Mientras las jerarquías de la Iglesia católica se preparan para elegir al papa 266, el mundo todavía no sabe qué le espera.
A 12 días de que se hiciera formal la renuncia del hoy obispo Benedicto XVI da inicio el cónclave número 25 realizado en la Capilla Sixtina, el cual, ajustándose al ritual que se recoge en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada en 1996 por Juan Pablo II, se propone elegir al próximo papa en un momento en el que la Iglesia atraviesa por la crisis de credibilidad más grande de su historia.
Alberto Athié, quien tras ser sacerdote durante 20 años en la Arquidiócesis de México renunció a su vocación luego de haber recibido la negativa de Joseph Ratzinger de investigar al pederasta Marcial Maciel por considerarlo “una persona cercana a Juan Pablo II y alguien que había hecho mucho bien a la Iglesia”, en entrevista con Newsweek en Español ofrece un panorama del escenario en el cual el nuevo papa deberá saber desempeñar su papel de representante de la Iglesia católica, y nos habla de los retos a los que se enfrenta la institución en un mundo moderno en el que ya no basta con tener fe para creer.
“La Iglesia católica tiene que hacer un cambio estructural de fondo, absoluto, que incluya, en primer lugar, que el nuevo papa no esté implicado con alguna complicidad o encubrimiento de cualquier índole, y menos de pederastia, como Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes estuvieron implicados directamente en el proceso de encubrimiento de la pederastia clerical.
“En segundo, debería asumir en un acto público la responsabilidad institucional de los terribles actos de sus miembros, comprometerse a que no volverán a ocurrir jamás y pedirle a los que están implicados en procesos judiciales que se entreguen a las autoridades para asumir responsabilidades.
“Tercero, cambiar totalmente el código interno, que es el código de derecho canónico al respecto, y dar prioridad al delito sobre el tema de la disciplina interna, que supuestamente iba a ser el método para resolver esto y ha sido un fracaso absoluto. Darles primacía a las víctimas y revindicarlas en todos los países del mundo, que la Iglesia colabore a que se hagan procesos de recuperación histórica, que se emprenda una transformación de la institución y que asuma su papel en términos de lo que es la base del ministerio de Pedro, que es el seguimiento de Jesús con su Evangelio en la mano, y no en la búsqueda de poder, de salvaguardar la imagen y el prestigio de los ministros por encima de todos”.
Los actos litúrgicos de Semana Santa, que comienzan el 25 de marzo, requieren de la presencia de un papa que los presida. Sin embargo, esa no resulta ser la acción más urgente para quien se convierta en el próximo pontífice.
Alberto Athié coincide en ello: “Lo primero y más importante que debe hacer el papa es plantearse cómo recuperar la credibilidad de la Iglesia. Yo creo que los discursos y todas estas supuestas y valiosas enseñanzas que tiene la Iglesia para muchos jóvenes ya no tienen valor porque ya no les dicen nada. De qué les sirve escuchar hablar de que Dios es el verdadero redentor y que la Iglesia es la que tiene la salvación para el mundo si, en el momento del encuentro con los humanos, lo que se privilegia es la imagen, la investidura y el personaje por encima de los compromisos.
“La Iglesia le apuesta a testimonios de personas, de comunidades, de iglesias locales, que de veras se comprometen por el bien real de las personas de este mundo, por los problemas del ambiente, de la sexualidad como realmente hay que enfrentarla, de las relaciones humanas, de la justicia y de la libertad… o terminará siendo, como muchas religiones, algo que a la gente no le dice ni le sirve absolutamente para nada”.
Dicha autoridad moral ha ido perdiendo peso, sobre todo en los últimos años con los casos de pederastia encabezados por el exlegionario de Cristo Marcial Maciel, la divulgación de miles de documentos secretos del Vaticano y la investigación judicial que enfrenta la banca vaticana por supuesta violación de normas contra el blanqueo de capitales. Recuperarla parece imposible.
