En su segundo mandato, Donald Trump tiene un nuevo proyecto de geopolítica global en el que destaca su enfoque profundamente nacionalista, pragmático y, sobre todo, transaccional, el cual se basa en algunas premisas centrales, como “América primero” (America First) y “Hacer América grande nuevamente” (MAGA) resalta el unilateralismo al priorizar los intereses nacionales y su seguridad antes que la búsqueda del multilateralismo y la gobernanza global.
En esta reconfiguración geopolítica global planea reducir el apoyo a Ucrania buscando una solución negociada del conflicto, al tiempo que endurece su postura hacia Irán y mantiene políticas proisraelíes en Oriente Medio, lo cual viene acompañado de las reconfiguraciones de sus alianzas tradicionales, de entre las cuales destacan las exigencias que ha hecho a la OTAN para que sus miembros participen con mayores contribuciones, materiales y financieras.
Por otra parte, fortalece su visión hemisférica al retomar viejas nociones de la Doctrina Monroe, lo cual implica una mayor atención a América Latina, aliándose con gobiernos de derecha, como el de Guatemala y Argentina, y criticando abiertamente gobiernos de izquierda y populistas. En esta redefinición hemisférica destaca su posicionamiento respecto al canal de Panamá y sus declaraciones en torno al Golfo de México y Groenlandia.
Como parte de estas reconfiguraciones se visualizan cambios en sus alianzas militares. Con Japón reforzará su alianza mediante la restructuración del comando militar estadounidense que tiene en ese país y, además, explora colaboraciones niponas dentro de la alianza AUKUS. Por otra parte, está fortaleciendo la cooperación trilateral con Filipinas, con lo que busca contrarrestar a China y Corea del Norte y tener un mayor posicionamiento frente a las tensiones en el mar de la China meridional.
UN ENFOQUE CONCILIADOR HACIA MOSCÚ
La política de Donald Trump frente a la guerra entre Rusia y Ucrania se caracteriza por un enfoque conciliador hacia Moscú y crítico hacia Kiev, ya que incluso recientemente ha responsabilizado a Ucrania del conflicto y ha declarado que este país nunca debió comenzar la guerra, sugiriendo que Kiev debería haber hecho concesiones territoriales desde 2022 para evitar la invasión rusa.
Un elemento que ha marcado el rumbo de las nuevas definiciones de geopolítica global de Donald Trump es la exclusión que hizo de Ucrania en las negociaciones con Rusia, con las que busca llegar al fin de la guerra priorizando así la normalización de relaciones con Moscú.
Además, Trump ha decidido reducir el apoyo militar a Ucrania, pues si bien ha seguido enviando las armas comprometidas previamente, ha frenado nuevos fondos y condicionado la ayuda a cambio de concesiones económicas, financieras y estratégicas por parte de Ucrania, particularmente la explotación de minerales y de las llamadas “tierras raras”.
Además, resulta sorprendente que Trump ha cuestionado la legitimidad del liderazgo ucraniano, sugiriendo elecciones en plena guerra y responsabilizando a Zelenski del deterioro de la situación. Ello ha generado tensiones con sus aliados europeos, quienes han visto con preocupación el cambio drástico en la política exterior del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
En general, los aliados temen que las propuestas de Trump puedan debilitar la unidad occidental frente a Rusia; y la posible retirada de la promesa de integrar a Ucrania en la OTAN se ve como una retirada de Estados Unidos respecto a los proyectos para garantizar la seguridad europea, pues Trump ha insistido en que las tropas europeas deben asumir el liderazgo de su propia seguridad y la de Ucrania.
¿QUÉ MÁS BUSCA LA RECONFIGURACIÓN GEOPOLÍTICA GLOBAL DE TRUMP?
En resumen, esta medida podría transformar profundamente el papel de Estados Unidos dentro de la OTAN, desplazando el peso de la seguridad europea hacia los aliados del continente y reconfigurando el equilibrio transatlántico.
Ahora la política de Washington está virando de manera importante hacia Oriente Medio, particularmente hacia Arabia Saudita, pues está jugando un papel clave en la nueva estrategia geopolítica global de Donald Trump al actuar como un mediador neutral en conflictos internacionales y fortaler su influencia global, al tiempo que su rivalidad con Irán le asegura a Washington un aliando fuerte en la región para dar continuidad a los acuerdos de Abraham de 2020.
Sorpresivamente, y contrario a las expectativas de los aliados europeos, Trump eligió a Arabia Saudita como sede para las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia, destacando su postura neutral en el conflicto, ya que, durante todo el devenir de la guerra ruso-ucraniana, Riad no ha criticado a Moscú ni se ha unido a las sanciones occidentales en su contra, lo cual le ha permitido posicionarse como un actor confiable para ambas partes.
Adicionalmente, el hecho de que Arabia Saudita no sea miembro de la Corte Penal Internacional (CPI) significa que, al no haber ratificado el Estatuto de Roma, no está sujeta a su jurisdicción y por ende se evita conflictos legales relacionados con las órdenes de arresto internacionales emitidas contra Vladimir Putin, lo cual permite que Riad sea percibido como un territorio neutral y seguro para estas negociaciones.
ESTADOS UNIDOS BUSCA MÚLTIPLES BENEFICIOS
Ya hemos comentado que el proyecto de Trump se caracteriza, entre otras cosas, por ser pragmático y transaccional, y si bien Trump tiene una relación personal con el príncipe heredero, Mohammed bin Salman, a quien ve como un aliado clave para la región y contrarrestar la influencia europea en temas como Ucrania y Gaza, también es cierto que las inversiones anunciadas por Riad en Estados Unidos, que ascienden a más de 600,000 millones de dólares, son un elemento que refuerza los vínculos entre ambos países.
Con toda esta nueva visión geopolítica Donald Trump busca múltiples beneficios: primero, cumplir sus promesas electorales, pues ofreció en campaña poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania rápidamente, lo que fortalecería su imagen como líder eficaz frente a sus votantes. Además, al reconfigurar la política exterior y priorizar la normalización con Rusia, Trump rompe con décadas de política exterior estadounidense, buscando un acercamiento estratégico que podría incluir beneficios económicos y geopolíticos mutuos. Además, si pone fin al apoyo militar y financiero a Ucrania, liberará recursos para otras prioridades internas e internacionales, todo lo cual fortalecerá su legado político. N
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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.