Durante unos segundos imagine un mundo en el que los drogadictos puedan tener acceso, desde internet, a un directorio —o muchos— donde puedan conseguir —dependiendo del veneno que usen— los números telefónicos y demás contactos directos de los vendedores de estupefacientes en su ciudad, y que tras entablar una breve comunicación-negociación puedan adquirir toda la basura que puedan pagar con un puñado de dinero virtual… También imagine que ese anciano que vive frente a su casa es, realmente, un infame pornógrafo infantil a quien el gobierno busca desde hace años, pero que será casi imposible que lo detengan gracias a que todas las barbaridades que cruzan por su asquerosa mente salen al mundo virtual en una parte de internet que usted no conoce y que lo protege de ser capturado…
Bien, ahora deje de imaginar. Y afronte la mala noticia: todo lo anterior no solo es realidad, sino que la internet que usted usa, la de Google, Facebook y Twitter, es apenas la diminuta punta de un colosal iceberg bajo el cual se esconden desde los secretos de las potencias mundiales, hasta la más vil crueldad que existe dentro del corazón humano. La deep web, o internet profunda, es el hangar donde la ilegalidad es ley, y el anonimato, una necesidad.
La red invisible
Deep web, internet profunda, red invisible… el nombre no importa. Aquí la clave es comprender algo muy básico: internet se divide en dos partes: una donde todo está visible y a flote y es posible visitar cualquier página web desde un buscador como Google o realizar tradicionales compras en línea. Esta internet sería el equivalente a nadar en la superficie de un vasto océano, desconociendo lo que ocurre bajo el agua. Y aunque ciertamente hay mucha información disponible (tal vez hasta este día usted pensaba que todo se podía encontrar a través de Google o Yahoo), es poca en comparación con lo que se encuentra bajo la superficie. Internet profunda es un intrincado conglomerado de páginas dinámicas, directorios, foros y comunidades que no pueden ser localizadas por ningún buscador ordinario, ya que no están indexadas. Y se calcula que su contenido es unas 500 veces mayor que todo lo que existe en internet visible. De manera que los usuarios comunes, que no conocen de la existencia de internet profunda, solo están usando una limitada porción de toda la información que podría conseguir a través de su computadora.
Mientras que los motores de búsqueda ordinarios utilizan programas llamado crawlers para poder localizar contenido en la world wide web, esta técnica no es efectiva para encontrar los recursos secretos de las páginas dinámicas, por lo que permanecen “escondidas”. Pero nada de esto es nuevo. Existe desde hace años. No tiene fecha de inicio. El contenido secreto en internet siempre ha estado ahí. Lo que ha cambiado es que, antiguamente, solo podían acceder piratas cibernéticos (hackers) y usuarios involucrados directamente con esas páginas móviles o dinámicas, que se transmitían entre sí los códigos para sortear lo encriptado y tener acceso a los datos requeridos. Pero la tecnología, que parece abrirse camino como la vida misma, ha derrumbado sus propios límites, reduciendo la brecha entre piratas cibernéticos y simples usuarios, para obtener un acceso directo a lo secreto, democratizando el anonimato en línea y abriendo las puertas a un subsistema que, irónicamente, es más grande que su sistema principal y conocido. Internet profunda es una maraña de páginas web que, dada la posibilidad de no ser rastreadas, se prestan como plataforma secreta para todo aquello que sea ilegal. Porque, después de todo, las cosas secretas rara vez terminan favoreciendo a alguien. Y si existe un protagonista principal de esta historia es un pequeño software que cambió —para bien y para mal— las libertades digitales. A continuación, el milagro del anonimato: The Onion Router (Tor).
La cebolla caliente
Tor es el programa que permite el acceso a la deep web. Es un sistema implementado para crear anonimato en línea. Los clientes de Tor se valen del tráfico de internet, a través de una red de servidores a escala mundial que ocultan toda información del usuario, incluyendo la dirección IP de su computadora, facilitando cualquier actividad que no desee ser detectada ni monitoreada.
