Las empresarias suelen enfrentar problemas para obtener el apoyo de capitalistas de riesgo e inversionistas ángeles. Así es como se defienden.
Una despejada mañana de viernes en el mes de abril, en una habitación cerca de la cima del edificio del New York Times con una asombrosa vista del bajo Manhattan, que es el epicentro financiero del mundo, ocho grupos de mujeres esperan para promover sus empresas.
Todas ellas compiten por US$25 000 en inversión temprana por parte de cinco de los denominados inversionistas ángeles. La primera de ellas es Miki Agrawal, que habla con toda tranquilidad, en forma convincente y rápida. Ha hecho esto antes. Mira a los ojos a los cinco inversionistas, uno por uno, mientras describe algo con lo que todas las mujeres que están en la habitación puede identificarse: el miedo a los escurrimientos durante el periodo menstrual.
La línea de ropa interior que desarrolló con las otras dos mujeres que fundaron Thinx terminaría para siempre con este problema, dice, porque cuenta con cuatro capas de tela de alta tecnología en la entrepierna. Cuando llega a la parte en que las niñas de los países en vías de desarrollo suelen perder hasta una semana de clases mientras están menstruando simplemente porque carecen de los suministros higiénicos apropiados, y dice que su compañía donaría toallas sanitarias lavables por cada par de ropa interior que venda, los inversionistas asienten, con toda su atención puesta en ella.
Los empresarios acaban de terminar algo denominado The Pipeline Fellowship (La comunidad de los proyectos), que trata de nivelar el campo de juego para las mujeres en relación con los inversionistas ángeles, que son una parte cada vez más esencial de la formación de capital de Estados Unidos. Las nuevas empresas con al menos una mujer como miembro de su equipo fundador tienen aproximadamente 18 por ciento menos probabilidades de atraer a inversionistas de capital que sus equivalentes compuestos enteramente por varones, de acuerdo con datos del año 2013 obtenidos en una encuesta en curso realizada por la Universidad Emory. Sin embargo, tienen casi 20 por ciento más de probabilidades de haber generado ganancias, lo cual no es una diferencia menor en un mundo donde la gran mayoría de las nuevas empresas apoyadas por capital de riesgo fracasan. En los datos obtenidos por PitchBook se descubrió que, en 2013, solo 13 por ciento de todos los acuerdos de capital de riesgo en Estados Unidos se realizaron con mujeres, un aumento importante con respecto a los datos de la empresa obtenidos en 2004, los cuales señalaban que la cifra era de cuatro por ciento. Pero eso aún significa que 87 por ciento de los acuerdos se realizan con equipos compuestos enteramente por varones.
Estas cifras muestran solo una parte del panorama. El resto lo constituyen las experiencias, que suelen ir desde la frustración hasta la rabia, de las empresarias que navegan en el mundo de los inversionistas de capital donde 96 por ciento de los capitalistas de riesgo de alto rango son varones.
Secret, la aplicación para compartir confesiones de manera anónima, está llena de mensajes de empresarias que se quejan del proceso de hallar patrocinadores financieros. “Acabo de salir de una reunión con [un capitalista de riesgo] que no podía dejar de mirarme las tetas. No estoy segura de si esto significa que tenemos más o menos oportunidades de obtener su participación”, se lee en uno de ellos.
Kathryn Minshew, quien en 2011 cofundó The Muse, la herramienta de orientación profesional y búsqueda de empleo, dice que, con frecuencia, los capitalistas de riesgo que afirman que podrían estar interesados en invertir suelen invitar a las mujeres a tomar un trago. Pero en lugar de una reunión de negocios, resulta ser una cita personal. Durante el primer año de su compañía, dice Minshew, dedicó “probablemente 30 horas, tal vez más” en acudir a citas engañosas de esta naturaleza.
“Una de las preguntas más comunes que me hacen las empresarias más jóvenes es, ¿Cómo confirmar muy sutilmente con un inversionista que se trata de una reunión de negocios y no de una cita personal sin que se sienta ofendido?”.
Natalia Oberti Noguera, fundadora de The Pipeline Fellowship quien se autodescribe como “LGBTQ (miembro del movimiento a favor de las lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y otras manifestaciones de diversidad sexual) y feminista con F mayúscula”, ha enfrentado ese prejuicio. Es por ello que los asistentes al evento de presentación son casi todas mujeres. Solo dos hombres están en la audiencia, para respaldar a su cofundadora Holly Pressman, quien promueve su sitio de educación financiera FinLit.com. El programa de Oberti Noguera capacita a las mujeres para convertirse en inversionistas ángeles mediante asesoramiento con inversionistas experimentados y talleres acerca de temas como las debidas diligencias y la valuación. Las cinco mujeres que asistieron a la reunión de presentación (una ejecutiva de seguros, una ejecutiva hipotecaria, dos ejecutivas de una revista y la vicepresidenta de una escuela de Nueva York) se acercaban al final del programa, la parte donde las ocho posibles inversiones quedan reducidas a tres.
