Tras la muerte de Hugo Chávez, el Presidente Encargado de Venezuela tiene la descomunal tarea de reconstruir una nación que ha quedado consternada, abatida, en lo moral y en lo político.
A la muerte del comandante Hugo Rafael Chávez Frías, el vicepresidente Nicolás Maduro Moros asumió, en la práctica y en medio de una gran incertidumbre legal y constitucional, la presidencia de Venezuela.
De acuerdo con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello Rondón, hombre de confianza y muy cercano al Presidente fenecido, debió asumir la presidencia del país y mantenerse en el poder hasta que se eligiera a un nuevo mandatario por medio de elecciones.
No obstante, el poder venezolano ya está en manos de Maduro Moros, quien, incluso, el mismo día del fallecimiento del comandante firmó su primer decreto como presidente, el referente a los siete días de duelo nacional, publicado en la Gaceta Oficial de Venezuela.
Cabello Rondón, fugaz mandatario interino de Venezuela tras el golpe de Estado de 2002, como presidente en funciones de la Asamblea Nacional debió asumir el gobierno y llamar a elecciones en 30 días, consigna la carta magna, esto en caso de que el mandatario electo no pueda juramentarse. La Constitución también contempla que, en caso de que el mandatario fallezca, quien debe asumir la presidencia es el jefe de la Asamblea.
¿Entonces por qué quien ocupa el lugar que dejó Chávez Frías es Maduro y no Cabello?
Porque así lo ordenó el comandante.
El 8 de diciembre, en su último mensaje dirigido a la nación, antes de viajar a La Habana, Cuba, para someterse a una cuarta operación contra el cáncer, el líder bolivariano dijo que “si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera… que obligaría a convocar, como manda la Constitución, de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente… Yo se los pido desde mi corazón”.
Ante tal demanda, hecha de “corazón”, el presidente de la Cámara Alta pasó a un papel secundario, mientras que gran parte de los venezolanos ahora respalda a Nicolás Maduro.
Es relevante señalar que en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela existen dos incisos notables en el artículo 233, los cuales apuntan a diferentes objetivos respecto a si Chávez asumió o no su nuevo mandato. En las elecciones del 7 de octubre de 2012, el comandante fue reelecto para un tercer mandato consecutivo, que debería ejercer de 2013 al 2019. Con poco más de un millón 600 000 votos de diferencia sobre su contrincante en las urnas, Henrique Capriles, el 10 de enero pasado el líder bolivariano debió juramentar como presidente para el nuevo período, pero en ese momento se encontraba en Cuba atendiendo su salud, razón por la cual el vicepresidente Maduro tomó el juramento en su representación.
Este hecho acentuó la crítica de la oposición, la cual sentenció que no reconocía al nuevo mandato debido a que Chávez no había jurado al cargo.
En su artículo 233, la Constitución de Venezuela señala que “cuando se produzca la falta absoluta del presidente electo o presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los 30 días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo presidente o presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el presidente o presidenta de la Asamblea Nacional”.
La intervención del TSJ
Pese a la claridad de la legislación, los partidarios del chavismo echaron mano de otra parte del mismo artículo, la cual indica que si el presidente juramentó al cargo y cometió una falta absoluta, el vicepresidente, Maduro Moros en este caso, debe asumir la presidencia:
“Cuando se produzca la falta absoluta del presidente o presidenta de la república durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una nueva elección universal y directa dentro de los 30 días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo presidente o presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el vicepresidente ejecutivo o vicepresidenta ejecutiva”.
Por esa razón, el pasado 8 de marzo fue el propio Diosdado Cabello el encargado de juramentar a Nicolás Maduro. “Estamos aquí para juramentar al compañero”, dijo el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, quien añadió que “lo vamos a hacer así porque es un mandato constitucional, y así lo hubiera hecho Hugo Chávez”.
La juramentación de Nicolás Maduro se dio luego de una interpretación que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela hizo al discutido artículo 233.
En las aciagas horas posteriores a la muerte del comandante, acentuadas por la polémica en torno a quién debería de asumir la presidencia del país, Cabello calificó como “constitucional”
la sesión para juramentar a Maduro y a la que los diputados de oposición no se presentaron.
La Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia estudió el contenido y alcance del artículo 233 y concluyó que, ocurrido el supuesto de hecho de la muerte del Presidente de la república en funciones, el vicepresidente ejecutivo deviene presidente encargado y cesa en el ejercicio de su cargo anterior.
