Para muchos, el Centenario Hospital Miguel Hidalgo es solo un edificio, pero para otros representa años de entrega, trabajo en equipo y servicio a la comunidad, y aunque su nombre conmemora apenas un siglo, su historia real se remonta a hace más de trescientos años, cuando comenzó a construirse un legado en materia de salud que marcó a todo Aguascalientes.
De acuerdo con el historiador René Martínez, su origen se remonta a 1685, con la fundación del Hospital San Juan de Dios por parte del presbítero Diego de Quijas y Escalante, comisario de la Inquisición en la entonces Villa de Aguascalientes, cuando aún pertenecía a Zacatecas.
El recinto, ubicado detrás del templo de San Antonio (hoy CECATI 164), fue atendido por la orden religiosa de los Juaninos, donde se recibía a enfermos no sólo de Aguascalientes, sino también de Jalisco, Zacatecas y Guanajuato.
“Se sabe por documentos históricos que la salud dependía del estado de Zacatecas y que había ciertas corresponsalías que atendían a los enfermos de esta ciudad, que todavía como tal no estaba reconocida, pero que iba justamente desarrollándose, hasta que este emisario, Quijas Escalante, funda el hospital en 1685 con la orden justamente de los Juaninos”, relató.
Aunque el primer hospital operó hasta principios del siglo XVIII, la necesidad de ampliar la atención persistió. En 1888 se adquirió un terreno en la calle Galeana, con la intención de construir un hospicio para niños huérfanos, sin embargo, los recursos no alcanzaron y la obra quedó detenida.
“Se compró para albergar un hospicio para los niños huérfanos. Se empieza la edificación con la finalidad de que albergara las infancias desde Aguascalientes, pero no olvidemos que allá estaba saturándose el hospital de San Juan de Dios”, explicó Martínez.
En 1896 se pensó en convertirlo en un asilo, pero la necesidad de atención médica era más urgente, y fue hasta 1901 cuando el entonces gobernador Carlos Sagredo decidió destinar el inmueble a un hospital.
El Hospital Miguel Hidalgo fue inaugurado oficialmente el 15 de septiembre de 1903, coincidiendo con el cumpleaños 73 de Porfirio Díaz y sus salas fueron nombradas en honor a médicos distinguidos del país.
“Este hospital se le reconoce como fundado en 1903, pero la realidad es que este hospital es desde 1685, es decir, tenemos más de 300 años, y hoy en día se conmemora ‘Centenario Hospital’, cuando quizás en la formulación correcta sería ‘Tricentenario Hospital Miguel Hidalgo’”, destacó.
A lo largo del siglo XX, el Hospital Miguel Hidalgo atravesó una serie de transformaciones clave para consolidarse como referente en la atención médica de la región. Las más importantes: la actualización del reglamento entre 1931 y 1950 y la demolición del antiguo inmueble entre 1950 y 1962, para darle paso a las instalaciones que conocemos hoy en día.
De 1972 a 1986, la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) asumió la responsabilidad del hospital, que a partir de entonces fue conocido como Hospital Universitario Miguel Hidalgo, y operó con el propio presupuesto de la institución educativa, sin embargo, la administración pasó nuevamente a manos del gobierno federal.
“La universidad abraza el hospital con su propio presupuesto, con sus propias implicaciones, pero también la universidad se da cuenta que es insostenible toda la dimensión hospitalaria que se estaba viviendo, y nuevamente pasa a gobierno”, detalló el historiador.
Luego, entre 1987 y 1998, la federación entregó la administración del hospital al gobierno de Aguascalientes, lo que dio paso al Instituto de Servicios de Salud del Estado de Aguascalientes (ISSEA), y desde entonces, el nosocomio operó bajo el nombre de Hospital de Especialidades Miguel Hidalgo.
Para el año 2000, el crecimiento demográfico y las exigencias de calidad médica comenzaron a rebasar la capacidad del inmueble en Galeana y es por esto que en 2008 se comenzó la construcción del nuevo hospital ubicado sobre la Avenida Gómez Morín; fue concluido en 2017, la migración total se hizo el 29 de marzo de 2018 y el antiguo Hospital Miguel Hidalgo cerró sus puertas para siempre.
“Era un parchadero que respondía a las necesidades crecientes hasta un punto en que ya no pudo más.El Consejo de Salubridad General tiene estándares muy específicos para certificar hospitales, y este ya no podía alcanzar esas estandarizaciones”, comentó.
A partir de 2023, el edificio fue utilizado para albergar algunas oficinas gubernamentales, no obstante, hoy anuncian que será demolido para abrir camino a un centro de atención ciudadana. En ese sentido, Martínez señala que el derribo del inmueble significaría una pérdida simbólica para quienes vivieron su historia, pues es el escenario de múltiples generaciones que construyeron salud en Aguascalientes.
“Si tú nos preguntaras a los que sudamos este edificio, claro que sí nos adherimos a una necesidad de preservar el inmueble, no por ocupación de espacios, sino por lo que simboliza. Este fue el epicentro de las transformaciones significativas en temas de salud”, concluyó.