“Es probable que las personas inviertan en personas que las hagan sentirse seguras, y generalmente eso significa personas que no son diferentes a ellas. Por ello, si es así como funcionamos, hagamos que haya más mujeres y personas de color en el lado de inversión”, declaró a Newsweek Oberti Noguera.
En la primera mitad de 2013, de acuerdo con el Centro para la Investigación del Capital de Riesgo, solo 16 por ciento de las empresas que se promovían ante inversionistas ángeles eran propiedad de mujeres, pero 24 por ciento de ese grupo logró obtener fondos, lo cual representa un índice de éxito más alto que el promedio general. Eso puede deberse en parte a programas como The Pipeline Fellowship, Golden Seeds, 37 Angels y otros como ellos. Los inversionistas ángeles apoyan proyectos que les apasionan y que se encuentren en sus etapas tempranas de desarrollo, a cambio de acciones ordinarias de las empresas. Son una especie financiera distinta de los capitalistas de riesgo, que invierten dinero institucional, desde fondos de pensiones, fondos universitarios y personas adineradas, en sumas mucho más grandes, y generalmente exigen participar como miembros del consejo administrativo de las empresas a las que apoyan, así como una participación en el capital de la misma.
En un estudio publicado por la Universidad de Harvard en marzo, los inversionistas, hombres y mujeres, escucharon discursos promocionales reales, adaptados de empresas verdaderas. Cada discurso fue presentado en una de cuatro maneras ante diferentes inversionistas: en una versión, una voz masculina presentaba discurso al lado de la foto de un hombre atractivo. En otro, la voz era masculina y la foto del hombre era menos atractiva. Otras dos versiones estaban narradas por una voz femenina, una con la foto de una mujer atractiva y la otra, con la de una mujer menos atractiva.
En 68 por ciento de las veces, los inversionistas eligieron a las empresas presentadas por hombres. Solo 32 por ciento restante de los inversionistas decidieron financiar a empresas presentadas por mujeres, a pesar de que el discurso promocional era exactamente el mismo. Los discursos presentados por hombres más atractivos tuvieron una suerte considerablemente mayor que los presentados por hombres menos apuestos, mientras que los discursos presentados por mujeres atractivas tuvieron un desempeño ligeramente más bajo, por un margen insignificante, que los de las mujeres menos atractivas.
Ha leído bien: hombres y mujeres preferirían invertir en un hombre que en una mujer, especialmente si el tipo tiene la imagen adecuada.
“Se trata más de la intuición que de los datos”, afirma Deb Nelson, Director Ejecutivo de Social Venture Network, que conecta a empresarios sociales con inversionistas socialmente responsables. En la inversión tradicional, enfocada en la obtención de ganancias, especialmente en la financiación desde las primeras etapas, donde existen pocos datos, la decisión de a quién financiar puede reducirse a qué empresarios lucen y suenan como que tendrán éxito. Mientras la imagen que conjuramos en nuestra imaginación colectiva de un líder de negocios capaz sea la de un hombre atractivo (probablemente joven, probablemente blanco), esa imagen tendrá mucho de sexismo, racismo y discriminación por razones de edad. “Tenemos que desaprender la forma en que hemos sido sociabilizados”, dice Nelson.
Elegir a los Ganadores
Considérese la historia de una nueva empresa de tecnología llamada Clinkle. Lucas Duplan, su director ejecutivo, un varón blanco de 22 años, logró recaudar US$30 millones en inversiones durante el último año. Actualmente, la empresa ha despedido a la cuarta parte de su personal, ha perdido a su jefe de operaciones y ha sido calificada de un desastre por el sitio de noticias tecnológicas Re/code, todo ello sin siquiera haber lanzado aún su producto, una aplicación para transferir sigilosamente pagos entre teléfonos inteligentes.
“Yo no creo que la aplicación fuera tan impresionante”, declaró un exempleado a Business Insider. “Creo que se trató de Lucas, que es tan atractivo. Vende la visión de lo que cada inversionista quiere, que es la de un varón veinteañero de raza blanca y especializado en ciencias informáticas egresado de Stanford. Él cumple con esta imagen. Parece ser el próximo Mark Zuckerberg, y se comporta así”. Duplan declinó hacer comentarios para este reportaje.
Oberti Noguera dice que hay una lección más amplia que aprender en tales historias.
“Si un tipo tiene una excelente salida, entonces, por supuesto, el tipo fue impresionante. Y si un tipo no lo hace bien, es como, ‘Bueno, quizás no entiende bien la estrategia de fijación de precios’. Pero si una mujer no logra el éxito, es ‘Oh, las mujeres apestan’”, dice. “No tenemos suficientes historias de éxito de mujeres, por lo que las historias de fracaso terminan ensombreciéndolo todo. Tenemos tantas historias de hombres blancos exitosos, pero eso no quiere decir que el tipo tendrá éxito solo por ser blanco y vestir una sudadera con capucha”.
