Cómo Estados Unidos quedó dentro de una de las zonas geopolíticamente más importantes en el futuro cercano
“Ninguna revolución ha logrado acercarse un milímetro a la igualdad humana”. George Orwell. 1984.
Un día de enero del año 2011, millones de árabes del norte de África y el Magreb se levantaron sedientos de libertad, cansados de los regímenes que los habían sometido por décadas, y decidieron que era momento de cambiar su vida y luchar por la democracia. Tomaron sus teléfonos y dispositivos móviles y comenzaron a tuitear hasta derrocar a los tiranos.
La peor parte de la historia anterior es que eso creyó gran parte del mundo occidental, pues eso dijeron los medios internacionales: la revolución democrática, la Primavera Árabe, el despertar del islam, el pueblo contra la tiranía. Los medios le llamaron a las redes sociales el quinto poder, y le dijeron al mundo que los inconformes e indignados del planeta contaban con Twitter para luchar por la libertad.
Muy bonito pensar que la presión de un pueblo cansado y pobre como el de Egipto, encauzada a través de redes sociales, haya generado un movimiento de proporciones tales como para deponer a Hosni Mubarak, pero el octogenario y vitalicio presidente de Egipto dejó el poder cuando lo presionó Barack Obama, y no precisamente a través de redes sociales.
Después de eso comenzó una aparente revolución en Libia, donde los tuiteros, no la OTAN, derrocaron al inmortal coronel Gadafi. El pueblo tomó sus telefónos inteligentes y sus blackberries para tuitear su descontento y derrocar a un gobierno tiránico. Eso nos dijo el cuarto poder, pero si el pueblo libio hubiera estado en contra de su dictador, no hubieran hecho falta ni los destructores de la OTAN ni los barcos y aviones estadounidenses frente a Trípoli, mucho menos las operaciones encubiertas para encontrar y asesinar al dictador.
La Primavera Árabe es el bonito discurso mediático que encubre una operación para tomar el control de los energéticos de la zona, como petróleo y gas shale. Lo de Twitter es el aderezo para que los inconformes del mundo reclamen donde sus quejas nunca serán atendidas: en Twitter.
¿Democracia o bienestar?
“En las democracias, las revoluciones son casi siempre obra de los demagogos”: Aristóteles.
En nuestra cultura caemos en el simplismo de pensar que la democracia por sí misma solucionará todos los problemas de un país, como si el simple hecho de que la gente salga a votar arreglara como por arte de magia los problemas económicos y sociales más profundos.
La democracia no es el origen del estilo de vida occidental, más bien, el estilo de vida occidental derivó, tras siglos de un largo proceso histórico, en la democracia. Del mismo modo, la democracia no fue el origen ni la causa de la prosperidad occidental, sino que la prosperidad occidental, que comienza con la monarquía absoluta, fue el origen y causa de la democracia. Eso habría que entenderlo, todo sistema sociopolítico y económico es resultado de varios procesos.
Ya deberíamos aprender que “regalar la democracia” no funciona, ahí tenemos a Irak, a Afganistán, a Libia, y los países que se vayan sumando a los enemigos de la libertad (que casualmente son todos petroleros). Pero la falta de representación popular no es en absoluto la causa de los conflictos en algunos países árabes; el fondo es, como siempre, la calidad de vida, y esta tiene que ver con la economía, no con la política.
Egipto es una supuesta democracia, pero solo tuvo tres presidentes desde 1959 hasta el 2011; cabe señalar que la gente vota, pero hablamos de un pueblo acostumbrado al liderazgo personal. Marruecos, por ejemplo, es una monarquía constitucional con parlamento, y ostenta la corona Mohamed VI desde 1999; hay que decir que el pueblo marroquí vota y está representado en un parlamento. No obstante, hay crisis económica en Marruecos y mucha gente no puede comprar alimentos, esa, y no otra, fue la causa de las protestas en aquel país, las cuales terminaron cuando el rey otorgó subsidios.
