La exclusión es un fenómeno con múltiples facetas. Pese a los significativos avances hacia la universalización de la enseñanza primaria registrados desde el año 2000, en el mundo aún hay 72 millones de niños sin escolarizar, según cifras de la Unesco.
La cobertura en educación primaria en México ha llegado a ser casi universal, lo que representa un indudable logro de la política pública nacional. No obstante los importantes avances, aún persisten retos sustanciales; uno de ellos es el logro de una educación inclusiva y de calidad, la cual se basa en el derecho de todos los alumnos a recibir una educación de primer nivel que satisfaga las necesidades básicas de aprendizaje y enriquezca sus vidas.
Este modelo de educación, el cual también es conocido como “Educación integradora”, es el que abordo en este artículo. Considero que la educación inclusiva es un tema que ocupa un lugar primordial en las agendas educativas latinoamericanas.
La diversidad está presente en el ser humano, pues cada persona tiene sus propias características genéticas, distintos intereses académicos o profesionales, expectativas y proyectos de vida.
Además de estas manifestaciones, existen otras de carácter individual, como pueden ser las deficiencias intelectuales, físicas, sensoriales, altas capacidades, o aquellas otras que se manifiestan en contextos socioculturales desfavorecidos o relacionados con las minorías étnicas y culturales.
Por lo tanto, cada vez es más evidente que las formas tradicionales de escolarización ya no son lo suficientemente adecuadas para atender la diversidad del alumnado presente en las aulas, por lo cual se requiere que el sistema educativo ajuste su operación para hacer posible que la enseñanza llegue a todos los ciudadanos en edad escolar.
La Unesco destaca que al prestar especial atención a los grupos marginados y vulnerables, la educación integradora y de calidad tiene como objetivo desarrollar todo el potencial de cada persona; su meta final es terminar con todas las modalidades de discriminación y fomentar la cohesión social.
El primer paso para lograr la inclusión educativa es determinar cuáles son los sectores excluidos y la razón de su falta de escolarización. Una vez identificados, es posible elaborar estrategias para conseguir que prosigan con sus estudios. La aplicación de políticas y medidas prácticas que aborden las causas de la exclusión deben ser integrales; deben observar lo que ocurre dentro y fuera de la escuela, desde la vida cotidiana de los niños en el seno de sus familias y comunidades, hasta las condiciones de su núcleo educativo.
El reto de lograr una educación inclusiva y de calidad supone también la consideración de aquellos factores que tienen que ver con la creación de un clima de tolerancia y respeto en el ámbito escolar, el combate a todo tipo de discriminación, el establecimiento de canales de participación efectivos mediante los cuales todo adolescente o niño pueda participar en las cuestiones escolares que les impactan.
Este reto se relaciona directamente con la construcción de una articulación más fluida entre todos los actores de la comunidad educativa, particularmente acercando a los padres de familia a la escuela en un necesario proceso de fortalecimiento democrático de la educación, apunta la Unicef.
Considero que una educación inclusiva logra consolidarse cuando se toma como punto de partida la visión de los propios participantes en el proceso educativo: con participación de niños y jóvenes, así como de los diferentes actores en un proceso en el que aprenden los unos de los otros.
Desde esta perspectiva, la manera de enseñar de los maestros reviste una importancia esencial en toda reforma concebida para mejorar la calidad de la educación. No se pueden aplicar nuevos planes de estudios sin que los docentes se familiaricen con sus objetivos y contenidos o sin que se les capacite para implementar de manera efectiva los cambios que este escenario lleva consigo.
El progreso educativo está relacionado con factores económicos, sociales y culturales. No debemos enfrentarnos a los problemas educativos y diseñar sus posibles soluciones sin tener en cuenta los condicionamientos que sufre. El olvido de este hecho incuestionable amenaza con limitar el efecto de las reformas educativas.
La vinculación de la educación integradora a metas del desarrollo más generales contribuirá a la reforma de los sistemas educativos y a la atenuación de la pobreza. Un sistema educativo integrador redunda en beneficios para todos los educandos, sin que se discrimine a ningún individuo o grupo. Además, se cimienta en los valores universales de la democracia, la tolerancia y el respeto de la diferencia.