La elección de Jorge Mario Bergoglio como el nuevo sumo pontífice de la Iglesia católica no solo supone la llegada del primer papa latinoamericano, sino del primer jesuita y el primero en adoptar el nombre del santo de los pobres; las expectativas no pueden ser menores.
Tan sorpresiva como la renuncia de Benedicto XVI resultó la elección de Francisco como máximo líder de la Iglesia católica, pues aunque se conoce que cuando Joseph Ratzinger fue electo como papa en 2005 Bergoglio resultó como segundo favorito, en momentos en los que la Iglesia atraviesa por su mayor crisis de credibilidad —que se debe en gran medida a que se ha negado a crecer al ritmo que marca la historia y a abrirse a la pluralidad—, lo que menos esperaba el mundo era que un cardenal no europeo ocupara la silla de Pedro que dio cobijo a 265 papas del viejo continente.
En entrevista con Newsweek en Español, el especialista en temas de religión Bernardo Barranco y el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México Fernando M. González nos ofrecen un análisis de lo que supone la elección de Francisco, así como del posible rumbo que tomará la Iglesia católica bajo su papado, el papel que jugará América Latina dentro de las prioridades de la Iglesia, la capacidad del Pontífice para enfrentar los escándalos que hoy en día aquejan a la institución, y de la ideología conservadora y personalidad humilde que caracterizan al miembro de la Compañía de Jesús y actual Papa.
América Latina, la región más católica y la menos representada y atendida
En verdad, aquí estamos. Con estas pocas palabras, el nuevo Papa hizo una alusión gentil a lo que todos habían temido, es decir, más de lo mismo.
América Latina, una región que representa 483 millones de católicos en el mundo, es decir, más del 42 por ciento de la reserva católica mundial, compuesta por 1200 millones de creyentes, nunca había sido representada por un papa latinoamericano.
En el caso de Brasil, el país con más católicos en el mundo, se habla de cerca de 200 millones de seguidores; mientras, México, el segundo en la lista, cuenta con unos 90 millones de católicos. Ambos países estuvieron presentes en el cónclave que eligió a Bergoglio con cuatro y tres cardenales, respectivamente, mientras que Italia, que apenas llega a los 45 millones de católicos, fue representada con 28 cardenales.
A todas luces, América Latina ha estado desproporcionalmente representada dentro de la Iglesia y, lo que es peor aún, no ha tenido cabida en los grandes niveles de tomas de decisiones; los pobres, que suponían ser la prioridad de una Iglesia cuya misión es servir a los más necesitados, han sido abandonados.
Pero ¿qué supone la elección del primer papa latinoamericano?
Para Bernardo Barranco supone muchas novedades y constituye un proceso inédito que está cargado de elementos muy atípicos, como la renuncia de Joseph Ratzinger y la existencia de dos papas, uno emérito y uno en funciones, que además es jesuita y latinoamericano. “Su elección representa el reconocimiento o el ascenso de una región que había sido literalmente abandonada por Benedicto XVI, ya sea porque no le interesó, no le importó o no le dio la prioridad que tiene en el concierto internacional; y significa que la conducción de Roma se aleja de las querellas internas del Vaticano y, sobre todo, de las rencillas de la curia italiana para refrescarla”.
Según Fernando M. González, su elección implica un cierto reconocimiento a que la Iglesia no solamente es europea, que es mucho más amplia, “parece que ahora sí algunos empiezan a querer darse cuenta de que el grueso de los católicos está en América Latina y que era necesario que, de alguna manera, aunque algo ilusoria, representara al continente americano, a la Iglesia de la diáspora”.
—¿Su elección es estratégica?
“Sí, representa el interés que tiene el conjunto del cuerpo cardenalicio por no dejar que la región siga en decadencia; este descuido, que se ha tenido durante más de 10 años, de América Latina ha traído como consecuencia el avance de nuevos movimientos religiosos, pero también el avance de la secularización. Por ejemplo, en Brasil ha llegado a descender hasta un 65 por ciento el número de católicos según el último censo, México ha llegado al 83 por ciento, y Centroamérica está cerca del 50 por ciento cuando tan solo en las décadas de 1970 y 1980 eran regiones donde el porcentaje era mayor del 90 por ciento”, asegura Barranco.