Argelia es una república democrática teórica, en la que para 2014 el presidente lleva ya 15 años en el poder y a nadie parece importarle, quizá porque el PIB per cápita supera los 7000 dólares, y que el Estado se mantiene gracias al petróleo. La “revolución árabe”, según se nos dice, comenzó en Túnez, otro país que es en la teoría una república democrática, con el detalle de que el presidente Zine estaba en el poder desde 1987 y ganando elecciones con 98 por ciento de los votos. El PIB per cápita no supera los 3000 dólares y hay carestía de alimentos básicos… tal vez esa fue la verdadera razón de los conflictos.
Junto a Túnez tenemos a la Libia del coronel Gadafi, líder absoluto desde 1969 hasta 2012. Oficialmente el país era una república socialista, una supuesta democracia donde el hijo del dictador ya estaba formado en la línea de sucesión “presidencial”. No había verdaderas protestas para sacar al supremo líder del poder, tal vez por el PIB per cápita que superaba los 19 000 dólares, gracias al hecho de que el país nada en petróleo y que el socialismo árabe de Gadafi era un Estado asistencial. Faltaban libertades, pero no hacían falta alimentos ni productos de consumo y de bienestar personal…, el pueblo estaba en paz. A Gadafi no lo quitó el pueblo libio ansioso de occidentalizarse, lo quitó Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, ansiosos de occidentalizar ese petróleo.
Esto nos lleva al caso de Egipto, y a entender que quizás su PIB personal de menos de 1200 dólares sea la verdadera razón del descontento social, y que como siempre, como en cualquier país, hay grupos de intereses políticos tratando de sacar provecho de la situación. Sucede igual en Egipto que en México o el resto del mundo: cientos de miles de personas no salen el mismo día, a la misma hora, y a la misma plaza, de forma espontánea… es evidente que alguien promueve las revueltas. Ahí aparecen los islamistas, no los demócratas.
En Jordania gobierna el rey Abdalá II desde 1999. El ingreso promedio es aceptable y la economía de ese país no petrolero se basa en turismo, gasoductos y, ante todo, tecnología. Muy pocos jordanos buscan la democracia. Yemen, el otro país envuelto en caos, es oficialmente una república, pero el presidente Saleh gobierna desde 1990, y el PIB per cápita está por debajo de los 1000 dólares. Ahí, en la miseria, está el origen del conflicto, no en la falta de democracia. Y a estas alturas ya debería estar claro que ni democracia es sinónimo de prosperidad, ni dictadura o monarquía lo son de miseria.
Pero si no estaba claro lo anterior, vayamos a Omán, el vecino estable de Yemen. El país no es una democracia y de hecho está muy lejos de serlo; es un sultanato donde el sultán Said gobierna desde 1970, pero donde el PIB per cápita supera los 15 000 dólares… las multitudes no piden democracia.
Al final resulta que las protestas “por la democracia” se han dado en países que oficialmente la tienen, como Egipto, Yemen o Túnez, donde el común denominador es la miseria del pueblo. Por el contrario, gobiernos absolutistas como el de Omán y los Emiratos Árabes, logran mantener un nivel decoroso en las condiciones de vida, y las rebeliones brillan por su ausencia.
La pobreza genera descontento en el mundo árabe, pero las rebeliones no tienden a la democracia, tienden a la islamización, porque esta última ofrece más beneficios sociales. A la gente no le interesa votar o no votar, le interesa vivir bien.
Islamocracia
“En las revoluciones hay dos tipos de personas: los que las hacen y los que se aprovechan de ellas”. Napoleón Bonaparte.
Como a las revoluciones que surgieron tras la disolución soviética les llamaron “primaveras”, y los soviéticos eran los malos del cuento, el hecho de que los medios hayan etiquetado a los eventos del norte de África como una revolución y una primavera, hizo que las mentes occidentales vieran algo positivo, sin cuestionarlo, regocijándose con la idea de la democracia, pero sin ver a los islamistas que están listos para aprovecharse de ella.
