Ningún capitalista de riesgo está más loco por el espacio exterior que Steve Jurvetson, quien desde hace dos décadas ha prestado oídos a las más descabelladas ofertas de compañías espaciales. En los primeros años del milenio respaldó a SpaceX y todavía está en la mesa directiva; pero más que nada, aguardó con impaciencia a que el espacio se convirtiera en el siguiente patio de recreo del Silicon Valley, el tipo de excitante tierra virgen de esperanza y oportunidad que alguna vez fue internet.
Pues bien, Jurvetson afirma que ha llegado el “momento Netscape” del espacio. Como suele suceder en tecnología, muchos adelantos en diferentes campos han convergido para hacer del espacio menos “la última frontera” y más “la siguiente startupde cochera”.
En 1995, la explosiva IPO de Netscape anunció que varias tecnologías –PC, software, la burda internet gubernamental, el hiperenlace de Tim Berners-Lee y el navegador gráfico de Netscape– se habían conjuntado para crear una nueva plataforma que cambiaría el mundo. Hoy, las nuevas características de lanzamiento de SpaceX y Virgin Galactic, aunadas a tecnologías smartphone, computación en la nube y grandes datos son la clave para la plataforma espacial. El espacio es la nueva internet.
No se trata de que la exploración humana convertirá Kepler-186f en un suburbio terrestre dentro de cinco generaciones, sino de que, en cinco años, surgirán nuevas compañías y capitales a 300 kilómetros de altura.
Los acontecimientos se desencadenaron rápidamente. En enero, Google y la inversora Fidelity anunciaron que colocarían 1000 millones de dólares en SpaceX y, juntas, las compañías pondrán 4000 pequeños satélites en la órbita baja terrestre para proporcionar acceso a internet global. También el mes pasado, Virgin Group (Richard Branson) formó equipo con Qualcomm –fabricante de chips para smartphone– con miras a desarrollar OneWeb y lanzar a la órbita hasta 2400 satélites, a fin de cubrir igualmente el planeta con su servicio de internet.
En la última década, SpaceX y Virgin han trabajado en la construcción de aeronaves reutilizables que puedan llevar satélites a la órbita terrestre, dejarlos y regresar por más. Y ambas están a punto de lograrlo, lo cual será un factor determinante para que el espacio se vuelva accesible y barato. En el modelo anterior, cada cohete podía usarse una sola vez, de modo que los viajes espaciales eran prohibitivos. Lanzar un satélite costaba 300 millones de dólares o más, así que casi nadie lo hacía. Una comparación: imagine que cada vez que UPS entrega un paquete en su casa el camión estalla. No recibiría muchos paquetes, ¿verdad?
SpaceX y Virgin no podrían subir miles de satélites sin desarrollar tecnologías de lanzamiento baratas y reutilizables; y, a su vez, lanzar miles de cohetes ayudaría a abatir costos y mejoraría las tecnologías.
Al mismo tiempo, todos esos lanzamientos brindarían muchas oportunidades de “autoestopismo satelital”. Abordar el vehículo de lanzamiento para ponerse en órbita no tenía mucho sentido cuando los satélites eran, por lo menos, grandes como autos; pero la misma tecnología que ha puesto la computadora de pantalla táctil en nuestros bolsillos está reduciendo los satélites al tamaño de una hogaza de pan, así que el costo de su fabricación y puesta en órbita está colapsando.
En la próxima década, lanzar un satélite será 10 000 veces más barato que en la actualidad. “Jamás he visto un negocio donde los costos caigan 10 000 veces”, asegura Jurvetson. Y la caída de costos da cabida a algo increíblemente importante en tecnología: la experimentación. Una compañía muy joven, Planet Labs, ha dado a esta nueva era el nombre de “aeroespacial ágil”. La empresa, que lanza diminutos satélites que recogen imágenes y datos, acaba de cerrar una ronda de inversión de 95 millones de dólares.
En esencia, las otrora enormes barreras a la construcción de tecnología espacial están cayendo y eso estimula la imaginación de los empresarios, quienes pueden enfocarse más en lo que quieren hacer en el espacio que en la forma de ir allá.
Se dice que Elon Musk (SpaceX), Branson y sus socios hicieron cuentas y encontraron que pueden ofrecer conectividad a, digamos, un par de miles de millones de personas con satélites que cubran la tierra. Y esos clientes podrían vivir en regiones apartadas; o también podrían ser iraníes que se hayan hartado de que les bloqueen la internet. Sin duda, semejante servicio tendría un impacto interesante en los asuntos internacionales.
Es cierto que ya hemos visto otros intentos de redes globales satelitales y que Teledesic e Iridium fueron fracasos colosales en la década de 1990. Pero la plataforma fue inadecuada –satélites y lanzamientos demasiado costosos–, en tanto que los dispositivos y la demanda aún eran insuficientes.
Un negocio espacial inicial y evidente son las imágenes; en realidad, los grandes datos derivados de las imágenes. Es hacia allí a donde se encaminan Planet Labs, Skybox Imaging y un puñado de compañías. La idea: cubrir el planeta con cámaras en la órbita baja para monitorear cada cultivo de cada granja o contar cada auto de cada Wal-Mart, y hacerlo todos los días en todo el mundo. Semejante información no existe aún y cualquier fondo de compensación pagaría por tenerla.
“Cuando disminuyan los costos de lanzamiento surgirán los nuevos clientes”, declaró Dick David, CEO de NewSpace Global, proveedor de información sobre la industria espacial, en entrevista con Fortune. “No obstante, la mayoría de esos futuros interesados ni siquiera se ha percatado del impacto que tendrá el espacio en sus modelos de negocios.”
“Y luego viene todo lo que no hemos imaginado todavía”, dice Jurvetson. Es difícil visualizar lo que engendrará la nueva plataforma. En 1995, Amazon.com vendía libros, Yahoo era un directorio de internet y unos pocos diarios comenzaban a publicar reportajes en línea. Nadie había oído hablar de blogs, redes sociales, streamingde música o servicios de software. Del mismo modo, conforme sea más fácil y económico construir un negocio espacial, una nueva generación de emprendedores creará tecnologías y aplicaciones que, en este momento, apenas tendrían sentido para alguien.
Como señalan algunos inversionistas, enjambres de nuevos satélites en órbita generarán ideas de negocios para brindar servicios a ese ecosistema; por ejemplo, revitalizar satélites muertos o despejar desechos espaciales. Para entonces, los negocios en la órbita terrestre serán tan comunes que veremos anuncios como 1-800-CHATARRA-
ESPACIAL en repeticiones de viejas series televisivas, y aquel histórico “pequeño paso para un hombre” se habrá convertido en algo más parecido a una tremenda estampida navideña en un gran centro comercial.