En 39 años de reinado, Juan Carlos I fue símbolo de una muy frágil unidad nacional.
Un país que solo ha logrado conservar su unidad a través del absolutismo y la dictadura, y que únicamente ha sabido dirimir sus conflictos a través de la guerra, se enfrenta nuevamente a un reto histórico, a un momento decisivo, al fin de una era.
La abdicación de Juan Carlos I de Borbón, rey de España, puede significar una continuidad armoniosa o una ola de separatismos, una renovación monárquica o el nacimiento de una república, una etapa de acuerdos o de resurrección de conflictos, e incluso el fin de una de las dinastías más legendarias de Europa.
Historia de dos familias
Dos familias marcaron la historia de España y en gran medida la de Europa: los Habsburgo y los Borbón, las dos dinastías no españolas que han gobernado España.
Antes de los Habsburgo España aún no era España. La Península Ibérica estaba fragmentada en docenas de reinos, musulmanes y cristianos, que para el siglo XV se habían agrupado en torno a Portugal, Castilla, Aragón y Granada. Castilla y Aragón se unieron a través del matrimonio de Isabel y Fernando, quienes a su vez terminaron de derrotar y expulsar a los musulmanes. Ese es el germen de España.
Los reyes católicos tuvieron una hija, Juana la Loca, a la que casaron con Felipe el Hermoso, miembro de una prominente familia de origen austriaco que comenzaba a despuntar como la más poderosa de Europa: los Habsburgo; una dinastía cuyos orígenes se remontan a las invasiones de los pueblos germánicos en el siglo IV. Tomaron su primer corona real en Croacia en el siglo XIII, un siglo después eran señores de Austria, más adelante lograron ser sacros emperadores germánicos, y a través del matrimonio de Felipe con Juana aseguraron el domino de lo que comenzaba a nacer como España.
El hijo de Juana y Felipe se convirtió en rey de Castilla y Aragón en 1516 con el título de Carlos I, mucho más famoso por su nombre de emperador germánico: Carlos V, el hombre en cuyo imperio jamás se ponía el sol, pues además de Alemania, Austria, España y Países Bajos, poseía toda la América española. Cinco Habsburgo gobernaron España en casi dos siglos, de 1516 a 1700, todos ellos descendientes directos: Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, quien murió en noviembre de 1700 sin dejar un solo heredero que tomase la corona de España. Por esa razón legó el trono en testamento a un sobrino-nieto de una familia francesa que 200 años antes no era nada: los Borbón.
Para mediados del siglo XVI la familia Valois reinaba en Francia en medio de las guerras de religión derivadas de la reforma protestante; mientras otras familias emparentadas, entre ellas los Borbón, reyes luteranos de Navarra, aspiraban a quitarles el trono, lo que finalmente lograron en 1589, cuando Enrique de Borbón, rey de Navarra, tomó la corona francesa con el título de Enrique IV, cinco años más tarde debió convertirse al catolicismo para ser reconocido por todos sus súbditos, principalmente los rebeldes de la capital; de ahí aquella frase célebre de París bien vale una misa.
Cinco Borbón gobernaron Francia en casi dos siglos, de 1589 a 1791, todos ellos descendientes en línea directa: Enrique IV, Luis XIII, Luis XIV, Luis XV y Luis XVI, el hombre que perdió el trono y la cabeza en la revolución. Tras la revolución vino Napoleón, y tras él, la restauración de la monarquía. Dos Borbones más reinaron en Francia: Luis XVIII y Carlos X, este último expulsado del trono por otra revolución en 1830. La Casa de Borbón perdía Francia para siempre.
Pero desde 1700 tenían España, derivado de alianzas matrimoniales, un poco de estrategia y un mucho de suerte. A lo largo del siglo XVII las hijas de los reyes Habsburgo de España, Felipe III y Felipe IV, fueron casadas con los reyes Borbones de Francia Luis XIII y Luis XIV; derivado de lo anterior los Borbones franceses eran finalmente una rama más de la familia Habsburgo. Fue por eso que al morir sin descendientes, Carlos II de España heredó el trono a Luis Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV, el famoso Rey Sol.
Luis Felipe de Borbón se convirtió en rey de España con el nombre de Felipe V, y es el origen de la dinastía que hasta hoy reina en aquel país. Juan Carlos I de Borbón, y su hijo, quien será Felipe VI, son descendientes directos del Rey Sol por el lado Borbón, de Carlos V por el lado Habsburgo, y en consecuencia de los reyes católicos. Ese es el rey Juan Carlos que abdica el trono español, y esta es, después de la invasión de Napoleón y de la Guerra Civil española, la mayor crisis que la dinastía Borbón enfrenta en España.
Las crisis de los Borbón
Los Borbón tomaron el trono en 1700 y la primera gran crisis llegó en 1808, cuando Carlos IV y su hijo Fernando VII se peleaban por el trono, hasta que Napoleón se los quitó a los dos para dárselo a su hermano José Bonaparte, rey de España de 1808 a 1814.
Tras la derrota de Napoleón, Fernando VII recuperó el trono, pero el siglo XIX fue caótico y violento para los españoles y sus reyes. Fernando modificó las leyes para que su hija pudiera sucederlo, y eso generó tres guerras civiles conocidas como guerras carlistas, que asolaron a España en toda esa centuria… así llegamos al siglo XX y al otro rey Borbón que perdió la corona: Alfonso XIII.
