DE AQUELLA arcilla del Club Alemán donde el equipo mexicano Copa Davis levantaba enormes polvaredas queda eso, polvo. Leonardo Lavalle en singles y dobles con Pérez Pascal y Francisco Maciel como segundo singlista, derrotaban a la poderosa Alemania de Becker, que a pesar de ganar sus dos matchs a Lavalle y Maciel, no pudo contener junto a Westphal a los doblistas mexicanos, entonces de los mejores del mundo. Michael Westphal que había caído en el primer partido de la serie frente a Maciel, perdió también el último punto con Lavalle, México eliminaba en octavos de final (primera ronda), a los alemanes de la Copa Davis.
Parecía que el tenis regresaba, estamos hablando de marzo de 1986, a unos meses de la Copa Mundial de Fútbol en México y en ese mismo año, el equipo Copa Davis llegaba hasta los cuartos de final. Pero los norteamericanos con una pareja de dobles legendaria: Ken Flach y Robert Seguso, y dos singlistas secundarios: Brad Gilbert y Tim Mayotte, echaban a México en el Palacio de los Deportes.
De los enfrentamientos México contra Estados Unidos en Copa Davis se escribe la mejor historia del tenis mexicano. Era 1962, jugando el Deportivo Chapultepec, Rafael Osuna, Antonio Palafox , Mario Llamas y Pancho Contreras, vencen en semifinales a Mackinley, Douglas y Ralston, aquel año México juega su única final de Copa Davis, pierde contra la Yugoslavia de Jovanovic, Pilic y Presecki en pleno Deportivo Chapultepec. Pero ni en 1986, ni antes en 1962, el tenis logró cuajar en la cultura deportiva mexicana. Tampoco fue suficiente el impulso que pudo darle un jugador como Raúl Ramírez cuando en 1976 llegó a ocupar el cuarto lugar en el ranking mundial y primero en dobles.
Ramírez como doblista fue campeón de Wimbledon en 1976 y De Roland Garros en dos ocasiones, 1975 y 1977. Como singlista logró grandes victorias contra leyendas como Arthur Ashe, Jimmy Conors y Björn Borg, llegando a tres semifinales de Grand Slam, dos veces en Roland Garros y una Wimbledon. Han pasado 50 años desde que Rafael el “Pelón” Osuna, ganará el US Open, el único título mexicano de Grand Slam. Esta es la historia, apenas recuerdos de nuestro tenis, que siendo un deporte universal no termina por desarrollarse.
Estamos en 2013, el equipo Copa Davis de México ocupa el Grupo II de la zona americana y en abril, fue eliminado en segunda ronda por El Salvador. Miguel Gallardo Valles nuestro singlista mejor colocado es el número 386 del mundo, Daniel Garza el 631, Miguel Angel Reyes Varela el 438 y Rogelio Siller el 1500.
México ocupa el lugar número 47 en el ranking mundial de la Copa Davis y desde luego, no existe un solo tenista mexicano entre los primeros 300 del mundo. Y el recuento del tenis femenino nacional es aún más pobre, Angélica Gavaldón, cuyo acento californiano era poco representativo, llegó a los cuartos de final del Open de Australia en dos ocasiones en la dédaca de 1990, y hoy, Ana Sofía Sánchez en el número 364 del mundo y Marcela Zacarías, son nuestras tenistas mejor colocadas. El tenis mexicano desapareció, no hay rastro alguno.
Presidida por Gastón Villegas Serralta (¿?), la Federación Mexicana de Tenis probablemente cuente con más vocales que entrenadores. El organismo, en su página web, propone una curiosa definición de sí mismo, haciendo hincapié en una ridícula invitación sobre el final del texto a todos aquellos patrocinadores que quieran asociar su marca con el tenis mexicano; suscribo textual: “… La Federación Mexicana de Tenis, A.C., fundada el 13 de julio de 1963, con 30 mil afiliados a la fecha y 33 Asociaciones en todos los estados de la República y cuyo objetivo principal ha sido fomentar la práctica del deporte blanco desde los niveles infantiles, amateurs y profesionales con una impecable trayectoria, ha logrado mantener la imagen de un deporte con características y cualidades importantes sobre cualquier otra actividad deportiva. Ya que es un deporte que resalta los aspectos atlético-deportivos, y otros como: la no violencia, la salud, el respeto, la elegancia y la apariencia agradable para todos sus seguidores y espectadores.