Como usualmente ocurre, el proyecto Tor fue creado para el sector militar, financiado por el Laboratorio de Investigación Naval de Estados Unidos desde 2002. Y posteriormente apadrinado económicamente por la Electronic Frontier Foundation, una organización que lucha por las libertades en el mundo digital. Los padres de esta controvertida criatura llamada Tor son Roger Dingledine, Nick Mathewson y Paul Syverson, y la referencia a la cebolla (onion) tiene que ver con las múltiples capas de encriptación que protegen a los usuarios, creando total anonimato en su tránsito por la internet profunda.
Una vez instalado Tor, el programa abrirá su propia versión del navegador Firefox, ideal para la búsqueda en incógnito dada su capacidad de adaptarse a los “plugins” necesarios. Y de allí en adelante comienza el primer paso dentro de la deep web. Hay que entender que el sistema para navegar no es del todo similar a la red superficial, puesto que cada búsqueda es más complicada a consecuencia de que el contenido de las páginas no está indexado. El nuevo visitante de la deep web tendrá que familiarizarse con los sufijos .onion y olvidar los tradicionales .com y .net. Las direcciones son largas y confusas, y lo siguiente es estar muy consciente de que muchas páginas son creadas por autoridades, como trampas, para cazar a los interesados en pornografía infantil y una larga lista de ofensas que van desde el tráfico de seres humanos hasta la contratación de asesinos a sueldo.
Uno de los temas principales que surgen cuando se conoce que alguna información (página web o similar) de la internet profunda ha sido removida por las autoridades, es el de quiénes son los culpables de que esto ocurra: bien pudo ser una falla interna de seguridad por parte de los creadores de la información o que el programa Tor muestre alguna debilidad que permitió la identificación de los autores. No hay más opciones.
La fama del software Tor explotó a finales de 2013, en medio del escandaloso cierre del directorio Silk Road 2.0., un directorio extenso y muy detallado (similar en funcionamiento a E—Bay) donde se podía comprar, vender o subastar todo tipo de drogas a escala mundial; fue colocado fuera de funcionamiento por el FBI en lo que se conoció como “Operation Onymous”, desarrollada en octubre de 2013; trayendo consigo una carga de preocupación para los usuarios de Tor que, hasta ese entonces, confiaban ciegamente en la capacidad del programa para asegurar el anonimato en las comunicaciones privadas.
“Dread Pirate Roberts” era el alias del creador de Silk Road 2.0, “un mercado negro en línea que tardó apenas tres meses en ser desarrollado y permitía a los compradores registrarse gratuitamente, mientras los vendedores debían adquirir nuevas cuentas por medio de subastas, supuestamente para mitigar la posibilidad de que personas malintencionadas distribuyesen productos —estupefacientes— contaminados. Las comisiones de las ventas eran destinadas al operador del sitio”, se explica en un reporte de prensa.
De pronto, todo el mundo quería conocer las caras detrás de Tor. Y ellos se convirtieron en estrellas inmediatas. “Ellos quieren que sientas miedo, que creas que Tor no funciona. Cuando la realidad es que sí funciona… y eso les causa un enorme problema a ellos”, fue la respuesta de los ejecutivos de Tor a esas preocupaciones. Jacob Appelbaum y Roger Dingledine decidieron disipar algunos mitos en su reciente discurso “Estado de la cebolla”, durante el Congreso del Caos de las Comunicaciones, la conferencia anual de “tecnología, sociedad y utopía”, patrocinada por el Chaos Computer Club (según ellos, la más larga comunidad europea de piratas cibernéticos).
Roger Dingledine mencionó el tópico del cierre de Silk Road 2.0 y la “Operation Onymous”, y fue enfático al asegurar que había conversado detalladamente con algunos funcionarios estadounidenses, integrantes de la investigación, quienes le contaron cómo ocurrió todo. “Aparentemente el creador de Silk Road 2.0 escribió su nombre en alguna parte (el verdadero nombre de “Dread Pirate Robert” era Ross William Ulbricht), en internet superficial (no en la deep web), y así pudieron identificarlo y lograr interrogarlo”, explicó Dingledine en el Congreso del Caos de las Comunicaciones.
