A sus 23 años, con cabello largo y una pañoleta colorida, Jens se ve como cualquier otro estudiante universitario alemán. Pero el comportamiento cuidadosamente desaliñado enmascara un lado más oscuro. Jens es un exneonazi o, en sus propias palabras, “la persona más sospechosa que existe”. Como él lo dice: “Los grupos de izquierda te ven como un espía; los grupos de derecha te consideran un traidor. Y el centro político está incómodo contigo”.
Cómo lidia Alemania con los neonazis —y quienes quieren abandonar sus filas— es un problema que ha recibido mucha atención conforme se ha desarrollado el juicio de la acusada lideresa neonazi Beate Zschäpe en Múnich. Pocas personas saben tanto del problema como Daniel Köhler, un asesor de Exit Deutschland, la principal ONG para la rehabilitación de extremistas alemanes. Desde sus comienzos, hace 13 años, Exit ha rehabilitado a más de 500 radicales de derecha, con un índice de reincidencia menor al 2 por ciento, según el grupo. Una vez que alguien se acerca a Exit, obtiene un asesor que evalúa su situación, dice Köhler. “¿Sus vidas están en riesgo a causa de su defección? ¿Necesitan mudarse a una ciudad diferente con el fin de minimizar las amenazas en su contra? ¿Necesitan una nueva identidad? ¿Necesitan terapia?”.
Es un método efectivo para lidiar con un problema serio. Según la Bundesamt fu?r Verfassungsschutz, uno de los servicios locales de inteligencia del país, había 22 400 extremistas de derecha en 2011, menos de los 26 600 de 2009. Sin embargo, durante ese mismo período, el número de neonazis aumentó de 5000 a 6000.
Sacar individuos puede afectar la fuerza colectiva del grupo extremista. “Ello crea un agujero enorme en sus filas”, dice Köhler. “No hay una manera más efectiva de combatir el extremismo de derecha”. Cuando era un adolescente, Jens, quien no puede revelar públicamente su verdadero nombre, se sintió atraído por un grupo de extrema derecha porque le ofrecía el apego y la intimidad que no tenía en casa. A los 18 años, fundó su propio grupo. “Para muchos, ser un neonazi se trata menos de una ideología que de sentirse fuertes en un grupo”, dice él. “Pero después de un tiempo me percaté de que estas personas solo querían juntarse para beber alcohol”. Jens decidió unirse a un grupo más político, pero después de un tiempo se vio en desacuerdo con toda la ideología del grupo. A los 20 años, estaba listo para dejarlos. Pero el precio de renunciar a menudo es una vida de secreto y miedo, y así Jens acudió a Exit, un grupo al que él le da el crédito por hacer posible la ruptura. Aunque vivir con miedo a represalias puede ser difícil. “No me veo como una víctima”, dice Jens. “Tienes que asumir la responsabilidad por lo que has hecho”.