Esta Federación, avala todos los torneos que se realizan en los clubes de la República Mexicana, garantizando con esto que se mantengan las normas y reglas del deporte, además de las características físicas y reglamentarias de las sedes en las que se realizan los torneos. Por todo lo anterior y con la participación de su marca, potenciaremos su imagen con el deporte blanco ligado a una promoción y cobertura en medios, por lo que estamos seguros que redundarán en ingresos para su marca y/o producto”. Apreciable lector de Newsweek en Español, esto es marketing deportivo del bueno…
A pesar de todo, el tenis se mantiene en nuestro país gracias al Abierto Mexicano de Acapulco que goza de un espacio privilegiado en los medios, pero es otro evento a los que México asiste por moda. Con mayor protagonismo en la tribuna que en la pista nuestro Abierto es un sitio para hacer negocios, ser retratado por los suplementos sociales del domingo y formar parte activa del jet set. Abandonado por la Federación de la que no hay noticias, su afición nacida en los clubes privados como el viejo alemán es escasa. Es lo que único que le queda al aficionado mexicano, eso, o buscarse la vida en el circuito ATP.
El Tenis sigue castigado por esa falsa lucha que lo acusa de ser un deporte para ricos, pretexto que justifica la falta de popularidad, audiencia y participación. Nadie desmitificó su razón social, se le tacha de deporte para “niños bien”. Tampoco se han desarrollado programas cercanos a las escuelas, los centros deportivos o las delegaciones.
En los últimos 20 años, España y Argentina dominaron el tenis mundial sin ser grandes potencias económicas, tampoco Nadal, Almagro, Del Potro, Ferrero o Nalbandian emergieron de una clase alta, educada en Oxford o Cambridge. No, el mito del tenis fue derribado hace mucho por los sistemas de selección y entrenamiento que fundaron los países del Este de Europa, duros y obreros. Desde la antigua Checoslovaquia de Lendl y Navratilova o la Rumania de Nastase ya se había demostrado que el deporte, aún aquellos como el tenis, señalados por su origen monárquico, basaba su éxito en la búsqueda nacional de talentos naturales y su correcta instrucción.
En México se sigue creyendo que el tenista nace, no se hace; y esa estúpida concepción del tenis es la que impide a millones de mexicanos la oportunidad de practicarlo, amarlo y admirarlo como uno de los deportes con mayores audiencias acumuladas en el mundo. Son épocas de Roger Federer, Novac Djokovic y Rafael Nadal. Jugadores que han llevado este deporte hasta regiones mitológicas. No se sabe en qué momento de sus vidas algunos atletas fueron tocados por Zeus. Hércules vs. Aquiles en pago por evento es una batalla común desde que Nadal existe, un tenista de carne y hueso destinado a pelear contra aquellos mejor armados. Antes Federer y ahora Djokovic son mejores, anatómicamente exactos para este deporte, técnicamente perfectos. Nadal no, incluso tuvo que cambiar de brazo, nació diestro.
Con la izquierda es incapaz de abrir una lata de Coca Cola, no tiene la mínima habilidad, es tan torpe para usar su mano izquierda que lleva una vida natural como la de todos los derechos. Escribe, come y se cepilla los dientes con su perfil de nacimiento: el derecho. ¿Cómo es posible que este derecho natural sea el mejor zurdo de la historia? Al tenis juega con la izquierda, razón suficiente para saber que Nadal no nació para tenista como Federer o Djokovic, tan derechos como él. Lo suyo es ir contra la naturaleza, quizá por eso su carrera esté llena de épica.