La revolución fue instigada desde fuera, los conejillos de indias salieron a las calles clamando democracia, pero tras las revueltas han sido los islamistas los que han tomado más espacios de poder, islamistas que hoy se dicen moderados… pero el islamismo moderado no existe.
Los grupos islamistas buscan establecer un gobierno basado en la Sharia o Ley islámica, pretenden imponer un solo estilo de vida en toda la población, y suelen no ser democráticos; sin embargo, en los países árabes que juegan a la democracia, participan de la política a través de partidos, y tienden a tener una política asistencial en la que proporcionan alimentos, escuelas, hospitales y otros beneficios sociales. Este es el caso de Los Hermanos Musulmanes de Egipto, Hamás en Palestina y Hezbolá en Líbano, grupos que Occidente tilda de terroristas pero que, paradójicamente, pueden llegar al poder gracias a la democracia.
El islamismo (no el Islam) es el fascismo religioso del mundo moderno, son los nazis del siglo XXI, con una limitada visión de la vida en donde todo el pueblo debe vivir con la supuesta moral de sus líderes, y todo el mundo debe de vivir con la moral de ese pueblo. Propio de un islam que atraviesa su Edad Media, dios como pretexto para la aniquilación y la tiranía. El islamismo moderado lo es solo en el discurso, pues es solo su versión radical la que logra el objetivo real: poder y control total.
El norte de África está lleno de islamistas y grupos de guerrilleros religiosos patrocinados por ellos, pero los regímenes de aquellos países siempre los habían mantenido alejados del poder, en algunos casos, como el de Egipto, incluso proscritos. Tras la supuesta oleada primaveral de democracia, son los islamistas los que han ocupado más espacios; eso es porque en contextos de caos las masas buscan dictadores, y caos fue lo único dejado por esas revoluciones.
En Marruecos no cayó la monarquía, pero fue necesario hacer reformas para dar apertura, y fueron los islamistas los que ocuparon los espacios. En Argelia no cayó el régimen de Abdelaziz Bouteflika, presidente desde 1999, pero a causa de las revueltas fueron los islamistas los que se apoderaron de los grupos de presión. En Túnez cayó Ben Alí, y el opositor islamista Rashid Ganuchi fue recibido con aplauso atronador por la multitud, desde entonces los islamistas son el principal grupo de presión contra el inestable gobierno tunecino.
Libia es el país donde las armas eran teléfonos inteligentes en manos de los jóvenes de familias adineradas, pero en el momento de la rebelión directa, de pronto había grupos de jóvenes fuertemente armados, evidentemente por los islamistas, que eran los grandes perseguidos por el régimen socialista del coronel Gadafi. Tras la caída del régimen el país ha estado sumergido en el caos y ha tenido cinco presidentes en menos de tres años. El actual mandatario, Nuri Abú Sahmain, fue electo por el congreso con el apoyo de los islamistas.
En Egipto, Hosni Mubarak ostentaba el poder desde 1981, era el garante del acuerdo de paz con Israel, y era el hombre que mantenía proscritos y fuera del poder a los hermanos musulmanes, origen de gran parte del islamismo de hoy. Las primeras elecciones democráticas dieron como vencedor a Mohamed Morsi, conocido islamistas que planteó la necesidad de hacer una nueva constitución apegada a la Sharía. Afortunadamente para el pueblo egipcio, sus militares son herederos de Mubarak y enemigos del islamismo. El general Al Sisi tuvo que deponer a Morsi, y ha sido la presión del ejército, y no la democracia, lo que ha mantenido a raya la amenaza islámica.
Gasocracia
“Ver lo que está delante de nuestros ojos requiere un esfuerzo constante”: George Orwell.
Todas las guerras son por recursos. Podemos usar muchos discursos para que las masas salgan a matarse, pero el objetivo final es el control de recursos. Desde el embargo petrolero árabe de la década de 1970, no ha dejado de haber guerras por petróleo, pero el reinado de ese hidrocarburo se acerca a su fin, no por pozos vacíos sino por la baja rentabilidad de estos, además de que el liderazgo energético del petróleo ha tenido al mundo a expensas de los caprichos de dictadorzuelos árabes.
