“La primera noche ellos se acercan y cogen una flor de nuestro jardín, y no decimos nada. La segunda noche, ya no se esconden, pisan las flores, matan a nuestro perro y no decimos nada. Hasta que un día, el más frágil de ellos, entra solo en nuestra casa, nos roba la luna, y conociendo nuestro miedo, nos arranca la voz de la garganta. Y porque no dijimos nada, ya no podemos decir nada.” Vladimir Maiakovski, poeta ruso soviético, 1893-1930.
La racionalidad política nos dice que un político siempre querrá más poder y nunca menos. Lo mismo sucede con cualquier empresario o ciudadano: si operan en la racionalidad económica, nunca querrán menos recursos, sino que buscarán siempre acumular más. Así, lo que ha sucedido en nuestro proceso de transición es que todos los actores hemos privilegiado nuestros propios intereses antes que pensar en un fin trascendente y generoso como lo es el bien común.
La situación por la que hoy atraviesa el país es el resultado de años de desarticulación social, impunidad y abuso de las elites políticas y económicas. Esas elites se han desatendido de la cosa pública y solo han operado mediante la acumulación de privilegios por medio del tráfico de influencias que les otorga el poder a cambio de beneficios económicos. Como decía Noam Chomsky, lo que ha sucedido en nuestro país es que unos pocos han privatizado los beneficios y otros muchos han sociabilizado las pérdidas.
Pero en esta situación existen corresponsabilidades y estas se centran en toda la ciudadanía. El político o el empresario irresponsable solo ha operado en todos estos años maximizando sus propios intereses. ¿Y qué hemos hecho como ciudadanos para contrarrestar esos apetitos? Nada. Los partidos políticos han creado una especie de oligopolio mafioso donde se protegen unos a otros, y al resto social nos hacen creer que existen diferencias de posturas y proyectos nacionales cuando en la práctica solo operan protegiendo su propio mercado fondeado con nuestros impuestos.
Pero no solo el problema-causa se debe a la ausencia de participación ciudadana responsable, sino que también, lo que están haciendo esos mismos políticos bajo el pretexto de cumplir con su mandato, es desprestigiar totalmente las instituciones. Y en una democracia donde no existen instituciones, solo existen autoritarios que maximizarán sus propios beneficios.
Lo anterior resulta preocupante. Si la democracia no da resultados, la posibilidad de regresar a esquemas autoritarios y cerrados es alta. Por eso son tan peligrosos los candidatos o gobernantes con criterios populistas en un sistema que está a punto de parir, en transición. Es de alto riesgo no apurar, no acelerar nuestro proceso de transición. En la medida en que no se complete relativamente el cambio institucional y no evolucionemos como sociedad en términos más democráticos, el riesgo regresivo es más alto. Podríamos decir que nuestro sistema político es hoy una democracia inacabada, defectuosa; si queremos formar una democracia sólida no podemos dejar que gobernantes irresponsables, populistas y autoritarios se aprovechen de las mínimas condiciones democráticas que hoy prevalecen en el sistema para imponer de manera unilateral reglas del juego y conductas autoritarias y corruptas, regresivas.
No dejemos pues, como decía Maiakovski, que sigan pisoteando nuestro jardín, nuestra casa y que se roben la esperanza de un país mejor, y con él, la luna también.