“Este hombre no aguantó los interrogatorios y terminó inculpando a otras 16 personas que trabajaban con él. Todos fueron arrestados. Les quitaron sus computadoras y terminaron emitiendo un comunicado de prensa —falso— donde decían haber atacado eficazmente el proyecto Tor para dar con toda esa información. Todo fue una mentira.”
Y aunque se desconoce si algún gobierno posee la capacidad para rastrear a los usuarios de Tor en la internet profunda, al parecer la captura del infame creador de Silk Road 2.0 fue más casual que producto de un ataque cibernético contra la protección ofrecida por Tor. “El gobierno adora cada historia que tenga que ver con fallas de Tor para así generar miedo en nuestros usuarios”, explicó Dingledine. “Estos enormes adversarios de ley con los que debemos enfrentarnos son capaces de fabricar comunicados de prensa y mentir tanto como les provoque para prevenir que la gente tenga accesos seguros y anónimos a internet.”
No obstante, Dingledine dice todo eso como si ignorase que detrás de la seguridad ofrecida por Tor se ocultan tal vez los criminales más peligrosos y degenerados de la historia de la humanidad.
Jacob Appelbaum, socio de Dingledine, explicó que los periodistas deberían esforzarse y preguntar e investigar con seriedad las mentiras que usa el FBI para causar una suerte de “operación psicológica contra la población civil”. Y es por comentarios como este, que los ejecutivos de Tor —según muchos— pasan por hipócritas partidarios de la libertad de expresión digital, pero que jamás mencionan la realidad: Tor es usado en un 80 por ciento para auspiciar actividades ilegales alrededor del mundo.
Más fácil que ordenar una pizza
Contratar un asesino jamás había sido tan fácil. De hecho, gracias a la deep web se puede realizar desde la comodidad de su hogar, mediante un simple clic y sin que la Policía pueda hacer absolutamente nada. Dentro de nuestra investigación surfeando la internet profunda, conseguimos incontables páginas y directorios de gente que se presenta y promociona como asesino a sueldo. Una de estas páginas ofrece los servicios de asesinos calificados que pertenecieron a diferentes milicias del planeta y que por 10 000 dólares asesinan a quien uno desee en el continente americano, y por 12 000 dólares, en Europa. Pero todo pago a través de un revolucionario y misterioso protocolo de moneda virtual conocido como Bitcoin, creado por Satoshi Nakamoto (seudónimo) en 2008, y que funciona con tecnología P2P. El Bitcoin está considerado como algo tan importante y efectivo que bien pudiera sustituir al papel moneda en un futuro no muy lejano. Es una forma de democratizar los pagos, sin que el dinero digital pierda valor o sea influido por la inflación de la economía de algún país.
“Yo no sé nada de usted, ni usted de mí”, se lee en un sitio web de asesinos cuyo nombre preferimos no publicar. “La víctima que usted desee morirá. Nadie se enterará, jamás, de quién realizó el asesinato ni los motivos. Aparte de eso, siempre damos lo mejor de nosotros para que todo se vea como un accidente o un suicidio. Esto nos convierte en los mejores profesionales con los que usted contará. Tenemos años de experiencia y perdimos toda simpatía por la raza humana. Jamás fallamos. ¡Contrátenos!”
Y ese enunciado frío, inhumano… carente de todo lo que pueda ser importante para nuestra raza… resume en buena parte lo que se puede encontrar en la deep web: una puerta abierta para que se liberen las bestias internas y salgan a jugar sin descanso. Los horrores innombrables están ahí. Aunque también podemos encontrar una buena cantidad de contenidos positivos… desde los planos de cientos de inventos patentados por Nicola Tesla, que las grandes corporaciones no quieren que vean la luz pública, hasta los libros sagrados de sociedades que ya no son tan secretas y las comunicaciones estratégicas—civiles—militares de las fuerzas que rigen los intereses del mundo.
Borges fue un visionario. El Aleph existe. Con solo bajar el programa Tor tal vez llegaremos a lo más próximo de “uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos”… pero desde acá les adelantamos que no es necesario entrar. Porque tal vez podría encontrarse con lo peor de usted mismo.