Varias noches a la semana, después de apagar las luces, meterse a la cama y dormir, Laura, una joven de 32 años, sentía cómo una inquietud extraña se apoderaba de su cuerpo. Aunque había cenado hacía pocas horas, su mente se negaba a descansar. Al principio pensaba que era simple ansiedad, pero pronto se dio cuenta de que su cuerpo le pedía levantarse, abrir el refrigerador y comer.
No era hambre real, sino una urgencia difícil de explicar. Pan con mermelada, yogur, un plato de cereal, galletas con leche… cualquier alimento que encontrara servía para calmar momentáneamente sus impulsos. Pero lo hacía en silencio, apenas iluminada con la luz tenue del refrigerador, como si tratara de que nadie —ni siquiera ella misma— se enterara.
Una noche su pareja se despertó al oír ruidos y la encontró comiendo en la oscuridad. Laura rompió en llanto, avergonzada. Fue entonces cuando decidió buscar ayuda profesional. El diagnóstico fue claro: síndrome del comedor nocturno. Así descubrió que no solo era un tema de voluntad, sino una condición relacionada con el sueño, las emociones y su ritmo biológico. Con terapia, hábitos más saludables y apoyo empezó a recuperar el control de sus noches, aprendió a reconocer sus patrones sin culpa y, finalmente, se dio el permiso de sanar a su propio ritmo.
El síndrome del comedor nocturno es un trastorno que se caracteriza por el impulso y necesidad de los pacientes por levantarse, después de haberse dormido, a buscar algún tipo de alimento y comerlo. Este desorden puede deberse a varios factores, de entre los cuales los más importantes son el estrés, la ansiedad y la depresión.
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“Nuestro cerebro, nuestro sistema nervioso central, en el hipotálamo tiene el centro del apetito y la saciedad, pero también tenemos una parte que nos brinda los estímulos neurobiológicos, que se caracterizan por la liberación de dopamina y oxitocina”, explica el doctor Luis Dorado, especialista en Nutrición Clínica y Manejo Integral de la Obesidad. “Estos dos neuroquímicos nos dan placer, y la ingesta de alimento provoca satisfacción y gusto porque se libera dopamina u oxitocina”.
La dopamina y la oxitocina son sustancias químicas que el cerebro libera para generar la sensación de felicidad. Estas hormonas están relacionadas con el estilo de vida, el ejercicio y la dieta y se desatan en el cuerpo ante situaciones placenteras, como el contacto físico y el logro de objetivos.
Sin embargo, de acuerdo con el médico especialista, en algunos pacientes, sobre todo en aquellos que padecen de elevados niveles de estrés, la única fuente de dopamina y oxitocina que llegan a presentar es mediante la ingesta de alimentos: “Imaginemos a una persona que vive en medio de intensas jornadas laborales; trabaja y está ocupada todo el día, por lo que sus únicos mecanismos de recompensa son los que brinda la comida”.

INFLUYEN FACTORES BIOLÓGICOS, PSICOLÓGICOS Y CONDUCTUALES
El síndrome del comedor nocturno, reconocido dentro del espectro de los trastornos de la conducta alimentaria, tiene implicaciones en la regulación metabólica, la salud endocrina y el bienestar emocional de quienes lo padecen. Se caracteriza por un patrón de ingesta calórica desproporcionado en las horas nocturnas, acompañado de una disminución del apetito matutino.
Este trastorno es una condición multifactorial influenciada por factores biológicos, psicológicos y conductuales, explica el Dr. Dorado. Entre los principales detonantes se encuentran la desregulación neuroendocrina (alteraciones en la producción de serotonina, melatonina y cortisol), estrés crónico y ansiedad, patrones de alimentación irregulares y desajustes en el sueño.
“El síndrome tiene muchísima relación con los niveles de cortisol”, añade Dorado. “Hemos estudiado mucho esta hormona, una de las encargadas de regular la energía, los estados de ánimo, el sueño y la secreción de insulina versus glucosa, y sabemos que cuando no tenemos un sueño reparador o no dormimos las suficientes horas tendremos desajustes en la regulación del cortisol, los cuales pueden interferir con nuestro comportamiento en la alimentación”.
Así, “podemos tener tiempos muy prolongados de inapetencia en las mañanas y grandes cantidades de apetito en las noches”.
