Desde su fundación no ha escapado de prohibiciones gubernamentales, o incidentes como el incendio de 1982 por “negligencia”. Pero se mantiene como un espacio indispensable del cine de arte.
CINE HAY para todo el público, pero el llamado buen cine tiene un nicho muy importante que se ha ido formando y consolidando con la creación de la Cineteca Nacional
de México.
Hace 40 años, el 17 de enero de 1974, abrió sus puertas en uno de los foros de los Estudios Churubusco con apenas dos salas; posteriormente fue adscrita a la Dirección de Cinematografía de la Secretaría de Gobernación, y en 1977 comenzó a organizar la Muestra Internacional de Cine.
Tras el incendio sucedido en marzo de 1982, las nuevas instalaciones fueron inauguradas el 27 de enero de 1984, y así la Plaza de los Compositores de la Avenida México-Coyoacán 389 se convirtió en la nueva sede de la Cineteca Nacional.
Entre los sucesos que más se recuerdan está precisamente el incendio que ocurrió en 1982, como aún lo tiene muy presente su actual director, Alejandro Pelayo, quien cuatro años antes fue jefe de programación en el recinto: “En 1982 yo estaba dando clases en el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), que estaba cruzando el patio. Primero salió humo, y unos 10 minutos después se oyó una explosión; el director de cinematografía era Jorge Durán Chávez, entró a avisarle a Margarita López Portillo (directora de la Cineteca en ese período), y dijo que había visto un corto circuito que posteriormente se corrió a una bóveda inferior donde había películas de nitrato [altamente inflamable]. Considero que fue una negligencia de parte de la señora López Portillo porque ya se le había dicho que esas cintas necesitaban una bóveda especial”.
Se determinó que en este incendio se perdió hasta el 92 por ciento del archivo; sin embargo, en entrevista con Newsweek en Español, Pelayo asegura que la mayoría fueron solamente copias:
“Calculo que se perdieron como 5000 cintas, aunque en su mayoría eran copias que también se encontraban en otros lugares, como la Filmoteca de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Lo que sí se perdió definitivamente eran algunos documentales, en su mayoría donados, de la época de la Revolución, y actividades políticas posteriores; afortunadamente la mayoría fueron copias”.
El director actual de la Cineteca Nacional añade que el cine comercial y los grandes complejos cinematográficos no representan competencia: “El éxito se lo atribuyo a la continuidad, todos los directores que ha habido son gente que le gusta el cine, que conoce de cine y escogen el mejor material, no es como otras instituciones donde llega gente que no tiene idea.
Las cadenas comerciales buscan una optimización de sus utilidades y eso se los da el cine estadounidense como Harry Potter, El Hobbit o las comedias. Me da gusto saber que también estos complejos exhiban las muestras y la gente sí asiste, yo he visitado estos cines y me alegra mucho también, como distribuidores que somos (la Cineteca Nacional no solo exhibe películas, sino también compra y distribuye en México). Por ejemplo, la cinta de Hannah Arendt (dirigida por Margarethe von Trotta) la exhibían en estos complejos, la vi ahí y luego aquí en la Cineteca, y gratamente descubrí que había más gente aquí. El público sabe que puede encontrar las mejores películas en este recinto, además exhibimos también muy buen cine mexicano como la película de Los insólitos peces gato (dirigida por Claudia Sainte-Luce)”.
La primera proyección en la Cineteca Nacional fue de la película El compadre Mendoza ( 1933 ), de Fernando de Fuentes, posteriormente, fue “La Naranja mecánica y se mantuvo en exhibición cerca de un año, fue excelente porque, además, estaba prohibida y era el único lugar donde se podía ver. Otra cinta que marcó historia fue El último tango en París, porque no era fácil que se exhibiera en el circuito comercial”, detalla Pelayo.
Y hablando de prohibiciones y censura, el actual director del recinto explica cómo se manejaban estos temas anteriormente: “La censura más fuerte ocurrió después de la época de oro, en las décadas de 1940 y 1950, donde no se podía sacar un desnudo ni parcial, no se podían decir malas palabras y las cortaban, le metían tijera literalmente. Esta situación cambia cuando llega Echeverría y ya se veían escenas más fuertes, ya se decían groserías, y los albañiles ya se podían expresar naturalmente como en las películas de Jorge Fons.