“La autoridad de la Iglesia nunca va a volver a ser igual, los antecedentes que han desgastado casi en su totalidad su autoridad moral son gravísimos; sin embargo, creo que puede reconstruirse a través del principio del Evangelio, que es que, hayas hecho lo que hayas hecho y estés en donde estés, puedes volver a la casa, ese es el mensaje de Jesús en la parábola del hijo pródigo.
“Los seres humanos podemos volver a comenzar en vida, pero con la condición de reconocer la verdad, de caminar hacia la justicia y de llegar precisamente a la reivindicación y a la reconstrucción del daño hecho. Ese es un camino del Evangelio, razón por la cual yo no logro entender por qué les asusta tanto y le tienen tanto miedo los que representan a la Iglesia.
“Que reconozcan, pidan perdón y asuman su responsabilidad para poder avanzar, de lo contrario el retroceso será cada vez peor y ya no tendrá vuelta”.
El 11 de febrero, con la renuncia del papa número 265 de la Iglesia católica, quedó vacante la sede de Roma y, con ello, la posibilidad de que la elección del nuevo papa suponga la llegada del momento en que la Iglesia dé el paso hacia la apertura, liberarse de ataduras históricas que están completamente en contra de la lógica moderna y poner sobre la mesa temas como los anticonceptivos, el celibato, la homosexualidad y la mayor participación de la mujer en la Iglesia.
“El principio fundamental que hace que la Iglesia tenga una posición conservadora frente a dichos temas es que es la Iglesia posee la verdad sobre la persona humana en el mundo, es quien sabe lo que es pecado, y lo que no.
“Entonces, de antemano ya tiene definida su posición frente a estos temas que por sobre todo considera pecaminosos y, por lo tanto, no los promueve, no los reconoce y no les da un espacio en la Iglesia nada más que para ser sanados. Es decir, una persona homosexual solo puede ser aceptada en la Iglesia en un proceso de sanación de su tendencia homosexual; la píldora del día siguiente obviamente no tiene nada de posibilidad de ser aceptada porque va contra el acto de la procreación y la Iglesia afirma que la procreación es constitutiva del acto sexual; y la mujer ya está definida por Cristo en la Iglesia, la mujer no fue apóstol, según esta lectura, y por lo tanto la mujer nunca podrá ejercer el misterio sacerdotal ni llevar a cabo procesos de toma de decisión en niveles importantes de la Iglesia, ella está llamada a ser madre y consagrada, punto. Es decir, para la Iglesia todo está ya definido, no hay forma de abrirse a nuevas realidades y a nuevas posibilidades porque ella es la que posee la verdad, se la dio Cristo, Dios.
“Frente a una concepción así no importa si vienen 20 o 30 papas más, no hay nada nuevo que hacer en absoluto”.
—¿Entonces quiere decir que la Iglesia necesita renovarse?
“Por supuesto que la Iglesia necesita renovarse, está atravesando la crisis más grave de credibilidad de toda su historia porque maneja una contradicción brutal entre su misión de servir al mundo, especialmente a los más pequeños, a los más pobres y a los más abandonados, como el signo de la presencia misericordiosa de Dios en la historia a través de Jesús, y permitir que el encubrimiento sea su conducta sistemática.
“El nuevo papa debe de ser un pastor, lo que más espera la gente de un hombre de la Iglesia es su capacidad de servirles, de ser un pastor que sepa encontrarse con ellos, que sepa decirles con sus palabras lo que la gente necesita para creer, para mejorar en su fe, para mejorar en su esperanza, para mejorar en su capacidad de amor a los demás, etcétera.
“Entonces, la Iglesia necesita renovarse, pero para renovarse no hay más que un solo camino, volver al Evangelio. No es cuestión de cambiar alguna política o algún personaje importante, cambiando de papa no se va a resolver el asunto, a menos de que el que viene asuma de veras su papel de seguir a Jesús y de llevar en su mano el Evangelio”.
El Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII y con el que la Iglesia se comprometió a dedicar su esfuerzo a los más pobres y a ser pluralista como parte de una nueva visión de la pastoral eclesiástica, no ha sido aplicado según sus disposiciones. Quizá la llegada del nuevo papa finalmente permitirá que el Vaticano haga del espíritu del Concicio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica como lo planteó Hans Küng en la Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo.
“Con el nuevo papado yo veo posibles dos escenarios. El primero, que es el que sinceramente considero más posible, es que todos los cardenales que se vieron afectados por lo que intentó hacer el papa Ratzinger y que se vieron ventilados, puestos en evidencia, como los casos de Angelo Sodano, Norberto Rivera y quien fuera el secretario de Juan Pablo II, Stanislaw Dziwisz, pueden tener la enorme tentación de que eso no les vuelva a pasar y cierren filas otra vez nombrando a un cardenal de su grupo que ha sido nefasto para la Iglesia.
“El segundo escenario, que sinceramente lo considero mucho menos posible, es el que asuma el papel un papa que, basado en los verdaderos valores del Evangelio y de amor al prójimo y consciente de los retos que enfrena la Iglesia en el mundo moderno, propicie un cambio estructural de la institución, pero este cambio depende mucho de quiénes entren en el cónclave”.
Con tantos retos a cuestas, la Iglesia católica entonces deberá tomar en cuenta ciertas características para nombrar al sucesor de Benedicto XVI. ¿Pero cuáles son? Según Athie, ante la crisis grave de credibilidad que vive la Iglesia, lo primero es que los que son cómplices y encubridores de pederastas no asistan ni participen en el cónclave, como los casos de Norberto Rivera, quien encubrió a Marcial Maciel; Nicolás Aguilar, de Los Ángeles, y el padre Carlos López, en Tlalpan, en la capital de México: “Cardenales como él no tienen el derecho ni la autoridad moral para participar”.
El segundo punto importante es que “el que sea electo no tenga antecedentes de este tipo porque, si los tiene, es un cómplice y encubridor que seguirá en la línea del encubrimiento sistemático como conducta de la Iglesia protegiéndose a él y a los que han hecho los daños terribles.
“Tercero, debe de ser un papa dispuesto a ser pluralista, a asumir todos los retos que tiene la Iglesia con respecto al mundo de hoy, que ha cambiado enormemente porque la sociedad es muy exigente y mucho más consciente, exige diálogo abierto sobre muchos temas donde los criterios de autoridad cada vez tienen menos valor. La Iglesia tiene que saber tratar entre pares para poder hablar de caminos de construcción para la paz, pues la paz implica la interrelación entre distintas naciones, pueblos, ideologías y pensamientos”.
—¿La renuncia de Benedicto XVI sienta un precedente?
“Sí, por supuesto, acaba con una imagen de un papa infalible, que no se puede equivocar. Ratzinger se equivocó gravemente y fue acabando con el pontífice perfecto; se las tenía que jugar hasta el último día de su vida, aunque ya no pudiera ni hablar como fue el caso del papa Juan Pablo II.
“Juan Pablo II quiso dar ese testimonio olvidando que lo que los católicos necesitan no es un papa héroe, sino un papa que sepa gobernar, y hoy sabemos que en los últimos cinco años de Juan Pablo II no fue él quien gobernaba, pero tenía que estar en la palestra.
“Con Ratzinger regresa el Pedro que se equivoca, el que no las tiene todas consigo, el bocón”.
En tanto los cardenales llevan a cabo el cónclave en Roma, al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, ya han presentado demandas jurídicas en varios tribunales del país a nivel federal contra Ratzinger por “conspiración internacional” y otras cuantas denuncias formales, también en su contra, en el Tribunal internacional de La Haya por “crímenes contra la humanidad”.