Historias vivas del Hospital Miguel Hidalgo
La historia del Hospital Miguel Hidalgo no puede contarse únicamente a través de fechas o documentos; también se escribe en las voces de quienes entregaron ahí años de su vida, como María de la Trinidad Aguilar Navarro, enfermera general y la primera enfermera hemodinamista en Aguascalientes, quien ingresó al hospital en 1976, justo al finalizar su servicio social, en una etapa de transición en la que el hospital pasaba de ser civil a universitario.
“Cuando era civil, pues nos faltaban algunas cosas. Ya cuando pasó a ser universitario, teníamos más cosas para trabajar. Entonces ya fue más fácil atender a todos los pacientes”, relató.
Su trayectoria se vinculó especialmente con el área de cardiología, donde recibió formación gracias a una recomendación médica. Siempre, dice, con orgullo por la formación que recibió dentro del hospital.
“A mí siempre me gustó mucho cardio y le doy gracias a Dios y a todos los doctores, y a Martha Gómez, por haberme mandado al curso de hemodinamia. Ahí iniciamos el servicio, fue muy bonito. Duré cuatro años al principio con el doctor Enrique Morales”, añadió.
Por su parte, Eufrosina Franco Hernández dedicó 26 años de su vida al Hospital Hidalgo. Entró en 1995, en una época en que las enfermeras comenzaban a especializarse y fue asignada al área de electroencefalografía, donde se hacían estudios a niños con epilepsia, síndrome de Down y pacientes con muerte cerebral para la procuración de órganos.
“Para mí, pertenecer al Hospital Hidalgo es un orgullo. Uno crece aquí como persona, como profesional. Le entrega uno el sentimiento, el servicio a nuestros pacientes. Siempre he pensado que como trata uno a sus pacientes es como si fueran un familiar”, comentó.
Después de su etapa en estudios clínicos, fue trasladada a terapias intensivas e intermedias, donde estuvo hasta el final de su carrera en el hospital.
“Lo que sí me gustaría decir es que el Hospital Hidalgo es su gente. El edificio es lo que nos cobija, sí, pero es su gente. Desde el señor portero, el intendente, el vigilante, las enfermeras, químicos, médicos, directores. Todo es un equipo que trabaja por el bien del paciente”, expresó.
Las otras historias: lo inexplicable en los pasillos del Hidalgo
Más allá de lo clínico, muchas de las personas que trabajaron en el antiguo Hospital Hidalgo relatan experiencias difíciles de explicar. Trinidad Aguilar, por ejemplo, recuerda un suceso en el área de pediatría, durante su primer servicio como enfermera.
“Me tocó incubadoras. En esa ocasión, pasó una persona de blanco hacia mis incubadoras. Yo creí que era mi compañera y fui a ver pero no había nadie. Le pregunté: ‘¿Tú pasaste, Pachita?’ Me dijo: ‘No, yo andaba allá afuera’”, recordó.
Al poco tiempo, alguien le mencionó que podría tratarse de “La Planchada”, una leyenda común en hospitales mexicanos, sobre el espíritu de una enfermera que aparece vestida de blanco.
“Dicen que aparece en todos los hospitales, no nada más en uno. Anda por todos lados”, detalló.
También describe una sensación particular cuando un paciente está por morir.
“Siento como algo opresivo, me dan náuseas. Una pesadez, que dices: ‘Ay, pues si no he hecho nada y estoy muy cansada’. Te absorben la energía. Digo: ‘Ese pacientito ya se va’”, explicó.
Eufrosina Franco también recuerda momentos inquietantes, como cuando falleció una paciente en terapia intermedia.
“Falleció una señora y, de repente, empezó a sonar un radiecito que teníamos ahí. Para que funcionara, tenía que estar conectado y no lo estaba. Le pregunté a mi compañera: ‘¿Tú conectaste el radio?’ Me dijo: ‘No, yo no.’ Y no, yo tampoco”, narró.
Ambas se miraron sin saber cómo reaccionar, y aunque no todas las experiencias son tan claras, Eufrosina comparte una sensación similar cada vez que un paciente fallece.
“Siento como un remolino de emociones. Siempre hago oración en ese momento”, dijo.
Recuerda relatos de otros compañeros sobre una figura infantil en urgencias.
“Lo que sí comentaban era de un niño que se aparecía en urgencias. Decían: ‘¿No viste a un niño que andaba buscando a su mamá?’ Yo nunca lo vi, pero sí decían que se aparecía por ahí”, concluyó.
Tanto René como Eufrosina y Trinidad coinciden en que el Hospital Hidalgo es mucho más que un edificio o un lugar de trabajo; fue una escuela de vida, un espacio de entrega y una extensión de su propia historia, y aunque el edificio desaparezca, su legado permanece en la memoria de quienes lo habitaron y en las historias que ahora comienzan a documentarse.
Preservar esa historia (desde lo institucional hasta lo humano y lo inexplicable) es una forma de honrar no solo al hospital, sino a todas las personas que lo hicieron posible.