Pese a sufrir diabetes, Yolanda combina trabajos para lograr los ingresos que le permitan subsistir a ella, su hijo y un nieto.
Yolanda S. camina tan rápido como su artritis reumatoide se lo permite, pues no puede darse el lujo de faltar a alguno de sus cinco trabajos. Ella es una más en la vasta selva de concreto que es el Distrito Federal, y apenas un número en las estadísticas económicas del país, número que toma una perspectiva diferente cuando lo humanizamos y nos adentramos en su historia.
Yolanda trabaja aseando casas (tres diferentes) por las mañanas, y atendiendo una papelería por las tardes. Todo ese esfuerzo le sirve para ganar 3800 pesos al mes, y con eso se las tiene que ingeniar para pagar renta, transportarse y mantener a un hijo adolescente y un nieto.
Su vida no ha sido fácil, pero no culpa a nadie. Es sencilla y dicharachera. Si fuera un personaje de televisión sería la Tarabilla, porque habla a la misma velocidad y con una voz casi idéntica. Alegre y sonriente a pesar de las dificultades, su alegría se desvanece conforme hablamos de su vida y su situación actual.
“Como no ganaba lo suficiente, tuve que buscar un trabajo por las tardes y aun así tengo que hacer maravillas”, dice esta mujer que acaba de cumplir 52 años. “Lo que gano me alcanza para tres semanas. La semana restante hago milagros, y a veces me ayudo con trabajos de costura para que me alcance el dinero”.
Yolanda fue costurera, pero hace algunos años se quedó sin trabajo. Después de pasar ocho meses desempleada se decidió a ofrecer sus servicios para hacer el aseo en casas porque fue la única manera de conseguir dinero.
Entre renta, comida y pasajes, se le va el dinero como agua entre las manos. A esto hay que sumarle una enfermedad desgastante llamada diabetes. Normalmente consigue sus medicamentos en el centro de salud, pero cuando no hay, entonces tiene que comprarlos, gasto que la desbalancea y la pone en aprietos.
“El transporte es en lo que más gasto. He notado que ha subido y sufro con cada aumento porque no sé si me va a alcanzar. Entre microbuses y metrobús se me va casi la mitad de lo que gano al día. Gracias a Dios el servicio de RTP que pusieron cerca de mi casa es barato, y con eso puedo ahorrar cuatro pesos por pasaje, además de que son mucho más seguros los camiones que los peseros”.
Con mirada triste, asegura: “Yo no sé nada de política, pero creo que las cosas están muy difíciles en el país. A veces siento que las personas de bajos recursos, como yo, no somos tomadas en cuenta. También creo que falta conciencia en los empleadores, porque para muchos en mi condición es casi imposible sobrevivir con lo que nos pagan”.
Su hijo adolescente la mira callado. Él le ayuda en su trabajo porque no está estudiando por el momento, y entre los dos sacan adelante a Carlitos, nieto cuya custodia tiene Yolanda por diversos problemas de su hija mayor.
Tres bocas que alimentar con un ingreso de 3800 pesos mensuales no es un problema menor, pero regresa al tema de la renta: “Estoy pagando 2000 pesos de renta y me la suben 200 pesos cada año. Usted ya se imaginará el problema que es, porque de algún lado tengo que sacar ese dinero. Pero siempre nos las ingeniamos para salir adelante. Apretados a veces, pero lo logramos”.
A Yolanda le gusta bailar y lo hace siempre que puede. La invitan a fiestas en su colonia o a lugares familiares a los que puede llevar a su hijo y a su nieto. Es su única distracción, y mientras baila olvida los problemas económicos por los que está pasando. Es necesario, comenta. Las preocupaciones pueden matar y ella prefiere sacarlas a bailar.
A su edad es muy difícil que alguien le ofrezca un trabajo bien remunerado. “En ocho años seré un adulto mayor y sería bonito que las personas mayores pudiéramos acceder a trabajos dignos que nos ayuden a salir adelante. Una vez pasados los 40 años ya no nos reciben en ningún lado. En lugar de ver la capacidad o experiencia que uno tiene, le dan vuelta a la solicitud, ven la edad y ya se amoló la cosa, porque ya no nos reciben”.
Ha tenido que mudarse varias veces porque le han subido la renta y no ha podido pagarla. Por eso su mayor preocupación radica en que no tiene una vivienda propia. Ese tema cala hondo; con lágrimas surcando sus mejillas dice: “Me encantaría tener cerca al Presidente y pedirle que pensara en ayudar a las personas que no tenemos un ingreso o trabajo fijo. Que viera la posibilidad de facilitarnos créditos para una vivienda. No pido que nos regalen nada, solo que busquen la manera de ayudarnos un poco”.
Con la sensibilidad a flor de piel habla de lo que le hubiese gustado ser: “No tuve la oportunidad de estudiar una carrera. Me gustaría mucho estudiar algo relacionado con belleza, pero por los trabajos que tengo y el poco tiempo que me queda es imposible. Me encanta lo relacionado con la belleza y mi edad no es un impedimento para aprender, el impedimento es el dinero, porque si no trabajo no comemos”.
Se tiene que ir porque hace dos horas de camino a su casa y debe llegar a tiempo para ir a trabajar en la papelería. Por más cansada que sea su rutina, especialmente por sus condiciones de salud, no puede darse el lujo de faltar. Y allá va con su rápido andar a alcanzar el camión, ese en el que la esperanza todavía es un pasajero.
Ella es uno de los muchos números que se reflejan en los indicadores económicos. Podría ser un número más, pero cada número tiene una historia y esa historia los convierte en lo que en realidad son: seres humanos.
A final de cuentas, como dice Yolanda: “Nunca pierdo la esperanza de mejorar. El día que la pierda no tendré de dónde agarrarme”.
De un vistazo
Yolanda Sánchez recién cumplió 52 años. Estudió hasta sexto de primaria, es divorciada y tiene dos hijos: Jazmín y Abraham. Vive en la colonia Olivar del Padre, en la delegación Álvaro Obregón del Distrito Federal, con su hijo y con su nieto de siete años.
Su hogar consta de un solo nivel en el que hay una recámara, un baño, comedor y cocina. En su casa tiene estufa, refrigerador, comedor, televisión, camas y equipo de sonido. No cuenta con sala, tv por cable, internet, teléfono, computadora, tableta, consola de videojuegos, teatro en casa ni automóvil.
Todo el dinero que gana se va en pagar renta, comida, transporte y, ocasionalmente, algunos medicamentos.
Sus cinco trabajos no le dejan tiempo para buscar más ingresos, por lo que se las tiene que ingeniar para cubrir los 200 pesos anuales de incremento en la renta.
Sus ingresos son de 3800 pesos mensuales y, ocasionalmente, suma entre 100 y 200 pesos extras por trabajos de costura que realiza.
Queda claro que no tiene dinero para ninguna diversión. Hace años que no va al cine, y algún viaje queda tan solo como un simple deseo.
Sin más tiempo para generar ingresos y sin empleos bien pagados, cada vez le es más difícil salir adelante.
@FelixLoperena