“Ahora, también aquí existían tres tipos de censura política, con tres tabúes que no se podían tocar: el presidente, la Virgen de Guadalupe y Tlatelolco. Aunque no era precisamente que no pudieran filmar con estos temas, pero sí las detenían a la hora de la exhibición, eso pasó con Rojo amanecer, hubo una gran presión por parte de intelectuales y se logró exhibir posteriormente. Actualmente con filmes como La ley de Herodes, Todo el poder y El crimen del padre Amaro vimos que se rompieron esos tabúes. Ahora, como vemos, hay problemas, pero de tipo jurídico, como el caso de Presunto culpable, suelen demandar a algún documental, pero son asuntos de particulares, ya no de censura”.
Respecto al apoyo actual a las instituciones por parte del gobierno, Alejando Pelayo es optimista: “En términos de producción sí tengo que decir que nunca hubo el apoyo que ahora existe. Yo me acuerdo que cuando debuté, en la década de 1980, no se nos apoyaba con un peso de nadie; una ópera prima de hoy cuesta lo que costaban tres de mis películas en aquel entonces. Esta combinación de apoyos con Foprocine (Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad), Fidecine (Fondo de Inversión y Estímulos al Cine), Eficine (Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en la Producción Cinematográfica Nacional) han estimulado la realización de más proyectos.
Ahora bien, hay problemas de distribución y exhibición, pero eso tiene que ver con el libre mercado. Las películas de arte, como en todo el mundo, tienen que encontrar sus propios espacios de exhibición y no pensar necesariamente en los cines; las posibilidades son más amplias, canales de televisión culturales, internet y demás plataformas como video on demand (video bajo demanda), estoy muy confiado en que la tecnología nos va a ayudar”, asegura Pelayo.
Y es que, en efecto, el avance en la tecnología se ha diversificado, lo que permite otras formas de exhibición; por su parte, el Instituto Mexicano de cinematografía (Imcine) en 2014 va a iniciar una plataforma digital, en la que se concentrará un importante catálogo de filmes mexicanos, los cuales se podrán disfrutar de manera gratuita; para lograrlo, la institución extendió lazos con NuFlick, con una inversión de 6 millones de pesos, solo para el arranque. El Instituto, además, se encuentra en negociaciones con los productores de otras cintas que, si bien recibieron presupuesto fiscal, no son de su total propiedad; la idea es negociar los derechos y regalías a cambio de una distribución gratuita; según Imcine, hay varios productores interesados.
El director Alejandro Pelayo quien en su momento dirigió Miroslava, Días difíciles y La víspera, considera que el cine mexicano actualmente va por buen camino: “Se están haciendo cosas interesantes, además ha habido varios cineastas, actores y directores que han logrado internacionalizarse; en su momento, María Félix en el cine francés; Dolores del Río en Estados Unidos, o el Indio Fernández. Por supuesto que nos sentimos orgullosos de todos ellos, de Del Toro, Cuarón, Iñárritu, Lubezki, Prieto, entre muchos otros”.
La Cineteca Nacional se remodeló en 2011 y se reestrenó en 2012, integrando cuatro nuevas salas, con una capacidad de 250 espectadores cada una, así como la renovación de las ya existentes, lo que la hizo crecer de 3388 metros cuadrados a 28 897, de los cuales 7110 se destinaron para áreas verdes. Se consideraron, asimismo, salas de exposiciones, el Museo del Cine y la construcción de dos bóvedas, diseñadas bajo los requerimiento de preservación establecidos por la Federación Internacional de Archivos Fílmicos, con una capacidad para resguardar más de 50 000 películas.
En primera instancia, el proyecto de la Cineteca Nacional del Siglo XXI, a cargo de los arquitectos Michel Rojkind y Gerardo Salinas, tendría un costo de más de 387 millones de pesos; sin embargo, no se tenían contemplados algunos gastos y la obra en su totalidad no ha concluido: “La obra todavía no termina. Le falta como un 20 por cierto, adecuar mejor los baños, terminar el Museo del Cine, acabar bien las salas y adecuar las señalizaciones, y para este 2014 requeriremos solicitar algún recurso extra”, agrega Pelayo.
Por lo pronto, la Cineteca Nacional seguirá preservando la memoria fílmica tanto nacional como mundial y promoverá la cultura cinematográfica en nuestro país, y como lo menciona su director, “se ha ido sumando público; en noviembre del año pasado hubo un éxito de asistencia de 105 000 personas a las diferentes salas, y estamos muy orgullosos de decir que, de esa asistencia, el 90 por ciento eran jóvenes”.