La represión de las protestas a favor de la democracia en Hong Kong está amargando las relaciones de China con Taiwán.
Los paraguas están pagando las consecuencias en Beijing. El Comité Central tal vez haya conseguido, hasta ahora, evitar un derramamiento importante de sangre en su enfrentamiento con los manifestantes de Hong Kong, pero el choque entre los defensores de la democracia y los guardianes de la doctrina comunista está repercutiendo en muchas de las provincias chinas y ensombrece sus esperanzas de anexarse pacíficamente la isla independiente de Taiwán y unirla con China continental.
Las protestas a favor de la democracia en Hong Kong dan una señal desalentadora a los empresarios de la región. Después de años de mejorar los lazos comerciales entre Taiwán y su gigantesco vecino, muchos taiwaneses sienten que la distensión avanza demasiado rápido para su comodidad. Los choques en Hong Kong entre las autoridades apoyadas por Beijing y los manifestantes son un mal augurio para quienes en Taiwán defienden una mayor integración con China continental.
Ma Ying-jeou, presidente de Taiwán, ha hecho más que cualquiera de sus predecesores para aligerar las tensiones, firmando docenas de tratados con Beijing que parecían impensables hasta hace poco. Aun así, incluso antes de que los eventos en Hong Kong empezaran a dominar nuestras pantallas de televisión a fines de septiembre, los jóvenes taiwaneses protestaron en contra de su quedar bien con China, obligando a repensar un importante acuerdo comercial con el monolito comunista del que la isla se separó en 1949.
Ahora, mientras el partido Kuomintang de Ma enfrenta un desafío, en una ronda de elecciones locales el 29 de noviembre, contra candidatos del opositor Partido Democrático Progresista, el presidente ha reprochado rápidamente a la dirigencia de Beijing, expresando solidaridad con el movimiento a favor de la democracia en Hong Kong.
“Ésta es una prueba más que importante para la nueva dirigencia de China”, dijo un alto diplomático de la región, quien ha manejado las relaciones de su país con Beijing. Hablando bajo la condición del anonimato, ya que las críticas a China son una cuestión delicada en la región, el diplomático dijo que Xi Jinping, quien todavía no cumple dos años como líder de China, parece “impredecible”. La manera en que él concluya la crisis de Hong Kong —pacífica o lo contrario— no sólo pondrá a prueba la capacidad de Xi para manejar los asuntos internos sino también las relaciones de China con sus vecinos.
Conforme crecía la crisis de Hong Kong, Xi demostró su falta de olfato político al invitar a empresarios a favor de China de Taiwán para que visitasen China continental. “Un país, dos sistemas” era la mejor manera de hacer realidad la reunificación entre la nación continental y la isla independiente, dijo él. Pero el distrito empresarial de Hong Kong estaba sitiado por los manifestantes; difícilmente el momento apropiado para revender la idea ambigua, la cual China parece haber incumplido unilateralmente en Hong Kong.
La noción de “un país, dos sistemas” prometía un autogobierno completo en Hong Kong cuando Gran Bretaña entregó el control de su otrora colonia en 1997. Pero los enfrentamientos recientes en las calles parecían haber acabado con toda esperanza de que Beijing permitiría que siguiese prosperando la democracia establecida desde hace mucho en la ciudad. China insiste en seleccionar una lista de candidatos para una elección programada para 2017, mientras los manifestantes exigen que a cualquiera se le debiera permitir presentarse a la elección.
Reaccionando a la reunión de Ma con partidarios taiwaneses, Ma se dirigió a la nación en el Día Nacional de Taiwán. Revirtiendo su habitual y cuidadoso tono conciliador, él llamó a Beijing a convertir a toda China en una democracia constitucional en vez de aplastar la democracia en Hong Kong. “China simplemente cumpliría un compromiso que hizo hace 17 años, cuando dijeron que por 50 años permitirían que Hong Kong fuera gobernada por la gente de Hong Kong, con un alto grado de autonomía y la elección del jefe del ejecutivo a través del sufragio universal”, dijo él.
“Ahora que los 1,300 millones de personas [en China continental] se han vuelto moderadamente ricos”, añadió Ma, “por supuesto que ellos desearán disfrutar de más democracia y más imperio de la ley. Tal deseo nunca ha sido un monopolio de Occidente, sino que es el derecho de toda la humanidad”.
Fue una declaración valiente de principios por un hombre que ha hallado la manera de coexistir con su gigantesco país vecino. “Ma se las ha arreglado para negociar más de 20 acuerdos con China, y lo hizo como un igual”, dijo Jerome Cohen, profesor de la Universidad de Nueva York y un observador veterano de China. Con Ma, la regularidad de los vuelos entre la isla y China continental aumentaron el turismo, los fabricantes de alta tecnología de Taiwán movieron fábricas importantes a China, y los intercambios culturales crecieron. El comercio al través del estrecho de Taiwán totalizó US$197,000 millones el año pasado, casi cinco veces la cifra de 2002.
