Este mes del
Ramadán fue el más mortífero para Afganistán desde 2001, con 200 muertos y 700
heridos, en su mayoría civiles, desde el comienzo de este ayuno sagrado musulmán
el pasado 27 de mayo.
El Ramadán
estuvo particularmente marcado por un atentado con camión bomba en pleno centro
de Kabul, el 31 de mayo. El peor ataque contra el barrio diplomático de la
capital afgana en 16 años, con un saldo de al menos 150 muertos -todos afganos-
y 400 heridos.
Así mismo,
tres kamikazes se hicieron explotar el 2 de junio, durante el funeral de una de
las víctimas, matando a otras siete personas.
La masacre
del 31 de mayo y los hechos siguientes afectaron mucho a Kabul, cuyos habitantes
se mostraban temerosos ante la posibilidad de nuevos atentados.
Las
hostilidades comenzaron desde el primer día de ayuno, con la explosión en Jost
(este) de un coche bomba de los talibanes, cuyo objetivo fue una milicia local,
financiada por la CIA estadounidense: el saldo fue de trece muertos y seis
heridos.
Los
talibanes, pero también los yihadistas del Estado Islámico (EI) -instalados
principalmente en el este, y que destacan por sus ataques a la minoría chiita-
también atacaron una mezquita chiita en Kabul, un sitio de plegarias en Herat
(este) y varias posiciones de las fuerzas de seguridad en las provincias de
Parwan y Paktia, causando 20 muertos y decenas de heridos.
Tres días
antes de la celebración del Eid al Fitr, el domingo, un coche bomba mató a 34
personas e hirió a otras sesenta el jueves en Lashkar Gah, capital de Helmand
en el sur.
El atentado,
frente a una sucursal del New Kabul Bank, tuvo como blanco a una muchedumbre de
civiles y miembros de las fuerzas de seguridad que esperaban para cobrar sus
salarios.
La animación que precede a esta celebración del fin del
Ramadán ha sido discreta este año, en particular en Kabul donde se temen nuevos
ataques por parte de extremistas que creen, en esta ocasión en particular,
lograr obtener un billete directo al paraíso.
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Con información de AFP