¿Qué será más indignante? ¿La corrupción y el tráfico de influencias de la clase política y empresarial, o que a la sociedad se le quiera ver la cara de estúpida? Ante el reiterado intento de dar explicaciones no apegadas a la verdad, el gobierno actual lo único que está provocando es cavar su propia tumba de ausencia de legitimidad.
Los argumentos catastrofistas y el señalamiento de que existen desestabilizadores sociales en contra del proyecto del presente gobierno son tan simplones y tan evidentemente infantiles que ya ni el candidato eterno de una tribu Morena los utilizaría. Sorprende a la vez que esta “nueva” clase política no haya entendido que sociológicamente nuestra población es muy distinta a la que gobernaban sus ancestros. Hoy contamos con una ciudadanía más urbana, con más clase media, con más recursos, mejor preparada, mejor conectada y menos ingenua que la de hace 30 años.
Por supuesto, es cierto que existen actores y grupos a quienes les viene muy bien que al PRI y al gobierno actual les vaya muy mal, sobre todo de cara al 2015, pero de ahí a culparlos y decir que todo lo que sucede se debe a ello, hay una gran distancia. Más bien, valdría la pena preguntarse si todo lo que está sucediendo se debe a las pifias de un gobierno ineficaz y que tartamudea al ejercer el legítimo poder o la violencia legitima. Se le podría cuestionar por qué respondió mal y tardíamente a los eventos de Michoacán y Guerrero. Por ejemplo, ¿será cierto que al matrimonio Abarca lo encontraron en Veracruz y que lo “sembraron” en Iztapalapa para desviar la atención y cargar las culpas al PRD? Igualmente sería interesante conocer qué valoración a qué hechos hicieron los asesores para recomendarle a EPN viajar a Asia. Por curiosidad científica, convendría saber cómo diseñaron la evidente estrategia mediática para intentar tapar el sol con un dedo con las relaciones económicas del empresariado nacional, el Estado de México y el hábitat presidencial, y mandar inútilmente a la opinión pública a la señora Rivera.
Tanto gobierno como empresariado y ciudadanía somos corresponsables de que las instituciones se fortalezcan y que proporcionen certezas para la gobernabilidad. Es un tema fundamental que debemos cuidar por el bien común y por la consolidación de nuestra democracia.
La gobernabilidad democrática presupone la corresponsabilidad de todos los actores —gobernantes, empresarios, ciudadanos— para su construcción y permanencia. Por un lado, no podemos minar la credibilidad institucional, pero por el otro tampoco podemos dejar de lado la crítica participativa. Son los nuevos tiempos los que exigen el ejercicio del poder de manera distinta.
Esos supuestos o reales agentes desestabilizadores reciben ayuda, sin duda alguna, de la realidad de un gobierno que no atina a ejercer el poder democrática y transparentemente de cara a una nueva realidad social, que definitivamente no es aquella que pintaba Vargas Llosa con su frase de que en México se vivía la dictadura perfecta.
Hoy, el poder, tanto político como económico, no ha entendido que este se debe ejercer de manera distinta. No ha entendido que el Estado de derecho, la transparencia y la rendición de cuentas son hoy condiciones necesarias para construir una democracia. Hoy evidentemente no vivimos en aquella supuesta dictadura perfecta, pero los hechos nos muestran que sí vivimos en una democracia imperfecta.
@politicabierta