Decepcionado con Obama, Erdogan coquetea con los enemigos de Estados Unidos.
Turquía busca nuevos aliados, y esa es mala noticia para Estados Unidos.
Aunque a primer ministro Recep Tayyip Erdogan ha sido esencial para la estrategia de Barack Obama en el Mediterráneo oriental y Oriente Medio, y pese a que cuenta con el segundo ejército más grande en la OTAN –organización encabezada por Estados Unidos-, el mandatario turco explora nuevas alianzas con algunos de los principales competidores/enemigos comerciales y políticos más añejos de Washington.
Algunos analistas de política exterior señalan que los contactos con naciones como China e Irán manifiestan el desencanto de Erdogan ante la aparente retirada de Estados Unidos en la región, pues ha despreciado las propuestas de fabricantes estadounidenses de armas, a la vez que recibe a prominentes funcionarios de Teherán y profundiza las divisiones con Israel, su antiguo aliado. Otros más opinan que intenta regresar a su anterior política (considerada un fracaso) de forjar vínculos con todo el vecindario y barrios contiguos.
Sin embargo, los recientes y drásticos cambios en política también podrían ser parte de un esfuerzo de Erdogan para desempeñar un papel distinto que le permita romper con el secularismo del país e imponer un nuevo modelo, en el que el Islam triunfe sobre democracia y Turquía deje de ser un simple miembro de la alianza OTAN para convertirse en una potencia mundial por derecho propio, y con vínculos en todo el orbe.
Erdogan no vaciló en desarrollar una relación especial con Obama, para quien las políticas del islamista Partido de Justicia y Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) eran ejemplo de coexistencia entre Islam y la democracia. Mas el primer ministro se disgustó ante la renuencia estadounidense para intervenir en la guerra civil siria y algunas de sus más recientes medidas diplomáticas han causado sorpresa en Washington.
“Las relaciones aún son buenas”, aseguró Steven Cook, del Consejo de Relaciones Exteriores y antiguo observador de Turquía. No obstante, agrega, los círculos de política exterior estadounidenses se plantean una inquietante pregunta: “¿Cuál es la aportación de Turquía?”.
Mientras Ankara busca nuevas alianzas, los opositores de Erdogan –dentro y fuera del país- apuntan a su “neootomanismo”. Ahmet Davutoglu, ministro del exterior y ex académico que ideara los cambios de política exterior del AKP, suele hacer referencia al antiguo Imperio otomano, incluso mencionando los nombres de las avanzadas más importantes del pasado imperial: “Sin necesidad de guerra, volveremos a vincular Sarajevo con Damasco, y Bengasi con Erzurum y Batumi”, prometió hace poco.
Hay indicios de que Turquía se aparta de las centenarias tradiciones que estableciera el fundador de la nación moderna, Mustafa Kemal Atatürk, quien convirtiera el país en un estado abierto, seglar y de tendencia occidental tras la derrota otomana en la Primera Guerra Mundial. Erdogan se muestra tan hostil al recuerdo de Atatürk, que ni siquiera puede pronunciar las palabras Aeropuerto de Estambul Atatürk. Esta semana, como muestra ulterior del cambio de derrotero de Turquía, el primer ministro chocó con estudiantes de la histórica ciudad, quienes temían que lanzara una prohibición para que personas de distinto género compartieran un apartamento (cosa que algunos miembros del gabinete consideran pecaminosa y antiislámica).
Por lo pronto, no han cristalizado los ideales de Davutoglu sobre el futuro del país y su promesa de “cero problemas con todos nuestros vecinos”. Aunque, en teoría, semejante política exterior lucía bien y fue celebrada por la prensa occidental, explica Razi Canikligil, veterano reportero radicado en Nueva York, donde trabaja para el periódico turco Hurriyet, ahora “lo único que veo en los medios estadounidenses y europeos son críticas a la política exterior de Erdogan”.
“Cero problemas” se ha convertido en un montón de problemas:
* Erdogan sigue decidido a derrocar al presidente sirio Bashar Assad, quien fuera uno de sus primeros aliados.
* Apoya fuertemente a la Hermandad Musulmana de Egipto, depuesta el verano pasado en un golpe militar que terminó por enfrentar a Turquía contra el actual gobernante egipcio, general Abdel Fattah al-Sisi.
* La Autoridad Nacional Palestina trata con reserva a los turcos, que respaldan fuertemente a su rival mortal, Hamás.
* Las relaciones con Arabia Saudí también se han enfriado, en parte porque Turquía, de mayoría suní, ha estado reparando sus relaciones con potencias chiitas que incluyen no solo al primer ministro iraquí Nouri al-Maliki, sino –lo más inquietante para Estados Unidos- los mulás que gobiernan Irán.