Pero ahora, “en el momento en que a Ma le encantaría tener una oportunidad de reunirse con Xi, más bien lo vemos denunciar a Xi”, dijo Cohen. Incluso antes de que las manifestaciones en Hong Kong comenzaran en septiembre, cuando Ma estaba a punto de firmar un nuevo gran pacto, el Acuerdo de Servicios Comerciales al Través del Estrecho, muchos estudiantes y líderes civiles taiwaneses empezaron a temer que la rápida integración económica con China continental expondría a Taiwán a demasiada presión política de parte de la nación continental.
En marzo, comenzaron unas protestas pacíficas bajo el estandarte de “Movimiento Girasol”, obligando a Ma a retrasar la firma del acuerdo comercial. Mientras tanto, el movimiento a favor de la democracia en Hong Kong observó detenidamente las manifestaciones taiwanesas, dijo Vincent Wang, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Richmond. Los dos movimientos se acercaron, señaló él, y sus líderes en Taiwán y Hong Kong se comunicaron entre sí, intercambiando consejos tácticos e información.
“El Movimiento Girasol en Taiwán impresionó [a mucha gente en la región] al llevar a cabo manifestaciones pacíficamente”, dijo Wang, hablando durante una visita reciente a Taiwán. La conducta de los manifestantes taiwaneses fue una de las razones de que las “manifestaciones en Hong Kong fueran notablemente corteses y pacíficas”, dijo él.
No obstante, Beijing y sus aliados en Hong Kong se han negado a transigir. Cuando le pregunté recientemente a un diplomático chino si la negativa a permitir que cualquier residente de Hong Kong se presente a la elección viola el acuerdo con Gran Bretaña de conservar la independencia política de Hong Kong, él me corrigió de inmediato: “No era un país, dos sistemas, sino una autonomía extendida”, dijo él.
El concepto de un país, dos sistemas fue desarrollado inicialmente por el entonces jefe de gobierno de China, Deng Xiaoping, en la década de 1980 como un plan para integrar pacíficamente a Taiwán a la nación continental. Sólo después fue adaptado para Hong Kong, y al día de hoy sigue siendo el plan oficial de China para con Taiwán, que Beijing todavía considera como parte de China.
Pero como ahora Beijing está dejando en claro que no le permitirá a Hong Kong conservar su sistema democrático después de todo, cualquier ilusión de que Taiwán algún día accediese a un acuerdo similar se ha evaporado rápidamente, junto con muchos otros de los enfoques de Ma con respecto a China.
“No pienso que alguien haya esperado que Taiwán fuese atraído a una reunificación pacífica”, dijo Susan Shirk, presidenta del Programa de China en el Siglo XXI de la Universidad de San Diego. Aun cuando tanto Hong Kong como Taiwán son chinos, con los años han desarrollado una identidad separada a la de la nación continental, un hecho que al parecer se les pierde en Beijing. “No sé si ellos en verdad entienden el problema de la identidad”, dijo Shirk.
Mientras tanto, Beijing nunca ha retirado su amenaza de anexarse Taiwán por la fuerza, e incluso que los lazos comerciales han aumentado, China ha aumentado la cantidad de misiles que apuntan a Taiwán. Conforme se acerquen las elecciones de Taiwán, debemos esperar que Taiwán solicite nuevas armas defensivas estadounidenses, dijo Wang. Por ejemplo, dijo él, Taiwán podría pedir a EE UU las heliografías de submarinos diésel para construir nuevos submarinos y reponer las flotas anticuadas en los astilleros taiwaneses.
Desde hace mucho la política de EE UU ha sido defender a Taiwán de cualquier intento chino de anexarla por la fuerza y mantener las capacidades defensivas de la isla. Pero desde 2001, cuando EE UU le vendió a Taiwán ocho submarinos, ningún nuevo e importante sistema de armamento estadounidense le ha sido vendido a la isla. Cuando Taipéi trató recientemente de comprar una nueva generación de jets caza F-16, la administración de Obama más bien optó por renovar sus viejos F-16.
“Sabemos que la gente en Taiwán y China occidental están a las vivas por si hay el más mínimo cambio, y somos muy cuidadosos de no cambiar” esa política armamentista, dijo Shirk, quien fue funcionaria del Departamento de Estado en la época de Clinton con responsabilidad en China, Taiwán, Hong Kong y Mongolia.
A pesar de la delicada danza diplomática de la venta de armas de EE UU a Taiwán, ¿un enrarecimiento en las relaciones entre Taiwán y China, combinado con las políticas más firmes de Beijing a lo largo y ancho de la región, podría devenir en una confrontación militar? ¿o incluso una guerra?
“Espere un aumento en las tensiones, pero yo no pienso que resulte en hostilidades”, dice Cohen, de la Universidad de Nueva York, añadiendo: “Por otro lado, a menudo he estado equivocado antes”.