Sócrates gira y, sin mirar, la deja de tacón para Toninho Cerezo, quien espera la llegada de Leandro por banda izquierda. Era España 1982 y los laterales brasileños ya jugaban como extremos, en ese momento había por lo menos 100 años de evolución entre Brasil y Nueva Zelanda. Leandro levanta la cara sobre la línea de fondo y tira el centro, Zico, lanzándose de tijera, marca el 1-0 en las barbas de Ricki Herbert, sedentario central neozelandés que sufrió la samba y el calor de aquel partido (4-0) como ningún otro.
Esa noche, en el Benito Villamarín de Sevilla nace la cultura fútbolística de Nueva Zelanda. Ricki Herbert, jugador educado en las tradiciones británicas del ataque aéreo, tardó 28 años en lograr que la pelota bajara al suelo, se convirtió en técnico de Nueva Zelanda, y en 2010 volvió a los mundiales con un juego muy digno empatando tres partidos frente a Eslovaquia, Italia y Paraguay.
De las antiguas colonias, Nueva Zelanda sigue siendo la más conservadora con ese fútbol rural, tan británico, tan victoriano, propio de un central criado en una isla como su entrenador. Herbert se mueve como pastor entre Wellington y Auckland, manteniendo una academia donde enseña el juego a los niños; compaginar el cargo de actual técnico nacional con el de evangelizador de fútbol nos da una idea de la importancia que tiene el largo plazo en este deporte y en ese país. Fundar un estilo y crear identidad es cuestión de años, un trabajo religioso.
El técnico de Nueva Zelanda, al que enfrentará Vucetich, basa sus principios de juego en cuatro aspectos; el método Herbert es conocido como las cuatro “S”: Skills, Speed, Sense and Spirit. Dominar y aprender la técnica, conseguir hacerlo cada vez más rápido en el campo, utilizar con criterio el balón, saber cómo moverse cuando no se tiene y disfrutar el juego con naturalidad.
Las cuatro “S” del fútbol neozelandés nos pueden parecer prehistóricas en tiempos del Barça, por ejemplo, y en realidad lo son, pero el documento cobra valor porque se trata de la Constitución por escrito, casi un pergamino de un deporte en un país que vive del rugby, bisabuelo del fútbol. La selección que va enfrentar México en el repechaje es uno de los primeros eslabones en la interminable cadena evolutiva del juego. El partido decisivo en Wellington es un viaje al interior de un volcán. La selección visitará una tierra donde el fútbol, ese deporte universal, apenas está explotando.
Esta Nueva Zelanda con respecto a la vieja, 1982, avanzó mucho en el tiempo. El medio suele utilizar una frase común para explicarlo: “Las distancias se han acortado”. Lo que nunca se explica es en qué dirección, porque mientras selecciones emergentes como Nueva Zelanda avanzan y otras retroceden, el de México es un caso práctico, y el de Brasil también; han pasado 31 años de aquel equipo de Zico, Sócrates, Junior, Falcao, Eder, Toninho Cerezo… y en Brasil nadie ha vuelto a ver algo igual, ni siquiera parecido. La teoría del fútbol y la generación espontánea puede tener sentido, los fútbolistas nacen, no se hacen. Si de algún factor puede agarrarse el fútbol mexicano para llegar al mundial es ese. En México por peores directivos que haya, mayor influencia comercial o escasa planeación estratégica – la mayoría de los niños crecen con un balón en los pies y un rincón para patearlo, pero a partir de hoy, tendrán pesadillas. Escucharán leyendas, imaginarán monstruos, les constarán historias de una isla lejana en el pacífico que trajo ogros, tribus, gente con la cara pintada y la piel marcada. Los maoríes pueden volverse el rival histórico que nos deje fuera.
La estructura profesional del fútbol vive de la semilla que sembró Herbert. Ha sido una lucha intensa por intentar proyectar el fútbol a niveles aunque sea cercanos a la popularidad del rugby, algo que se antoja imposible, para los neozelandeses los All Blacks y su Haka representan casi una religión. Sin embargo, el espíritu maori sobre el que se sustentan los valores de la selección nacional de rugby ha servido para promover al resto de equipos representativos. El solo nombre de los All Blacks impone, sus jugadores son una celebridad, no solo allí, el mundo entero los conoce y su leyenda incluso genera adhesión más allá del deporte. El fútbol ha empezado a aprovechar la estela del rugby y las cosas no le han ido mal. Les llaman All Whites, viven a la sombra de la leyenda negra: los All Blacks; sus hermanos mayores. El equipo nacional de soccer de Nueva Zelanda es el pequeño de los maoríes que encontraron en la práctica del rugby un pretexto moderno para demostrar fiereza frente al dominio británico. Aunque su fútbol habita una zona alejada de competencia, los All Whites diseñaron un modelo de desarrollo único en el mundo al que llaman WOFP. El Whole of Footbal Plan empieza por la búsqueda maorí de espíritu, garra y talento con el objetivo de amar este deporte en todo el país. El segundo punto del plan maestro se basa en investigación y evidencias, no en opiniones; durante tres años reclutaron especialistas y estudiaron modelos de fútbol alrededor del mundo para adaptarlo a las costumbres y tradiciones de Nueva Zelanda. El tercer punto transfiere y comparte el conocimiento adquirido por la Federación neozelandesa de fútbol, tanto con profesionales como amateurs, logrando así la nacionalización de un deporte considerado extraño. La parte final del plan consiste en dotar de programas, apoyos, patrocinios y capacitación a todas aquellas organizaciones que formen parte del fútbol organizado para lograr sostenibilidad administrativa y que los equipos, clubes o colegios solo se preocupen por desarrollar talentos bajo el lema One game, one team (Un juego, un equipo). Los boletos para el partido de vuelta del repechaje vs. Concacaf ya están a la venta, Nueva Zelanda jura llenar con 35 mil All Whites el Westpac Stadium de Wellington. El miércoles 20 de noviembre del 2013 está subrayado con tinta negra en el plan maestro de los All Whites. Según el calendario maorí será noche de media luna, la señal que indica el siguiente paso. En este escenario desconocido para una selección mexicana, y llena de ritos, se enfrentará nuestro fútbol. La cita, aunque no dejan de ser dos juegos, sirve para entender lo desprovisto de planeación y orden a nivel fútbolístico que está México. Porque todas esas cosas que tanto importan en Nueva Zelanda, en la Federación Mexicana de Fútbol podrían resultar inútiles.
José Ramón Fernández Gutiérrez
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo es periodista, escritor y director de operaciones de Publicidad y Clubes de Fútbol en CANAL+ España.