Los bancos están a punto de colapsar porque no se dan cuenta de que los datos, y no el dinero, son su activo más valioso.
La banca, como la conocemos, comienza a parecer cada vez más anticuada que una impresora de matriz de puntos. En China, los consumidores acuden en masa para entregar sus ahorros a compañías de internet en lugar de bancos. En Filipinas, una clase media emergente paga sus gastos de educación y atención sanitaria utilizando dinero proveniente de una nueva camada de prestamistas de redes sociales. En Estados Unidos, un tercio de las personas encuestadas nacidas entre 1981 y 2000 dicen que esperan utilizar servicios de gestión financiera basados en la tecnología en lugar de los bancos, mientras que 71 por ciento dice que “Preferiría ir al dentista que escuchar lo que dicen los bancos”.
Supongo que no conocen a mi dentista.
Greg McBride, analista de alto rango de Bankrate.com, declaró recientemente, “Llámenme anticuado, pero si una persona pretende construir riqueza, ahorrar e invertir para el futuro, tiene que ser parte del sistema financiero tradicional”. Actualmente, esa opinión suena como cuando nuestros padres nos decían que no debíamos tener sexo antes del matrimonio.
Básicamente, los bancos son solo datos, muchos datos financieros. Han trabajado mucho para despoblar sus sucursales, de manera que los bancos no son algo físico para muchos de sus clientes. El dinero es principalmente un código que viaja a través de las redes. Actualmente, la principal ventaja competitiva para los bancos la constituyen las reglas que mantienen a raya a los intrusos.
Pero ni siquiera las reglas pueden proteger a los bancos durante mucho más tiempo. El viejo concepto de la banca está siendo atacado por todos sus flancos por empresas de nueva generación que manejan datos e inteligencia, y los usan en formas más imaginativas. Durante años, se ha considerado que los bancos están próximos a sufrir una perturbación importante, y ahora estamos empezando a ver cómo podría ocurrir.
La “perturbación” podría ser iniciada por la comunidad tecnológica, con toda la circunspección que Louis C.K. aplica a las palabrotas que riman con “poder”. Generalmente, los expertos en tecnología aplican la etiqueta de perturbación a alguna falla catastrófica provocada por internet, como cuando la música digital dio al traste con los CD. Pero los bancos podrían sufrir una experiencia diferente. Podrían ser perturbados como una casa es perturbada por las termitas, que lentamente carcomen varias de las columnas de apoyo al mismo tiempo.
Lenddo parece ser una de esas termitas. Es una compañía apoyada por capital de riesgo estadounidense que opera en Asia, usando datos para la banca en formas que los bancos nunca considerarían tradicionalmente. La reflexión de Lenddo: los datos sobre las personas a las que usted conoce en las redes sociales y lo que esas personas dicen acerca de usted es más preciso que una calificación crediticia para determinar si usted pagará un préstamo.
“Durante cientos de años, los préstamos se basaron en la reputación”, me dijo Jeff Stewart, director ejecutivo de Lenddo. “Las redes sociales nos permiten volver a los fundamentos del crédito, pero ahora en una escala industrial mundial”. Hasta ahora, Lenddo opera solamente en Filipinas, México y Colombia. Esos países tienen una clase media emergente, y dichas personas no suelen tener un historial financiero que les pudiera hacer candidatas para recibir un préstamo por parte de un banco. Lenddo hace préstamos con base en la reputación social, arrebatando a los bancos a toda una generación emergente.
Lenddo no ofrece créditos en Estados Unidos debido al laberinto de reglas que existe en ese país. “Comenzamos a trabajar en Filipinas y hacíamos préstamos por un costo menor que el que representaba únicamente obtener una opinión sobre cómo hacerlo en Nueva York”, declaró Stewart. No obstante, en nuestro mundo hiperconectado, las finanzas son globales. Si Lenddo y compañías semejantes tienen éxito en el mundo en vías de desarrollo, ¿cree usted que esto no afectará a los mercados bancarios estadounidenses o europeos? Por supuesto que lo hará.