Si la apariencia no es un buen punto de referencia para los inversionistas, ¿qué sí lo es? En un informe de Dow Jones publicado en 2012, se encontró que una empresa con por lo menos una ejecutiva en el nivel de la vicepresidencia o la dirección tenía más probabilidades de lograr el éxito que las empresas que no tenían ninguna mujer en ese nivel. El informe indica que, en el caso de las nuevas empresas apoyadas por capital de riesgo con cinco o más ejecutivas, 61 por ciento tuvieron éxito y solo 39 por ciento fracasó, en comparación con un índice de fracaso de 50 por ciento en general. En el estudio no se encontró ninguna relación estadísticamente importante entre una compañía con fundadoras mujeres y su éxito, quizás porque había muy pocas de ellas: de las 20 194 empresas mencionadas en el informe, solo 1.3 por ciento tenía una fundadora mujer.
Hay quienes afirman que las mujeres tienen que adaptarse al sistema, en vez de lo contrario, que las mujeres mismas son culpables. Y no todos estos críticos son resabios recalcitrantes de la época en que está situada la serie televisiva Mad Men.
“Los capitalistas de riesgo no tienen ningún prejuicio contra las mujeres empresarias, simplemente nosotras no sabemos promover nuestro negocio”, se leía el año pasado en un titular del sitio web Venture Beat. La autora, Mauria Finley, una mujer que fundó Citrus Lane, un servicio de suscripción de productos infantiles, dice que las mujeres no piensan lo suficientemente en grande y dedican demasiado tiempo a centrarse en los detalles. En la revista Boston Globe, Fiona Murray, una de las autoras del estudio de Harvard, escribió que las mujeres debían “ver deportes” para tener algo de qué charlar con los inversionistas varones.
“Las mujeres deben hacer las cosas en forma proactiva contra una marea de prejuicios”, declaró Murray a Newsweek, añadiendo “Esto no quiere decir que esos prejuicios estén bien. No se trata solo de lo que las mujeres pueden hacer, sino también de lo que los hombres pueden hacer”.
Todos los inversionistas con los que Newsweek habló dicen que tener algo en común constituye una gran diferencia para obtener su apoyo. Tener una conexión personal con el producto propuesto también hace una diferencia.
De acuerdo con un estudio realizado por el Center for Talent Innovation (Centro para la innovación del talento) entre una amplia variedad de empresas corporativas, 56 por ciento de los empleados dijeron que los líderes de sus compañías no valoran las ideas por las que personalmente no perciben una necesidad, “incluso cuando [existen] datos y pruebas sólidas de que se trata de una buena idea que puede comercializarse”.
Jules Pieri, quien fundó el sitio de comercio electrónico The Grommet en 2008, dice que ella ha visto esto en acción. “Todas las mujeres han escuchado esto si su empresa tiene una faceta dirigida al consumidor: les dicen, ‘Voy a preguntarle a mi asistente, voy a preguntarle a mi esposa’. Y una simplemente desea tirarse por la ventana”, dice.
Ampliar el modelo
Proyectos como The Pipeline Fellowship están enfocados en lograr que más mujeres con recursos inviertan en otras mujeres. Pero tales soluciones funcionan dentro del sistema de inversión de capital. Danae Ringelmann desea un mejor sistema: campañas de crowdfunding (financiamiento colectivo) en línea, alojadas en sitios como Indiegogo, que ella fundó en 2007. Afirma que 47 por ciento de los proyectos que alcanzan su objetivo de financiación en la página Indiegogo están dirigidos por mujeres.
“El hecho de ser capaz de vender su idea a una persona es una dependencia que realmente no debería importar. Usted ha cambiado todo su enfoque para esa una persona, expresando lo que usted piensa que esa persona quiere escuchar”, dice Ringelmann.
Antes de Indiegogo, ella trabajaba en la banca de inversión. Un día, asistió a un evento en Nueva York, donde las personas que hacían películas y producciones teatrales podían reunirse con posibles inversionistas, aunque no tuvieran el dinero o las influencias suficientes para financiar un proyecto. Un director se acercó a ella, esperando que ella pudiera contribuir para hacer que su producción de Incident at Vichy de Arthur Miller se hiciera realidad en Broadway.
Ella coprodujo una lectura de la obra, a la que los posibles inversionistas podían asistir y considerar si deseaban invertir o no. Al final, Ringelmann no pudo reunir el capital suficiente para montar la obra, en parte porque no tenía una relación personal con suficientes inversionistas de teatro.