Alfonso XIII tuvo un reinado de claroscuros, por un lado modernizó e industrializó España, por el otro estuvo desbordado de conflictos sociales que solucionó apoyando la dictadura del general Primo de Rivera. En abril de 1931 hubo elecciones municipales en España, y el movimiento republicano tuvo efusivas victorias en todo el país. La interpretación de ese hecho fue simple: el pueblo español votaba por abolir la monarquía y proclamar la república; así lo entendió Alfonso XIII, quien se exilió voluntariamente.
El 14 de abril se proclamó la república… pero les fue arrebatada por Francisco Franco en la guerra civil de 1936 a 1939 para dar paso a una dictadura que se prolongó hasta la muerte del dictador en 1975…
Monarquía o república, un dilema centenario
Lo que Franco intentó en 1936 fue un golpe de Estado que al encontrar resistencia se convirtió en guerra civil. Se pensaba que el objetivo era restablecer la monarquía; y quizás así fue al principio, pero finalmente Franco mantuvo el poder.
Alfonso XIII murió exiliado en 1941, con lo que su hijo don Juan de Borbón se convirtió en el heredero al trono, pero el dictador dejó muy claro que la monarquía no sería restablecida por el momento. El hijo de don Juan, Juan Carlos de Borbón nació en Roma en 1938; cuando cumplió 10 años Franco se comunicó con don Juan para plantearle que su hijo fuera educado en España. Con algunas interrupciones derivadas de la mala relación de Franco y don Juan, el fututo rey Juan Carlos creció y se educó en España, teniendo como residencia el Palacio de la Zarzuela.
A finales de la década de 1960 Franco estableció que Juan Carlos de Borbón heredaría el poder a su muerte, a título de rey, y le confirió el título de Príncipe de España; incluso tomó el poder de forma interina en dos ocasiones entre 1974 y 1975, cuando Franco estuvo gravemente enfermo. Finalmente el dictador murió a finales de 1975 y Juan Carlos fue elevado a rey.
El papel del nuevo rey fue vital para evitar nuevos conflictos, principalmente al anunciar una monarquía constitucional y democrática, y más adelante al desvirtuar un intento de golpe de Estado en 1981. La Constitución lo reconoció como heredero de la histórica dinastía Borbón y como símbolo de la unidad nacional. Eso es lo que fue en 39 años de reinado, símbolo de una muy frágil unidad nacional.
Con su abdicación se abre el debate, los republicanos despiertan, los separatismos se avivan, y la palabra referéndum comienza a brotar de los labios de muchos españoles que nuevamente hablan de la abolición de la monarquía. Es muy poco probable que el gobierno avale dicha consulta, pues a casi todos en la política española les conviene el actual statu quo; pero el hecho es que los españoles ya se habían manifestado contra la monarquía y por la república desde 1931, una república arrebatada por la fuerza.
Juan Carlos I fue símbolo de unidad nacional, pero al mismo tiempo es el heredero de Franco, y la unidad nacional solo pudo mantenerse a través del miedo y la violencia durante el franquismo; fue Franco el que abrió muchas heridas que aún no cicatrizan en España, sobre todo las heridas de la imposición lingüística del castellano, origen de muchos de los actuales separatismos.
El pueblo español aprendió a querer a Juan Carlos I, pero ahora que abdica también recuerda que es el heredero del dictador, el hombre que asumió su cargo como rey jurando defender los principios del franquismo. España ya había votado por la república, y la abdicación de Juan Carlos significa para algunos el verdadero final del franquismo y el momento de volver al cauce republicano. La situación es que la decisión entre monarquía o república quizás sea la decisión entre unidad o separación.
El problema del futuro es la unidad de España, un país que, como todos, no es un hecho natural sino una construcción histórica; un país que, como muchos, se fue unificando por guerras, conquistas, matrimonios y alianzas dinásticas; pero un país donde al parecer esa unificación no terminó de afianzarse nunca, por eso solo pudo mantenerse por el poder de la monarquía absoluta o la dictadura.
El problema de fondo es seguir atados a ideologías decimonónicas como el nacionalismo, ideologías que se inventaron para dividir y controlar, haciendo creer a las personas que el azar geográfico de hablar otra lengua los divide naturalmente de los otros grupos humanos. Todo separatismo esconde de fondo algo de miedo y otro tanto de avaricia; el miedo por el cual las masas humanas se convierten en ovejas en busca de pastor, y la avaricia de los pastores que ven en el miedo la oportunidad de tener ovejas.
Abdica el rey y renacen los separatismos nacionalistas, principalmente el de Catalunya, que ya tenía planeado un referéndum de independencia a finales de este año, un referéndum que no es reconocido por el gobierno, que seguramente tampoco aceptará una consulta sobre la continuidad de la monarquía. Separación en tiempos de unidad, divisionismo en tiempos de globalización, nacionalismos que sobreviven a pesar de las terribles lecciones que la historia nos ha dado sobre el terror del nacionalismo.
España ha desperdiciado todas las oportunidades que la historia le ha dado de evolucionar y avanzar pacíficamente; siempre han optado por la imposición, la intolerancia y el conflicto. El siglo XXI les ofrece una nueva oportunidad de demostrar si han aprendido las lecciones del pasado. Ojalá así sea.
Juan Miguel Zunzunegui es mexicano, licenciado en comunicación y maestro en humanidades por la Universidad Anáhuac, especialista en filosofía por la Iberoamericana, master en materialismo histórico y teoría crítica por la Complutense de Madrid, especialista en religiones por la Hebrea de Jerusalén y doctor en humanidades por la Universidad Latinoamericana. Ha publicado cuatro novelas y varios libros de historia; lo pueden seguir en @JMZunzu y en su página www.lacavernadezunzu.com