“Ciertos círculos quieren representarnos como vecinos rivales; algunos incluso lo desean”, declaró Davutoglu durante una muy publicitada conferencia de prensa conjunta con el ministro del exterior iraní, Javad Zarif, celebrada el pasado 1 de noviembre en Estambul. “Al contrario. Turquía e Irán no son rivales, sino amigos”, afirmó.
Las renovadas relaciones entre Irán y Turquía después de un prolongado periodo de frialdad, son una tendencia preocupante para Occidente. Más aún después de que Ankara desconcertara a Washington y a otros aliados de la OTAN firmando un acuerdo de 3.4 mil millones de dólares con una compañía china para construir un sistema de defensa con misiles.
La elección de la empresa Precision Machinery Import and Export Corp. sobre fabricantes estadounidenses como Raytheon y Lockheed Martin llamó la atención de Washington, sobre todo porque el sistema chino es incompatible con las defensas aéreas que la OTAN estaba a punto de instalar en Turquía. Para colmo, el fabricante chino se encuentra en la lista estadounidense de sanciones por violar los embargos impuestos contra Irán y Corea del Norte. “Nos preocupa mucho lo que esto pueda significar para la defensa aliada con misiles aéreos”, declaró el embajador estadounidense en Turquía, Francis Ricciardone, el mes pasado.
Turquía siempre ha tratado de establecerse como un proveedor independiente de armas y a veces, ha trasgredido las estrictas restricciones que conllevan las ventas de armas estadounidenses a otras naciones. Ya en la década de 1970, el presidente Lyndon Johnson dijo a los turcos que no podían usar armas de la OTAN en su guerra contra Chipre, señaló Soner Cagaptay, del Instituto Washington para Políticas en el Cercano Oriente. En consecuencia, dijo, desde hace mucho Turquía ha intentado obtener armamento de proveedores no occidentales.
Con todo, agregó, la elección del momento para un acuerdo tan importante con la empresa china, tiene que ver con el disgusto de Ankara frente a la pasividad estadounidense respecto de Siria.
“Turquía se siente sola”, explicó Cagaptay. “Ankara está expuesta a las repercusiones de la guerra siria y no ha conseguido que las fuerzas estadounidenses expulsen a Assad”. Y por ello, concluye, al darse cuenta de que tendrá que aprender a vivir con Assad en el poder, Erdogan ha recurrido a Irán para tratar de resolver la situación siria.
Esa decisión puede haber agriado aún más la ya deteriorada relación de Turquía con Israel. El mes pasado, en su columna para Washington Post, David Ignatius informó que funcionarios de inteligencia de Ankara revelaron a sus homólogos de Teherán las identidades de agentes reclutados por Israel para trabajar en Irán, después que los espías se reunieran con sus controladores israelíes en suelo turco.
“Fue una acción ruin”, acusó Danny Yatom, antiguo jefe de Mossad, agencia de inteligencia israelí. Tras asegurar que se enteró del incidente a través de relatos de prensa, Yatom agregó que, de ser cierto, Turquía solo pudo enterarse de la identidad de los agentes por fuentes israelíes. Cuando lo entrevisté, me dijo que las agencias de inteligencia aliadas acostumbran intercambiar informes sobre contactos ocurridos en sus territorios y agregó que, en sus muchos años en el negocio de la inteligencia, nunca había visto tan patente traición por parte de “un supuesto aparato amistoso”.
Turquía negó el informe de Ignatius, pero en la conferencia de prensa con Zarif, en Estambul, Davutoglu insistió en que “el gobierno turco nunca ha cooperado con Israel contra alguna nación musulmana y jamás lo hará”. Yatom, quien vaticina que el incidente divulgado terminará perjudicando a Turquía porque sus futuros aliados recelarán de compartir inteligencia, agregó que Israel dispone de pocos recursos para desquitarse. “No queremos hacerles lo mismo”, me dijo, pero añadió que Israel puede “instar a otros países a reevaluar el intercambio de inteligencia y presionar para que Estados Unidos y OTAN enfríen sus relaciones con Turquía, como consecuencia de sus actos”.
A la luz de sus mutables políticas, se ha opacado el fulgor inicial que los occidentales percibieran en Erdogan. Y lo mismo ha ocurrido en Turquía, donde su violenta represión de los manifestantes del parque Gezi, el verano pasado –protestaban contra restricciones a la libertad de expresión y violaciones de los derechos civiles-, decepcionó a muchos de sus antiguos simpatizantes. Incluso puede haber puesto en riesgo su proyecto para fortalecer los poderes de la presidencia del país y competir por ese cargo cuando termine su ejercicio como Primer Ministro, en 2015.
Tal vez Erdogan haya caído, al menos por ahora, pero “yo no lo descartaría del todo”, dijo Cook. “Es un estupendo político”.