Casi 50 millones de parejas en el mundo no logran concebir un hijo. Muchas veces las consecuencias psicológicas son catastróficas
Aquellas parejas que no logran concebir un hijo por lo general terminan por enfrentarse a una serie de consecuencias hasta cierto punto delicadas y multifactoriales, aunque en mayor medida destacan las psicológicas y emocionales.
Y es que, después de intentarlo en varias ocasiones sin obtener resultados satisfactorios, en la pareja se generan una serie de alteraciones que la llevan a manifestar un profundo sentimiento de culpa.
En junio se celebra en todo el mundo el mes de la infertilidad, y de acuerdo con la doctora Karen Jiménez Robles, especialista en reconocimiento de la fertilidad y planificación familiar y quien además posee una maestría en reproducción humana y otra en ginecología, obstetricia y neonatología, en la pareja se generan muchas culpas por no poder concretar la ilusión de la paternidad.
Este desvío psicológico llega a ser tan grave que, incluso, en muchas ocasiones él o ella buscan un culpable. Sin embargo, “esto no es de culpables”, explica la especialista en entrevista con Newsweek en Español, y añade que cuando se habla de infertilidad es imposible dividirla en mujer y en hombre, al contrario, se analiza en pareja porque hasta el momento en que esta decide embarazarse será posible saber si es fértil o infértil.
A la frustración por no poder concebir se añade el hecho de que los actuales tratamientos para combatir la infertilidad, como el de reproducción asistida, cuestan mucho dinero y son muy desgastantes, “y la pareja se somete a un estrés, a estar controlando su ciclo, a monitorizarlo, a estar muy pendiente del proceso, y todo con la consecuencia de si se logra el embarazo o no”.
En dicho caso, cuando la fecundación artificial falla, “la parte psicológica se afecta mucho”, pues existía una esperanza que se ve demolida, y a veces “era la única alternativa, la pareja quizá solo podía someterse a un tratamiento por la cuestión económica”.
A este panorama hay que añadir el hecho de que en muchos países aún existe un enorme vacío legal en el tema, pues en la mayoría no se ha legislado, por ejemplo, para resolver conflictos que pudieran
surgir respecto al uso de células germinales, embriones congelados o, incluso, úteros subrogados.
Por eso la infertilidad es un tema muy delicado, manifiesta Jiménez Robles, “y no se quiere hablar de eso con la familia o las amistades”. A diferencia de otras patologías, esta “se lleva en silencio por muchos años, por temor, porque a lo mejor la pareja está esperanzada en que en los próximos meses ella quedará embarazada. Afecta mucho a la persona, en la parte psicológica, en lo emocional, y mucho más en lo anatómico”.
Ataca a hombres y mujeres
La infertilidad es definida por los especialistas en la salud como la imposibilidad o dificultad para que una pareja logre un embarazo tras tener relaciones sexuales en los días de ovulación de la mujer, sin ningún método que lo impida, durante un año o más tiempo.
En el último informe que publicó al respecto, a fines de 2012, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que 48.5 millones de parejas de todo el mundo padecen infertilidad.
También indica que el 2 por ciento de las mujeres totales de entre 20 y 44 años que buscan un hijo por primera vez (infertilidad primaria) no lo logran y que, a su vez, el 10.5 por ciento de aquellas que ya tenían un hijo e intentaron un segundo tampoco pudieron (infertilidad secundaria).
La OMS asimismo manifiesta que el 35 por ciento de los casos de infertilidad se deben a un factor masculino, el 55 por ciento a uno femenino, y el 10 por ciento restante, a causas inexplicables.
La doctora Karen Jiménez Robles asegura que, en las mujeres, diagnosticar la infertilidad requiere estudiar todos los factores que pudieran repercutir en que no se logre el embarazo. “La fertilidad no solamente es un óvulo o un espermatozoide, hay que estudiar toda la anatomía de la mujer. Lo que nos va a dar mucha información es el ciclo menstrual, hay que estudiar las características del sangrado, la ovulación, las molestias, el dolor, el ciclo en general, su longitud, los días que trascurren desde la ovulación hasta que inicia el siguiente ciclo, y todo correlacionarlo en laboratorios, con ultrasonidos, para saber en dónde está la alteración”.
Si se habla de las causas de infertilidad en la mujer, estas se dividen en dos. “Una que es antes de la ovulación, es decir, hay un defecto o una alteración en el ovario o en el cerebro que no manda la señal y que impide el que no se dé la ovulación. Y también existen mujeres que no tienen este problema, pero la deficiencia está en trastornos hormonales que no sostienen un embarazo, son aquellas mujeres que han tenido una o varios pérdidas recurrentes, el problema de la concepción no es tanto la patología o la dificultad, sino mantener el embarazo hasta que llegue a término”.
Por su parte, en el caso de los hombres los casos de infertilidad se dan en su mayoría por factores relacionados con infecciones de trasmisión sexual o con patologías que afectan directamente a los testículos, las cuales podrían estar disminuyendo la cantidad, movilidad y calidad de los espermatozoides.