Su último año, epopéyico, distingue a los hombres normales de los superhombres, Nadal no es ningún ser de otro planeta como Federer y Djokovic, solo es un hombre común que se atrevió a retarlos. En 2013 Rafael Nadal eligió el último lugar del mundo para regresar a la tierra, le bastó con llegar a la final del torneo de Pekín para volver a ser el número uno. Un título que en este juego, el tenis, nadie puede discutir.
Los tenistas son esos ciudadanos de aeropuerto y hotel, solitarios, obligados a la introspección y acostumbrados a la reflexión
constante, compiten todo el año contra sí mismos, para efectos de superación el tenis probablemente sea el deporte más completo
que haya. Hasta hace un año Nadal estaba acabado, ortopedistas y especialistas habían diagnosticado la extinción de su especie,
el guerrero de terracota se había batido el tobillo, la rodilla y su espalda de arcilla.
Al historial clínico se agregaba la larga sombra de Djokovic, el chupa sangre que acabó con Federer, el gran pura sangre. Además
logró ganarse a la gente que encontró en su carismática figura la frescura que el tenis buscaba. Todo el mundo hacía planes para el
serbio, pero la cima del tenis mundial es un lugar muy frío, resistir tanto tiempo en las alturas no es cosa del cuerpo, la mente es lo
que les mantiene allí.
Entonces Nadal recogió sus muletas, se encerró en la parroquia de su pueblo y poco a poco empezó a recuperar el contacto con la raqueta. Ganó un torneo, otro, volvió a Acapulco donde todo empezó y desde ahí se lanzó otra vez por su eterno Roland
Garros, luego el US Open, y de pronto sin darnos cuenta lo tenemos otra vez encima, con ese juego espeluznante, zurdo, cerebral y
agobiante. Irresistible para Federer, desesperante para Djokovic y el circuito en general.
La carrera de Nadal ha vuelto a empezar, con 27 años y 13 títulos de Grand Slam amenaza seriamente con ser la más ganadora de la historia. Ante el inminente ocaso de Federer y el resurgimiento de Nadal, esa clase de deportistas que desaparecen para volverse libro, detengámonos como ejemplo en su rivalidad que tiene un poder pedagógico.
Federer y Nadal educan. Con su generosa competencia podría editarse una manual de conducta. El capítulo del tiempo donde existen estos atletas coincide con la bursatilización del deporte. Una época en la que solo cotiza la victoria. Pero si algo hará inolvidable a esta pareja de troyanos será el enorme valor de sus derrotas. Ambos se deben algo, son acreedores de leyendas. El 1 de febrero del 2009 Federer se volvió humano: “Dios mío, esto me está matando…” y con esa frase fiadora le prestó inmortalidad a Nadal.
Su carrera es un clásico arrebato de pasión y gloria. Se homenajean a raquetazos actualizando a Homero. Así es como el tenis se vuelve universal y el tiempo reinterpreta antiguos héroes en la vida diaria. Wimbledon, Us Open, Roland Garros o Australia; entre Iliadas y Odiseas han hecho del tenis mitología.
Cada vez que suenan los tambores de un Grand Slam crece la fábula. Pocas historias de caballerosidad,lucha, honestidad, lealtad, amistad y coraje ofrecen los medios de comunicación. Frente a tanta miseria, las transmisiones deportivas todavía resisten el conflicto de valores. Aun así, cada vez son menos los espacios que escapan de la explotación, la codicia y el engaño.
El moderno honor del deporte está en duda. No para Federer y Nadal, dos filántropos. Jugadores independientes, no individuales.
Cada partido suyo es un poema a la victoria y un monumento a la derrota. Pero ni así, en tiempos de los grandes monstruos y el
mejor tenista de todos los tiempos, habiendo derribado ese muro elitista que lo confundía con la corte de Miss Davis y el señor Lacoste, el tenis mexicano ha podido levantar.