González coincide, y añade que las fuerzas se midieron en el concilio, y al no haber podido elegir a alguien de Estados Unidos y tampoco de la curia italiana, los cardenales entonces se decidieron por un tercero, que aparentemente era el más débil, pero que sería quien permitiría este singular descentramiento con un papa que por primera vez es de otro continente. “Se eligió a un papa con un cierto dejo de transición, pero que no toque demasiado la estructura actual”.
—¿América Latina ahora podrá tener un papel relevante dentro de las prioridades de la Iglesia?
Bernardo Barranco es positivo: “Yo creo que sí, está en un momento en el que puede despuntar. Una de las primeras acciones que tiene que hacer el papa Francisco es lograr los equilibrios internacionales necesarios para la Iglesia porque padece de un eurocentrismo milenario, es como si esta estuviera determinada por los grandes trazos, los grandes acentos que vienen de Europa cuando la realidad nos dice que el catolicismo en Europa va en picada. Al principio de su historia los católicos en efecto eran en su mayoría europeos, más del 50 por ciento lo eran, pero hoy ni siquiera llegan al 23 por ciento a nivel mundial.
“Europa se está agotando en términos de apuestas, de hipótesis pastorales, y estas tienen que venir de otro lado, de Asia, que ha crecido de manera notable, de África, de América Latina…”.
Una Iglesia anclada al pasado
De corte conservador han sido los cardenales elegidos por la Iglesia católica desde sus inicios y, por lo tanto, de corte conservador también han sido los papas, impidiendo así que la Iglesia se sume a la modernidad y responda a las demandas de una sociedad más informada y preparada a la que no le basta con que su santidad se sume al aquí y ahora abriendo una cuenta de Twitter para luego despedirse pronunciando un discurso en latín, como fue el caso de Benedicto XVI, y se niegue a dar un paso hacia la apertura y a liberarse de ataduras históricas que están completamente en contra de la lógica moderna.
Los temas del celibato, la homosexualidad, los anticonceptivos y la mayor participación de la mujer en la Iglesia en pleno siglo XXI todavía no tienen cabida en el reino de Dios.
—¿Qué rumbo tomará la Iglesia con Francisco?, ¿habrá cambios?
Responde Barranco: “Todavía es difícil definirlo, pero creo que los símbolos que ya se han utilizado son muy importantes, empezando por el nombre que asume inspirado en Francisco de Asís, un clérigo que transformó, que se reveló a la estructura de su tiempo, que llamó a la Iglesia a tener una sensibilidad por los pobres cuestionando de manera radical el abandono de las raíces evangélicas y que tuvo un rol de denuncia muy importante y de recreación del evangelio en una prospectiva de regresar a los orígenes. Es decir, el nombre viene muy a tono con lo que podría hacer: ser un papa con más sensibilidad social que da opción preferencial por los pobres, algo muy latinoamericano en términos de la justicia social que es el santo y seña de la región.
“La segunda cuestión es el tema de la reforma de la curia, todos sabemos que Bergoglio tiene una conducción y un temperamento fuerte y que no va a dudar en poder sanear a una curia que está marcada por el escándalo y por el descrédito y que ha manchado los últimos años la credibilidad moral de la Iglesia. La clave será ver quién va a ser su secretario de Estado y cuánto tiempo va a tardar en hacer las reformas, un papa viejo como Bergoglio si deja pasar mucho tiempo puede ser comido por la curia.
“El tercer gran tema es el de la pederastia, que como parte de su agenda obligatoria tiene que enfrentar. Al respecto, Bergoglio ya dio un anuncio al haber rechazado el encuentro con Bernard Law, el famoso cardenal encubridor de Boston; con lo cual quizá quiso decir que tendrá una mano mucho más dura y más firme”.
El autor del libro Marcial Maciel. Los Legionarios de Cristo: testimonios y documentos inéditos, Fernando M. González, espera que se continúe con la limpieza en el campo de la sexualidad, no solo en el campo de la pederastia, sino que se tomen posiciones más humanas respecto al tema de la homosexualidad, “pero yo no sé si estará dispuesto cuando él mismo se opuso a Cristina Fernández con el tema de los matrimonios homosexuales porque dijo que eso atentaba contra el plan de Dios.