“Las personas que más deseaban que la obra se hiciera realidad no tenían las relaciones de poder para lograr que esto sucediera”, dice. Muchos años después, surgió Indiegogo como un producto de esa experiencia aleccionadora. “Decidimos utilizar internet para ampliar [este modelo de capital]”, dice Ringelmann.
Indiegogo ha ayudado a miles de empresarios a ponerse en marcha. Empresas que deseaban buscar una inversión tradicional han usado el éxito de sus proyectos en Indiegogo como prueba de la viabilidad de su proyecto, de acuerdo con Ringelmann.
Por su parte, Indiegogo todavía necesitaba capital de riesgo para levantar el vuelo. Ringelmann dice que su equipo fue rechazado por más de 90 capitalistas de riesgo antes de obtener su primer dólar de capital de riesgo. Pero ahora, la financiación parece estar fluyendo: en enero, el sitio anunció que había recaudado US$40 millones en financiación de riesgo de Serie B, la etapa del financiamiento cuyo objetivo es acelerar el crecimiento.
Casino Royale
Un hecho que se pierde en todos los sombríos informes sobre la brecha de capital es que las mujeres ponen en marcha muchas empresas exitosas sin una financiación con capital de riesgo. De hecho, las mujeres son propietarias de 30 por ciento de todas las empresas de Estados Unidos. Muchas de ellas deciden no establecer contacto con inversionistas. En lugar de ello, hacen crecer su negocio con un ritmo directamente proporcional al éxito de su empresa.
El objetivo del capital de riesgo no es necesariamente desarrollar una empresa sustentable. Su objetivo es ganar mucho dinero. La inversión del capital de riesgo solo es útil siempre y cuando la empresa tenga un evento de liquidez muy importante, llamado “salida”, al ser adquirido o al salir a la venta pública. Las salidas son muy raras, y la mayoría de las nuevas empresas apoyadas por capital de riesgo fracasan.
Cuando una empresa nueva hace una presentación exitosa y recibe una inyección repentina de millones de dólares de capital de riesgo, es muy probable que haya hecho un acuerdo para crecer tan rápido como sea posible. Quizás alquile unas oficinas y entre en un frenesí de contratación de personal. Es una carrera hacia la salida.
Pese a toda su experiencia, los capitalistas de riesgo básicamente juegan a los dados, solo que con peores probabilidades. Solo 2.3 por ciento de los acuerdos de capital de riesgo dan como resultado un pago de más de US$100 millones, y 0.18 por ciento logran un pago de más de US$1000 millones, pero esos son los márgenes a los que apuntan las principales empresas. Más de 90 por ciento de las empresas nuevas apoyadas por capital de riesgo no logran alcanzar el éxito que habían proyectado, de acuerdo con una investigación realizada por la Facultad de Negocios de Harvard. Hasta 45 por ciento de ellas fracasan completamente y no producen ningún rendimiento para sus inversionistas, de acuerdo con los datos de Sand Hill Econometrics. Otro 25 por ciento podría ganar un poco de dinero, pero no logra devolver toda la inversión original. En ambos casos, es decir, alrededor de 70 por ciento de las veces, el empresario no obtiene nada en absoluto.
Limor “Ladyada” Fried, ingeniera del MIT, no buscó ningún inversionista en 2005, cuando fundó Adafruit, una empresa fabricante de equipos electrónicos de “hágalo usted mismo”. Adafruit obtuvo más de US$22 millones en ganancias durante 2013 y se espera que este año duplique el tamaño de su plantilla, compuesta por 50 empleados. Fried no está en contra del capital de riesgo o de los inversionistas ángeles, pero con una empresa que se centra en la educación y en “generar más ingenieros”, en vez de obtener ganancias a corto plazo, Fried no ve cómo el modelo de inversión de capital podría adaptarse, al menos, no por ahora.
Adafruit tiene más de 1800 productos en venta y constantemente crea otros nuevos. Recientemente, puso en marcha un nuevo programa para niños llamado Circuit Playground (El jardín de juegos de los circuitos). Un inversionista podría considerar que todos estos enfoques diversos están “fuera del negocio principal” que consiste en enviar pedidos de equipos, pero esta es solo la forma en que Adafruit hace las cosas, dice Fried.
“Si hubiéramos aceptado la inversión y no el crecimiento limitado, podríamos haber cometido algunos errores con la contratación y el espacio. Esto nos ha dado más flexibilidad para no tener la presión de lograr un rendimiento de la inversión por parte de un grupo externo. Estamos creciendo a nuestro propio ritmo y en nuestros propios términos”, dice Fried. “No ha habido ningún desafío que una inyección de efectivo hubiera podido solucionar. Y sabemos que al aceptar la inversión y a los inversionistas, habríamos dejado fuera un elemento importante que el efectivo definitivamente no puede solucionar: el tiempo”.
Es una lección que mujeres y hombres podrían tomar muy en serio.