El cantante español Raphael regresó a los escenarios de Aguascalientes. Sin duda, un concierto de alto nivel. Sesenta años dedicado a cantar como artista muy profesional. En escena dos islas de percusiones impresionantes; dos guitarras acústicas; dos guitarras, un bajo, unos teclados eléctricos; un piano de media cola. Una profundidad musical extraordinaria. Con toda razón Joaquín Sabina le escribió “y sigue siendo aquel”. Basta recordar: “Yo soy aquel. / Que cada noche te persigue. Yo soy aquel / que por quererte ya no vive, el que te espera el que te sueña, el que quisiera / ser tu dueño de tu amor, de tu amor…” Miguel Rafael Martos Sánchez, “Raphael”, reafirmó su calidad vocal, hizo gala de su enorme capacidad histriónica, de su canto brotó su atributo expresivo, obviamente reconquistó al público que tiene ganado por seis décadas.
Un buqué de canciones que lo asignan como “Yo soy aquel”, “Hablemos del amor” “El ruiseñor de Linares”, “Yo soy aquel”, “Cuando tú no estás”, “Mi gran noche”, “Digan lo que digan”, “Estuve enamorado”, “Desde aquel día”, “Huapango torero”, “Sandunga”, “Llorona” …, esta última canción mexicana y mostrada a manera de trio mexicano, guitarras acústicas. Raphael, único de su generación que consiguió convertirse, al mismo tiempo de cantante en ídolo pop, en estrella de cine en las décadas de los 60 y 70; todas las cintas fueron éxitos de taquilla. Su tesitura sigue siendo un indicador, canta sin esfuerzo, alcanza graves y agudas conserva su estilo y garbo; el “color “sigue definiendo su personalidad de canto; su volumen de voz quedó acreditada con una suerte de pulmones y diafragma envidiables, cantó suave y fuerte según las interpretaciones y carácter de las narrativas.
“¿Qué sabe nadie? / Lo que me gusta o no me gusta en este mundo. / ¿Qué sabe nadie?, lo que prefiero o no prefiero en el amor. / A veces oigo sin querer algún murmullo, / y no hago caso y yo me rio y me pregunto…” en Raphael se muestra una estética de la música, destaca la gala de la estructura compositiva, circunscribe lirismo, armonía, un hipnotismo en el espectador producido por su emotividad; la interpretación del “Ruiseñor de Linares” realiza una dinámica del tiempo transformándolo en momentos musicales con resonancia, juego y color. Confirmó un distintivo musical, un matrimonio entre música artística y música popular; los músicos que le acompañaron dieron muestra de esta unión que rompe paradigmas. En el siglo XX, Adorno manifestó la necesidad que las industrias de la cultura supieran procesar productos sentimentales y, críticas que más allá de ideologías la música y el canto expresen el potencial humano, su creatividad. Es necio y falaz decir las producciones capitalistas impulsan belleza en términos impúdicos, tan es falso que, en el Teatro Aguascalientes, “60 Raphael 60” mostró una felicidad creativa.
“¿Qué tal te va sin mí?, dime que no te va muy bien, / que en realidad quieres volver a estar conmigo, / no intentes sonreír, veo en tus ojos la verdad / y hay más tristeza y ansiedad, que al lado mío…” Theodore Gracyk realizó en un análisis filosófico de la música popular nos dice que “las categorías conceptuales y las distinciones desarrolladas en respuesta a la música artística son sistemáticamente engañosas cuando se aplican a la música popular”. Este juicio nos sirve para demostrar que la política está obsoleta, pues ninguna dimensión social, como tampoco ningún político, por ningún motivo, pueden privar a la música popular de valor estético. “Más dicha que dolor, hay en el mundo. / Más flores en la tierra, que rocas en el mar, / ay mucho más azul que nubes negras, / es mucha más la luz, que la oscuridad. / Digan lo que digan … Los demás”
El teatro mostró profesionales dirigidos por Raphael y, muchos espectadores que mostraron una coexistencia vivida que se dio cuenta de lo que ocurrió en el concierto también por él, se fraguó la dualidad aparente del sentir entre significante y significado, se apoderó del “mundo de la vida” viviendo en el mundo como parte del cirquito estético. La emoción vivida se vio en el auditorio no solo como representaciones mentales sino como corporeidad y sin ella no hay ni percepción ni razón, dio vida a un ente que fundió naturaleza y cultura. “Cierro mis ojos, / para que tú no sientas ningún miedo, / cierro mis ojos, / para escuchar tu voz diciendo amor. / Para que digas, / hoy de verdad lo mucho que me quieres, / para que creas, / para que pienses que ni te escucho yo…”
Cuál es la razón que los políticos no sean así de profesionales, coherentes de pensamiento, éticos de comportamiento, morales de actitud, entregados políticamente al pueblo, lucidos para crear políticas públicas adecuadas… ¡son responsables de su concierto!