“Aunque, claro, no descarto la posibilidad de que un papa que viene de Latinoamérica empiece a mirar de otra manera a la Iglesia en su enorme pluralidad y haga políticas de acercamiento con los obispos, cardenales y sacerdotes de América Latina”.
La fe, en tela de juicio
Los múltiples escándalos en los que se ha visto envuelto el Vaticano, sobre todo en los últimos años, con la denuncia de miles de casos de pederastia encabezados por el exlegionario de Cristo Marcial Maciel, la filtración de documentos secretos que pusieron al descubierto los casos de corrupción en la Santa Sede y las inagotables luchas de poder que se libran en su interior, así como la supuesta violación de normas contra el blanqueo de capitales por parte de la Banca Vaticana, han puesto en tela de juicio la fe de los católicos en su Iglesia y la autoridad moral que representa para ellos el papa.
—¿Francisco podrá recuperar la autoridad moral que ha perdido la Iglesia?
Para Barranco, el Papa está obligado: “No olvidemos que la Iglesia debe su papel, función y misión a los valores y a la autoridad que pueda tener en el manejo de esos valores. Cuando una iglesia no tiene autoridad moral en términos de los valores que expresa, que quiere llevar a la práctica, que quiere inducir en su feligresía, es una iglesia que pierde el sentido de su propio fundamento como institución. Los valores y la autoridad moral y espiritual son requisitos sine qua non por los cuales tiene que desarrollar su misión, y la misión de la Iglesia supone una autoridad religiosa, moral y espiritual.
“La Iglesia ha perdido este fundamento y se está desfondando en sus querellas internas. Francisco está obligado a recuperar estos valores. Si podrá o no es una de las grandes dudas, todas estas querellas tienen un nombre y apellido: una curia que se ha apoderado del Vaticano y que ve para su provecho como todo aparato burocrático porque ya ha perdido el sentido de servicio de la Iglesia y se ha burocratizado hasta el extremo de que todo lo ha normativizado. Esa es una curia que tiene que ser adelgazada, dimensionada, removida e internacionalizada.
“El Concilio Vaticano II pide que la Iglesia se universalice, se internacionalice y, sobre todo, con el último período de Juan Pablo II y todo el período de Benedicto XVI, ha habido una regresión muy importante, se ha vuelto no solamente a europeizar, sino a italianizar, de tal suerte que el Vaticano forma parte por excelencia de la política interna de Italia, y ahí hay que repensar de fondo esta relación o Roma se convierte en la sede religiosa del catolicismo a nivel mundial o es la sede política del poder del Estado Vaticano en Italia; Bergoglio debe poder diferenciar muy bien, e incluso enfatizar, que en este momento lo que se necesita de manera imperante en el catolicismo es un líder espiritual y no un líder de Estado”.
González considera que, en efecto, el Papa puede recuperar “algo” de autoridad moral “si la imagen que dan de él como una persona pobre, sencilla, que convive con el pueblo y que no se le conocen escándalos, por lo menos en la parte sexual, puede recuperar la imagen, pero ya hay artículos en donde la parte del dinero ya salió, al igual que la de la dictadura, entonces lo veo complicado si esos datos se conocen de manera mucho más precisa y rigurosa”.
—¿La Iglesia está lista para liberarse de ataduras que van en contra de la lógica moderna?
“Lo dudo por la ideología de donde viene y por lo que ya ha hecho en actos mientras fue arzobispo en Buenos Aires; lo dudo, pero siempre pueden pasar cosas en el camino, no puedo determinar radicalmente que por lo que hizo en el pasado será igual, creo que va a tender a ser igual, aunque puede que la presión y un acto de lucidez y humanidad lo lleven a hacer cosas que él no pensaba hacer mientras era cardenal. Como papa quizá descubra que hay algo que pueda dejar como herencia humana a la Iglesia y de apertura hacia temas pendientes”, puntualiza el investigador de la UNAM.
Por su parte, el especialista en religiones califica como exigencia del nuevo Papa llevar a cabo dicha acción: “Es una exigencia, una obligación. El problema es que la exigencia tiene que ir acompañada de actores que estén dispuestos a hacerlo, y me temo que los 115 cardenales son ideológicamente muy conservadores, son fruto de este largo arco de tiempo que va en los últimos 35 años del pontificado de Juan Pablo II al de Benedicto XVI. Son un polo de conservadurismo y han creado clones en los cardenales y en las mayores estructuras de la Iglesia, en la cabeza de los episcopados, en todo el mundo, y por lo tanto se ve muy difícil que la Iglesia dé pasos.