Estas causas de infertilidad, que se manifiestan tanto en hombres como en mujeres, son las que se deben a factores orgánicos, a las cuales deben sumarse las que provocan los agentes externos.
“El principal agente externo, y creo del cual nadie nos salvamos, es el estrés”, señala la especialista en reconocimiento de la fertilidad y planificación familiar. “El estrés actúa directamente a nivel de neurotransmisores, de la hipófisis o del cerebro, y esto puede impedir que se activen las hormonas correspondientes en el momento de la fertilidad en el caso de la mujer, o la buena producción de espermatozoides en el hombre”.
Enemigos de la fertilidad
Estrés es todo aquel evento, bueno o malo, que genera algún tipo de tensión, dígase someterse a una dieta, aumentar la cantidad de ejercicio, mudarse de vivienda, emprender un viaje, incrementar el trabajo, desvelarse o tener una baja o nula nutrición por alguna situación particular. A estos factores añádanse los correspondientes a los relacionados con los de la salud y que también causan estrés, como una cirugía o una infección que se ha padecido durante determinado tiempo.
“Estas situaciones estresantes sitúan al cuerpo en un estado de defensa, se pone en alerta para sobrellevarlas, y en dicho caso lo que menos se le hace importante, por así explicarlo, es la parte de la fertilidad. Si una mujer debe correr mucho porque participa en una carrera, lo que menos le preocupa a su organismo es el fenómeno de la fertilidad, se retrasa ese evento porque el cuerpo se enfoca a bombear sangre al corazón, la frecuencia cardiaca, el cerebro, los riñones, etcétera”.
Otros factores externos que contribuyen a la infertilidad son la contaminación, el hábito de fumar y, sobre todo, el sobrepeso. En este sentido, la experta señala que la dieta es muy importante, pues “la mala alimentación, ya sea una deficiencia o un sobrepeso, aumenta el colesterol, lo que puede repercutir en la parte de la fertilidad.
“Hay mujeres que con solamente bajar cinco o seis kilos de peso ven el cambio y mejoría en sus ciclos menstruales. Y, de ahí, cualquier otra enfermedad puede poner en riesgo el buen funcionamiento del organismo, factores externos que pueden alterar o posponer una concepción, no impedirla completamente, más bien retrasarla un poco, unos meses o incluso un año”.
En este sentido, nuestra entrevistada considera que otro agente extraño causante de la infertilidad y que puede presentarse tanto en hombres como en mujeres es el relacionado con las infecciones y las enfermedades de transmisión sexual. Y es que, de acuerdo con la especialista, hay personas que las padecen sin saberlo o no se le detectaron a tiempo, y aquí podría señalarse a quienes han tenido más de cinco parejas sexuales y cuyo riesgo es padecer una enfermedad sin serle diagnosticada.
“Eso a la larga puede afectar los órganos reproductores, tanto en el hombre como en la mujer. Este tipo de pacientes, que han tenido estos antecedentes, con mayor razón deben asistir a consulta, saber que está todo bien, que no tienen ninguna enfermedad de trasmisión sexual, pues eso podría repercutir a la larga, el que se incube una bacteria o un microorganismo que afecte directamente y con el paso de los años altere, por ejemplo, la permeabilidad de las trompas en el caso de las mujeres, o en el caso de los hombres, el nivel testicular e impida la buena producción de espermatozoides”.
Métodos para atacarla
Hace 35 años, en julio de 1978, nació Louise Brown, el primer ser humano en la historia considerado de probeta.
La concepción de la niña británica, nacida en Oldham, se produjo en un laboratorio mediante la técnica de fecundación in vitro; es decir, un óvulo de su madre fue unido a un espermatozoide en una placa de laboratorio. Cuarenta y ocho horas después el huevo ya estaba dividido y había formado una diminuta masa de ocho células, y fue implantado en el útero materno, con lo que se inició una gestación normal.
El nacimiento de Louise y, por lo tanto, el éxito de la fecundación in vitro, marcaron la pauta para las actuales técnicas de reproducción asistida, las cuales comprenden todos los tratamientos de la infertilidad en los que se manipulan tanto óvulos como espermatozoides. De este modo, en 1984 nació en California, en Estados Unidos, un niño concebido con un óvulo donado, mientras que en Australia una mujer dio a luz a un bebé procedente de un embrión congelado. Y en 1994, una mujer italiana de 62 años tuvo un hijo con un óvulo donado que fue fecundado con un espermatozoide de su marido.
Jiménez Robles, la especialista consultada por Newsweek en Español, explica que hoy en día existen varias opciones para el tratamiento de la infertilidad. “Las más comunes y quizá las más escuchadas son las técnicas de reproducción asistida”, añade. No obstante, el que recomienda como experta es uno conocido como método Creighton, el cual atiende y parte, sobre todo, de las causas reales que impiden el embarazo.