Estadísticas globales y estudios recientes coinciden en que la prevalencia del síndrome del comedor nocturno entre la población en general es de entre 1.5 y 5 por ciento. En personas con obesidad, la cifra puede llegar a 10 por ciento. Este trastorno es más común en adultos jóvenes, tiende a afectar más a mujeres que a hombres y la mitad de las personas que lo padecen también presentan trastornos del estado de ánimo.
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Mientras la bulimia se caracteriza porque el paciente tiene episodios regulares de ingerir una gran cantidad de alimento y luego utilizar diversas formas para evitar el aumento de peso, como vomitar o purgarse, la anorexia hace que las personas pesen menos de lo que se considera saludable para su edad y estatura. En ese tenor, el síndrome del comedor nocturno se diferencia porque la persona que lo presenta habitualmente no tiene problemas con su imagen corporal ni tiene la necesidad de ejecutar alguna práctica compensatoria después de un atracón.
“Es una persona que se despierta sencillamente a buscar algo de comer por una necesidad, por una ansiedad que el mismo cuerpo genera, un impulso”, indica Luis Dorado, experto en temas de obesidad, metabolismo y sus comorbilidades en la clínica Vitalhealth de la Ciudad de México. “Se trata de una recurrencia por la cual compensa la necesidad del cerebro de obtener placer: dopamina u oxitocina”.
Visto de esta forma, de acuerdo con el experto consultado por Newsweek en Español, el síndrome es en cierta medida una adicción a la comida, pues el paciente requiere una fuente que le brinde placer, tal como sucede con los fumadores o los bebedores.

LO URGENTE ES IDENTIFICAR LA CAUSA DE TENER EL SÍNDROME DEL COMEDOR NOCTURNO
—¿Qué puede hacer un paciente para que la carencia de dopamina y cortisol no sea necesariamente sustituida con comida nocturna? —le preguntamos al especialista.
—Lo importante no es darle solución al problema, sino identificar la causa: ¿por qué me despierto de noche a comer? Quizá porque no comí en todo el día, no controlo bien el estrés, duermo mal, estoy en estado de depresión o ansiedad o cualquier otra razón metabólica como la resistencia a la insulina. O quizá hice una actividad física extenuante después del trabajo y tengo muchísima hambre a pesar de haber cenado.
“Una vez identificada la causa es importante buscar asesoramiento profesional —continúa—. Yo soy de la idea de que a los pacientes siempre hay que estudiarlos y buscar el porqué de sus padecimientos, y entonces ofrecer opciones que los ayuden: procurarse estrategias para tener un sueño más satisfactorio, comer por lo menos tres o cuatro veces al día, beber más agua, realizar una actividad física constante como caminata o evitar el sedentarismo. También, eludir los alimentos ultraprocesados, que tienen grandes cantidades de glutamato monosódico y que generan adicción, y las bebidas azucaradas y estimulantes porque quitan mucho el sueño.
“Insisto, es muy importante identificar la causa porque también puede haber una depresión u ansiedad oculta, un trastorno por déficit de atención e hiperactividad, un síndrome metabólico con relación a la resistencia a la insulina o diabetes”.
—¿Cuáles son las consecuencias orgánicas o psicológicas de no tratar a tiempo el síndrome del comedor nocturno?
—La respuesta es compleja porque al final es un todo. No tratarlo nos lleva a la obesidad y a la resistencia a la insulina. En las mujeres nos puede llevar a trastornos hormonales como predisposición al síndrome de ovario poliquístico. Nos va a llevar a diabetes, a problemas cardiovasculares como hipercolesterolemia, colesterol, triglicéridos altos y todas las complicaciones que tienen que ver con desenlaces fatales como infarto al miocardio, insuficiencia renal crónica y diabetes descompensada.
“Y también está la parte de la salud mental —concluye Luis Dorado—. El síndrome puede provocar depresión o una ansiedad no diagnosticada que lleva al paciente a no hallarle sentido a la vida, una distimia total, una anhedonia para disfrutar de las cosas. ¿Por qué? Porque trato de no comer, de cuidarme, pero por más que quiero no logro controlarme frente al refrigerador y al otro día viene un sentimiento de culpa y caigo en un círculo vicioso”. N