“Sin embargo, ahí está uno de los misterios que tiene la Iglesia, racionalmente uno podría decir que es imposible que este Papa o esta Iglesia, con la estructura que tiene, vaya a dar un paso significativo, pero lo mismo se decía en la década de 1960 con un papa de transición como Juan XXIII, quien en menos de seis años no solamente escribió ocho importantísimas encíclicas, sino que fue el papa que, aunque venía de una estructura burocrática, que no era un pastor, se convirtió en uno de los actores más revolucionarios en la historia del catolicismo del siglo XX convocando al Concilio Vaticano II”.
—¿Francisco tiene posibilidades de hacer frente a los escándalos que pesan sobre los hombros de la Iglesia?
Según Fernando M. González, depende de las relaciones, el poder, la fuerza y el grupo que acompañe durante su papado a Bergoglio para que realmente pueda enfrentar la situación actual de la Iglesia. “Yo creo que si algo estratégico le queda por hacer como simple modo de supervivencia es empezar por limpiar la curia a través de la cual Benedicto XVI fue ya minado dentro de su propia oficina, si no, no va a poder hacer nada”.
Bernardo Barranco opina que Francisco llega con fuerza, sin los amarres y sin los enredos que tuvo Benedicto XVI, “quien enfrentó el gran problema de ser parte de esa curia, de llegar amarrado, de tener tantos compromisos adquiridos, por lo cual le fue imposible el poder sacudirse.
“Bergoglio llega muy libre, no le debe en su carrera a nadie y, por lo tanto, se encuentra con mayor posibilidad y con una postura estratégica de mayor libertad sin estos anclajes para poder hacer los cambios que él crea. Benedicto XVI ya nos mostró que él reinó en la Iglesia, pero no la gobernó, y lo que se requiere es ahora un papa que reine y gobierne la Iglesia con un sentido diferente y el hecho de venir del tercer mundo, del sur, de América Latina, le da posibilidades”.
Un Papa conservador, pero humilde
Jorge Mario Bergoglio, hasta hace unos días arzobispo de Buenos Aires, es hijo de padres italianos y nació hace 76 años en la capital argentina. Fue provincial de los jesuitas argentinos entre 1973 y 1979 y en 1992 fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires para, seis años más tarde, convertirse en el jefe la Iglesia en su ciudad natal.
Como provincial de los jesuitas fue acusado de haber entregado al régimen militar (1976-1983) a dos sacerdotes de su orden, y durante la crisis argentina, ocurrida entre 2001 al 2002, jugó un papel muy importante como impulsor del diálogo social y político. Desde que el expresidente argentino Néstor Kirchner subió al poder, en 2003, Bergoglio mantuvo con él una mala relación que continuó con su esposa, la ahora viuda y presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, llegando con ella al punto máximo de tensión cuando la presidenta impulsó la ley del matrimonio entre homosexuales.
En 2001 Juan Pablo II lo nombró cardenal, y después fue presidente de la Confederación Episcopal Argentina, cargo que abandonó en 2011. El 13 de marzo pasado, a las 19:06 horas de Roma fue nombrado sumo pontífice de la Iglesia católica.
Conocido dentro de la Iglesia como conservador moderado, se le ha criticado por su “tibieza” en su rechazo a propuestas progresistas y se ha distinguido por sus discursos pronunciados en contra de la corrupción, la pobreza y lo que él llama la crispación política. También se le ha atacado por supuestos vínculos con la dictadura, acusación que negó en 2010 argumentando que él mismo ayudó a los jesuitas perseguidos.
Bergoglio es, en resumidas cuentas, definido como un hombre austero y reservado que tomaba el metro para ir a la catedral de Buenos Aires, un sacerdote de la Compañía de Jesús que no proviene de las corrientes progresistas ni de la teología de la liberación, pero que tampoco representa al ala más conservadora de la Iglesia.
—¿Es un Papa contradictorio?