En China, las empresas de tecnología están sentando otro precedente. Hace menos de un año, Alibaba, que cuenta con cientos de millones de clientes de comercio electrónico, ofreció pagar a sus clientes una tasa de interés más alta que los bancos chinos. Para febrero, 81 millones de personas se habían inscrito, y actualmente, Alibaba maneja el fondo de inversiones más grande de ese país. Recientemente, Baidu, la principal empresa de búsquedas de China, solicitó una licencia para ofrecer servicios bancarios.
¿Por qué una compañía de internet entraría al negocio bancario? ¡Datos! El poder pertenece a las empresas que conocen más acerca de sus clientes. La banca absorbe enormes cantidades de datos acerca de sus usuarios: el dinero que tienen, las formas en que lo utilizan, las mercancías que compran. Y cuando una persona abre la aplicación bancaria de sus dispositivos móviles para revisar su dinero, esto proporciona más datos y más formas de ofrecer bienes y servicios a los clientes. Tras bambalinas, los ejecutivos de Google y Facebook deben estar mirando a Alibaba y Baidu y soñando con convertirse en el próximo el Sr. Drysdale (Los Beverly ricos) o George Bailey (¡Qué bello es vivir!), o cualquier banquero que les llegue la mente después de mirar Me-TV.
En Estados Unidos, aún con todas las reglas, los bancos se enfrentan a nuevas entidades que ponen en peligro sus operaciones. Seis años después de la crisis financiera de los créditos de alto riesgo, los principales bancos aún temen conceder créditos a pequeñas empresas, con excepción de las más solventes, dejando a un amplio sector de posibles clientes sin poder obtener préstamos tradicionales. Esto ha generado un nicho para un nuevo tipo de entidad crediticia, como Dealstruck, que usa internet para relacionar a personas adineradas con propietarios de pequeños negocios que necesitan créditos para crecer. Estas instituciones crediticias basadas en la tecnología han surgido más rápidamente que las tiendas de mariguana en Colorado.
Y encima de todo esto, tenemos a bitcoin. El bitcoin, o algún otro sistema de transacción digital mundial, tendrán un lugar preponderante en los próximos años. Será para las tarjetas de crédito lo que fue Skype para la industria de telefonía de larga distancia. Al producir una forma mejor y más barata de pagar, las transacciones digitales atraerán a los clientes de tarjetas de crédito de los bancos, y privarán a estos últimos de vitales ganancias.
Mientras los nuevos jugadores ofrecen formas más innovadoras de manejar el dinero, los bancos ciertamente no serán rescatados por sus relaciones con sus clientes. No conocemos a nuestros cajeros o a los directores de nuestra sucursal mejor de lo que conocemos a los cobradores de peaje de las autopistas. En línea, solo nos ofrecen productos no diferenciados, toman nuestros honorarios y nos hacen el favor de impedir que nuestro dinero sea robado o se extravíe.
No es de sorprender que las personas nacidas entre 1981 y 2000 no den ni un centavo por los bancos. La encuesta a tres años realizada por Scratch, en la que se encontró ese chisme de preferir acudir al dentista a escuchar a los bancos, llegó a la conclusión de que esta joven generación producirá cambios “cataclísmicos” en la banca.
Incluso la empresa de consultoría Accenture afirma que el porvenir no luce nada bien para los bancos. “Para 2020, 35 por ciento de la participación de mercado de los bancos en América del Norte podría estar a disposición de quien pueda hacerse de ella”, se afirma en un informe de Accenture, en el que se añade que 15 por ciento de las ganancias de los bancos podría pasar a manos de las empresas tecnológicas.
Los principales bancos, con todos sus gastos de operación, no podrán soportar ese daño. Las grandes estructuras solamente tienen que perder una o dos columnas para caer al suelo.