No te metas con Hinds. La banda española de garage rock sabe cómo odiarte.
Por ejemplo, el grupo canadiense Dears amenazó con demandarlas. El problema surgió cuando los canadienses le pidieron a Hinds, que comenzó con el nombre de Deers (no Dears), que cambiara su nombre para evitar la confusión. Y así, a regañadientes, Deers se convirtió en Hinds. “Todavía los odiamos”, dice Ana García Perrote, guitarrista y cantante de la banda.
“Si leen esto, ¡los odiamos!”
También está Kate Moss, que supuestamente despreció a las integrantes de la banda en un festival musical. Hinds no la ha perdonado. “No quiso tomarse una foto”, dice Perrote. “¡Dijo que no!”
Sin embargo, el mayor rencor de todos fue el que unió a Hinds. La historia del origen del grupo, residente en Madrid, podría dar pie a una comedia romántica: En 2010, Perrote conoció a la otra fundadora, Carlotta Cosials, debido a que su entonces novio tocaba en una banda con el entonces novio de Cosials. Resultó que los novios las engañaban, pero Perrote y Cosials se hicieron amigas de inmediato. Botaron a sus parejas y formaron la banda durante un viaje que hicieron en 2011 a la costa mediterránea española.
“Era una de esas vacaciones en las que uno no tiene nada que hacer”, recuerda Perrote. “Tomamos las guitaras porque sabíamos tocar un acorde. Nos olvidamos de comer. No hicimos más que tocar un cover de Bob Dylan [“It Ain’t Me, Babe”]. Nos enamoramos perdidamente de la sensación de tocar música”.
El dúo eligió el nombre de Deers (Ciervos) por la expresión en castellano “poner los cuernos”, que significa engañar a la pareja. Cabe destacar que han tenido mucho más éxito que la banda de sus ex novios.
Sus primeras presentaciones, donde solo aparecían ellas dos tocando covers, fueron lamentables. Pero siete años después, Hinds ha florecido hasta convertirse en un hábil cuarteto de indie-rock con una creciente base de seguidores en Estados Unidos. Perrote, de 23 años, y Cosials, de 27, comparten la voz principal, junto con Amber Grimbergen, de 22 años, en la batería, y Ade Martín, de 26, en el bajo. Su álbum debut, Leave Me Alone (Déjame en paz), apareció a principios de 2016 y envió a la banda a retozar alrededor del mundo. “Realmente queríamos el estilo de vida que la música te da: los egos, las drogas, enamorarte constantemente”, dice Cosials, cuya voz sedosa y susurrante es la marca de fábrica de Hinds. “Todo eso es real”.
En abril, publicaron un enérgico segundo álbum, I Don’t Run (Yo no corro, disponible en Estados Unidos a través del sello Mom + Pop), que mostró de nuevo su don particular para crear pegajosas odas a la agonía romántica, presentando desparpajadas frases musicales, una estética lo-fi inspirada en los Strokes y letras sobre hombres detestables y malcriados. Hay una palabra en castellano que resume la inspiración lírica de la banda: desamor, “pero esa palabra no existe en inglés”, dice Perrote. “No es que te rompan el corazón, sino…” Martín, otra de las integrantes, agrega: “Los sentimientos negativos que tienes cuando el amor termina”.
Además de Dylan, entre sus influencias están The Clash, Creedence Clearwater Revival y los Beach Boys, por lo que actuar como teloneras en el show Pet Sounds de Brian Wilson en Brooklyn en 2016 fue una especie de hito. Cosials y Grimbergen casi mueren de la risa al recordar un incidente tras bambalinas. Viendo a Keith Richards, se acercaron para tomarse una foto. Él accedió, ellas la publicaron en Facebook, y se dieron cuenta de que el tipo no era Richards, sino solo un miembro de la banda de Wilson que, casualmente, se parecía al guitarrista de los Stones. “¡Un tipo cualquiera!”, exclama Grimbergen.
En una de las primeras fotos publicitarias de Hinds, ellas aparecen posando con raquetas de ping-pong rojas y blancas. Esa es la razón por la que nos reunimos en SPiN, el salón de ping-pong de Manhattan cuya copropietaria es la actriz Susan Sarandon. Me dicen que suelen jugar con frecuencia cuando están de gira, es una buena forma de matar el tiempo en los festivales, al menos cuando no enfrentan emergencias médicas, como cuando el apéndice de su manager de giras explotó en el Festival de Glastonbury, en el Reino Unido.
El partido de ping-pong más importante de la historia del pop fue entre Michael Jackson y Prince en 1985. (Prince ganó fácilmente, y se dice que exclamó, “¡Él jugó como Helen Keller!”) El segundo más importante fue entre Prince y Jimmy Fallon; Prince ganó de nuevo. No estoy seguro de en qué lugar quedará el reñido juego entre Perrote y yo, pero yo gané por un estrecho margen. Finalmente, también les gane a Martín y a Cosials antes de que formáramos equipos para una ronda de dobles.
Mientras jugábamos, me contaron extrañas historias de sus giras, algunas de las cuales incluían a los tipos súper escalofriantes que uno podría esperar cuando cuatro jovencitas están de gira durante dos años. Si bien todas las historias están acompañadas por risas estridentes, existe el reconocimiento tácito de la vulnerabilidad de navegar por la frecuentemente sexista escena musical. Sin embargo, en términos generales, han encontrado que el público estadounidense es más cordial que el que tienen en su país. Perrote indica que esto tiene que ver con el movimiento estadounidense Riot Grrrl y con la añeja historia de la participación de las mujeres de ese país en el punk rock. “España es un mercado más lento”, dice Perrote. “Se requiere más tiempo para que las personas respeten lo que estás haciendo. Necesitan cosas que demuestren lo que quieren que demostremos: que somos buenas músicas o que hemos tocado nuestros instrumentos desde siempre”.
También saben cómo encender el escenario, algo que vi con mis propios ojos en un atestado club de Brooklyn una fría noche de martes, en enero de este año. “Los neoyorquinos nos tratan muy bien”, dijo después Cosials. “Siento como si les faltara el amor. Y nosotras tenemos mucho amor que dar”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek