La de Nelson Mandela es una historia de lucha en contra de la opresión.
Ataviado con un enorme gorro de piel para evitar el frío, con abrigo y guantes, y con una gran sonrisa, un hombre a bordo de un carro eléctrico saluda a miles de personas que le ovacionan de pie. El escenario es el estadio de fútbol Soccer City, en Johannesburgo, y la fecha es importante. Se trata de la final del fútbol en Sudáfrica 2010 entre España y Holanda, y el hombre del gorro, abrigo y la sonrisa es Nelson Mandela (1918-2013) en lo que fue su última aparición pública.
Esa vuelta al estadio cierra la vida pública de un hombre que pasó de la lucha política a la clandestinidad, a pasar gran parte de su vida en la cárcel, y a convertirse no solo en el presidente de Sudáfrica, sino que se volvió el símbolo internacional de la lucha contra la opresión del hombre contra el hombre.
Mandela queda en la historia como un personaje de lucha y temple. En su nación, sin embargo, Mandela hace tiempo que es conocido por todos como Madiba, el nombre del clan en el que nació y cuyo mote recibió los últimos años de su vida en señal de respeto.
Nelson, el niño
Qunu es un pueblo de Sudáfrica tan pequeño, que hoy, en la era de la tecnología, apenas aparece con su nombre en Google Maps. Allí, en la región denominada Transkei, el 18 de julio de 1918 nació un niño llamado Rolihlahla, quien años después se convertiría en el símbolo mundial contra la opresión y el racismo.
Rolihlahla Mandela, parte de una familia de 15 hermanos y rebautizado en la escuela como Nelson, era un niño despierto y alegre al que, según sus historiadores, le gustaba sentarse a escuchar las historias contadas por los ancianos de su tribu.
Huérfano de padre desde los 12 años, Nelson Mandela fue incluido bajo la tutela del jefe de la tribu Thembu, quien lo envió a estudiar a una escuela de misioneros y, más tarde, al bachillerato de la Universidad Fort Hare, de donde fue expulsado por boicotear al instituto debido a los malos tratos que había recibido una empleada negra de esa casa de estudios.
En 1941 el inquieto Nelson —ya de 22 años de edad— decide escapar de su pueblo hacia Johannesburgo, pues se entera de que su tutor había arreglado su boda con una chica de su tribu, algo que evidentemente no le complacía. Mandela, educado, aficionado al box y a la elegancia, comenzaría desde entonces a conocer otra realidad de Sudáfrica.
El joven abogado
La Universidad Witwatersrand, una de las primeras casas de estudio en Sudáfrica que permitió el ingreso limitado de estudiantes negros, ha generado cuatro premios Nobel a lo largo de su historia. Uno de ellos, el de la Paz, que ganó Nelson Mandela en 1993, muchos años después de que el joven estudiante negro ingresara a las aulas de ese plantel para convertirse en abogado.
Entrar en la universidad en la era del apartheid no era fácil, pero el avispado Mandela lo logró, aunque para costear sus estudios tuviera que trabajar en diversos empleos. Alguna cualidad vieron en Mandela los miembros de un bufete de abogados blanco, pues lo contrataron aun como estudiante para que trabajara con ellos.
Allí, en las aulas de Witwatersrand, Mandela conoció a algunos de sus futuros compañeros de lucha dentro del Consejo Nacional Africano. Ya graduado como abogado combinó la práctica profesional dentro del bufete con la lucha política contra lo que más tarde se convertiría en política oficial: el apartheid.
Apenas tres años después de su llegada a Johannesburgo, Nelson Mandela se unió al Congreso Nacional Africano (CNA), una de las más grandes organizaciones de lucha en Sudáfrica por los derechos de los negros. Su tarea fue fundar el ala juvenil de la CNA.
En 1948, en medio de grandes tensiones, Sudáfrica adaptó el apartheid como una política oficial que regía las relaciones entre los blancos, una minoría, y el resto de la población. Ya entonces, Mandela comenzaba a destacar dentro de la organización y, por lo mismo, fue encargado de liderar la campaña Rebeldía (Defiance).
El primer arresto de Nelson Mandela a causa de sus actividades políticas ocurrió en 1960. Fueron cinco meses de cárcel tras la represión sangrienta de una manifestación. En respuesta a las crecientes protestas contra el apartheid, el gobierno sudafricano declaró ilegal al Congreso Nacional Africano, lo que motivó que Mandela pasara a la clandestinidad y optara por la lucha armada, siendo nombrado jefe del movimiento Punta de Lanza de la Nación.
Tras las rejas
La celda es de 2 por 1.5 metros. En ella apenas cabe un colchón, una silla, una mesa y, por supuesto, un hombre. En este caso se trata del prisionero 466/64, es decir, el preso 466 ingresado a la cárcel en 1964. El número sustituye el nombre de Nelson Mandela, condenado a cadena perpetua por haberse levantado en armas contra el gobierno.
La celda está dentro de la cárcel de la isla Robben, a donde Mandela fue enviado tras su captura y juicio en 1962 por haber abandonado ilegalmente el país para recibir instrucción militar en Marruecos y Argelia. Su primera condena fue de cinco años, pero después del juicio fue acusado de conspiración y sabotaje, lo que le costó que en 1963 se le condenara a pasar el resto de su vida tras las rejas.
Nelson Mandela pasó 27 años en la cárcel, 17 de ellos en la isla Robben, donde hacía trabajos forzados. Quienes le conocieron allí lo recuerdan como un hombre inflexible que no quería privilegios. Mandela tenía algunas oportunidades de salir de la celda, pero la mayor parte del tiempo estaba encerrado por ser considerado un peligroso terrorista.
Y, como si fuera un guión de película, Mandela y uno de sus carceleros, Christo Brand, terminaron por ser amigos luego de años de contacto diario.
Mandela dejó la isla Robben en 1982 y fue trasladado a la cárcel de Pollsmoor, donde tenía menos restricciones. Las autoridades sudafricanas, cansadas de la presión internacional (incluyendo una petición formal de la ONU) para liberar al líder negro y sus compañeros de lucha, buscaban negociar un acuerdo para que Mandela renunciara a su pretensión de abolir el apartheid, algo a lo que el detenido se negó.
En 1988 Mandela es trasladado a la prisión Víctor Verster, donde pasó sus dos últimos años como preso. En febrero de 1990 el presidente Frederik Willem de Klerk, quien tenía pocos meses en el poder, ordenó su liberación.
De Klerk, el último presidente blanco de Sudáfrica, derogó durante su mandato las leyes segregacionistas, liberó a varios políticos negros encarcelados, legalizó el Congreso Nacional Africano (CNA) y dotó al país de una nueva Constitución. Mandela y De Klerk recibieron, juntos, el Premio Nobel de la Paz en 1993.
Tras salir de la cárcel Nelson Mandela fue elegido presidente del CNA y dirigió las negociaciones para conseguir, sin vivir una guerra civil, un sistema democrático multirracial en Sudáfrica.
Mandela, presidente
Dos años pasaron entre la liberación de Nelson Mandela y su elección, por abrumadora mayoría, como presidente de Sudáfrica. En 1994 el preso de la isla Robben, el joven abogado de Witwatersrand, el niño que escuchaba las historias de sus antepasados, asumió el poder en medio del júbilo no solo de su gente, sino del mundo entero. El apartheid había sido superado, la democracia comenzaba a operar en el país, y el mundo veía cómo Sudáfrica se reincorporaba a la comunidad internacional de la cual había sido marginada.
Mandela se mantuvo en el poder solo un mandato. En 1999 entregó la presidencia al ganador de la segunda elección abierta del país: ese hombre era Thabo Mbeki, su antiguo conocido de la universidad.
Mandela se retiró en 2004 de la política activa y allí nació Madiba, el abuelo venerable de la eterna sonrisa.