Se derriten los casquetes polares y
desaparecen los glaciares en las cordilleras. El nivel del agua sube en el
Océano Indico provocando tsunamis que arrasan poblaciones enteras en Filipinas
y en Bali. Decenas de especies animales y vegetales se extinguen por toda la
biosfera. Caen las Torres Gemelas en Nueva York. Una onda terrorista se propaga
por las aguas del Atlántico, provocando masacres y atentados en los países de
Occidente.
Por décadas enteras nuestro formidable
planeta ha resistido el impacto funesto de las emisiones de carbono. La ciencia
asegura que prodigiosamente las plantas actuales están evolucionando para
captar mayor cantidad de anhídrido carbónico, pero no se dan abasto y tenemos
los desastres en ciernes. La atmósfera se cansa de tanta contaminación y nos
envía lluvias ácidas.
Por décadas enteras los árabes han resistido
estoicamente las injusticias de Occidente, que en las últimas décadas ha estado
rondando constantemente sus territorios ricos en yacimientos de combustibles
fósiles. Palestina es el costado abierto del islam, atravesado por la lanza
judía de Occidente.
La masacre perpetrada en París en los
talleres del semanario Charlie Hebdo, en donde murieron 12 periodistas, tiene
el mismo origen que la masacre que se está produciendo por toda la biosfera de
especies animales y vegetales, pero que esta vez, por tratarse de la especie
humana, han sonado todas las alarmas del mundo. Es el petróleo, la civilización
del petróleo que ha teñido de negro a los grupos de la especie humana y a su
planeta.
No es ninguna casualidad que en la calculada
y sistemática caída en picada de los precios petroleros, desatada por los
propios árabes desde junio de 2014, se produzca el atentado de París, que abre
un boquerón en la civilización de Occidente, a través del cual se pudo ver con
el resplandor de la pólvora, todos los ataques ya programados que vienen en
camino, sincronizados entre Al Qaeda y la Yihad por el Estado Islámico, el ala
radical y fundamentalista del islam, y hacerlos detonar en estos meses en una
reacción en cadena. Bélgica acaba de desactivar el que era para ellos y todo
Occidente se pone en guardia llevando las alarmas al nivel rojo.
Se equivocan los que piensan que esto es una
guerra de cruzadas entre religiones, o un enfrentamiento de culturas. No es
contra el Cristianismo de Occidente. No es contra la Libertad de Occidente. Es
la lluvia ácida provocada por el petróleo, que destroza la biomasa, que fulmina
especies de la naturaleza y que provoca enfrentamientos geopolíticos entre los
seres humanos, entre Oriente y Occidente, en procura de manejar los mercados de
los combustibles fósiles.
El cristianismo y el islamismo son dos
religiones hermanas, nacidas de un tronco común: Abraham. En el siglo I los
apóstoles, encabezados por Pedro, fundaron el cristianismo. Cinco siglos
después, el profeta Mahoma fue enviado por Alá para proclamar la verdadera
religión que estaba contenida en el Corán. Los musulmanes reconocen a Jesús
como santo y profeta, aunque no como dios. Actualmente los islamitas son más de
1500 millones, superando a los cristianos.
El irrespeto imperdonable de los europeos,
no así de los americanos, hacia la figura de Mahoma ha encendido los ánimos
entre Oriente y Occidente, pero no es la raíz del terrorismo actual. Ha sido la
chispa que provocó la masacre del periodismo burlón, pero no es la causa
fundamental.
La raíz está en los yacimientos petrolíferos
que tanta diatriba y enfrentamiento han provocado, en los que claramente
Occidente ha dejado clavada su estaca de prepotencia y abuso, frente a la cual,
como sucede en la naturaleza, la especie musulmana ha evolucionado hacia
mecanismos de defensa y ataque. Sin renunciar a su ADN islámico, Al Qaeda
emerge como el espolón del rinoceronte musulmán y ataca con precisión
matemática y paciencia de relojero, pero con toda la furia acumulada. En
Manhattan destruyó el icono del dinero que se erguía en las Torres Gemelas. En
París se fue por el icono de la libertad, que defendían unos periodistas.
En la arena en la que luchan por su primacía
los fósiles que proveen de energía al mundo, se ha levantado un fósil de
descomunal tamaño y fuerza, que permanecía dormido entre las pizarras rocosas a
3000 metros de profundidad en forma de “lutitas”. Es el shale oil o petróleo de
esquistos en Dakota, en el norte de Estados Unidos. La irrupción del gigante
americano ha provocado un verdadero terremoto en el mercado de los
hidrocarburos. Los árabes, hasta ahora los mayores productores del mundo,
liderados por Arabia Saudita, han salido a la arena, decididos a sacar de
escena al intruso americano. ¿Cómo? Castigándolos con los precios, sabedores de
que el fracking para obtener el petróleo de esquistos, es un proceso muy
costoso, por encima de los $40. En cambio, los sauditas lo obtienen a $5, de
modo que han decidido inundar el mundo con petróleo. Esta afrenta durará todo
el año 2015, y quizá más, a partir de lo cual el mercado marcará los precios y
ya no el cártel que hasta ahora han tenido los sauditas. Los americanos ponen
punto final al reinado de los árabes.
Esta es una batalla más en la guerra de los hidrocarburos,
solo que esta vez se pone al rojo vivo el calentamiento del planeta porque el
petróleo de esquistos es altamente contaminante y destruye los mantos acuíferos
y las estructuras geológicas, pero eso parece no importar, los ciudadanos
podrán usar máscaras protectoras en las ciudades más contaminadas y contra el
terrorismo que se va a exacerbar a partir de ahora entre los musulmanes por la
prepotencia incesante de Occidente, ya se reunieron Obama con Cameron y Kerry
con Hollande para reforzar la cooperación antiterrorista. Obama le acaba de
sugerir a Cameron que en Norteamérica, los musulmanes se sienten
estadounidenses (dato muy interesante).
Lejos de Dakota y de París, creemos que el
mejor antídoto que pueda tener Estados Unidos contra el terrorismo, es el reconocimiento
del Estado Palestino, y la mayor protección que puedan encontrar los franceses está
en el lema universal de Francia: libertad, igualdad y fraternidad.