“Es un sistema integral que, además de favorecer y de ayudar a la pareja a reconocer sus días de fertilidad, junta la salud reproductiva con la ginecológica. Es un método estandarizado y natural que permite a la mujer observarse día a día y llevar un registro de su ciclo, lo cual al médico le posibilita identificar cualquier marcador biológico como el aumento de sangrado, dolor, algún tipo específico de secreción, etcétera, que pueda dar una idea de en dónde está la alteración, y esta alteración puede ser tan sencilla como la falta de producción de un buen moco cervical, que es el que permite la supervivencia y el paso de los espermatozoides”.
En pocas palabras, el método Creighton posibilita que se identifique la causa de la infertilidad y, a partir de ese conocimiento, tratarla y favorecer que la concepción y el embarazo se realicen de manera natural, “sin utilizar métodos invasivos o más riesgosos que pongan en riesgo la salud de la mamá, del papá o incluso del bebé, pues a veces se abusa de medicamentos que la paciente no necesita”.
La experta en reproducción humana y en ginecología, obstetricia y neonatología insiste en que este método es 100 por ciento natural, es decir, “no se agrega nada al cuerpo, sino, más bien, se basa en el registro de observaciones, por lo que no va a ver ninguna contraindicación”.
Acudir con especialistas
El Creighton lo puede utilizar cualquier mujer, en cualquier estado de su etapa reproductiva (embarazo, lactancia, cercana a la menopausia), a partir de los 15 años de edad. Fue creado y desarrollado por el médico estadounidense Thomas Hilgers, un experto ginecólogo que tras 35 años de investigaciones y de observaciones desarrolló un sistema estandarizado y personalizado que permite establecer estándares respecto al comportamiento del ciclo menstrual y hormonal de la mujer.
“No importan la edad ni el estado de salud de la mujer, todas lo pueden utilizar. Es inofensivo y no hay ningún riesgo porque no se trata de administrar algún medicamento o un químico, sino de observar, conocer el cuerpo de la mujer, y con base en ese conocimiento, reconocer si hay alguna alteración en su ciclo. Una vez detectada la alteración se trata el problema ginecológico que está de fondo, que puede ser un síndrome de ovario poliquístico, una endometriosis, alteraciones hormonales, o puede haber otro tipo de alteración anatómica como un pólipo dentro del útero o una inflamación dentro de las trompas”.
Una vez solucionado ese problema se tiene, como consecuencia, el resultado de que la fertilidad ha sido restaurada. “Se ha diagnosticado y restaurado la fisiología y anatomía normal de la mujer para facilitar su buen funcionamiento y el resultado ha sido una concepción de manera natural”.
Karen Jiménez añade que, una vez que se ha identificado el problema que impide la infertilidad, se suministra a la paciente un tratamiento que puede incluir suplementos y vitaminas para mejorar algún tipo de deficiencia nutricional, o una prescripción farmacológica que asalte no directamente los ovarios, sino cualquier otra patología que pudiera padecer la paciente, como las halladas en la tiroides, cuyo saneamiento resulta en una mejora del ciclo menstrual.
“A veces sí se llega a hacer una cirugía, pero en casos muy específicos. Por ejemplo, la endometriosis es una entidad que no podemos diagnosticar sino con una laparoscopía diagnóstica. Necesitamos ver el tejido, analizar la pared abdominal, revisar intestinos y los órganos reproductores, ver que no hay esta endometriosis, y si se encuentra, tratarla en ese momento con una cirugía.
“Entonces, podemos comenzar desde algo muy sencillo, como el suministro de vitaminas; proseguir con algo intermedio, como el uso de fármacos para aliviar algo que realmente esté deficiente en el cuerpo de la mujer y regresarlo a su estado natural; y terminar con una cirugía si llega a hallarse alguna alteración que lo requiera, para lo cual existen médicos especializados, entrenados y capacitados en estas técnicas para lastimar o lesionar lo menos posible el aparato reproductor, reestablecer la anatomía natural y, con esto, favorecer que, posteriormente a la cirugía y el tratamiento médico y farmacológico en conjunto, se pueda mejorar el estado de salud de la mujer y se logre un embarazo”.
—¿Qué aconsejaría a las personas que son infértiles y que no saben qué hacer o cómo proceder? —preguntamos finalmente a la doctora Jiménez Robles.
—Lo primero es invitarlas a que acudan con médicos especializados, que puedan conocer las alternativas para identificar realmente en dónde podría estar su problema. Que busquen el diagnóstico de base porque muchas veces los estudios salen normales y eso es nada alentador. Que conozcan sus patrones de fertilidad, de infertilidad, que vean su estado de salud y, posteriormente, si se tiene un diagnóstico certero, se sometan a un tratamiento.
“Someterse a un tratamiento trae dos beneficios muy importantes: solucionar una deficiencia orgánica, que es importante para la salud en el futuro, y, sobre todo, concretar el deseo de un embarazo”.