“No hay que olvidar que el Vaticano es experto en construir imágenes. A Juan Pablo II se le representó como el atleta, un hombre joven con mucho vigor, con una fuerza y un ímpetu que contrastaba con todos los viejos y ancianos cardenales, un hombre de 58 años guapo.
“En el caso de Benedicto XVI, un hombre tan parco y carente de carisma, se le calificó como el papa de la palabra, un intelectual y pensador; con Bergoglio creo que están exaltando la imagen de tercer mundo, de un papa sencillo y que toma el autobús.
“Ahora, efectivamente, es un hombre sencillo, pero como todo personaje está lleno de claroscuros; es de la generación de una de las etapas más oscuras y más cruentas de América Latina, del Cono Sur. Convive con las dictaduras militares, con los golpes cruentos y con el avasallaje de los derechos humanos.
“Bergoglio está metido en todo eso, no era un obispo en aquel entonces, pero ya era provincial, la cabeza de los jesuitas en Argentina y, de alguna u otra manera, sí tuvo y tiene responsabilidad en esa estrategia que quizás a él no le tocó definir ni participar, pero el no haber denunciado lo convierte en responsable, en medio de una dictadura el silencio te convierte en cómplice, y por lo mismo él tiene que reconocer ahora, como cabeza de la Iglesia, que esta se halla en un déficit frente a su feligresía, que es una herida que no está cicatrizada. Muchos miembros están esperando el que la Iglesia pida perdón por haber errado su estrategia, por haberse equivocado, por haber estado en el bando equivocado y haber abandonado principios evangélicos”.
Fernando M. González asegura que los testimonios que se tienen sobre el Papa son muy contradictorios, pero que no hay que olvidar que, sobre todo, es un Papa con una ideología extraordinariamente conservadora al que le han creado inmediatamente una imagen de hombre que se sube a los autobuses, muy humilde: “Pero esa imagen es muy secundaria, este jesuita andaba en su momento en auto y parece que tuvo una cierta conversión hacia ciertos signos de ostentación exteriores, pero eso no implica que no tenga una relación con el poder episcopal muy fuerte y muy ostentosa, aunque de pronto no use una cruz de plata, sino de madera. Aquí la ideología es lo que cuenta y él es alguien extraordinariamente conservador ”.
Retos
Frente a una Iglesia convulsionada, débil, que ha perdido en gran medida la autoridad moral frente a sus creyentes, los retos no son pocos.
¿Será que Francisco ahora tiene la oportunidad de revertir lo que Bernardo Barranco definió como un “invierno eclesial”, que la Iglesia católica ha vivido bajo el eurocentrismo durante los últimos 30 años, para finalmente asumir una primavera que venga sobre todo de la fuerza evangelizadora de la zona hemisférica del sur? Quizá, pero para ello antes se debe superar la crisis.
“Si quieren sobrevivir, como primera acción Bergoglio deberá continuar con el camino que tomó Benedicto XVI de limpiar la Iglesia de los escándalos sexuales y de asumirlos, y de limpiar la Banca Vaticana; además, crear una curia humilde que no haga política asesina y que la Iglesia recupere su palabra”, concluye González.
“Yo más que enumerar retos te diría que la clave está en reconocer la cultura contemporánea, la cultura secular, que es mucho más documentada, informada, culta, menos fanática en el sentido extenso de la palabra y que, por lo tanto, si la Iglesia no entra en una nueva síntesis entre fe y cultura contemporánea corre el riesgo de quedarse desfasada, de verse superada, y como Europa, bostezar frente a lo católico.
“Entonces uno de los grandes retos de la Iglesia es el cómo encuentra esta actitud que le mandató el Concilio Vaticano II de abrirse al mundo contemporáneo para dejar que entre aire fresco, que llegue la primavera y retome un diálogo gozoso, abierto y positivo frente a la cultura moderna.
“Para muchos se requiere un Concilio Vaticano III, que esta Iglesia pueda encontrar esta nueva síntesis entre fe y cultura contemporánea. Para otros la Iglesia requiere realmente aplicar la actitud y los principios que vinieron del Concilio Vaticano II”, sentencia Barranco.
Con Francisco tal parece que llegó el momento de que América Latina se vislumbre desde la ventana del Vaticano. Ahora nada más falta que el Sumo Pontífice verdaderamente quiera asomarse.