Pero lo cierto es que, por más que se hable del sol, el viento o el hidrógeno, seguimos sin un combustible alternativo a los hidrocarburos, y ahí hace su aparición el gas shale, o gas de lutita.
El gas de lutita o esquisto, shale gas, se encuentra a profundidades más allá de los 3000 metros, por debajo de los acuíferos y las capas de petróleo y gas natural; no es un gas que se encuentre en bolsas o yacimientos, sino enquistado o aprisionado en el material orgánico dentro de las piedras de lutita o esquisto. Es mucho menos contaminante que cualquier otro hidrocarburo al usarlo como combustible, pero el proceso para extraerlo es mucho más devastador.
Al estar aprisionado dentro de las piedras, el procedimiento de extracción consiste en una perforación vertical, de unos 3000 metros, y después una horizontal para llevar a cabo el proceso de fractura hidráulica, que consiste en inyectar unos 10 millones de litros de agua con arena y químicos, para literalmente fragmentar la piedra y que se libere el gas. Esos 10 millones de litros de agua se pierden para siempre, contaminados por los químicos usados y por el gas liberado, además de que también se contaminan los acuíferos, y hasta se habla de la posibilidad de provocar movimientos telúricos.
Este combustible fue descubierto en Estados Unidos en el año 2000, pero era considerado inviable y no comercial por el elevado precio de extracción. No obstante, y derivado de las inversiones en investigación, desde el 2010 se puede extraer a precios que lo hacen un combustible adecuado para sustituir al petróleo, en lo que seguimos tratando de superar la era de los hidrocarburos.
En términos geopolíticos, el gas shale le quita el dominio al Oriente Medio, que no cuenta con dicho recurso, en el que China tiene las mayores reservas, seguido de Argentina, Estados Unidos y México… Y claro, resulta que de Marruecos a Egipto, escenario de estas curiosas revueltas, el Magreb en su conjunto tiene reservas mayores que la de Estados Unidos, reservas que ya son exploradas y estudiadas por empresas de aquel país.
Los regímenes que se sostuvieron tras las rebeliones, y los que surgieron deellas, necesitan el apoyo y el aval de Estados Unidos para sostenerse, y dinero para sobrevivir. Dato curioso: los gobiernos removidos tenían muy buena relación y excelentes planes energéticos con China, la potencia que se está asegurando casi todos los recursos de África.
Así, tras la Primavera Árabe, China queda fuera, y Estados Unidos dentro de una de las zonas geopolíticamente más importantes en el futuro cercano. Afortunadamente los tuiteros de esos países despertaron con la idea de democracia, justo cuando los intereses norteamericanos en la zona eran más grandes que nunca, y exigían una intervención.
Decía Napoleón que en las revoluciones hay dos tipos de personas, las que las hacen, y las que se aprovechan de ellas. Falta ver quién se va a aprovechar de esta revolución. Las revueltas de Oriente Medio y el mundo árabe comenzaron en 2011 y continúan, iniciaron porque las promovió Barack Obama, y se mantienen porque las sigue apoyando Estados Unidos. Es fácil saber a quién van a beneficiar, y difícilmente será a los pueblos árabes.
La primavera árabe comenzó en invierno, y ahí es justo donde terminará, en un invierno islamista que no volverá a permitir ningún cambio de estación.
Juan Miguel Zunzunegui es licenciado en Comunicación y maestro en Humanidades por la Universidad Anáhuac, especialista en Filosofía por la Iberoamericana, master en Materialismo Histórico y Teoría Crítica por la Complutense de Madrid, especialista en religiones por la Hebrea de Jerusalén y doctor en Humanidades por la Universidad Latinoamericana. Ha publicado cuatro novelas y varios libros de historia. Pueden seguirlo en @JMZunzu y en la página www.lacavernadezunzu.com