De
hablar lento, pausado. Así era Javier Valdez o al menos así fueron los 43
minutos de charla en la entrevista que concedió a Radio Universidad de
Aguascalientes el 9 de diciembre pasado. Su calma parecía no corresponder a su
realidad: fundador del semanario Río 12 y corresponsal del diario nacional La
Jornada; especialista en cobertura de narcotráfico y corrupción.
Al
hablar, lo imaginaba con su sombrero de ala pequeña.
“Las
familias de los reporteros tienen que escoger un día para ir a surtir su
despensa, un día a la semana o cada quince días; no pueden volver a salir
porque es muy peligroso. Es una vida muy sacrificada, controlada, decidida por
los ritmos de la criminalidad. Acostumbrarse a que te sigan, resignarse a que
te van a quitar el carro, o saber que te van a pegar con una tabla, eso suele
suceder, es el castigo menos fuerte; lo que sigue es que te desaparezcan o te
maten”, dijo refiriéndose al trabajo de periodistas en Tamaulipas. Cinco meses
después lo asesinaron.
El
22 de septiembre de 2011, vestido en un atuendo que parecía no corresponderle,
lejos del fuego cruzado y al recibir el Premio Internacional de la Libertad de
Prensa, Javier habló a nombre de los periodistas de México y con Radio
Universidad explicó el viraje en su cambio de perspectiva de la cobertura del
narco. Más “humana”, dijo.
“(El
premio) Fue por la cobertura que he realizado sobre el narco, he optado por
hacer una cobertura más humana incluso de los victimarios, de homicidas, de las
‘narcas’ siempre con una perspectiva humana. Este periodismo humano creo que ayuda
a entender más al fenómeno del narco como una forma de vida y no como un asunto
policiaco”.
Su
palabra diáfana fue lo que seguramente causó su muerte. ¿Quién lo mató? Fuimos
todos, fue el sistema en el que no hay una frontera clara entre el narcotráfico
y su ley, y los delincuentes de cuello blanco que en muchas zonas del país
toman las decisiones políticas.
A
pesar de vivir con la guadaña siempre pendiente de su cabeza, era optimista: se
consideraba afortunado de vivir en una ciudad donde reinaba una “paz narca”.
“En
el caso de Sinaloa, uno tiene que pensar en el narco para escribir las notas. Tenemos
la fortuna, entre comillas, de que estamos bajo una sola organización pero
tenemos que pensar en ellos, entonces esa autocensura es la que nos permite resistir
y sobrevivir, es un margen pequeñísimo, pero seguimos contando historias de
vida en medio de la muerte.
“La
otra realidad es la del crimen organizado en donde está involucrado el gobierno
y el lavado de dinero, que no puedes escribir sobre el desarrollo inmobiliario,
o la venta de cervezas o los hospitales porque en todos estos ámbitos está
metido el narcotráfico y la autoridad. Entonces es no tener muchas opciones
para escribir, un periodismo muy acechado por diferentes intereses”.
Además
habló del tablero nacional, de todo el país en donde el periodismo está en
jaque y de lugares como Tamaulipas, donde ya de plano se le dio un jaque mate.
“En
el caso de Tamaulipas para mí es el periodismo en estado de coma, creo que es
el peor reflejo de la crisis del periodismo en México. Las redacciones en todo
el país están sometidas al narcotráfico, tenemos al narco mandando en nuestras
notas, en diferentes niveles y expresiones. En el caso de Tamaulipas se publica
lo que no pasa en Tamaulipas. Puedes ver información de Canadá o de Bruselas,
pero no de Tamaulipas. Es un periodismo arrinconado, estancado, que no se
mueve, que está en un callejón sin salida bajo dos o tres organizaciones
criminales, una habla a la redacción para no publicar esa nota, cuelga y habla
otra y dice que sí la publiquen.
“El
caso de Veracruz, que es también muy fuerte, creo que es un periodismo
atrincherado, que sobrevive, y sin ese periodismo de alguna manera comunal,
porque se logra a través de alianzas, no de medios, sino de reporteros;
logramos saber lo que fue el gobierno de (Javier) Duarte. A pesar de que el
narco tiene a un reportero en las redacciones, y el reportero que es espía le
avisa al narco quién está escribiendo y sobre qué, y se involucra incluso en
actividades criminales; el periodista honesto está ahí evadiendo las balas”.
El
narco hasta los huesos. Como en Jalisco. Ahí el tema se impregna hasta en la
economía, por llamarla de alguna forma, “legal”.
“Cuando
hablaba del otro crimen organizado, en donde están involucrado el gobierno y
los grandes inversionistas me refiero a Jalisco, en donde también estuve. Es
imposible realizar cobertura de desarrollo inmobiliario en zonas del centro de
Jalisco, la zona metropolitana de Guadalajara porque ahí está el narco, eso
implica que te van a cambiar de fuentes o te van a correr. Hay reporteros que
sólo publican ese tipo de información en Facebook o en blogs, pero no en los
medios para los que trabajan. Aún así cuando publican en medios alternativos
los pueden castigar o los destituyen”.
La
conversación no concluyó. Quedamos pendientes, él de venir a Aguascalientes y
nosotros de volver a contactarlo para seguir hablando de periodismo, narco,
gobierno y empresa. La conversación no concluyó y como las mejores
conversaciones, quedó marcada por tres puntos suspensivos.