda reveló que en 2013 aumentó drásticamente las exportaciones de tantalio para convertirse en el mayor exportador del mundo, enviando a hornos de fundición extranjeros, principalmente de China, aproximadamente 2460 toneladas, 28 por ciento del total mundial de cerca de 8800 toneladas. Eso es más del doble de las exportaciones de 2012, a pesar de que Ruanda ha producido constantemente cerca de 1500 toneladas anuales, de acuerdo con datos del Servicio Geológico de Estados Unidos.
Este aumento incrementó las sospechas de que el mineral estaba siendo introducido de manera ilegal por la frontera y provenía de las áreas en conflicto de la RDC. En abril de 2013, más de dos años después de que la CFSI empezó a auditar los hornos de fundición de Global Witness, informó que “gran parte del estaño, tantalio y tungsteno producidos en Kivu del Norte y del Sur” en la RDC “beneficia a los rebeldes y a los miembros del ejército estatal. Los minerales son sacados ilegalmente del Congo y enviados a Ruanda y Burundi para su exportación. El estaño y el tantalio contrabandeados a Ruanda son blanqueados a través del sistema de clasificación del país y exportados como material ruandés ‘limpio’”.
Las auditorías de los hornos de fundición realizadas por la CFSI se basan en una iniciativa de revisión creada por el International Tin Research Institute (ITRI, por sus siglas en inglés) que proporciona datos sobre el origen de los minerales. Aunque es dirigido por la industria mundial del estaño, el ITRI da seguimiento de forma paralela a los cuatro minerales provenientes de zonas en conflicto, sometiendo a revisión las minas y permitiendo que los productores locales “empaqueten y etiqueten” el material no proveniente de zonas de conflicto. Pero las auditorías del ITRI no son reveladas al público y ninguna de las iniciativas de revisión, incluyendo la de la CFSI, han sido sometidas a evaluaciones por terceros.
“Cuando uno piensa en el contexto de estas minas, que son principalmente artesanales y muy informales, no hay papeleo, así que, ¿en qué pruebas puede basarse cualquiera de las auditorías?”, pregunta Lawrence Heim, director de Elm Sustainability Partners, una empresa consultora de minerales extraídos en zonas en conflicto con sede en Marietta, Georgia. “Al final del día, no sabemos cuál es la realidad.”
William Quam, un consultor de la industria en Viena que en los últimos años dirigió a 3800 mineros y trabajadores en seis minas de tantalio en Ruanda y que también ha trabajado en la región de Kivu del Norte en la RDC, dice que el desarrollo dispar de las iniciativas de revisión fomentó el contrabando, lo cual fue señalado en un informe del Grupo de Expertos de la Organización de Naciones Unidas publicado en agosto pasado. “Poseer el proceso de empacado y etiquetado es más rentable que la fundición”, dijo Quam a Newsweek.
Cuando se le interrogó acerca de sus procedimientos de auditoría y cómo puede estar segura de que el tantalio que usa es extraído fuera de las zonas de conflicto, Apple declinó asignar a un funcionario para darnos una entrevista o responder oficialmente a las preguntas enviadas por correo electrónico.
Rob Lederer es director ejecutivo de la Coalición Ciudadana de la Industria Electrónica, uno de los grupos de la industria que desarrollaron la CFSI. Afirma que, “aunque no podemos certificar ventas o remesas específicas como no provenientes de zonas en conflicto, les garantizamos a las compañías que sus hornos de fundición cuentan con procedimientos para asignar responsabilidades”.
En junio de 2010, Steve Jobs, cofundador de Apple, admitió la profundidad del problema en un correo electrónico ampliamente difundido, enviado a un reportero de la revista Wired: “Hasta que alguien invente una forma de rastrear químicamente los minerales desde la mina original, este seguirá siendo un problema muy difícil”.
Otras compañías de tecnología han obedecido la regla de la SEC al admitir que simplemente no lo saben. Dell dice en su sitio web que “la extracción de estos minerales ocurre mucho antes de que un producto final sea ensamblado, haciendo difícil, cuando no imposible, rastrear su origen. Además, muchos de los minerales son fundidos con metales reciclados y, en ese momento, es prácticamente imposible rastrearlos hasta su origen”. Taser International dijo que no podía determinar si los minerales provenientes de zonas en conflicto utilizados en casi todos sus productos provenían de áreas en conflicto de la RDC.
La regla de la SEC, inusual en cuanto a que asigna al organismo una función de guardián humanitario, solo exige transparencia y que las compañías lleven a cabo una “investigación razonable acerca del origen”. No demanda que las compañías hagan algo con respecto a sus proveedores, en tanto hablen abiertamente con los inversionistas y el público acerca de ellos.
Incluso algunas partes de ese requisito están siendo puestas en tela de juicio. En abril pasado, un tribunal federal de apelación de Washington D. C. dio marcha atrás al requisito de la regla de la SEC según la cual algunas compañías podrían tener que revelar que no habían encontrado que sus productos no habían sido extraídos en las zonas de conflicto de la RDC. El fallo se presentó en una demanda judicial interpuesta contra la SEC en mayo de 2013 por la Asociación Nacional de Fabricantes, la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la Rueda de Negocios, todos ellos grupos comerciales poderosos. Argumentan que el requisito de revelación infringe el derecho a la libertad de expresión garantizado por la Primera Enmienda, al obligar a algunas compañías a llevar públicamente una marca de escarnio y hacer “una confesión forzosa de que la empresa tiene sangre en sus manos”, se lee en las actas de la corte.
Sin embargo, el panorama se mantiene incierto después de la decisión tomada por un tribunal de apelación en noviembre pasado para reabrir el caso. La etiqueta de “no extraído en zona de conflicto”, observó en las actas de la corte Raymond Randolph, el juez que supervisaba el caso, “es una metáfora que indica una responsabilidad moral por la guerra en el Congo”.