De las aproximadamente251 millones de toneladas de basura que se arrojan anualmente a los vertederos estadounidenses, los artículos hechos de poliuretano son particularmente destructivos para el planeta. Este polímero duro y ampliamente usado se halla en aislantes de hule espuma, asientos de bicicletas, mangueras de jardín, tela spandex y demás, y su uso ha aumentado de manera constante desde que fue desarrollado por primera vez en la década de 1930. El material desde hace mucho fue declarado como no-biodegradable porque sus enlaces químicos son demasiado fuertes. Por lo general es reducido mediante incineración, la cual libera gases dañinos al ecosistema, o languidece indefinidamente en los vertederos u océanos, donde, alternativamente, los rayos ultravioleta del sol o las olas lo descomponen lentamente en pequeñas partículas aún dañinas que envenenan a la vida marina al ser ingeridas. Y no va a irse en el corto plazo: la producción de poliuretano está aumentando en EE. UU. y el extranjero.
Sin embargo, el molesto plástico podría tener un combatiente natural, hallado en el menos pensado de los lugares: la selva tropical de la Amazonia. En 2011, 20 pasantes del Departamento de Biofísica Molecular y Bioquímica de la Universidad de Yale viajaron a Ecuador con el profesor Scott Strobel en un viaje anual de investigación y descubrieron un hongo que come solo poliuretano. Es el primer microbio encontrado que sobrevive exclusivamente de plástico y, lo cual es más notable, puede hacerlo en ambientes anaeróbicos (libres de oxígeno), lo cual significa que tiene el potencial de prosperar en el fondo de los vertederos. Strobel y sus estudiantes publicaron un artículo, “Biodegradación del poliuretano de poliéster por hongos endofíticos”, en la revista Applied and Environmental Microbiology en 2011.
“Es una investigación interesante. Pienso que este enfoque de biorremediación podría ser muy útil en el tratamiento de los desperdicios plásticos acumulados”, dice David Schwartzman, profesor emérito de biología en la Universidad Howard. Desde hace mucho él ha estudiado las propiedades ecológicas de los hongos y líquenes y publicó varios artículos sobre el tema. “Los vertederos son causas de varios problemas. Emanan metano junto con otros contaminantes que llegan a los mantos freáticos. Alguna biorremediación podría ser necesario para lidiar con las enormes montañas por la acumulación de tales desperdicios.”
En su artículo, los investigadores de Yale descubrieron que el hongo, Pestalotiopsis microspora, en la Amazonia, una de las áreas con mayor diversidad biológica del planeta. Los estudiantes llevaron una muestra a Estados Unidos, con permiso del gobierno ecuatoriano, y aislaron las enzimas en los hongos que permiten sus propiedades come-plástico.
Aun cuando Strobel no cree que haya suficiente en el estudio para garantizar una cobertura mediática, otros investigadores en el campo son más optimistas. Si se aplica con éxito en los vertederos, el hongo podría marcar un avance sumamente importante en las acciones en marcha de los conservacionistas para cambiar el modelo lineal de fabricación de nuestra sociedad, dice Joel Cohen, director del Laboratorio de Poblaciones de la Universidad de Columbia y la Universidad Rockefeller. “Bajo ese modelo, extraemos un recurso, procesamos el material, lo vendemos y lo desechamos después de usarlo”, dice él. “El problema con ese modelo es que ya no hay manera de tirar las cosas; aquello que desechamos regresa para dañarnos, de una u otra manera. Este estudio es parte de una acción más grande para remplazar eso con un modelo circular.”
La investigación de los hongos por sus propiedades de biorremediación no es algo nuevo en la comunidad científica; incluso tiene su propia subcategoría de estudios, llamados “micorremediación”. El libro Mycelium Running: How Mushrooms Can Help Save the World de Paul Stamets atrajo la atención mediática en 2005 por argumentar que ciertos hongos podrían ser capaces de combatir la viruela y el ántrax, así como contener la oleada de contaminación. Algunos hongos han sido estudiados por científicos en la última década por su capacidad para limpiar derrames de petróleo crudo.
De forma similar, Schwartzman dice que los resultados de Yale son los primeros y prometedores pasos de una examinación científica mucho más amplia. “Esta investigación es valiosa, pero deberíamos ser muy cautelosos con respecto a la aplicación”, dice él. “Yo sería muy receloso con respecto a liberar algún organismo en un ambiente [nuevo]. Eso está plagado de peligros potenciales.”
Schwartzman cita la basura plástica y las partículas microplásticas obstruyendo los océanos. “Solo estoy imaginándome un escenario en el que digamos: ‘Deshagámonos de los plásticos marinos al rociar estos hongos’ [en el océano]. Para mí, esa no es una solución viable”. Él ofrece un plan alterno: “Juntar los desechos y luego aplicar la biorremediación para descomponerlos parecería un enfoque valioso”.
Más allá de ello están las implicaciones del tipo película de horror dentro de la estructura del microbio, dice Cohen. Él señala una de las propiedades del hongo, como está descrita en el artículo de Yale: su capacidad potencial de adoptar los genes de otras especies e infectar a otras especies con sus propios genes. Como lo señala brevemente el estudio de Yale: “Pestalotiopsis microspora… tiene una propensión a la transferencia genética horizontal”.
Cohen cita el virus de la mixomatosis, descubierto en Uruguay, que fue introducido en Australia en la década de 1950 en un intento de contener la población enorme de conejos y rápidamente se salió de control a lo largo y ancho del continente. “¿Cuál es la posibilidad de una transferencia genética horizontal para que el gen productor de este químico digestivo sea transferido a otros organismos que no estaban diseñados para tener ese gen?”, pregunta Cohen. “¿Hay un riesgo de que el proceso de degradación pueda propagarse fuera de control?” En otras palabras, la enzima comedora de basura posiblemente podría mutar con otros organismos en el vertedero y empezar a descomponer materiales aparte del poliuretano —grandioso para los guionistas de películas de horror; no tanto así para la gente que vive en las cercanías.
Los estudiantes de Yale plantearon que podrían ser capaces de criar el hongo en ámbitos de laboratorio y probarlos en zonas con mucho plástico, aunque todavía no han compartido más información al respecto. (No teorizaron sobre las estrategias de transportación o contención, las cuales serían claves.) Ellos también instaron a los expertos futuros a retomar su investigación, escribiendo: “La facilidad relativa con la cual los organismos pueden ser aislados y protegidos hace de este un proyecto sumamente accesible y ambientalmente relevante para interesar a los estudiantes universitarios en la investigación científica”.
“Esto deja en claro la importancia de conservar la biodiversidad”, dice Cohen. “Las bacterias y los hongos son más viejos y más sabios que nosotros. Ellos han estado por aquí por muchísimo tiempo, tal vez cientos de miles de veces más que toda la existencia de la especie humana. Tenemos que proteger las reservas que todavía no entendemos.”