En su condición de presidente encargado, dictó el TSJ, Maduro podrá ejercer todas las atribuciones constitucionales y legales como jefe del Estado, jefe de Gobierno y comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
La sentencia de la Sala Constitucional estableció también que debe convocarse a una elección universal, directa y secreta y que el órgano electoral puede admitir la postulación del Presidente Encargado en las elecciones debido a que no está comprendido en los supuestos de incompatibilidad previstos en el artículo 229.
El TSJ también dejó claro que Maduro, como presidente encargado, no está obligado a separarse del cargo durante su participación como candidato presidencial.
Inmediatamente después de este informe, el Consejo Nacional Electoral anunció que las votaciones para elegir al presidente que culminará el período que comenzó Chávez, el 10 de enero, y que terminará en 2019, se celebrarán el próximo 14 de abril.
De acuerdo con algunos observadores internacionales, el chavismo se encuentra en un galimatías y le costará mucho trabajo mantenerse a flote sin la presencia de Hugo Chávez, entre otras razones porque el mismo comandante impulsó la leyenda de que él era insustituible para la revolución venezolana.
Además, es claro que los seguidores del mandatario fallecido han decidido acatar sus órdenes y voluntad, más ahora que su muerte los tiene adoloridos moral y políticamente, pero es imposible determinar si esa tendencia se mantendrá por mucho tiempo, o por lo menos hasta el 14 de abril, fecha en que el Presidente Encargado intentará vencer a su oponente en las elecciones y así continuar con el legado del comandante.
Maduro y Sai Baba
Nicolás Maduro Moros, un político caraqueño nacido el 23 de noviembre de 1962, fue secretario de Relaciones Exteriores y vicepresidente ejecutivo de Venezuela, cargo en el cual ejerció las funciones administrativas y económicas del país durante la enfermedad y muerte de Chávez.
Exmilitante de la Liga Socialista, de joven trabajó como conductor del sistema de trasporte terrestre Metro de Caracas, puesto desde el cual desempeñó una meteórica carrera que lo encumbró como líder del sindicato del metro y miembro de la junta directiva de esa empresa pública.
Su esposa, Cilia Flores, fue diputada de la Asamblea Nacional de Venezuela por el Distrito Capital, y en 2006 fue la primera mujer nombrada presidenta de dicha Asamblea. Actualmente es la procuradora general de la República.
Maduro se integró al Movimiento Quinta República (MVR), fundado por Chávez, en la década de 1990. En 1998 formó parte de la campaña presidencial de este partido, que alineó a todas las fuerzas de izquierda del país y que erigió a Chávez como presidente para su primer período.
En este proceso, Nicolás Maduro resultó electo diputado de la Asamblea Constituyente de 1999, la cual se dio a la tarea de redactar una nueva Constitución. Un año después fue elegido diputado para la Asamblea Nacional, desde donde fue reelegido en el año 2005 y designado, poco después, presidente del parlamento.
Abandonó la presidencia del Parlamento en 2006 —lo sustituyó su esposa— a petición del comandante, quien lo llamó a integrarse en el gabinete como encargado del Ministerio del Poder Popular para los Asuntos Exteriores.
Días después de las elecciones presidenciales de octubre del año pasado, Maduro fue nombrado vicepresidente ejecutivo.
De acuerdo con diversos informes, Maduro sigue una filosofía basada en “la universalidad del amor, la verdad y la paz”, enseñanza aprendida del polémico líder espiritual indio Sathya Sai Baba —su verdadero nombre era Sathyanarayana Raju—, fallecido en 2011 y a quien visitó reiteradamente en la India desde 2005.
La influencia que ejerce sobre él el gurú que se autonombró una encarnación divina enviada a la Tierra para provocar la renovación espiritual, ha llevado a Maduro a compaginar su fe con la política y se sabe que en sus oficinas nunca falta un retrato de su ídolo.
El mismo día en que fue juramentado como sucesor de Chávez, recibió la bendición del movimiento que legó el santón. “Su fe influirá en su manera de hacer política”, declaró A. Anantharaman, portavoz del Centro Sai Baba, desde la India.
Ahora Maduro tiene en sus manos la descomunal faena de comandar la transición del chavismo y garantizar su subsistencia. Y quizá tenga que hacerlo contra Henrique Capriles, el principal crítico de Hugo Chávez y la figura más influyente de la oposición.